OAKLAND, California – Falta un par de horas antes del pitazo inicial en el Oracle Arena y Damian Lillard está pensando en una pizza.
Sentado a un lado de la cancha, antes de disputarse el Juego 1 de las finales de la Conferencia del Oeste contra los Golden State Warriors, Lillard apunta a un sitio dentro de la arena, que se encuentra mayormente vacía. Sección 113, fila 110.
Ese es el lugar para el cual su familia adquirió abonos de temporada durante varios de los años difíciles de la franquicia, en plena niñez de Lillard, quien creció en el área del Este de Oakland (el barrio Brookfield, para ser más precisos). Era allí donde su padre, Houston Sr., llevaba a Damian y su hermano mayor, Houston Jr., a ver equipos de los Warriors metidos en territorio de lotería. Eran fijos en esos asientos: los niños incluso iban a pie hasta la arena cuando su padre no podía acompañarlos.
“Recuerdo que solían obsequiar pizzas, durante los recesos”, expresa Lillard. “Thunder (mascota de los Warriors, ya desaparecida) salía y tenían cajas de pizza que solían obsequiar a los aficionados. Mi hermano y yo veníamos tanto que la gente nos reconocía y nos llevábamos bien con ellos, por eso siempre terminábamos haciéndonos con una caja de pizza. Eso era lo que comíamos”.
“¡Hombre, era maravilloso! Era gracioso porque nos conocían a mi hermano y a mí como verdaderos aficionados”.
Lillard y su hermano tenían lo que el primero recuerda como “pase libre” por la arena, advirtiendo que las medidas de seguridad eran mucho más relajadas en los días anteriores al establecimiento de la dinastía de los Warriors. Solían deambular por los pasillos después de los partidos, se escondían hasta ingresar a la sala de medios para tomar un hot dog con refresco, permanecían en el espacio entre el vestuario y el estacionamiento para ver a los jugadores.
“Conocí a todos y cada uno de los jugadores de ese equipo”, afirma Lillard, para comenzar a hacer una lista de miembros de equipos de Golden State dignos de olvidar, que ostentaron promedio de 19 triunfos en las tres temporadas durante las cuales su familia poseía abonos. Era gran aficionado de Antawn Jameson. Menciona a Larry Hughes, Bobby Sura, Gilbert Arenas, Mookie Blaylock, Paul McPherson, Troy Murphy, Jason Richardson, Terry Cummings, Vonteego Cummings, Tony Farmer y Adonal Foyle, entre otros.
“¡Conocí a todos esos chicos!”, afirma Lillard, con un destello de alegría infantil en su voz. “Me hice con todos sus autógrafos”.
Lillard ahora cuenta con un nombre más relevante que todos los anteriores, siendo galardonado como Novato del Año y All-Star en cuatro ocasiones. Su tiro a 37 pies de distancia en pleno pitazo final que eliminó al Oklahoma City Thunder es el momento más destacado de los actuales playoffs. Por ahora.
Actualmente, mientras los Portland Trail Blazers están en desventaja 1-0 en las finales del Oeste, el chico oriundo de Oakland tiene la oportunidad de cerrar las puertas del Oracle Arena antes que los Warriors se muden al Chase Center de San Francisco la próxima temporada.
“Es un cuento de hadas”, expresa Lillard. “Siendo este el último año jugando en Oakland (y) que yo haya crecido aquí… Es un final especial. Aspiramos que termine de la mejor forma para nosotros”.
Todo lo que deben hacer los Trail Blazers es convertirse en el primer equipo en cinco años en la Conferencia del Oeste en eliminar a los Warriors de los playoffs. Ciertamente que las probabilidades están en contra de Portland y Lillard. Sin embargo, aquellos que han presenciado el trayecto de Lillard desde que era un diminuto chico de secundaria que no podía conseguir que los entrenadores universitarios de División I lo vieran jugar, hasta unirse a leyendas de la talla de Bill Russell, Gary Payton y Jason Kidd como los mejores jugadores de baloncesto que la ciudad ha producido.
“El final perfecto para este cuento es ir al Juego 7”, indicó el entrenador de la Secundaria Oakland High Orlando Watkins, quien fue instructor de Lillard. “Y que el chico oriundo de Oakland convierta una cesta para ganar el partido y dejar a los campeones defensores fuera de los playoffs y así cerrar el Oracle”.
