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Cómo Andre Iguodala manejó su año sabático de la NBA

ANDRE IGUODALA ESTÁ SENTADO frente a una mesa de conferencia, ubicada dentro de las bulliciosas oficinas de Zuora, una empresa pública de software en San Francisco. Escucha a su fundador Tien Tzuo y otros líderes ejecutivos mientras cantan el idioma litúrgico de Silicon Valley: compromiso y ritmo, crear lo que llamamos pulso, viaje del cliente, funciones de los colaboradores individuales y memoria muscular.

Quizás Iguodala no hable este dialecto con fluidez, pero sí es competente. Acepta con cortesía los intentos de sus anfitriones de apropiarse de metáforas del baloncesto con el intento de darle sentido a los acontecimientos de su sector en permanente expansión. Incluso, les responde con una metáfora similar.

“Cuando hablamos al principio sobre gestionar diferentes avenidas de software empresarial, existen tantos canales que el ‘equipo’ realmente entra en juego”, expresa Iguodala, cargando una tablet y vistiendo un suéter azul marino con cuello en V de color naranja. “Podrían terminar hablando con cinco diferentes empresas que hacen cinco cosas distintas”.

En la era de la autodeterminación del atleta y construcción de marcas, el tema recurrente de ver jugadores de la NBA haciendo incursiones incipientes en Silicon Valley causa admiración y escepticismo a partes iguales. Iguodala, cuya conciencia de las dinámicas sociales y culturales salen a relucir fuertemente en sus memorias “The Sixth Man” (“El Sexto Hombre”), publicadas en 2019, aprecia dicha percepción.

“Está en tu conciencia… el hecho que la gente no piensa que perteneces ahí”, expresó Iguodala posteriormente.

Iguodala se siente menos preocupado en el caso de Zuora. Ha conocido a Tzuo durante prácticamente cinco años y ha cultivado dicha relación fuera de la vida pública. Ha asistido a innumerables reuniones y conferencias con los amos del universo de la tecnología y también ha compartido con sus abejas obreras. Iguodala puede recitar una litanía de hechos relativos a las plataformas por suscripción y su permanencia en el mercado en términos accesibles.

Iguodala pregunta: “¿Cómo puedo ayudar?”

Esta no es la primera empresa de alta tecnología en el Área de la Bahía de San Francisco que aprovecha el valor que genera Iguodala, y estos negocios pueden ser beneficiosos para ambas partes: Una empresa de la talla de Zuora puede presumir de la presencia del Más Valioso de las Finales de la NBA de 2015 y tres veces campeón como socio. En un mundo tecnológico obsesionado con la cultura organizacional, las empresas pueden aprovechar, si así lo desean, su experiencia como miembro clave de unos Warriors dinásticos que son material ideal para un estudio de caso práctico para la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard. Mientras tanto, Iguodala aprovecha la oportunidad de diversificar su creciente portafolio de inversiones y proseguir su educación dentro de un área que le fascina, intentando ser tan versátil fuera de la cancha como lo es dentro de ella.

“Muchos chicos viajan con estos séquitos”, expresa Tzuo. “(Iguodala) llega solo. Cuenta con una curiosidad insaciable”.

Este tipo de reuniones no son inusuales para un posible miembro de la Junta Directiva. Pero hablamos de hacer este viaje en medio de la temporada de la NBA e Iguodala sigue siendo un jugador activo en la NBA, que goza de buena salud y sigue comprometido contractualmente. Pasará una semana más antes de que sea cambiado al Miami Heat en una movida que incluye una extensión de contrato de dos años y $30 millones. Iguolada no ha jugado un solo segundo de baloncesto desde las Finales de la NBA en junio pasado, viviendo y trabajando a 1,800 millas de distancia de la sede del equipo que lo emplea.


CUANDO IGUODALA FIRMÓ un nuevo contrato por tres años y $48 millones con los Golden State Warriors en 2017, estaba consciente de que existía la posibilidad de que su futuro estuviera atado al paradero de Kevin Durant en la temporada 2019-20. Y luego que Durant anunció que se mudaba de la Bahía de San Francisco a Brooklyn, los Warriors movieron a Iguodala, para darle espacio a D’Angelo Russell.

