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¿Qué sigue ahora que se aprobó el pago a jugadores de la NCAA?

En una fecha histórica para el deporte universitario, el futuro parece incierto con dudas por responder sobre la construcción de plantillas y repartición de ganancias


Nada es sencillo en el deporte universitario.

Y con las conferencias del Power 5 (ACC, Big Ten, Big 12, Pac-12 y SEC) y la junta de comisionados de la NCAA votando esta semana para aceptar el acuerdo de tres casos antimonopolio que crea una nueva estructura para el deporte, el momento está lleno de cambios históricos y una inminente ambigüedad.

Los más de 2,700 millones de dólares en daños atrasados y un nuevo modelo de reparto de ingresos, que surge con el acuerdo de House v. NCAA y dos casos antimonopolio relacionados, marcan un giro distintivo para los deportes universitarios. El amateurismo, que durante mucho tiempo fue una noción frágil y fugaz en la multimillonaria industria de los deportes universitarios, está oficialmente muerto. El deporte universitario, un grupo de feudos fracturado, se unió en un intento de salvarse, con la visión discordante de cinco ligas poderosas y la NCAA juntas en un comunicado.

Esta es una semana necesaria e importante para el negocio del deporte universitario, sin embargo, no es una para celebrar para sus líderes. Es un día prometedor para los futuros deportistas que están siendo compensados con un reparto de ingresos que se espera supere los 20 millones por universidad.

Y también es una semana confusa para los entrenadores y líderes en el campus, que no tienen idea de cuáles son las reglas específicas que seguirán.

El negocio del deporte universitario seguirá siendo complicado. Nadie debería ser felicitado por pagar miles de millones solo para evitar pagar miles de millones adicionales.

La paz que la NCAA y los líderes de conferencia esperan comprar con sus miles de millones en dinero del acuerdo aparentemente es tentativa. Si bien el acuerdo hará que sea más difícil para los abogados demandantes ejercer la amenaza de daños multimillonarios en el futuro, los deportistas tendrán opciones de seguir desafiando cualquier restricción o límite sobre cómo se les paga. Mientras se recogían los votos a favor esta semana, un caso federal separado en Colorado --Fontenot v. NCAA-- siguió avanzando su propio camino, dejando abierta la posibilidad de que los abogados de la NCAA no tendrán tiempo para recuperar el aliento antes de pelear la siguiente batalla para limitar la compensación de los deportistas.

Los juegos en los campos y arenas del deporte universitario siguen siendo maravillosos, los índices de audiencia televisiva del fútbol americano universitario y el torneo de baloncesto varonil y femenil de la NCAA son un éxito. Y la NCAA, detrás de un liderazgo decisivo del presidente Charlie Baker, parece haber adquirido mayor relevancia en los próximos años al encontrar suficiente consenso para evitar una pérdida financiera catastrófica por otra decisión judicial que vaya en su contra.

Pero la realidad de la culminación de la votación, que todavía necesita la aprobación de la jueza Claudia Wilken, es que los líderes universitarios tomaron la mejor de las peores opciones. Pagar miles de millones ahora y compartir las ganancias o, como predijeron los abogados, perder una serie de demandas, declararse en bancarrota y comenzar de nuevo.

Cómo llegamos aquí es simple. A medida que el deporte universitario pasó de ser una pasión regional a una obsesión nacional durante la década de 1990 y este siglo, los líderes de la NCAA y presidentes colegiales se aferraron a un modelo de negocios que no pagaba al talento (los entrenadores, no es coincidencia, fueron compensados a niveles significativos porque los jugadores nunca cobraron un salario).

Hace apenas tres años, la NCAA luchó hasta la Suprema Corte contra la idea de pagar a los atletas lo que ahora parece una pintoresca cifra de 6,000 dólares en premios académicos. Por lo tanto, es difícil exagerar lo drástico que es el cambio en torno al deporte colegial.

En algún lugar del camino, cuando se formaron las cadenas de televisión de las conferencias, los salarios de los comisionados aumentaron a 5 millones por año --para el ex comisionado de la Pac-12, Larry Scott, en específico-- y los contratos de televisión rivalizaron con los deportes profesionales, nunca hubo una manera de incluir directamente a los atletas. Hasta esta semana.

Entonces, ¿qué significará esto para el deporte universitario cuando el reparto de ingresos llegue en el otoño del 2025? ¿A dónde nos lleva esto?

