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Cómo una solicitud de cambio fallido llevó a Anthony Davis a los Lakers

SE SUPONÍA que iba a ser una tranquila noche de verano para Anthony Davis.

Con los rumores a toda velocidad, Davis buscó refugio en la actuación de Keanu Reeves, convirtiéndose en otro asistente anónimo al cine, viendo cómo los villanos eran sometidos en la cinta “John Wick 3: Parabellum”.

Mientras la película se acercaba a su final, Davis cerró su cuenta (se encontraba en uno de esos cines de lujo, donde las órdenes son llevadas directo al asiento). En la oscuridad del teatro, colocó su tarjeta de crédito en su billetera y la billetera nuevamente dentro del maletín.

A la mañana siguiente, Davis salió de su casa, en las cercanías de Thousand Oaks, California, y se detuvo en una gasolinera. Detenido frente a la bomba y dispuesto a pagar, sintió que John Wick le había pegado directo al estómago: Había perdido su billetera.

Davis pensó: debe estar en el cine. Llamó al cine y pidió hablar con el gerente.

“No, no, su billetera no está aquí”, fue la respuesta.

Sin dejarse intimidar, Davis y dos de sus amigos fueron hasta el cine, intentando reconstruir los pasos que dio la noche anterior. Nuevamente, preguntó si habían dejado una billetera perdida. Le respondieron que no.

Buscaron por todo el cine, dentro y alrededor de su asiento. No tuvieron suerte.

Llamó al día siguiente. No hay noticias de la billetera.

Volvió a llamar al otro día. Aún no hay noticias de la billetera.

Pasó otro día y Davis volvió al cine, esta vez para disfrutar de la comedia “Long Shot” (“Ni en sueños”), protagonizada por Seth Rogen y Charlize Theron. No se sentía optimista; sin embargo, preguntó por la billetera por última vez. No la tenían.

Había extraviado su tarjeta de identidad del estado de Illinois, al igual que su licencia de conductor. Solicitó una nueva tarjeta de seguro médico y contactó a las emisoras de tarjetas de crédito para pedir reemplazos de sus plásticos. Después, tuvo que lidiar con el tema de la billetera en sí. Davis entendió que no volvería a ver a su cartera negra y azul de marca Goyard. En su lugar, eligió una cartera de bolsillo color negro de la marca Louis Vuitton para completar el cambio.

Esto no fue lo que Davis tenía en mente cuando acudió al cine en busca de un descanso. Pero es cierto que las cosas no han salido como se esperaba desde que una petición de cambio hecha en el mes de enero se hizo pública, para así hundir su temporada en las profundidades del mar.


A MEDIADOS DE ABRIL, cuando los New Orleans Pelicans remozaron su organigrama, contratando al exgerente general de los Cleveland Cavaliers, David Griffin, como vicepresidente ejecutivo de operaciones de baloncesto, el recién llegado heredó una disyuntiva: si bien complacer una preexistente petición de cambio hecha por Davis o intentar limar asperezas siendo una nueva voz y arriesgar que la temporada siguiente pudiera convertirse en un duelo entre oficina y jugador, con mucho que perder.

La fricción entre Davis y los Pelicans se convirtió en una espada de Damocles: un obstáculo, según indican fuentes a ESPN, era el resentimiento de la dueña de los Pelicans, Gayle Davis, con los Lakers: una sensación persistente de menosprecio con respecto a la forma en la cual se perjudicó la última temporada de Davis con la franquicia debido a la petición inicial hecha por AD.

“Es evidente que este proceso comenzó en la fecha límite de cambios”, indicó el gerente general de los Lakers, Rob Pelinka. “Pero creo que no es un misterio para nadie que ellos no estaban comprometidos ni tenían intención de ejecutar un cambio en ese momento. Pienso que es un hecho comprobado”.

¿El segundo problema? A pesar de todo lo anterior, los Lakers eran la opción más viable, sino era la única.

“Cuando asumí el puesto, había cierto descontento latente, quizás debido a la forma en cómo se gestionaron las cosas”, indica Griffin. “Simplemente hablamos del hecho que, con toda posibilidad, el mejor paquete de jugadores provendrá de ese equipo, porque es el único equipo con el cual AD siente disposición de permanecer”.

Actuando en nombre de su cliente, Rich Paul prácticamente había tomado la decisión para los Pelicans. Les indicó a otros equipos interesados en hacer negocio con New Orleans (por ejemplo, los Boston Celtics, un equipo que ansiaba contar con el gigante durante varios años, según indican fuentes) que Davis partiría como agente libre en el verano de 2020 si hacían un canje para obtener sus servicios.

