KANSAS CITY, Misuri – En el simple recuento de esta historia de los Seattle Mariners que va más allá de lo real, Daniel Vogelbach hace el papel del hijo adulto de talla grande. Mide 6 pies de altura, con el rostro redondo de un personaje de South Park, el torso de un barrilete de cerveza y el gracioso semblante del fallecido comediante Chris Farley. Hace swing al bate con vigor y golpea pelotas con extraordinaria fortaleza. Es fácil querer a Vogelbach y más fácil de estereotipar. Vogelbach es, de esas formas y muchas otras más, un microcosmos de su equipo.
Todo lo que se necesita para ver al verdadero Vogelbach, aquel que no debe ser reducido a una caricatura, es una visita al clubhouse de los Mariners en una mañana de jueves. Son las 9 en punto, casi siete horas antes de que Vogelbach batee un jonrón en extra innings para sellar la victoria en otro partido de los Mariners. La mayoría de quienes hacen vida en torno al béisbol están durmiendo. Los veteranos de Seattle se montan en el segundo autobús a las afueras del hotel del equipo. Vogelbach se da la vuelta hasta conseguir un asiento vacío, se sienta frente a la computadora y comienza a mirar videos. Y luego, mira otros videos. Y cuando ya ha tenido suficiente, hace clic en otros videos.
No es cuestión de accidente que Vogelbach, de 26 años, quien parece haberse ganado un puesto definitivo en Las Mayores luego de destruir el pitcheo en Ligas Menores durante siete años consecutivos, se ha hecho con un lugar dentro de este equipo de los Mariners que siguen rompiendo récords: el mismo que cuenta con récord 13-2, jonrones en la totalidad de sus 15 partidos y aspiraciones de pasar a los playoffs en lo que se suponía sería un año de reconstrucción. Quizás Vogelbach parezca uno de esos fortachones que solo piensan en fierros y proteína. La realidad es que se trata de un hombre sumamente inteligente.
La memoria de Vogelbach para la minucia del béisbol es digna de una enciclopedia. Conoce bien los lanzamientos de cada pitcher, como giran los pitcheos, los perfiles de movimiento de cada uno. Sabe bien cómo le lanzarán. Y lo sabe porque es lo suficientemente consciente de sí mismo para comprender cómo la gente alrededor del béisbol solía descartarle debido a su contextura física, velocidad y todos los dones que no recibió. En consecuencia, tenía que ser más inteligente. Debe trabajar más que los demás. Debe asumir el béisbol con la reverencia y respeto que se merece algo tan difícil.
“No es un deporte fácil”, afirma Vogelbach. “No puedes tomarte días libres, ni dar nada por sentado. Se trata de venir y trabajar a diario. No siempre conectarás hits, pero al menos puedes controlar tus turnos. Si no lo sientes, puedes venir a batallar y fajarte en los turnos. Bateas de 4-0 pero puedes hacer cosas para ayudar a que tu equipo gane. Soy firme creyente de ello”.
“Cada vez que me paro en el cajón de bateo, es un momento refrescante. Uno controla lo que pueda controlar”.
Vogelbach está controlando prácticamente todo, particularmente la zona de strike: Y he allí el eje de esta notable carrera de 15 partidos de los Mariners: la afirmación no tan novedosa pero sumamente novedosa para ellos de controlar la zona de strike. El manager Scott Servais predica este fundamento como si fuera sacerdote y el plato de 17 pulgadas de ancho es su púlpito. Jay Bruce y Edwin Encarnacion, dos de las nuevas incorporaciones de los Mariners en la temporada baja, son sus evangelistas: Bruce mediante la charla el clubhouse, mientras que Encarnación predica con sus acciones en el partido. Y el resto de la congregación (Vogelbach, Domingo Santana, Tim Beckham, Ryon Healy, Dee Gordon y Mallex Smith) se encuentran felices de incorporar el evangelio en sus vidas, hasta alcanzar 117 carreras anotadas y un asombroso diferencial de carreras de plus-42.
“Siempre intentas mejorar”, dice Servais. “Yo sé que lo hago. La mejora continua es una de las cosas sobre las cuales hablamos siempre. Kaizen. ¿Has escuchado sobre el kaizen?”.