EN MEDIO del antiguo gimnasio de la Oakland High que Lillard y Adidas remodelaron hace pocos años, Watkins se detiene a recordar la única ocasión en la cual realmente discutió con el jovencito cuya camiseta retirada con el número 1 cuelga en la pared.
Lillard podía aceptar ser objeto de un entrenamiento fuerte, por ejemplo, aceptar ocupar la suplencia si llegaba tarde a sus clases). No obstante, esta crítica realmente caló hondo en él. Hizo pucheros en las prácticas durante los días siguientes, negándose a lanzar el balón durante las rutinas a fin de demostrar su punto.
Finalmente, horas antes de un partido a disputar contra un rival de la misma ciudad en medio de una carrera por los playoffs, Watkins apartó a Lillard por un momento. El entrenador indicó a su base que le quería decir que el equipo en general estaba jugando con egoísmo, no Lillard en particular.
Lillard respondió que, siendo líder de los Wildcats, asumía cualquier crítica dirigida al equipo de forma personal. Y que simplemente no podía soportar ser considerado como egoísta, sobre todas las cosas.
Watkins ahora se ríe al recordar esta historia, mientras se dirige a trabajar a diario en un gimnasio que sirve como demostración tangible de la generosidad de Lillard.
Oakland High es la secundaria más antigua de la ciudad, inaugurada en 1869 y gran parte de su infraestructura física se encuentra obsoleta. Mismo caso de su gimnasio hasta hace pocos años, cuando Lillard y Adidas lo remodelaron por completo, removiendo la fea pintura color naranja, reemplazándola con los colores blanco y azul, símbolo de la escuela; igualmente, reemplazaron la pizarra, tableros y cronómetros de cestas, agregando banderines y con un nuevo acabado para los pisos. Igualmente, renovaron el salón de musculación, reemplazando todo el equipo de ejercicios, colocando un nuevo piso y pintando las paredes.
Además, Lillard costeó la construcción de un estudio de grabación con aislamiento de sonido y equipos de última generación en las aulas donde su Club de Hip Hop solía reunirse.
Lillard, que publicó un álbum de rap bajo el seudónimo “Dame Dolla”, celebró todas las renovaciones con la escenificación de un concierto de rap junto con Fetty Wap, DJ Esco y Lil Uzi Vert para los estudiantes de Oakland High en el gimnasio. Su objetivo era más inspirar que entretener.
“No tengo una historia normal”, dice Lillard. “No fui un fenómeno de la secundaria. No fui un prospecto cotizado, incluso antes del draft, antes de cursar mi último año en la universidad. Mucha gente se da cuenta que, cuando miramos a estrellas de la NBA, siempre han estado presentes. Tienen todos esos videos en YouTube de sus años previos. Hay rankings y cosas así; se puede ver que la gente invierte en sus carreras”.
“En el caso de mis entrenadores y profesores, se trató más de formar mi carácter y de armarme como hombre, gracias a todas esas personas y ellos no tenían que hacerlo. Y no lo sabían. No sabían que iba a convertirme en lo que soy y ellos invirtieron en mí como persona, permitiéndome llegar tan lejos. Sé lo importante que es gracias a la ruta que seguí”.
“Sé lo importante que es para la gente simplemente… a veces, necesitas que alguien esté a tu lado”.
En el caso de los jugadores de baloncesto de Oakland High, Lillard no es solamente una persona que firma ocasionalmente un cheque o que se asegura de que cuenten con un patrocinador de zapatillas, tal como fue el caso de su antiguo programa de la Union Atlética Amateur (AAU, por sus siglas en inglés). No se trata solamente de un All-Star cuya fotografía cuelga en la pared. Es uno de ellos, un modelo a seguir y que tienen a su alcance, bien sea haciendo rutinas con ellos durante uno de sus entrenamientos de verano en la secundaria o aportando consejos y sabiduría desde la distancia.
“Él es, simplemente, una tormenta perfecta”, expresa Watkins, mientras la directora asistente Shoshana Towers-Cabrera asiente en señal de acuerdo. “Él es todo Oakland. Es muy agradable contar con esa persona a la cual puedo señalar, pero también saben que pueden contactarle (en Instagram) o escribirle por Facebook y él sabrá bien de quién se trata”.