“Lo último que uno quiere hacer es colocar a un gerente general en una situación en la cual éste negocia a un activo y luego el jugador sale por la puerta”, indica Paul. “Uno no puede hacer negocios así. Por eso, realmente no se trata de una conversación difícil de sostener.

“Tampoco creo que eso frenó los intentos de Danny Ainge. Simplemente, quizás él no logró conseguir el negocio (que quería). No estaba dispuesto a entregar jugadores jóvenes, y no lo culpo por ello. Yo tampoco los entregaría si el jugador no va a renovar”.

Griffin, quien reconoce que es probable que su relación preexistente con Paul fue beneficiosa cuando éste fue seleccionado para reemplazar a Dell Demps, no podía evitar admirar la constancia del agente.

“Rich hizo un trabajo tan efectivo a la hora de eliminar a toda la competencia de los Lakers, que nos quedamos con la sensación de que era sumamente probable que el mejor cambio provendría de esa organización. Y si podemos conseguir a X, Y, Z, tenemos que ejecutar el cambio”.

No obstante, si los Pelicans iban a dejar partir a Davis, no sería solo a cambio de X, Y, además de la letra Z. Ellos querían todo el abecedario.

Y el 14 de mayo, tuvieron la oportunidad de lograrlo.

Los resultados de la Lotería del Draft sirvieron de bujía para encender el motor de unas renovadas discusiones de cambio, según cuentan fuentes ligadas a la NBA a ESPN. Los Lakers se hicieron con el puesto de selección número 4, a pesar de haber contado con apenas el 9.4% de probabilidades de conseguirlo; los Pelicans, con un mísero 6% de probabilidades, se hicieron con el primer puesto de selección y, por ende, la primera opción de hacerse con la estrella de la Universidad de Duke, Zion Williamson.

“(Davis) quería ir a uno de dos sitios: Nueva York o Los Ángeles”, analiza Paul. “Después de (la lotería del) draft, pude ver la situación. El hecho de que (los Pelicans) se iban a hacer con el primer puesto de selección me hizo comprender que esto iba a disminuir el impacto de perder a Anthony Davis porque la organización aún podría disfrutar de cierto impulso”.

“Ahora bien, el nuevo destino de Davis dependería de quién daría el paso adelante y haría la mejor oferta”.

Los Lakers entregaron al cuarto puesto de selección en el draft, aparte de Lonzo Ball, Brandon Ingram y Josh Hart, al igual que un puesto de selección protegido en primera ronda del draft 2021, que se ubica entre los números 9 y 30 (el cual pierde protección en 2022), derechos de intercambiar puestos de selección en 2023 y un puesto de selección en primera ronda en 2024 con la opción de diferir hasta 2025.

“Todo el tiempo estuvimos intentando evaluar el valor del cuarto puesto de selección”, afirma Griffin.

Muchos expertos lo percibieron como una fuerte cesión, después de haber conseguido a los tres principales prospectos como lo son Williamson, Ja Morant y RJ Barrett. A menos que hubiese un equipo que percibiera que otro jugador fuera equiparable a dicho grupo, el cuarto puesto de selección realmente no era más valioso que, digamos, el décimo puesto; sólo que era más costoso debido a la estructura salarial en fuerte ascenso para los novatos.

Descartando las oportunidades hipotéticas de cambio que podrían existir si los Pelicans hicieran negocio con los Lakers, Griffin eventualmente encontró interés por parte de los Atlanta Hawks, que terminaron entregando a New Orleans los puestos de selección números 8, 17 y 35 del draft 2019, aparte de un puesto de selección fuertemente protegido en el draft 2020 por el número 4 con el fin de que los Hawks pudieran llevarse a De’Andre Hunter.

“Los cambios importantes en la NBA viven al filo de la navaja. Creo que es probable que el aficionado que sigue a diario no puede entender cómo los puntos de partida pueden ser tan frágiles y algo que al principio está tan cerca de concretarse después termina perdiendo fuelle y uno cree que todo está listo, para verse obligado a empezar de nuevo”, afirma Pelinka.

“El día que fue completado (el canje), recuerdo que tuvimos una cantidad de obstáculos que parecían inalcanzables y que surgieron al punto de pensar que nunca iba a suceder”.

