NO SE IRÁ a ninguna parte.
Debemos recordarlo cuando hablemos de Tom Brady, ahora que se ha retirado definitivamente, un día después del aniversario del anuncio de un retiro de seis semanas. Y no debería sorprender a nadie. Nunca se fue a ninguna parte, excepto para regresar a su deporte. Se retira para ocupar la cabina de transmisiones, retirándose del fútbol americano para permanecer dentro del fútbol americano. La sombra de su presencia seguirá cubriendo a esta disciplina deportiva, tal como lo ha hecho durante una generación, gracias al contrato por 10 años que firmó con la cadena Fox para transmitir partidos y laborar como "embajador" de la empresa. Ha prometido que en la cabina de transmisiones será un Brady distinto al que hemos conocido, lo que significa que será brutalmente sincero con respecto a la acción que verá transcurrir por debajo de él. En su condición de embajador, será exactamente el mismo Tom Brady que hemos conocido, lo que significa que será un símbolo con poderío definitivo: un hombre que, después de jugar 22 años al fútbol americano, no tiene que responder a nadie salvo a sí mismo.
Y esa podría ser una de sus más grandes hazañas: pudo haber jugado con prácticamente cualquier equipo de su elección, dictando las condiciones de su relación laboral. Hizo sus mejores esfuerzos para no rendirle cuentas al tiempo. Cada vez que parecía caer a la tierra, encontró una forma de ir más allá de los límites, con una declaración poco notable y un pase poco notable en su momento, sumando para lograr algo nunca visto. Incluso en el último año, a sus 45 años y una contextura física delgaducha, mostrándose justificablemente agotado y liderando a un equipo con récord negativo, casi siempre lo resolvía todo, independientemente del personal, el déficit o la lógica. Nunca perdió su magia y nunca perdió su estatura, ni siquiera en un año en el que perdió tantas cosas.
LO CONOCEMOS DESDE hace mucho tiempo. Lo conocimos como joven soltero, hombre casado y hombre soltero de mediana edad. Lo conocimos con las manos en la cabeza bajo el confeti a los 24 años, sin creer lo que acababa de hacer, y lo conocimos ganando tantos campeonatos que parecía más aliviado que sorprendido cuando alzaba el trofeo. Lo conocimos por tanto tiempo que parece que lo conocíamos desde que ingresó al campus universitario de Michigan, como si todos sabíamos lo que estaba por venir, como si todos podíamos ver lo que sólo él era capaz de ver. Y todo este tiempo que lo hemos conocido, conocimos a un hombre que no solo ha vivido una existencia con trayectoria ascendente. Esa trayectoria se ha salido de su curso en solo dos ocasiones: Durante el draft de la NFL del año 2000 y en 2008, cuando Brady se fracturó la rodilla. Vio como su deporte seguía su vida sin él, e independientemente de si lo expresara plenamente o no, decidió intentar doblegar ese deporte a su voluntad. Reformuló su dieta y régimen de entrenamiento hasta convertirlo en algo que después se hizo negocio, y cuando empezó a expresar sus deseos de jugar hasta cumplir 45 años, se convirtió en el paciente cero de un montón de compañeros que fueron influidos por su ambición. Se conocía a sí mismo, mejor que nadie. Necesitaba de su deporte para sentirse más vivo, para sentirse como su ser más esencial, para evitar lo que la vida le deparaba más allá del fútbol americano, fuera lo que fuera... y quizás también, para evitar los demonios que acompañan a un ser humano cuando se ha convertido en leyenda, de los que nos enteramos solo después de ocurrido un suceso.
Tom Brady consiguió casi todo lo que quería durante su carrera en el fútbol americano. Este deporte le ofreció el don que ahora les ofrece a todos los mariscales de campo: el don de la longevidad, gracias a distintos cambios a sus reglas. Lo recibió y tomó mucho más. En 2004, Brady afirmó en privado que había concluido que la edad no era la única causante del declive de los quarterbacks después de cumplir 30 años. Se debía a que tenían esposas e hijos, lo que distraía tiempo y energía de su oficio. Prometió que no correría la misma suerte, que esperaría a tener hijos hasta las últimas fases de su carrera, o quizás para después de su retiro. Cuando terminó siendo padre de tres hijos a los 35 años, intentó conseguir una forma de equilibrarlo todo. Una vez, conversamos al respecto en el salón de su casa.
