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El imperio de los Bulls nunca más volvió a crecer tras el reinado de Michael Jordan

LA HISTORIA ANTIGUA nos cuenta que 400 años antes de Cristo existió un Rey que tuvo el valor y el coraje para enfrentar y desafiar a un imperio poderoso como el romano. Se llamó Atila, fue rey de los Hunos y además se lo conoció como “El azote de Dios”. Dueño de una ferocidad inigualable, a él se le atribuye la autoría de una frase que ha perdurado por todos estos siglos: “Por donde pisa mi caballo, no vuelve a crecer la hierba”…

La historia es muy rica en hacernos conocer como fue el antes y el después de aquellos conquistadores. Tiene la posibilidad de hacernos testigos de los numerosos cambios a través del tiempo, así como la evolución de las sociedades, desde las más antiguas a las de hoy en día. Hasta nos da la posibilidad de comparar hechos y protagonistas aún cuando entre ambos hay miles de años de por medio.

No vale la pena en este momento intentar comparar a un rey belicoso como Atila, con un conquistador que dominó toda una era en el baloncesto como Michael Jordan. Pero sí viene bien recordar aquella frase citada al inicio de esta nota para describir lo que le ha sucedido a los Chicago Bulls en los años siguientes a la despedida de Michal Jordan… Porque en el imperio de los Bulls nunca más volvió a crecer el césped tras el reinado de Su Majestad.


El césped era más verde

la luz más brillante

el sabor más dulce

noches maravillosas

(High Hopes - Pink Floyd)

EL DOCUMENTAL “The Last Dance” no solo reproduce el final de una era, sino que muestra el inicio de los caminos más sinuosos, rocosos y oscuros que, desde ese mismo momento, debió transitar una franquicia que parecía condenada al éxito.

Durante la era Jordan, y a pesar de que el éxito y el dominio no fue inmediato, Chicago Bulls siempre avanzó a los playoffs en 14 temporadas consecutivas, aún contando el año y medio en el que MJ estuvo retirado.

Los Bulls también se combinaron para un récord de 750 victorias y 398 derrotas, incluyendo no solo seis títulos de la NBA sino también quedarse por entonces con el mejor registro de triunfos conseguidos en una temporada cuando en la 1995-96 terminó con marca de 72-10. Fue la era cuando el césped lució más verde que nunca.

Pero también resultó ser una época en la que el germen de la autodestrucción estaba latente. Mientras jugadores y cuerpo técnico querían una cosa, la gerencia buscaba otro camino. Comenzaron las divisiones, florecieron los egos y las luchas de poder. Los días de gloria que tanto tiempo habían tardado en llegar, se fueron esfumando en un par de temporadas. La luz que brillaba con fuerza, le dio paso a la oscuridad…


Necesito ver tu cara

Capitán sombras,

En este espacio oscuro

(David Crosby – Shadow captain)

EL GERENTE GENERAL, Jerry Krause, apostó por un novato para el puesto de entrenador. Tim Floyd llegó para ponerse los zapatos de Phil Jackson, pero le quedaron grandes: sumó apenas 49 triunfos en 190 partidos jugados.

Apenas la llegada de Elton Brand le había dado algo de esperanza a unos Bulls, pero Krause prefirió cambiarlo y apostar en el draft en lugar de construir alrededor de su mejor jugador. Y también les jugó en contra el terrible accidente en motocicleta que le cortó la carrera a Jay Williams, el base que había tenido una gran temporada como novato en el 2002, cuando parecía ser una de las piezas fundacionales de la reconstrucción.

Los siete años posteriores al título conseguido en 1998 marcaron un largo período sin poder avanzar a playoffs, ratificando la tendencia perdedora temporada tras temporada. Y aunque los siguientes 13 años fueron muchísimo mejores, la sequía en cuanto a títulos siguió siendo constante.

La llegada de Scott Skiles como entrenador sirvió para crear una cultura y una identidad de juego basada en la disciplina, juego de conjunto y un distintivo sello de buena defensa. Jugadores como Luol Deng, Ben Gordon, Kirk Hinrich, el propio Andrés Nocioni y Ben Wallace ayudaron a crear esa identidad. Pero solo una vez en tres postemporadas pudieron avanzar de ronda.

Al período de Skiles, le siguió una transición con Vinny Del Negro como entrenador, hasta que la llegada de Derrick Rose vía draft (2008) y la de Tom Thibodeau al puesto de entrenador un par de temporadas más tarde, ayudaron a revivir los días en que la ilusión de ganar un campeonato se veía más cercana.

En su primera temporada juntos, éste tandem de entrenador y jugador franquicia llegaron a las 62 victorias en la temporada regular y quedarse con la mejor marca de la NBA. Además, alcanzaron las finales del Este para perder en cinco juegos contra el Big 3 que formaban LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh en Miami.

Más adelante, el future llegó con malas noticias. Miami Heat solidificaba su dominio en la NBA con dos títulos en tres temporadas, una lesión de ligamentos de rodilla paró a Derrick Rose por una temporada y media, y éste ya nunca volvió a ser el mismo de antes. Una nueva reconstrucción vendría en camino y la búsqueda de esa nueva identidad sigue hasta nuestros días.

Sueño con el pasado que añoro,

el tiempo viejo que lloro

y que nunca volverá.

(Carlos Gardel – Cuesta abajo)

LA MARCA de 780 triunfos contra 959 derrotas desde que Jordan, Pippen y compañía dejaron de ser parte de los Chicago Bulls, revela lo doloroso que ha sido este camino tras haber alcanzado la gloria.

Se trata de una caída que lleva más de dos décadas de duración a pesar de haber encontrado momentos de felicidad pasajera. Han sido 22 temporadas en las cuales la mitad de las veces no llegaron siquiera a playoffs y en otras siete ocasiones terminaron eliminados en primera ronda. Muy poco para una franquicia que en los años 90 dominó la NBA.

Los fanáticos de Chicago Bulls, que se extendían más allá de los límites de la ciudad de los vientos, vieron como en su hora más dorada, se desmoronaba el sueño de la felicidad eterna. Entonces no les quedó más que recurrir a la memoria y añorar las glorias del ayer.

En los últimos 22 años, el mundo ha sido testigo de la caída de una franquicia que, al igual que nos lo recuerda la historia con Atila, observe cómo el césped nunca más volvió a crecer tras el paso de Su Majestad.