Griffin, quien había partido de los Cavs justo días antes de que Kyrie Irving pidiera un cambio para salir de Cleveland, había analizado durante cierto tiempo, pensando cómo él habría manejado esa situación. Ahora, que se encontraba en el asiento del conductor con Davis, tenía la intención de hacer un negocio de alto calibre.

“Literalmente, el mismo día en el cual se concretó el cambio”, afirma Pelinka, “hubo un par de puntos que me llegaron a convencer de que no podríamos sostener futuras discusiones”.

Pero los Lakers estaban demasiado comprometidos en hacer un negocio y no podían perder la oportunidad. Se lo debían, pensaba Pelinka, a LeBron James.

“Cuando un jugador de la estatura de LeBron pone su confianza en la organización”, expresa Pelinka, “creo que se produce un acuerdo de confianza implícita entre ambas partes en el cual se dice: ‘Haremos todo lo que podamos para colocarte en una posición apta para ganar más campeonatos, porque esa es tu esencia’”.

EN 2015, el veterano pívot de la NBA Kendrick Perkins llegaba a Nueva Orleans, donde jugaría una temporada junto a Davis con los Pelicans. Durante las giras, ambos compartieron frecuentemente a la hora de comer, y sus conversaciones sobre la mesa giraban constantemente en torno a James, con quien Perkins había jugado en el circuito de la AAU en sus tiempos de adolescente. También fueron compañeros en Cleveland durante la segunda etapa de James con los Cavaliers. Durante esas cenas, Perkins se extendía a la hora de hablar de la preparación y concentración del cuatro veces Más Valioso de la NBA.

“Solía alardear mucho con él sobre ‘Bron”, recuerda Perkins. “Realmente, él no tenía que preguntarme mucho (con respecto a James). Yo era el que hablaba más”.

En el verano de 2018, cuando se dio a conocer que Davis podría estar en la búsqueda de un nuevo agente, fue Perkins quien acercó a Davis a la agencia Klutch Sports.

“Pensé que era lo mejor para AD”, indica Perkins. “Pensé que él necesitaba acercarse a ese nivel de grandeza”.

Paul pudo ver la estrella que se ocultaba tras la característica uniceja de Davis y sabía que había muchas cosas que alcanzar en el futuro del ala-pívot en su trayectoria en la NBA, más allá de una sola aparición en la segunda ronda de la postemporada.

“Él tiene tanto talento como cualquiera que haya jugado en esta liga”, afirma Paul. “6 pies, 11 pulgadas de estatura, convierte triples, bloquea tiros. Pienso que es uno de los mejores gigantes pasadores de nuestro deporte. A mi criterio, esto es lo que le distingue de Giannis (Antetokounmpo)”.

“Por ejemplo, si hubieses puesto a jugar a Anthony Davis con los Bucks el año pasado, habrían jugado las finales. Él sabe cómo hacer que sus compañeros jueguen mejor. No se trata de restar méritos a Giannis, simplemente es (lo que pienso)”.

Después de que la reunión entre equipos tuviera como conclusión la formación de un nuevo dueto de súper estrellas, James y Davis compartieron su sueño de extender su dueto para crear un trio. Cuando se abrió el mercado de agentes libres en julio pasado, Kawhi Leonard era, sin duda alguna, el agente libre más importante del mercado. “El Rey” y “La Ceja” pusieron su mirada en “La Garra”.

Davis afirma que conversó por teléfono con Leonard en una ocasión durante los primeros cinco días del periodo de agencia libre. Difícilmente puede ser considerado como coqueteo apasionado, pero se sintió cómodo echando una mano en los esfuerzos de su nuevo equipo.

“Realmente, no conozco tan bien a Kawhi… no creo que haya alguien que conozca a Kawhi así de bien. Pero, obviamente, teníamos esperanzas”, afirma Davis. “Sin duda, pensé que teníamos una posibilidad de contratarle… no voy a ser un regateador. Especialmente cuando él vino a decir que no le gustaba mucho la atención (mediática) y cuando la gente le impone presión”.

“Pero sí creo que hubo un momento en el cual todos sentimos que estábamos bastante, bastante cerca de conseguir a Kawhi”.

Estuvieron tan cerca de lograrlo, que Davis y James comenzaron a imaginarse cómo se verían los Lakers en la cancha con el que posiblemente sea el trío de jugadores más importante de todos los tiempos defendiendo su camiseta.