En resumen: uno de los catalizadores del equipo original de los Warriors que jugaba con alegría, era enviado como si fuera paloma mensajera con el fin de entregar un puesto de selección en primera ronda del draft al Este del río Mississippi.

Los puestos de selección en la primera ronda del draft son la leche materna de las reconstrucciones en la NBA y los Memphis Grizzlies se hicieron con uno, a cambio de asumir el inconveniente menor de absorber un veterano de 35 años de edad con cierto valor, a pesar de que éste hubiese preferido jugar las últimas campañas de su carrera con un equipo que lo quisiera por sus talentos. Los Grizzlies compartían la preferencia de Iguodala, y por eso comenzaron a trabajar en la búsqueda de un socio para cambiarlo, con un puesto de selección en primera ronda del draft como precio.

Si bien se produjeron discusiones sustanciales con los Houston Rockets, alineando dinero, implicaciones de impuesto de lujo y puestos de selección para nivelarlos con un jugador con salario por $17.2 millones, es una negociación que requiere de ejercicios acrobáticos de alto nivel con el tope salarial.

A medida que se aproximaba el inicio del campamento de entrenamiento, la idea de un cambio previo al arranque de la temporada se hacía cada vez más distante. Iguodala seguía en el Área de la Bahía de San Francisco, acompañado por su familia, entrenando en el gimnasio y adentrándose cada vez más en sus intereses empresariales. Ambas partes mantenían la esperanza de un cambio que llevara a Iguodala a un equipo contendor, pero otros escenarios se hacían más probables. Iguodala podía jugar con Memphis, aunque estos Grizzlies, que comenzaban desde abajo, no lo adquirieron con la intención de que fuera parte del futuro de su equipo.

Las rescisiones se han convertido en una solución común para situaciones de este tipo, pero los Grizzlies se mantenían firmes en su negativa de asumir aproximadamente el 85% del salario de Iguodala para verlo jugar en otro lado. Personas con conocimiento del razonamiento de Memphis indican que una franquicia de mercado pequeño, con nuevos líderes gerenciales, querían marcar un tono dentro de la organización con las siguientes características:

No somos un sistema que alimenta jugadores a los destinos más glamorosos de la NBA. No se construye una cultura de campeón subsidiando equipos contra los cuales se compite noche tras noche, proveyéndoles con talento … y asumiendo la cuenta. Esa es una mentalidad conformista que envía un mensaje equivocado a tus jugadores, entrenadores, personal gerencial, aficionados, vendedores de boletos, patrocinadores, agentes y socios.

Cuatro meses después del inicio de la temporada, Memphis no ha cambiado dicha posición.

Los Grizzlies tienen argumentos de peso, como también los tiene Iguodala. El jugador, un realista testarudo que entiende que la NBA es un negocio, no se molestó por el oportunismo mostrado por los Grizzlies. Pero también existe un momento en el cual un jugador, que es un activo aprovechado hasta la última gota de su valor, se siente agotado.

“Nunca ha sido, ‘No quiero estar allí’”, afirma Iguodala. “Ha sido: ‘Vamos a sostener conversaciones con respecto a cómo serían las cosas en un futuro. ¿Cómo te puedo aportar valor? ¿Cómo tú puedes aportarme valor? Y entonces, ¿cómo hacerlo posible?’”.

Las discusiones nunca se tornaron conflictivas, según afirman todas las partes involucradas, aunque ninguna de ellas obtuvo precisamente lo que deseaba. Tanto Iguodala como los Grizzlies acordaron que la permanencia de Iguodala en el Área de la Bahía de San Francisco representaba la solución más lógica, aunque no la más deseable. Al menos, no jugar mitigaría cualquier riesgo de lesión y los Grizzlies seguirían intentando un cambio.

