MARIETTA, Georgia -- El salón de estar de la casa de dos plantas y estilo artesanal de Ronald Acuña Jr. se asemeja más a una tienda de recuerdos deportivos, repleta de recuerdos de una carrera que floreció mucho antes que la mayoría. Placas de Jugador All-MLB y pelotas de béisbol conmemorativas, esparcidas entre dos estantes, ubicados a los lados de una chimenea blanca. En un estante, vemos una tarjeta de alineación autografiada del Juego de Estrellas del año pasado celebrado en Los Ángeles. En el otro, un casco de la selección de Venezuela del Clásico Mundial de Béisbol de este año. En el medio, la imagen gigante de un Acuña sonriente y vestido de esmoquin a sus 20 años, posando con el premio al Novato del Año de la Liga Nacional de 2018, lo domina todo.
Acuña, que ahora tiene 25 años, no se atribuye la decoración.
"Eso fue mi mamá", dice en español. "Ella es la que decora".
Es la tarde nublada y húmeda del 18 de mayo, un jueves libre que no parece serlo, porque Acuña y sus compañeros de los Atlanta Braves no aterrizaron provenientes de Texas hasta las 3 a.m. En los últimos cuatro encuentros de esa gira, Acuña disparó cuatro cuadrangulares que promediaron 440 pies de distancia. Luego de transcurrido poco más del primer cuarto de la temporada, Acuña mantiene ritmo para superar 40 jonrones, 60 bases robadas, 100 impulsadas y 150 anotadas, una combinación estadística jamás alcanzada.
Acuña, que viste pantalones negros ajustados, bandas blanquinegras que parecen rayos y zapatos deportivos altos, claramente diseñados para combinar, sonríe al pensar en lo que 2023 se está convirtiendo para él.
Acuña vuelve a parecer el pelotero más emocionante y dinámico del mundo, sentimiento que se extiende más allá de sus números (con línea ofensiva de .332/.419/.577, 11 jonrones, 22 estafas y 2.6 triunfos sobre reemplazo según la fórmula FanGraphs, líder entre los peloteros de posición). Desata el caos sobre las bases, estalla cuadrangulares prodigiosos con regularidad y hace que las jugadas defensivas dignas de resúmenes parezcan rutinarias.
Todo parece, pues, normal, como si siempre fuera así. Como si no hubiesen pasado tres años (cuatro, si contamos la temporada 2020 reducida por el COVID) desde la última vez en la que esta versión de Acuña se presentaba con regularidad.
Sin embargo, el propio Acuña no lo da por sentado. No puede hacerlo cuando pasó tres años lidiando con una devastadora lesión de rodillas y un regreso por debajo de su nivel. A pesar de todo, uno de los atletas de nuestro tiempo más seguros de sí mismos se cuestionaba si volvería a alcanzar las alturas que le caracterizaban.
CORRÍA EL MES DE JULIO DE 2021, y Acuña no podía parar de llorar. Un aterrizaje extraño en un intento de salto en Miami le desgarró el ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha, lesión que normalmente conlleva una recuperación de entre 8 y 12 meses y deja un futuro incierto después. Acuña, que apenas tenía 23 años en aquel momento, ya se había asegurado una extensión contractual por $100 millones y estaba a tres días de hacer su segunda aparición como titular en un Juego de Estrellas, en el medio de lo que era su mejor año hasta entonces. Ahora, debía preguntarse si podría volver a ser el mismo.
"Lloraba todos los días", expresa Leonelis Blanco, madre de Acuña. "No solo era todos los días. Lloraba todo el día. Se veía distraído, llorando y llorando, preocupado por su pierna".
Acuña (cuyo padre Ronald Sr. jugó seis años en el sistema de ligas menores de los New York Mets; y con cuatro primos que militaron en Grandes Ligas, siendo los casos más notables los de Kelvim y Alcides Escobar) vivían y respiraban béisbol desde que nacieron, afirma Leonelis. Cuando tenía 9 años, era notablemente mejor que todos los niños de su edad en La Guaira, ciudad portuaria ubicada cerca de la capital, al norte de Venezuela. A sus 11 años, era evidente que Ronald haría una carrera en el mundo del deporte.
Leonelis solo conocía a un Acuña excelente y asertivo. Sin embargo, en las dos semanas transcurridas entre su lesión de ligamentos y posterior cirugía, se mostró excesivamente vulnerable, negándose a ver juegos de béisbol y considerando la posibilidad de que nunca volvería a practicarlo. Pasaba la mayor parte de sus días postrado en la cama. Leonelis nunca lo abandonó. Tocaba música, preparaba sus platillos favoritos, buscaba otros temas de conversación y hacía sus mejores esfuerzos para proyectar positivismo. Cuando surgía, inevitablemente, el tema del béisbol, su progenitora se aferraba a tres frases.