“Creo que (siempre) se trató de conformar un Gran Trío”, afirma Davis. “Decíamos: ‘Hombre, si tenemos a Kawhi, hombre, esto es lo que podemos hacer. Podemos hacer esto, esto, esto, esto otro…”

A pesar de ello, el 6 de julio, Leonard hizo su anuncio: el defensor del reconocimiento al Jugador Más Valioso de las Finales dejaría a los Toronto Raptors, no para ir con los Lakers, sino con sus cohabitantes del Staples Center, los LA Clippers. E inmediatamente, Davis se pasó el interruptor mental.

“Pensé: ‘Esperen, aguanten un momento’”, recuerda Davis. “Aún contamos con LeBron y con Anthony Davis. Manos a la obra”.


DE TAN SOLO estampar su firma con los Lakers, Anthony Davis ha formado parte de casi todas las decisiones de su nuevo gerente general. Para el pívot de 26 años, quien dice que fue consultado constantemente sobre grandes movimientos en New Orleans —pero no de los detalles minuciosos— le tomó tiempo acostumbrarse.

“Realizábamos constantes llamadas sobre de ‘qué piensas de este jugador?”, dice Davis. “Rob era casi como una novia obsesiva. Era un agente, así que jugaba para ambos bandos. Sabía que para que las cosas funcionaran los jugadores tienen que estar involucrados. Y trató de que LeBron y yo estuviésemos lo más involucrados posible. Durante la agencia libre, yo recibía un texto o una llamada para cada decisión, aunque solo fueran unos dos minutos. ‘Mira, esto es lo que está pasando, ¿cómo te sientes? Bien’.

“Nunca había estado tan involucrado en una decisión”, agrega. “Sin importar qué jugador fuese, él quería asegurarse de que todo estuviese bien. Llegó el punto que tuve que decirle que parara de llamarme”.

Pelinka asegura que “tratar a las superestrellas como socios” es la mentalidad correcta que los equipos deben adoptar en esta nueva era comandada por los jugadores. Estima, además, cientas de llamadas con LeBron y Davis desde el canje.

Tal colaboración es atractiva por el momento, pero también una posible vía de escape luego. Por ejemplo: a Magic Johnson se le echó la culpa, como arquitecto de los Lakers, de confeccionar un equipo con más creadores de juego que tiradores, no empece a los constantes debates de que ya tenían a LeBron para correr la ofensiva.

Aún así, el que constantemente se cuestione todo alrededor de los Lakers es parte de pertenecer a una organización tan emblemática, según Anthony. De hecho, lo disfruta.

“Creo que muchas de las cosas que hice en New Orleans, la gente lo vio y lo escuchó. Pero de nuevo, las personas decían, ‘bueno, eso fue New Orleans’. Creo que la pregunta importante es, ‘está bien, vamos a ver qué puede hacer en un gran escenario’. Obviamente los playoffs son playoffs, pero, ‘vamos a ver qué hace jugando en 35 partidos que serán transmitido por televisión nacional”, matiza Davis.

“Nadie estaba levantándose para ver un juego en New Orleans. Cada juego ahora es, ‘Ok, si le ganamos a los Lakers habremos logrado algo. Con los Pelicans podíamos perder algunos juegos y la gente decía, ‘Ok, nadie esperaba que ganaran un juego’. Ahora hay que dar lo mejor cada noche. Si no, al otro día tu nombre adornará las portadas de los periódicos”.

Davis incluso admite que James le cuestiona el no mirar los suficientes videos de partidos por estar jugando en su tiempo libre el videojuego de Madden.

“Creo que será divertido”, dice. “No puedo esperar más. Solo por mostrarle al mundo que lo que hice por siete temporadas en New Orleans no fue mera casualidad", apuntó.

CON UNA PARED llena de cajas de pizza de cartón verde plegadas detrás de él y un pastel vegetariano cubierto con queso de oveja que estaba sobre el mantel de papel frente a él, James se regodeó en el calor que emanaba de la cocina abierta en Jon & Vinny's.

James se había convertido en un habitual en el puesto avanzado de Brentwood, California, del moderno restaurante italiano. De hecho, comía en el lugar tan a menudo que el chef preparó la pizza de queso de oveja fuera del menú para alinearla con sus restricciones dietéticas. Sin una entrada que costara más de $26 y servilletas de papel marrón que complementaban los manteles individuales de papel blanco en las mesas, era fácil sentirse cómodo.

Pero a pesar de que la configuración podría haber sido discreta, fue una ocasión especial.

Sentado con él en esta clara noche de verano estaba Davis, el último en la larga línea de grandes estrellas de los Lakers y quizás la pieza clave para que James disfrutara el éxito en las últimas etapas de su carrera en el baloncesto.