Después de que surgieron reportes en la semana que afirmaban que Iguodala permanecería fuera de acción por el resto de la temporada si no era despachado a un equipo preferido, el joven escolta de Memphis Dillon Brooks expresó que él “no podía esperar” a que los Grizzlies consiguieran la forma de remover a Iguodala del plantel. Ja Morant y De’Anthony Melton se hicieron eco de lo expresado por Brooks a través de las redes sociales.

A pesar de ello, ni Iguodala ni los Grizzlies jamás tuvieron la impresión de que el jugador se reportaría con el equipo de Memphis. Si bien la situación de los Grizzlies en la lucha por un puesto en los playoffs de la Conferencia del Oeste parece haber cambiado, las convicciones de Iguodala siguen iguales.

“Creo que, cuando el atleta asume control de su negocio, este es percibido de una forma distinta a cuando un supuesto hombre de negocios maneja sus aspectos económicos”, expresó Iguodala. “Un hombre de negocios diría, ‘Quiero hacer esta jugada, porque esto es lo que intento conseguir’ y la respuesta es: ‘Oh, esa es una transacción empresarial muy inteligente’, pero cuando un atleta dice, ‘Esto es lo que prefiero hacer’, la reacción es muy distinta”.

DOS HORAS DESPUÉS de su visita a las instalaciones de Zuora, Iguodala ingresa al complejo atlético del Saint Mary’s College, el pequeño campus católico ubicado detrás de Oakland Hills. La voz de Iguodala se hace cada vez más perceptible a medida que se acerca a la cancha de baloncesto. El manager del equipo de Saint Mary’s, que tiene 19 años y ha estado sosteniendo un balón esperando la llegada de Iguodala, no puede evitar sonreír. Esta noche, pasará varios balones a un campeón de la NBA.

La canción “The Devil is a Lie” (“El Diablo es una Mentira”) de Rick Ross suena en la bocina portátil, mientras Iguodala se contorsiona mostrando su flexibilidad en estiramientos. Poco después, Tyrell Jamerson le entrega una dieta constante de cestas en salto mientras Iguodala suda sin parar. Cuando es la hora de intentar tiros libres, Iguodala convierte dos cestas con los ojos cerrados.

Iguodala cumplió 36 años hace pocos días, lo cual significa que el reloj se aproxima al final de su vida en el baloncesto, incluso mientras sigue armando el rompecabezas de una próspera y satisfactoria vida después de abandonar las canchas. Han pasado tres días desde el trágico fallecimiento de Kobe Bryant e Iguodala afirma que, en reflejo, ha cambiado de canal cada vez que transmiten noticias sobre el incidente o el legado dejado por Bryant.

“Fue algo bien cercano para mí, me impactó de cerca”, afirma Iguodala. “No había vivido algo así, tan de cerca. Por eso, sigo intentando procesarlo”.

Iguodala ha llegado a considerar esta temporada como un año sabático fuera de la NBA, un periodo que le permitirá recargarse en lo físico y mental, luego de cinco años de ser el complemento perfecto, del que siempre decían “no es titular, pero siempre remata”, en un equipo campeón. Durante el transcurso de su carrera, éste ha personificado las complejidades y contradicciones de la vida en la NBA.

Es alguien que se deja entrenar, mientras sigue siendo un espíritu ferozmente independiente que no acepta nada a primera vista. Se trata de un purista del baloncesto con un régimen de entrenamiento y nutrición meticuloso, pero también hablamos de un hombre que no consigue la felicidad con solo jugar al baloncesto. Con los medios de comunicación, es reflexivo y contencioso; y con sus compañeros, es alguien capaz de ofrecer consejos significativos, pero que también disfruta de presionar botones.

“Andre cuenta con un sentido del humor perverso y le encanta ver retorcerse a los demás”, expresa Steve Kerr, entrenador de los Warriors.