Kaizen es el principio dentro de las empresas japonesas que predica la mejora continua, incrementando la productividad mediante procesos simplificados. Servais es aficionado a los libros de liderazgo y cuando leyó la obra de Masaki Imai de 1986 que gira en torno al kaizen durate la temporada baja, creyó que la capacidad de este principio de mejorar todos los aspectos de una empresa, desde la gerencia hasta sus empleados más humildes, podría servir de beneficio a unos Mariners que canjearon a su mejor pitcher (James Paxton), su cerrador estrella (Edwin Diaz), su costoso segunda base (Robinson Cano) y otros jugadores clave. Los Mariners reconstruyeron su ofensiva con la intención de intimidar a los pitchers. En el pasado, los informes de avanzada entregados a los bateadores antes de los partidos consistían en el rango de velocidad de los pitcheos de sus oponentes y patrones de movimiento. En la presente campaña, Seattle introdujo a un par de analistas dentro del clubhouse que sirven de conexión a una información mucho más profundas. Ya no se trata de enumerar el repertorio de los lanzadores rivales. Esencialmente, se les entrega a los bateadores de los Mariners técnicas para planificar los partidos: no sólo los envíos de los pitchers, sino cuáles lanzamientos son conectados fuertemente.
“Es algo más sofisticado, pero de hecho es algo más simple, si eso hace sentido”, afirma Mitch Haniger, el bateador en activo de los Mariners con mayor tiempo en el equipo y quien, al igual que Vogelbach, es un toletero profundamente analítico y reflexivo. “Recibes más información, aunque te dicen exactamente en qué aspectos concentrarse con el objetivo de causar daño”.
Y eso se ha manifestado de formas infinitas. Vas más allá de la simple paciencia que han mostrado al plato. Cierto, los bateadores de los Mariners hacen swing apenas al 23.7 por ciento de los pitcheos que pasan fuera de la zona de strike, según la investigación de ESPN Stats & Information, quinto promedio más bajo en el béisbol. Y un año después de ver 3.79 lanzamientos por aparición al plato, ahora se enfrentan a un promedio de 4.06. Ahora, quizás sea el mejor momento para hacer la usual advertencia con respecto a los pequeños muestreos. Quince partidos no constituyen toda una temporada. Pero son las estadísticas a segundo nivel que son realmente indicativas de un equipo que ha experimentado profundas mejorías: Cuando los bateadores de los Mariners se encuentran en desventaja en los conteos (0-1, 0-2 y 1-2), han hecho swing solamente al 43.7 por ciento de los pitcheos, muy por debajo del promedio en las Grandes Ligas, que se acerca al 50 por ciento. Su paciencia no decae en situaciones de presión.
“Nadie está desperdiciando turnos”, afirma Beckham. “Pero aún es temprano. Tenemos 150 partidos más que disputar. No hemos logrado nada”.
No vayamos tan lejos. Los Mariners son apenas el equipo número 17 desde finales del siglo XX que ha comenzado una temporada con récord mínimo de 13-2. Solamente otros tres equipos en la era del comodín lo han logrado: los Boston Red Sox en 2018, campeón de la Serie Mundial, los Atlanta Braves en 2014 y los San Francisco Giants en 2003, equipos que clasificaron a los playoffs. Los 36 cuadrangulares conectados por los Mariners empatan el registro histórico de la mayor producción jonronera luego de 15 partidos y las 117 carreras anotadas por Seattle los ubican en el segundo lugar de la categoría.
Los números individuales son igualmente asombrosos. Gordon, quien es un empedernido del swing alegre, está persiguiendo el 20 por ciento de los pitcheos por fuera. Beckham, ex seleccionado número 1 del draft, esta negociando el doble de boletos de su promedio histórico, en aproximadamente el 14 por ciento de sus apariciones al plato. Bruce suma siete jonrones en 13 encuentros, prácticamente igualando su total de la pasada temporada, cuando vestía el uniforme de los Mets. Santana y Encarnación, también adquiridos mediante sendos canjes, están sumando líneas estadísticas cercanas a los .3oo/.400/.500 bateando tercero y cuarto en el orden ofensivo.