"Fue el final de la cena", dice Davis. "Sacó una tarjeta. Me dijo: 'Mi esposa quería que te diera esto'. Pensé, '¿Por qué Savannah me está dando una tarjeta?’”.

Davis abrió el sobre y comenzó a leer la inscripción.

"'Bienvenido a L.A., tal y tal y tal, hermano’”, dijo Davis, al recordar la nota. "Dejé de leer. Le dije: 'Espera, Savannah ni siquiera me llama' hermano’”.

Vio la parte inferior de la tarjeta en busca de la firma: King James #6.

“Luego él saca el jersey”.

Desde el interior de la bolsa que trajo el camarero, James sacó una camiseta dorada de los Lakers con el número 23 cosido en números morados.

"Me dijo: 'Esto es tuyo'".

Davis pensó que el regalo sería una de las camisetas de James. Eso fue hasta que le dio la vuelta a la camiseta: sobre los hombros, cosida justo por encima del número 23, estaba escrito "Davis".

"Me dijo: 'Sé que querías el 23'", recuerda Davis, quien usó el número tanto en la Universidad de Kentucky como en las siete temporadas en Nueva Orleans. "Para que él, en un instante, simplemente diga: ‘Aquí. Aquí está el 23. Puedes tenerlo'". Fue un momento genial”.

Terminó siendo el mejor regalo "es el pensamiento que cuenta". Si bien las fuentes de la liga confirman que la NBA habría infringido las reglas para permitir que James intercambie su número de camiseta sin cumplir con la fecha límite para presentar la documentación un año antes, Nike intervino. El proveedor oficial de uniformes de la liga, y una compañía que representan James y Davis, citó decenas de millones de dólares en un inventario potencialmente desperdiciado del equipo James No. 23, según las fuentes.

El momento fue irónico, en una especie de diferencia que hace una década. Davis conoció a James nueve años antes y a unas 2,300 millas de distancia como integrante de la Academia de Habilidades LeBron James.

Mucho antes de ascender a la selección número uno en el draft, Davis había doblado un cuadro creciente y de casi 7 pies en un autobús Greyhound para una caminata de 11 horas desde Chicago a Akron. Allí, en el campamento, Davis, de 17 años, vio el especial de televisión "The Decision" antes de que James llegara al gimnasio más tarde esa semana.

Davis se puso al azar una camiseta número 44 que le dio el campamento con "LeBron James" impreso en el pecho, solo otro niño tratando de destacarse en una multitud de fenómenos. Cuando James llegó después de anunciar sus intenciones para South Beach, Davis estaba feliz de echarle un vistazo, echarle un vistazo y tomar una foto. "Era como, ‘hombre, este es LeBron'", recuerda Davis.

Ahora ya no era Davis, el campista, esperando encontrarse con James, la súper estrella. Era James, uno de los mejores de todos los tiempos, con la esperanza de impresionar a Davis, la súper estrella. Ya no era James cambiando el equilibrio de poder en la liga yendo de Cleveland a Miami. Fue Davis convirtiendo a los Lakers nuevamente en contendientes al ir de Nueva Orleans a L.A.

"Fue como", dice Davis antes de irse. "Habla sobre quién es y cuánto deseaba que estuviera aquí".


UNAS POCAS semanas después de que se consumara el intercambio, Davis se instaló nuevamente en la vida de L.A. Con su billetera nueva y completamente surtida, regresó al mismo cine para ver otra película: los ruidosos y risueños "Good Boys”. Cuando la pantalla parpadeó con imágenes, un asistente se acercó a su asiento.

"Estoy como ‘disculpe, ¿puedo ayudarlo?'", recuerda Davis. "Dijeron: ‘nuestro gerente nos dijo que le avisáramos que tenemos su billetera'".

No lo podía creer. "¡¿Dije qué?!’ Simplemente tenía que ser porque ahora soy un Laker. Quiero decir, tenían mi billetera todo el tiempo”.

La gerente se disculpó profusamente e intentó compensarlo. "Ella me dio un montón de cupones, como 25 películas que puedo ver", dice Davis.

Sin embargo, duda que pueda sacar provecho de las películas gratuitas. Ahora como parte de los Lakers, Davis se mudó a 30 millas al oeste de Thousand Oaks a una mansión en Bel Air.

Él encontró su vieja billetera. Encontró su nuevo equipo. Espera encontrar el trofeo Larry O'Brien en sus manos en junio.

"Realmente siento que podemos ganarlo".