Paciencia, hijo.
Confía en ti.
Libera tu mente.
"Fue terrible", afirma Leonelis sobre esas conversaciones. Las recuerda todas con exactitud. "Fue muy, muy difícil".
A medida que mejoraba la rodilla de Acuña, también lo hacía su estado mental. El simple hecho de abandonar la silla de ruedas para empezar a caminar con muletas mejoró su ánimo de forma notable. Esa misma temporada, mientras los Braves brillaban con un outfield improvisado armado antes de finalizar julio, encontró la alegría en los éxitos de sus compañeros. Cuando llegó la Serie Mundial, pidió permiso para viajar. Le permitieron estar el 2 de noviembre en Houston, cuando los Braves se convirtieron en uno de los campeones más improbables en tiempos recientes. Esa noche, el cuerpo de Acuña se congeló. Sintió correr un escalofrío por ambos brazos. Poco después, las lágrimas empezaron a correr.
"Lloré de felicidad", expresa Acuña, "pero también lloré porque no podía estar con mis compañeros. No podía estar allí día a día. No podía estar ahí, con ellos".
Esas sensaciones repercutieron directamente en la temporada siguiente.
"Perdió tanto tiempo en 2021, cuando ganamos el campeonato, que definitivamente sería parte del equipo en 2022", indica el coach de primera base de los Braves Eric Young. "No importó. Si estaba lo suficientemente bien como para saltar al terreno, lo hacía [a pesar de no encontrarse totalmente sano]. Esa era su mentalidad. Y no lo culpo por ello".
ACUÑA VOLVIÓ CON los Braves el 28 de abril de 2022 y jugó en 119 de los 143 encuentros de temporada regular de su equipo, más cuatro encuentros de playoffs. Sin embargo, nunca mostró su excepcional nivel.
Young, que ha sido coach de Acuña durante toda su carrera de Grandes Ligas, se dio cuenta de ello por la lentitud con la que cortaba los imparables en el hueco. Austin Riley, compañero de Acuña desde que jugaban en ligas de novato, se dio cuenta en la jaula de bateo, cuando la pelota no saltaba de su madero como antes. El coach de tercera base de los Braves Ron Washington, que actualmente se encuentra en sexta década en las Ligas Mayores, se dio cuenta por la poca frecuencia con la que llegaba a las bases con su típico estallido. Su mánager Brian Snitker se dio cuenta gracias a la gran cantidad de informes del cuerpo técnico que detallaba la constante necesidad de Acuña de someterse a tratamientos.
Acuña lo sentía en todos los aspectos: cuando no rotaba sus caderas lo suficientemente rápido para atrapar rectas, cuando no explotaba lo suficiente para perseguir elevados distantes, cuando no rompía su ritmo lo suficientemente rápido para robar bases.
"Me impuse mucha presión, pensando: 'Tengo que volver a ser quien era antes' y creo que eso influyó mucho", cuenta Acuña. "Las cosas no salieron como quería. La rodilla... había días en los que no me dolía, salía y jugaba al cien por ciento y me decía: 'Estoy de vuelta'. Pero después, al día siguiente volvía el dolor. Y así iban las cosas".
Acuña fue elegido por la afición como el jardinero derecho titular del Juego de Estrellas pero terminó con OPS de .764, cayendo 161 puntos por debajo de su tope personal previo a 2022. Robó 29 bases, pero fue atrapado en 11 intentos, liderando la Liga Nacional en esa poca deseable categoría. A la defensiva, fue acreditado con -7 outs por encima del promedio, ubicándolo entre los peores de su posición.
Hacia el exterior, Acuña seguía ostentando joyería, aplicándose pintura negra en los ojos y celebrando bulliciosamente.
Por dentro, las dudas le consumían.
"Le decía a mi mamá: 'Mamá, no sé si alguna vez podré volver a correr como lo hacía antes'. O a mi papá: '¿crees que podré volver a jugar a la pelota como antes?'", recuerda Acuña. "El dolor no fue fácil. La operación tampoco fue fácil. Así que muchas veces sentí dudas. Les decía a mis amigos: 'No sé si podré volver a jugar así'. Cada vez que salía a jugar, dudaba".
EN 2018, la primera temporada de Young entrenando a los jardineros de los Braves coincidió con el año de novato de Acuña. Ambos han sido inseparables desde entonces. Si alguien es capaz de conectar con Acuña, es Young. Y cuando terminó la temporada 2022, Young sintió la necesidad de acercarse a él.
Una semana después de que los Braves (que sumaron 101 triunfos en la temporada regular) cayeron eliminados ante unos Philadelphia Phillies en pleno resurgimiento, Young llamó a Acuña para conversar con él. Quería marcar la pauta de lo que se convertiría en la temporada baja más importante de la carrera de Acuña.