La mayoría de las decisiones hasta este punto han sido guiadas por la NCAA, abogados y comisionados, y llegará un momento en el que los participantes reales en los deportes --los directores atléticos y entrenadores-- tengan voz en el proceso. O al menos eso esperan.

Además de hacer que sea menos atractivo financieramente para los abogados demandantes desafiar a la NCAA en casos antimonopolio, los líderes colegiales también esperan poder presentar a los pies del Congreso un nuevo acuerdo como muestra de buena fe. A su vez, esperan generar cierto impulso para una ley federal que les brinde mayor protección contra demandas en el futuro. Sin embargo, no hay garantías de que el acuerdo libere votos en el Capitolio, que hasta ahora se ha estancado en la legislación relacionada con la NCAA y tendrá la mayor parte de su tiempo ocupado por las elecciones de noviembre.

Sin la ayuda del Congreso, la NCAA seguirá teniendo un camino lleno de baches para hacer cumplir el tipo de reglas que considera necesarias para restaurar la estabilidad en el deporte colegial.

¿Cómo influye el Título IX en el cálculo financiero? Esa parece ser la mayor preocupación. ¿Cómo se construirán las plantillas? Los entrenadores de fútbol americano que tienen 130 jugadores en su equipo --85 con beca y 45 sin ella-- se preguntan si necesitan cortar un tercio de los jugadores con la esperada inclusión de topes de plantilla.

"Todo esto tiene buenas intenciones, pero lo creeré cuando lo vea", dijo una fuente de la industria a ESPN. "Hay tres grandes problemas que se avecinan y que determinarán cómo se desarrolla esto: La estrategia del Título IX para la implementación de la distribución de ingresos, las cuestiones de aplicación de la ley en cuanto a nombre, imagen y apariencia [NIL por sus siglas en inglés] y cómo funcionan los topes de plantilla.

Si la NIL permanece ajeno a los departamentos atléticos, como se espera, ¿quién lo vigilará? El historial de aplicación de la ley de la NCAA es casi tan pobre como su historial legal. ¿Podría haber alguien --tal vez un magistrado o juez especial designado por la jueza Wilken-- que sea un árbitro de las interpretaciones del acuerdo?

"Se necesitará un nuevo grupo para encargarse de hacer cumplir la NIL", señaló otra fuente de la industria. "No la NCAA, porque el sistema va a ser completamente diferente. Una entidad que se parezca a la oficina de la liga de la NFL o NBA, porque los temas importantes serán distintos del enfoque anterior en la NCAA. Todo se trataba de amateurismo. Ahora va a ser mucho diferente, tendrás efectivamente un tope salarial".

El problema con vigilar la NIL es que separar los contratos con base en promoción de aquellos que son pagos por desempeño sigue siendo un proceso tan subjetivo como lo ha sido durante los últimos tres años. No está claro cómo los términos de cualquier acuerdo proporcionarán las herramientas que las escuelas necesitan para cerrar un próspero mercado de la NIL que está fuera de su control directo.

Los directores atléticos se enfrentan a las decisiones más importantes de sus carreras, ¿cómo encontrarán dinero y lo repartirán? La única certeza es que habrá descontento en el campus, ya que el valor de los equipos para sus administradores ahora incluirá un signo de dólares.

Y eso generará mucha consternación, incluyendo el posible recorte de deportes olímpicos para ayudar a financiar otras disciplinas financieramente más atractivas.

Prepárense para unos meses de ambigüedad, mientras se avecina la aprobación federal formal y luego comenzará el verdadero trabajo de ultimar los detalles.

Esas son las preguntas que se hacen hoy en día casi todos en la industria. Los entrenadores no saben cómo reclutar la Clase del 2025, ya que las reglas de reclutamiento --sobre cuántos jugadores pueden estar en la plantilla-- aún no se han determinado.

Los jugadores de fútbol americano realizarán visitas oficiales este mes antes de sus temporadas senior y no sabrán qué esperar. Las universidades ni siquiera conocerán detalles básicos como los lugares en la plantilla y el dinero disponible.

Entonces, si bien se hará historia con la esperada formalización de este acuerdo, el futuro inmediato de cómo se verá sigue sin estar claro. Lo cual parece lógico, ya que arreglar décadas de problemas siempre iba a ser una tarea complicada.

Porque sigue siendo cierto que nada es sencillo en el deporte universitario.