"En un momento en el que creo que la gente ve cómo los atletas profesionales empeoran físicamente, pues no creo que me encuentre en ese punto", afirmó. "Siento que sigo siendo capaz de mejorar atléticamente, y soy mucho más eficiente en otros aspectos de mi vida, con mi descanso y mi..."
"¿Cómo así?", le pregunté. "Aparte de que los niños te obligan a serlo".
"Sí, así es, sin duda. Y es un momento importante, es una parte importante de tu vida, en la que te comprometes con ellos. Aunque, ojalá que en mi profesión aprenda más sobre la marcha".
Y aprendió, quizás demasiado. Siguió mejorando, más allá de su ya inconcebible grandeza y las leyes de la probabilidad, tanto actuarias como inimaginables. Redefinió de tantas formas lo que se creía posible para un mariscal de campo, para un jugador de fútbol americano, para un atleta profesional (y por un tiempo, para una celebridad que formaba parte de un matrimonio de famosos), que se convirtió en su propia definición singular de todo ello. Y siguió adelante, marchando, ganando Super Bowls, dejando a los Patriots y ganando un campeonato con Tampa Bay en su primer año en el equipo. En ese momento, sobre la cancha y mientras caía el confeti, Gisele Bundchen le abrazó y besó para después preguntarle...
¿Qué más te falta por demostrar?"
Brady sonrió y cambió de tema. Parecía conocer la respuesta que ella quería oír. Y el parecía entender que su respuesta sería la misma de siempre: Que tenía más cosas por demostrar, advirtiendo que realmente no importaba lo que demostrara, o lo que le quedara por demostrar. Sólo quería... más. Quería hacer lo que amaba. Quería hacer realidad su sueño, más allá de lo que el resto podía soñar e imaginar como posible. Ella ya se había sacrificado, dejando su carrera a un lado para mudarse a Boston dándose cuenta, año tras año, que no había temporada baja ni switch de apagado. En 2013, cuando su hija Vivian era una bebé, Brady saltaba de la cama, listo para atacar la mañana con cualquier idea de entrenamiento novedosa que consumía su mente, inconsciente de que ya estaba en problemas antes de empezar el día. Gisele le pedía: "Oye, ¿me puedes ayudar?" Y Tom pensaba: "¿Ahora qué hice?"
"¿Es éste un día para la familia o un Día para Tommy?", le preguntaba.
Los Días para Tommy se convirtieron en Décadas para Tommy. Brady no solo se ha convertido en el molde en el que se forjan tantos mariscales de campo, incluyendo su mecánica de lanzamiento impartida por el ex grandesliga Tom House, ubicando la mano izquierda cerca del hombro derecho mientras seguía la jugada, una técnica que solo Brady empleaba hace 10 años y que ahora es imitada por múltiples quarterbacks. Brady intentó convertirse en un modelo para todos nosotros, con mayor o menor poder de convencimiento: cómo comer, beber, dormir, hacer ejercicio, envejecer, cómo ser más... ya sabes... adaptable, cómo pensar positivamente, cómo intentar no tomarse nada personalmente. Cómo ser padre, esposo, cómo invertir, cómo vivir.
Tom Brady siempre lo quiso todo y quería extender los límites de lo posible, tanto en lo personal como lo profesional. Parecía lograrlo. Fue el mejor mariscal de campo del fútbol americano en su madurez y sólo publicaba fotos tiernas y cálidas de él y su esposa, relajados en la playa. Cierto: algo parecía ser demasiado perfecto, demasiado bronceado, demasiado hidratado. Y también es cierto: Brady siempre solía recordarnos que nadie conocía con certeza su realidad, excepto él. Sin embargo, cada vez que alguien intentaba emitir un juicio sobre su metodología TB12 o su actuación, respondía como siempre: con la clase de actuación que le recordaba al mundo que era capaz de apabullar a cualquier rival cada vez que quisiera.
