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Argentina, entre el desafío y la mesura para China 2019

EFE

Argentina tiene una bendición y un problema. Su gracia, para el Mundial de China 2019 será el perímetro. Y su karma, que arrastrará hasta el final de sus días en tierras orientales, la pintura.

Quizás la palabra más adecuada para seguir de cerca al equipo de Sergio Hernández sea mesura. La manta corta albiceleste, que permite estar tapados entre los pequeños y destapados entre los gigantes, obliga a entender que hay que escapar como sea a la expectativa desmedida que se ha generado en los diferentes medios, preferentemente en redes sociales.

Hoy, la Selección Argentina, es un equipo en construcción que, por lógica, tiene altibajos. En el cuidado del balón, en las lagunas defensivas y en la carga rebotera. Sin embargo, la preparación rumbo al Mundial ha sido realmente buena en materia de resultados y ha permitido desarrollar un ADN propio interesante. Esto, que es una gran noticia, puede, de todos modos, resultar insuficiente para luchar contra las máximas potencias del mundo.

La lesión en el tobillo de Facundo Campazzo en el choque de preparación ante Rusia encendió las alarmas de todos y no es para menos. El rol trascendental que cumple el actual base de Real Madrid, producto de calidad, intensidad y vértigo, sumado a la combinación excelente que ha tenido en el puesto con su nuevo compañero en la Casa Blanca, Nicolás Laprovíttola, le ha permitido al conjunto argentino ser competitivo ante rivales que en los análisis previos estaban a varios kilómetros de distancia. Campazzo, hoy, es el alma-máter del equipo. La antorcha de la esperanza la arrastra el armador cordobés y su evolución, entonces, será factor determinante del camino albiceleste en China.

La preparación entregó algunas certezas, pero también puede haber despertado espejismos. Dicho de otro modo, esta Selección Argentina es demasiado buena para los Juegos Panamericanos, pero para el Mundial es un equipo que hoy está solo arriba del promedio. Dependerá del sobreesfuerzo de sus jugadores el hecho de poder alcanzar un premio superior a esto que, a todas luces, sería considerado una hazaña deportiva.

Luis Scola, el emblema del seleccionado y uno de los mejores jugadores que dio Argentina en su historia, es la gran referencia en la pintura y la voz de mando para su equipo. De todos modos, vencer al tiempo es una batalla imposible: a sus 39 años, tiene un rol determinante, pero hay que saber que en otro equipo más nutrido en la zona de gigantes, Luifa sería la cuarta espada que castiga desde el banco de suplentes. La pregunta luce inevitable: ¿a qué ritmo debe jugar Argentina? ¿Al que necesitan Campazzo, Laprovíttola y Luca Vildoza o al que se obliga a jugar con Scola en ofensiva estacionada? Encontrar la química justa en el laboratorio, para satisfacer todas las necesidades y alcanzar lo mejor de cada uno, será el gran desafío del cuerpo técnico albiceleste.

Rumbo al debut ante Corea del Sur, que coloca a Argentina en una situación favorable, hay dos puntos que se tienen que tener en cuenta. El primero, es la defensa, que cuando funcionó bien, como ante Rusia o España, Argentina encontró varias vías de gol en distintas manos en el otro costado, pero que cuando fue desajustada, le hizo pasar momentos de zozobra ante Japón. La regularidad e intensidad sin la pelota serán la llave de este equipo para ser competitivo contra quien se enfrente. Cualquier momento de relajación se pagará caro y esa intensidad que se necesita, principalmente en el perímetro para presionar el balón o para cubrir espacios ante jugadores físicamente más dotados, puede ocasionar desgaste rumbo a los momentos decisivos de los juegos. De todos modos, es un precio que se está obligado a pagar. En esto, no hay plan B.

El otro punto a considerar es la carga rebotera. Si bien Gabriel Deck, alero de Real Madrid, ha estado a un nivel altísimo en la preparación y ha hecho un esfuerzo enorme para poder estar a la altura de internos de contextura mucho mayor, la carga en los tableros será un problema con el que tendrá que convivir el conjunto de Hernández. La pelea será de todos porque es evidente que el trío Scola-Marcos Delía-Tayavek Gallizi no ha podido solucionar el problema de raíz. Será, entonces, pelear cada balón como si fuera el último.

¿Quién es el factor X de Argentina? Patricio Garino. El alero del Saski Baskonia es la herramienta defensiva por excelencia y el híbrido que puede hacerse pequeño o grande según las circunstancias que propone el juego. Su presencia ha sido tan determinante que ha hecho olvidar, por momentos, el aporte trascendental que alguna vez tuvo Andrés Nocioni en la Selección Argentina. La etiqueta defensiva tiene su sello y a partir de ahí, llega el contagio para el resto.

En definitiva, Argentina deberá ser un equipo que proponga defensa asfixiante y ritmo para ser competitivo ante rivales dominantes desde lo físico. La veteranía de Scola, jugador trascendental si los hay, será un tema a seguir de cerca dada la carga de partidos lógica de una competencia de este tipo. Ya no existe aquel equipo de los albores del 2000 en los que había dos talentos de nivel por puesto, combinados para pelear contra lo mejor de lo mejor.

Hoy, se trata de mesura, paciencia, ritmo y esfuerzo. Las cartas, entonces, están sobre la mesa.