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Desde hace varios años, la NFL lidia con generaciones de jugadores con pobre educación y ausencia de valores

Cada año, la NFL organiza un simposio para los jugadores novatos en el que elementos en activo y retirados dan una serie de pláticas en las que hablan sobre sus experiencias, particularmente malas, con el único propósito de evitar que las nuevas generaciones cometan los mismos errores.

Los temas abarcan varios aspectos, desde el conocimiento del entorno al que se unirán, es decir, de la liga y su historia, de sus derechos y obligaciones laborales, cómo manejarse ante los medios de comunicación, cómo mantenerse sanos física y mentalmente y asimilar el cambio de reglas en relación al futbol americano colegial y el profesional.

Pero, hay un punto que destaca. A los novatos se les dan pláticas sobre su responsabilidad social que, de acuerdo a la liga, “cubren las políticas de la liga y las ramificaciones –consecuencias- de actos considerados delitos como manejar en estado de ebriedad o cometer actos de violencia doméstica o agresión sexual”.

Parece que Kareem Hunt, ahora ex corredor de los Kansas City Chiefs, no atención en estas pláticas.

La NFL no puede cuidar a los más de 1,696 jugadores que cada año participan en alguno de sus 32 equipos y evitar que, fuera de su trabajo, cometan actos o delitos que comprometan su carrera y vidas o la imagen de la liga.

De hecho, esa no es labor de la NFL. Se supone que la liga contrata a personas adultas que saben conducirse como jugadores profesionales y que saben conducirse socialmente como figuras públicas.

La realidad es que no todos parecen actuar de forma madura y Hunt es el ejemplo más reciente de un problema que no es responsabilidad de la NFL: la ausencia de valores y de educación en muchos de sus jugadores.

Y la educación, la buena educación, y los valores se adquieren en la infancia y sólo en un lugar: en casa.

El problema que la NFL tiene en sus manos actualmente no se resolverá con políticas y sanciones más duras a quienes cometan delitos. Acciones como las de Hunt, Reuben Foster –recientemente acusado de violencia doméstica—o Ray Rice y las de varios más son reflejo de un problema social que tiene en la pérdida de valores su punto central.

La actual generación de jugadores en la NFL es la que ha sido más evidenciada por muchos factores, principalmente el uso de los redes sociales, pero golpeadores de mujeres, alcohólicos y jugadores con pobre educación han estado siempre presentes en la liga. El punto es que, actualmente, sus acciones son expuestas a millones de personas en instantes.

Lo de Hunt, Foster y Rice es grave y en el campo se han dado actitudes recientemente que evidencian una clara falta de educación de varios jugadores.

Los berrinches de Odell Beckham Jr. en la banca golpeando redes de práctica de pateadores o cubetas de agua evidencian cómo una figura pública con extraordinarias habilidades deportivas no tiene tolerancia a la frustración. Y ni hablar de cuando se agarró a golpes con Josh Norman en pleno partido y tras poner en riesgo la carrera de ambos con un golpe casco contra casco para iniciar esa pelea.

¿El otro lado de la moneda? La inmadurez y poco criterio de Norman, entonces esquinero de los Carolina Panthers, para “intimidar” con un bat de béisbol previo al juego al receptor de los New York Giants.

Kevin Byard, esquinero de los Tennessee Titans, es otro ejemplo del pobre criterio y poca educación que tienen varios jugadores en la actualidad, tras decidir festejar una intercepción –UNA INTERCEPCIÓN—en el juego de lunes por la noche ante los Dallas Cowboys y correr hasta el centro del campo para celebrar sobre la estrella del AT&T Stadium.

Vean la acción detenidamente. Byard voltea a los lados para buscar la atención que tanto deseaba en ese momento en una insensata provocación a los Cowboys que, por fortuna, no cayeron en el juego.

Cuando lo hizo en la temporada del 2000 con los San Francisco 49ers, aunque también fue un acto irresponsable de provocación, Terrell Owens ya era un receptor de prestigio en la NFL, lo que le daba cierto derecho a provocar al rival. La forma estuvo fuera de lugar y mostró poca clase.

Pero, lo que hizo Owens fue, desde ese momento, un aviso de la poca clase y educación que traían las siguientes generaciones de jugadores.

¿Recuerdan cómo Joey Porter, ex linebacker de los Pittsburgh Steelers, ya en su papel de coach asistente en ese equipo, se metió al campo para provocar a los Cincinnati Bengals en un juego de Playoffs hace unos años? Un entrenador asistente provocando al rival, cuando su papel es el de mentor y mediador en momentos de tensión.

La NFL hace bien al intentar hacer entrar en razón a sus nuevos jugadores. Lo malo es que muchos de estos jugadores ya cargan con problemas o señalamientos serios desde la universidad.

Tyreek Hill, receptor de los Chiefs, es prueba de ello. Fue acusado de violencia doméstica en su último año como colegial y, pese a ello, Kansas City lo reclutó en el Draft, sin embargo, Hill y Hunt debían saber, desde antes de cuestionables acciones, que golpear a una mujer en cualquier circunstancia ni siquiera es algo que pueda cruzar por su mente.

Al hacerlo, queda claro que su educación y valores inculcados en casa no fueron lo suficientemente firmes para no cometer esos reprobables actos.

Ante esto, la NFL tiene dos tareas: mantenerse alerta al comportamiento de sus jugadores y sancionarlos adecuadamente –aspecto en el que ha fallado notablemente—y desear que algún día, la sociedad comience a formar a personas con valores y educación más firmes.