Pero entonces llegó el 2022, trayendo consigo varias grietas antes de que el público conociera su extensión o profundidad. Hacia el final de la serie de ESPN+ (Estados Unidos) y Star+ (Suramérica) "Man in the Arena", grabada pocos meses antes de que los medios dieran el parte diario del estado de su matrimonio, Brady se derrumbó. Durante su carrera, no solía llorar en público y cuando lo hacía, ocurría cuando hablaba sobre su madre y su padre. Esta vez, se refería a su padre Tom Sr. y se puso a llorar de verdad (el tono de su voz desigual, ojos oscurecidos). Pero en realidad, lloraba por sí mismo y por sus hijos.
"Cuando pienso en [lo que representa] ser padre; pienso en él, debido a lo que mi padre significaba para mí... sé que no soy tan buen padre como él lo fue conmigo. Creo que, quizás, deseo que mis hijos encuentren algo que realmente les encante hacer como lo encontré yo; aunque también creo que lo llevé al extremo. ¿Sabes? Mi vida tiene desequilibrios. Espero que no lleven las cosas tan lejos como las he llevado yo".
"Dentro de mí, hay un tormento que no deseo para ellos".
"HICE MI parte".
Esas fueron las declaraciones de Bundchen a la revista Elle en un artículo publicado en septiembre pasado, después del fin de semana inaugural de la NFL, pocas semanas después de que Brady abandonara el campamento de entrenamiento por 11 días. El jugador justificó la ausencia como la consecuencia de tener 45 años y la concurrencia de "mucha mi---- en mi vida". Las afirmaciones de Bundchen fueron una declaración, apartada del lenguaje marital de los sacrificios compartidos; expresadas en pretérito, que señalaron el final de algo. Y si hemos aprendido algo, es que a Brady no le gusta aceptar finalidades. Sus palabras parecían explicar, al menos con suficiente certeza y vaguedad, una temporada baja inusualmente dramática para Tom.
Para alguien que ha vivido más de dos décadas bajo la mirada del público, Brady ha logrado evitar que sus asuntos privados se discurran al aire libre. Tenemos lo ocurrido en la temporada 2006-07, cuando terminó su relación con Bridget Moynahan para involucrarse con Bundchen, aparte de ser declarado públicamente como el principal beneficiado del escándalo "Spygate", cuando se acusó a los Patriots de grabar en secreto las señales de los entrenadores rivales. Y también está el tristemente célebre "Deflagate" de 2015, con las supuestas pelotas desinfladas. Sin embargo, nunca vimos algo como lo que presenciamos a partir de enero de 2022, cuando se negaba a comprometerse a volver con los Buccaneers. Luego se produjo la desalentadora derrota en playoffs ante los Rams, luego que Brady lograra que Tampa remontara la desventaja 27-3. Dos semanas después, los reportos de ESPN Adam Schefter y Jeff Darlington informaron que Brady tenía intenciones de retirarse, lo que causó una avalancha de desmentidos hasta que, pocos días después, se demostró que la primicia periodística era cierta cuando el jugador anunció su retiro mediante un comunicado en el que se negó a mencionar la palabra "retiro".
Explicando su retiro antes de retirarse; Brady parecía indicar que, de hecho, Gisele había hecho su parte... y que podía estar a punto del hartazgo de hacer su parte.
"No siempre se trata de lo que yo quiero", afirmó. "Es lo que queremos como familia".
Sin embargo, durante los días posteriores a su aparente anuncio oficial, cuando Brady se mantenía activo en Instagram con la misma frecuencia de un adolescente, agradeciendo todos los buenos deseos provenientes del mundo del fútbol americano y más allá; mientras estaba de vacaciones en Costa Rica, literalmente caminando hacia el atardecer; mientras él y Bundchen parecían estar contentos, de manos tomadas en la playa; mientras se propagaba desde su entorno la idea de que se alejaba del deporte en gran medida debido a que había llegado al límite de su paciencia con el estilo de entrenar de Bruce Arians, que no alcanzaba el mismo nivel de perfeccionismo neurótico al que Brady estaba acostumbrado (cuando todo parecía indicar que, finalmente, Brady había cedido a algo), ya comenzaba a cuestionarse a sí mismo. Una semana después de haber anunciado que su carrera había concluido; afirmó que quizás, después de todo no había concluido.
"¿Sabes?, tomaré las cosas como vengan. Creo que esa es la mejor forma de decirlo y no pienso en nada. Ya sabes, nunca digas nunca".
