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Se cumplen 5 años del último partido de Manu Ginóbili en la NBA

Este 24 de abril se cumplen cinco años del último partido de Manu Ginóbili en la NBA. Luego de 16 de carrera en continuado, y 23 como profesional incluyendo pasos por Estudiantes de Bahía Blanca, Reggio Calabria y Kinder Bologna de Italia antes de llegar a los San Antonio Spurs, finalizó la carrera del más grande basquetbolista argentino de todos los tiempos.

"Un año más, Manu", bromeó Steve Kerr, ex compañero de Ginóbili en su llegada a la NBA en San Antonio Spurs y actual entrenador de los Warriors, al cierre del partido. Allí pasaron, también, Stephen Curry, Kevin Durant, Draymond Green y Klay Thompson que palmearon y reconocieron al talento albiceleste por su prolífica carrera.

Ginóbili, con mano en alto y el dolor de la derrota a cuestas, aún no tenía claro lo que sucedería meses después, al anunciar su despedida en agosto del mismo año a través de las redes sociales. La franquicia de Oakland, que en junio se consagró bicampeona de la NBA, derrotó a los Spurs 99-91 en cinco juegos a pesar de un flojísimo 5-27 en triples.

Aquella noche en el Oracle Arena, el escolta argentino tuvo 2-3 en dobles, 1-4 en triples y 3-3 en tiros libres. Anotó 10 puntos y entregó siete asistencias.

40 años y 270 días. #ElPibeDe40, hashtag que bautizó este último baile del crack argentino, incluyó viajes de fans argentinos por todo Estados Unidos para seguir la huella del número 20 de San Antonio.

Nat Hickey, jugador de los Providence Steamrollers de 1948, participó en el básquetbol profesional de Estados Unidos de aquel entonces hasta los 45 años y 363 días. Conserva el récord histórico, aunque Manu fue quien logró jugar hasta casi 41 años en el máximo nivel del deporte profesional, en un playoff contra los mejores, y en una franquicia que en la década de 2010 fue dinastía gracias al trío estelar que Ginóbili conformó con Tony Parker y Tim Duncan a las órdenes de Gregg Popovich.

Manu unió Bahía Blanca con San Antonio en una ruta imaginaria de más de tres lustros que potenció el básquetbol argentino como nunca antes. Pepe Sánchez fue el primer argentino en jugar en la NBA, pero fue Ginóbili el que hizo convivir al país con la NBA con una naturalidad nunca antes vista. Todas las noches fueron con él la primera noche: los fanáticos supieron gracias a Manu lo que era vivir las mejores fiestas de un deporte que, hasta su explosión, siempre había sido cosa de otros.

Antes de su llegada a la NBA, Argentina derrotó a Estados Unidos en Indianápolis 2002 para cambiar el mapa del básquetbol mundial para siempre. Luego de su primer año, con campeonato con los Spurs (2003), Ginóbili fue pieza fundamental de su país para volver a ganarle al Team USA en Grecia, concretando el sueño más preciado en el básquetbol FIBA: la medalla de oro olímpica en Atenas 2004, que sirvió de pegamento para edificar la que hoy conocemos como Generación Dorada del básquetbol albiceleste.

Ginóbili ganó cuatro títulos en la NBA (2003, 2005, 2007 y 2014). Conformó junto a Parker y Duncan el trío con promedio ganador más grande de todos los tiempos. Su camiseta hoy luce en el techo del AT&T Center, luego de una ceremonia histórica que sirvió para enaltecer su figura y para distinguir al básquetbol argentino en su totalidad. En esa camiseta en el cielo de San Antonio hubo pedacitos de muchas otras que lo tuvo como protagonista: de Bahiense del Norte hacia la eternidad en un viaje que tuvo última escala en Springfield, para ingresar, como no podía ser de otra forma, al Salón de la Fama en septiembre de 2022.

Luego de su salida, al año siguiente llegó el subcampeonato Mundial en China 2019. Y pese a la llegada de otros argentinos al mejor básquetbol del mundo (Facundo Campazzo, Luka Vildoza, Leandro Bolmaro), nunca más pudo repetirse el furor que se vivió con Ginóbili en la NBA.

El último partido de Manu fue el final de su etapa como jugador y también el descenso para todos de lo surrealista a lo ordinario. De lo maravilloso a lo lógico y esperable.

Ginóbili empezó como jugador y terminó su carrera como leyenda. Caballero dentro y fuera de la cancha, su trayectoria no conoció fisuras.

Irremplazable, único, infinito, su legado es y será un espejo para los que vienen.

Desde el momento de su salida. Y para siempre.