Lillard trata de la misma forma a sus antiguos vecinos en Brookfield, un pequeño y duro vecindario del Este de Oakland. Sus parrilladas celebradas durante la temporada baja en el antiguo parque (lugar donde Lillard solía presenciar actos violento y transacciones de narcotráfico) son más grandes cada año.
Lillard aporta alimentos a todo el barrio, entrega mochilas para los niños y paga a barberos y peluqueros para que los menores vayan a la escuela con estilo. Contrata para su evento en el parque la presencia de castillos inflables y toda clase de actividades de esparcimiento. Y Lillard comparte con su gente, sosteniendo a su hijo pequeño con un brazo mientras estrecha y abraza con la otra. Así fue durante la celebración del año pasado.
“No estoy aquí para ser exclusivo”, afirma Lillard. “No me vanaglorio de ser exclusivo, para que digan: ‘Oh, Dame llegó a la NBA’. No se trata de eso. Quiero estar disponible para ayudar a los chicos. Quizás no escuchen a sus padres, pero me escucharán a mí”.
“Me escucharán cuando les diga: ‘No tienes que hacer lo que es típico en nuestra ciudad’”. Lillard ha hecho de Portland su hogar, pero Oakland está, literalmente, siempre en su corazón. El logo de la ciudad (el árbol presente en los letreros de las calles de Oakland, utilizado por los Warriors en uno de sus uniformes de esta temporada) se encuentra tatuado en su pecho junto con la palabra “Oakland” en letras grandes en la parte superior y “Heart of the City” (“Corazón de la ciudad”) en la inferior. Esa lealtad se demuestra en la forma cómo trata a la gente de su terruño.
“Así es él”, afirma el agente Aaron Goodwin, egresado de Oakland High y representante de Lillard desde que era un elegido en puestos de lotería relativamente desconocido, egresado de Weber State. “Así fue criado. Así somos muchos de nosotros en Oakland”.
“Tienes que recordar el lugar de dónde provienes”.
HAY QUE DEJAR CONSTANCIA DE QUE Lillard jamás tuvo planes de burlarse de los Warriors.
Lillard ni tenía conocimiento de la gigantesca valla publicitaria alquilada por la empresa de TV por streaming Hulu a las afueras del Oracle Arena antes de su colocación a principios de la actual postemporada. El jugador se enteró de su existencia gracias a una catarata de mensajes de texto de amigos y familiares que la vieron mientras conducían por la Interestatal 880, emocionados de ver la imagen de Lillard en semejantes dimensiones en su ciudad natal.
“Si me hubieran preguntado, probablemente habría respondido que preferiría colocara fuera del Moda Center en Portland”, indica Lillard. “Aunque es muy agradable que la pusieron en Oakland. Toda la gente que conozco y que ha conducido por allí me ha pasado la foto”.
Fue una jugada de mercadeo sumamente creativa por parte de Hulu, que colocó una cita atribuida a Lillard en dicha valla:
“NUNCA ME VENDERÍA. EXCEPTO PARA DECIRLES QUE HULU TIENE DEPORTES EN VIVO”.
¿Estaba Lillard, el base All-Star que juró lealtad a los Trail Blazers a pesar de su escaso éxito en playoffs, mofándose de la súper estrella de Golden State, Kevin Durant? ¿Lillard propinaba un golpe bajo a los Warriors por abandonar Oakland después de la presente temporada para mudarse del otro lado de la bahía, al nuevo y elegante Chase Center que están construyendo en San Francisco?
“Él es mucho más respetuoso (de lo que la valla implica)”, afirma Goodwin. “Jamás haría algo así de manera intencional”. Ciertamente, la estrategia publicitaria dio dividendos, considerando que la valla se hizo viral en gran medida por su ubicación.
Además, hay mucho de cierto en esa publicidad. Al preguntar en Oakland, no es difícil conseguir personas que confirmarán que Lillard es incapaz de venderse.
“La gente oriunda de Oakland no dice: ‘Soy de la Bahía’”, indica Lillard. “Decimos que somos de Oakland, porque no es lo mismo”.
“Decimos que somos de Oakland, hombre, y eso significa algo para la gente. Así somos de orgullosos”.