Solo nos podemos imaginar cómo se sentía Bundchen. Por varios años, ella dijo medio en broma, medio en serio, que el "primer amor" de Brady era el fútbol americano. Su afirmación sonaba menos graciosa cuando su entonces esposo anunció su regreso, alegando que los 40 días que pasó alejado de las canchas (40 días al lado de su familia) le enseñaron que su "lugar está en el terreno, no en las tribunas".
Entonces, se inició el campamento de entrenamiento y valía la pena preguntarse si de verdad su lugar estaba en la cancha. Si hubo algo más revelador que la breve partida de Brady, fue su apariencia física. Se mostró cansado, delgado y, sobre todo, privado de algo esencial. Abandonó el campamento de entrenamiento porque tenía que abandonar el campamento de entrenamiento; porque su presencia era requerida en otro lugar. No tardaron en surgir las informaciones periodísticas que hablaban del inminente final de su matrimonio. El entorno de ella luchaba con el de él a punta de filtraciones mutuas, cada una más destructiva que la otra, en ese espectáculo tan únicamente estadounidense como lo es la guerra de tabloides. Brady había cerrado el círculo. Llegó a nuestra conciencia colectiva en 2001 como hombre soltero con un futuro sin límites y saldría de ella como hombre soltero con un futuro sin límites en prácticamente todos los sentidos, excepto aquél que se imaginaba en el invierno de 2009, cuando le pidió a amigos y familiares que volaran hasta Santa Mónica para darles una sorpresa y decidió oficializar su enlace con Bundchen, aparentemente para siempre.
BRADY SE RETIRÓ ESTE MIÉRCOLES, hablando a solas en la playa, con la brisa acallando sus palabras. A los 14 años, decidió jugar al fútbol americano porque disfrutaba estar junto a sus compañeros de equipo, formando parte de algo más grande que él, caso distinto al de un deporte individual. Sin embargo, a fin de cuentas, era un solitario confeso. Por ello, hubo cierta belleza en la forma en la que hizo su anuncio, con su rostro ocupando toda la pantalla.
A Brady nunca le importaron nuestros relatos. Resulta demasiado cómodo etiquetar a Brady como un hombre tan perdidamente enamorado del fútbol americano al punto de que no puede alejarse porque es incapaz de imaginar su vida sin él. Sí es capaz de imaginar su vida sin él. Se podría argumentar que el hombre que se negaba a alejarse hizo más que nadie para planificar su vida posterior a la NFL al preparar su contrato como comentarista, su pódcast, su línea de ropa, sus empresas TB12, su productora. Tiene muchas cosas que le mantendrán ocupado, pero ese no es el punto. Es fácil mantenerse ocupado. Lo difícil es volver a ser el más grande en hacer algo. Es imposible recrearlo. Parece saberlo, y lo planificó, de la misma forma en la que se preparó para jugar hasta los 45 años. No está sumido en la negación, sino en la realidad. Sabe bien que, en el momento en el que se inicie un partido de la NFL sin su presencia, se ha ido, para siempre. Incluso cuando esté viendo la acción desde una cabina, consciente de que podía darles una paliza a esos chicos allá abajo...
Todos los grandes atletas se sienten así. Todos creen que podían jugar por siempre. Y es cierto en el caso de Brady. Su dominio superó su voluntad, y es raro pensar en ello. En noviembre, parecía tan abatido por lo que se había convertido su vida que no era difícil confundirlo por alguien debilitado, agobiado, quizás... ¿acabado? Cierto: no siempre fue dominante. Cierto: tuvo sus acostumbradas pataletas en la línea de banda, como recordatorio de que aquel chico al que su padre debió reprender en la cancha de golf por hacer berrinches seguía vivo en alguna parte de él. Arians, desde su extraño papel, parecía ansioso por demostrar en plena temporada que "nadie dirá que Brady jugó mal, pero jugó mal". Al día siguiente de haber sufrido una derrota ante los Ravens, se sentó frente a su vestidor, con la mirada fija al suelo. En cuestión de 12 horas, el portal TMZ dio la primicia de su divorcio. Ya no era nada más un hombre a solas. Estaba a solas con sus opciones.