"[Si] hablamos de los mejores peloteros de todo el béisbol... hay que mencionar el nombre de Ronald Acuña", rememora Young haberle dicho al joven venezolano. "Y le dije: 'no lo van a mencionar porque tienes esas destrezas y eres talentoso. Tienes que mostrarlo entre las líneas, todos los días y cada día, para ganarte el respeto de tus colegas. Tus colegas son los que te dicen quién es el mejor pelotero de todo el béisbol. Si sales al terreno y haces las cosas de las que eres capaz, no hay otra persona capaz de hacerlo como tú'".
Las palabras de Young ayudaron a reafirmar la mentalidad que Acuña ya tenía consigo. Esperó más o menos otra semana para que su rodilla se recuperara por completo (lo que finalmente ocurrió a principios de noviembre. Un momento conveniente pero cruel), para ponerla a prueba como nunca lo había hecho.
"Me dije a mí mismo: 'Tengo que trabajar y debo volver a estar al 100 por ciento'", afirma Acuña. "'O será el 100 por ciento por las buenas o el 100 por ciento por las malas'".
Acuña quería jugar tanto béisbol como fuera posible, lo más pronto posible. Empezó a planificar su participación en la Liga Venezolana de Béisbol Profesional con los Tiburones de La Guaira, para luego representar a su país en el Clásico Mundial de Béisbol de 2023. Sin embargo, antes hizo una parada en la República Dominicana para batear con Fernando Tatis, padre, el ex tercera base de Grandes Ligas y padre de uno de sus amigos más cercanos.
Acuña y Fernando Tatis Jr. , el campocorto convertido en jardinero superestrella de los San Diego Padres, se conocieron a finales de abril de 2019, cuando Tatis hizo su primera visita a Atlanta a inicios de su temporada de novato.
"Sientes la química desde el momento que dices 'hola'", afirma Acuña. "Dices: 'Ese será mi herman0'. Es una buena vibra. Hemos sido hermanos desde entonces".
Tres años y medio después, entre el 10 de noviembre hasta las fechas cercanas al Día de Acción de Gracias, Acuña y Tatis se encontraron en un campo de pelota en San Pedro de Macorís, la tierra natal de Tatis, intentando redescubrir sus respectivos seres. Tatis, que venía de una temporada perdida debido a un accidente de motocicleta y una suspensión por uso de esteroides, tenía un yeso en la muñeca izquierda (reparada quirúrgicamente) que limitaba su trabajo de acondicionamiento físico. Por su parte, Acuña bateaba prácticamente a diario bajo la atenta mirada de un hombre famoso por haber conectado dos grand slams en un mismo inning.
Al inicio, Tatis padre sugirió un pequeño ajuste que se convirtió en uno importante. Le pidió a Acuña que bajara sus manos ligeramente durante su impulso, cerca de la parte baja de su pectoral. Esto causa que su bate sea paralelo al tren superior, para que el barril del madero pase más rápidamente por la zona de strike.
"Estaba abierto a todo", dijo Acuña. "Fui allí para eso".
Acuña tuvo grandes dificultades para conectarle a las rectas durante la temporada pasada, con porcentaje de slugging de apenas .416 contra las rectas de cuatro costuras, 56 puntos por debajo del promedio de las Ligas Mayores. Este año, dicho porcentaje se ha incrementado a .773. Su promedio de ponches se ha reducido prácticamente a la mitad, llegando al 14.1%. Es un bateador mejor y más completo de lo que ha sido jamás. Producto, según cree "El de La Sabana", de los cambios hechos en República Dominicana.
Acuña, gran admirador de su legendario compatriota Miguel Cabrera, espera algún día ganar un título de bateo. Si mantiene este ritmo, al menos asegurará su tercer Bate de Plata en cinco meses.
"Si lo logro", dijo Acuña, "se lo daré a Fernando".
YOUNG SIGUIÓ DE CERCA el trabajo hecho por Acuña durante la temporada baja. Y al inicio del entrenamiento primaveral, pudo ver de cerca una nueva versión más madura del pelotero. Acuña solía demorarse en las diversas estaciones de entrenamiento, pero de repente mostraba lo que Young describió como "más concentración, más intención" durante las rutinas en las praderas que solían aburrirle.
La atención al detalle, según indican los coaches de los Braves, ha permanecido durante la temporada regular. Por su parte, Young afirma que "no huye de cualquier clase de reto durante su preparación para el juego".
Acuña considera que convertirse en padre (tiene dos niños, el primero de 2 años y un benjamín de 7 meses) le aportó un nuevo nivel de madurez. Sufrir la lesión de ligamentos en 2021, según indica Young, le llevó a alcanzar una humildad que jamás había sentido. Pero el simple hecho de haber sido un mero mortal, quizás por primera vez en su vida, pudo haber jugado un papel importante en su transformación.