Sin embargo, nadie sorprende tanto como lo hace Vogelbach. Los Chicago Cubs lo tomaron en la segunda ronda del draft 2011, cuando pesaba por encima de las 300 libras. Los Cubs creían que su bate daría dividendos. Y así fue. Vogelbach siempre bateaba. Sin embargo, no fue suficiente. En julio de 2016, Chicago lo entregó a Seattle a cambio de Mike Montgomery, quien fue cerrador en el Juego 7 de la Serie Mundial con los Cubs. Vogelbach hizo su debut y tuvo dificultades, regresó en 2017 y tuvo problemas, sin alcanzar mucho en 102 apariciones al plato durante la pasada campaña. Los altibajos tienden a causar daño a los peloteros analíticos, para quienes la rutina es una religión.
El 2 de abril, durante el octavo encuentro de la actual temporada para los Mariners, Vogelbach conectó su primer cuadrangular. En su próximo partido, soltó otro jonrón. Dos días después, dos más. Al día siguiente, otro. Y el jueves conectó su sexto jonrón en 39 apariciones al plato, que llevó su promedio de bateo a los .400, su porcentaje de embasado a .513 y otro porcentaje de slugging a 1.133 y su estatus de héroe de culto al punto que la discográfica Sub Pop debería ofrecerle un contrato para grabar álbumes un día de estos.
“Esto no durará para siempre. Eso lo comprendo bien”, dice Vogelbach. “Intento no montarme en esa montaña rusa. Si te puedes mantener equilibrado todo el tiempo, durante los altos y bajos, al final del año te encontrarás donde quieres estar”.
Y esa es la lección que los Mariners están intentando mantener en mente con tanto éxito. Vogelbach está consciente de que no va a batear para .588 contra pitcheos en la zona de strike, sin importar cuánto pueda controlarlo. Entiende que probablemente no terminará la temporada en el segundo lugar en las Grandes Ligas en velocidad de salida promedio, por debajo de Aaron Judge.
Vogelbach comprende que, a fin de que tomen en serio a los Mariners, este equipo debe mejorar su defensiva, la peor de la liga, que ha cometido 21 errores; además de su pitcheo, que en teoría se muestra inestable en el mejor de los casos y que se encuentra obligado a actuar muy por encima de las expectativas. Reconoce que, si la ofensiva de los Mariners realmente quiere ser objeto de cierto respeto, un periodo de tres partidos por disputar podría ser más importante que los 15 ya jugados. En la noche del sábado, se enfrentarán a Justin Verlander. En la tarde del domingo, será el turno de Gerrit Cole. Y en la noche del lunes, harán lo propio contra Trevor Bauer.
Serán tres partidos consecutivos contra los pitchers que ocuparon los puestos 2, 5 y 6 en la votación del premio Cy Young de la Liga Americana durante la pasada temporada. No se trata de una prueba definitiva, como sí lo representa el final de un periodo increíblemente exitoso. ¿Podrán estos Seattle Mariners hacer lo que han logrado hasta ahora contra lo mejor de lo mejor? ¿Su capacidad de controlar la zona de strike es algo que pueden poseer contra toda clase de pitchers? ¿Su kaizen los ha llevado más allá de ser una mera novedad hasta convertirse en legítima amenaza en la División Oeste de la Liga Americana?
Vogey tiene una respuesta para ello, de la misma forma cómo todo le ha salido bien en 2019. Cuando Vogelbach llegó a Grandes Ligas, Kyle Seager, el jugador con mayor tiempo de servicio dentro de los Mariners, le dijo que debía respetar a cada jugador, aunque tenía que quitar los nombres de las camisetas de sus oponentes. Es el mismo juego, sin importar quien esté pitcheando, dijo Seager; por ello, no tiene sentido agregar presión al darle mayor importancia a Verlander o Cole o Bauer o a cualquier otro. Vogelbach aprecia que no se trata de un deporte difícil, en el cual no se pueden dar las cosas por sentado y que los Seattle Mariners, el mejor equipo que nadie esperaba ver, controlará solo lo que pueda controlar. Lo cual, al menos por ahora, ha sido bastante.