Entonces, la temática más constante y predecible de las últimas dos décadas en el deporte estadounidense volvió por sus fueros: Brady consiguió una forma de salir airoso. Los Buccaneers empezaron a tambalear, dejar caer pases, cometer faltas, discutir, desahogarse, explotar... hasta los minutos finales, y a veces los segundos finales, cuando Brady se hacía cargo para hacer lo que siempre hace, no menos milagroso y no menos heroico. Venció a los Rams con un pase para anotación a falta de 9 segundos en el cronómetro. Después, despachó a los Saints con un pase para anotación a falta de 3 segundos, siendo la cuadragésima ocasión de su carrera en la que remontó una desventaja mínima de 10 puntos. Lo hizo de nuevo contra los Panthers en la Semana 17, lanzando para 432 yardas y tres anotaciones. Brady siempre había prometido que se retiraría cuando su juego apestara horriblemente; sin embargo, no importaba cómo la temporada de los Buccaneers estaba destinada a terminar, no importaba lo espantosa que a veces parecía. Brady ganaba, no semanal sino cósmicamente. Venció al calendario. Y entonces, cuando los Bucs perdieron ante Dallas en la primera ronda de los playoffs, sirvió de testimonio de lo poco que apestó su juego, al punto de que nadie fue capaz de dejar de sintonizar un partido tan claramente decidido. ¿Podría hacerlo de nuevo? Así de potente fue Brady, y lo sigue siendo. Nadie podía estar seguro, hasta los últimos tramos del cuarto periodo, con Tampa sufriendo dos dígitos de desventaja, cuando las probabilidades fueron insuperables. Incluso para el gran Tom Brady.
TODOS VIERON CÓMO LA GRANDEZA abandonaba la cancha. Se quitó la gorra en señal de respeto hacia los aficionados que se habían quedado después de la derrota ante los Cowboys para verle, revelando cómo su cabello había encanecido a los bordes, sonriendo de una forma que raras veces vimos tras una derrota, incluso hoy. Vio a sus padres a la izquierda del túnel, esperándole en la cancha. Son sus héroes, tanto en lo individual como en pareja, formando parte de una relación amorosa iniciada hace varias décadas. Tom Brady padre tocó la puerta de Galynn Johnson con la intención de venderle pólizas de seguros. Sin embargo, ella le invitó a pasar y nunca conversaron sobre seguros. Le invitó a salir en una cita el viernes próximo. Contrajeron nupcias seis meses después.
Su matrimonio se forjó gracias a una chispa que jamás se apagó. Y ese amor demostró ser el aspecto más constante de la carrera de su único hijo, más allá del dominio ejercido por éste. Era fácil recordar el año 2001, cuando Tom padre y Galynn volaban al Este de Estados Unidos para ver todos los partidos, a toda máquina para iniciar un trayecto, conscientes de que podía terminar en cualquier momento. Seguían viajando hacia el Este, mientras su hijo se convertía en superestrella y su vida cambiaba de formas que nadie podía imaginar. Mientras tanto, Tom padre sentía una pizca de nostalgia mientras veía cómo los padres e hijos compartían en canchas de golf cualquiera, extrañando aquellos días en los que hacía lo mismo con su hijo. Seguían volando hacia el Este, para ver cómo los recién nacidos hijos de su vástago se hacían mayores, después del cáncer y la hospitalización producto de un virus mortal, para ver ganar a su hijo, para verle lleno de dolor, para estar con él en ese día cuando su matrimonio terminó oficialmente. Siempre están presentes, siempre a su lado. Son sus modelos para seguir, y la mejor forma de rendir homenaje a los modelos para seguir es llevar lo aprendido de ellos para intentar mejorarlo; en vez de hablarle a una cámara, para afirmar que no se puede estar a la altura del nivel impuesto por su padre. Nadie se ha negado jamás a admitir la inevitabilidad del día siguiente, de la hora siguiente, del minuto siguiente, de los segundos siguientes, de la misma forma en que lo ha hecho Tom Brady Jr. Ahora tiene tres hijos, en medio del inicio del proceso de adaptación a una nueva realidad. No sólo le responde a sí mismo, les responde a ellos. Tom Brady sonrió al ver a sus padres, se inclinó para besarlos. Y, por última vez, entró en un túnel hasta perderse de vista.