Uno de esos compañeros fue el novato James Michael McAdoo, quien no fue tomado en el draft y fue miembro del equipo de 2015 que le dio su primer campeonato a los Warriors. McAdoo no quería invertir su salario mínimo comprando un auto nuevo. Iguodala admiraba la sencillez del novato, pero también sintió empatía al verlo todos los días llegar al complejo de prácticas de los Warriors transportado por su novia.

Poco después de que cayera el confeti en Cleveland, los Warriors alquilaron un vuelo chárter hasta Las Vegas para celebrar. Iguodala le ofreció a McAdoo su camioneta Jeep Wrangler si éste caminaba por los pasillos del avión totalmente desnudo. McAdoo aceptó el reto y disfrutó conducir su nuevo vehículo al complejo de prácticas durante los dos años siguientes de su permanencia con los Warriors.

Cuando se le preguntó por el episodio, Iguodala dijo con sonrisa de póker: “Quizás tenga el video en mi teléfono, o quizás no”.

IGUODALA SABE QUE cuando regrese a una cancha de la NBA, no será por mucho más tiempo.

Ha estado pensando en los comentarios de Kyrie Irving la temporada pasada sobre retirarse a los 30 años, y se pregunta si esa es la vida más inteligente para el jugador moderno de la NBA, incluso cuando cruzó ese umbral hace unos años. Él ve una generación de jugadores detrás de él que se hacen miserables obsesionándose con la experiencia de ser un jugador de la NBA a expensas de su humanidad.

"Siempre están encendidos", dice Iguodala. "Estos son tipos que juegan mucha política y se posicionan para verse de cierta manera, 'Este soy yo, esta es mi marca'. Y yo digo, 'No, tú también eres humano, relájate. Solo conversa conmigo sobre algo que no tiene nada que ver con ser un jugador de baloncesto'".

Cuando Iguodala se encuentra con estos jugadores, siente que podrían tener problemas con la vida después del baloncesto, la siguiente fase en la que la autodefinición se vuelve menos sobre su lugar en el juego y más sobre su lugar fuera de él. Iguodala se ha adelantado en esta transición, incluso cuando no puede señalar exactamente qué es la felicidad.

En su biografía, Iguodala cuenta la lectura de "Sapiens: Una Breve Historia de la Humanidad" de Yuval Harari, en la que Harari narra la evolución de la existencia humana y las ficciones compartidas que creamos para hacernos felices.

En palabras de Iguodala, "Las cosas que decidimos que son importantes aunque, en el sentido más absoluto, no son nada. Como un campeonato de la NBA. Como 30,000 personas en una habitación gritando mientras persigues una pelota que rebota hacia arriba y hacia abajo en una madera piso".

La tensión central en las reflexiones de Iguodala sobre la vida como un campeón exitoso y respetado de la NBA se puede resumir en una frase de "Mad Men", una de sus series de televisión favoritas: "¿Qué es la felicidad? Es un momento antes de que necesites más felicidad".

Tanto en su biografía, como en su conversación, Iguodala vuelve a la idea de que el logro produce fortunas materiales y emocionales, el último fugaz y el primero una fuente ilusoria de felicidad.

“Tienes esos momentos en los que ganas un campeonato, y me han ayudado enormemente en la vida, así que no quiero menospreciarlo", dice Iguodala. "Pero hay B.S. que viene con eso, y las cosas materiales que vienen con algunos de nuestros éxitos, aprendes, 'OK, eso no es realmente así'".

Iguodala reconoce la contradicción final: esas riquezas materiales le brindan la oportunidad de buscar el significado, extraer el interior de las salas de conferencias para edificación, tomarse un tiempo entre la paternidad y el condicionamiento para unirse a un mundo que está fuera del alcance de la mayoría de los niños de su lado en Springfield, Illinois.

Esos contrastes nunca han sido más marcados que durante su año de sabática. Mientras navega por Sand Hill Road en Silicon Valley, contempla acciones de la Serie A y toda la tecnología que se habla durante golf en el Club Olímpico, Iguodala vuelve a esta complejidad central:

La vida como un atleta profesional exitoso puede comprarte cualquier cosa, incluso si no te asegura nada.