"Creo que entendió qué es, cómo se ve, cuando no está sano", indica Washington, "y ese es el pelotero que no quiere ser".
Acuña, prosigue Washington, ya no depende únicamente de su deslumbrante talento físico. Trabaja diligentemente en su técnica de corrido de bases y por primera vez, estudia las tendencias de los pitchers. Ese nivel de concentración, aunado a las nuevas reglas que han fomentado el ambiente más favorable en décadas para el robo de bases, han llevado a Acuña a alcanzar 91.7% de promedio de estafas exitosas. Lee las pelotas saliendo del bate durante las prácticas de bateo casi a diario, en vez de hacerlo una vez a la semana. Es más diligente en sus trabajos de fisioterapia y ejercicios pliométricos. Las lagunas siguen produciéndose, pero cada vez con menos frecuencia.
"Solía conectar roletazos, y si no caían de hit, no corría", recuerda Washington. "Ahora, hace que los hijos de perra intenten concretar jugadas. Les gana a todos corriendo".
El año pasado, los preparadores físicos de los Braves conversaron con sus colegas de la NFL para consultarles sobre los procesos de recuperación de los corredores de lesiones de ligamento similares a la sufrida por Acuña. Se les indicó que la mayoría de los jugadores necesitan de una campaña completa y su posterior temporada baja para recuperar sus niveles de juego anteriores. Es un mensaje que el equipo siguió impartiendo a Acuña, pero que no creía del todo hasta vivir la experiencia de primera mano.
Y cuando llegó a sentirse completamente recuperado, la duda se convirtió en ímpetu.
"Oía decir a la gente: 'No volverá a correr como antes, no volverá a ser el mismo pelotero porque la gente no regresa de esas operaciones completamente recuperada'", indica Acuña. "Era frustrante oír a la gente decir eso. Pero también me motivó. Practicaba. Entrené duro. Luché y ahora, se equivocaron".
RILEY SE HA DADO CUENTA de que, cada vez que Acuña toma el plato esta temporada, se ubica en el primer escalón del dugout.
"Solo espero que pase algo", indica Riley. "Es muy especial".
Acuña no ha decepcionado. Durante las primeras ocho semanas de la temporada, se ubica en el mejor 3% en salida de velocidad y promedio de conexiones fuertes, dentro del mejor 17% en sprint y el 1% (mejor aún, es segundo entre 187 peloteros calificados) en velocidad de su brazo. Las métricas defensivas, propensas a fallar en muestras pequeñas, lo califican como un jardinero derecho por debajo del promedio. Pero Acuña ya ha acumulado seis asistencias en el outfield y hecho una serie de jugadas de feria, incluyendo dos atrapadas saltando contra la barda del outfield de su estadio local.
Por su parte, sus cuadrangulares (prodigiosos de por sí) han sido legendarios.
"Parece que lo hace todo sin esforzarse", expresa el segunda base de los Braves Ozzie Albies. "Solo batea la pelota, y la pelota se va".
Acuña soltó un jonrón de 461 pies al jardín central el 3 de mayo. El 10 de ese mismo mes, envió una pelota a la luna, con 470 pies de trayectoria. Cinco días después, le hizo swing a una curva a solo 1.3 pies del terreno y la hizo viajar 454 pies hasta el left-center. Acuña ya totaliza nueve batazos de circuito completo con distancias de al menos 420 pies (liderando las Mayores), superando en tres a Aaron Judge, 80 libras más fornido que él. Solo en mayo, ha conectado cuatro jonrones de al menos 450 pies. El resto de los peloteros del Big Show suman 18 conexiones similares este mes.
"Ya camina por sí mismo, y estas viendo lo que es capaz de hacer", indica Snitker. "Y está madurando. Está creciendo: física, mentalmente, en todo. Ese chico está empezando a andar por sí solo. Y da cierto miedo pensar en lo que es capaz, sinceramente".
Acuña ha actuado como el pelotero crucial que marca la pauta de unos Braves que se encuentran a 12 juegos por encima de .500 y ocupan el liderato por 5 ½ juegos, con línea ofensiva de .500/.540/.804 cuando es primer bate. Está a tres puntos de alcanzar OPS de 1.000, hito logrado por solo seis primeros bates desde 1900, con ritmo para terminar como el tercer jugador en la historia de las Grandes Ligas en sumar más de 30 jonrones con una cifra superior a 50 bases robadas, sin mencionar los primeros 30 y 60.
Ha regresado, pero también lo ha hecho jugando mejor que nunca.
Quienes le conocen son muy optimistas.
"Acuña quiere ser el mejor", indica Young. "Y si Acuña quiere ser el mejor, su mejor es el Más Valioso, a mi criterio. Será el Más Valioso este año. Es un pronóstico. Estoy seguro de mi pronóstico".