Atrás quedó Qatar. Por fin. Experiencia tortuosa, llena de juego brusco, cambio de DT a mitad de camino, con más lesiones, desconfianza mutua en pretemporada y reproches de los pocos aficionados de Al Rayyan que castigaron su indiferencia.
James Rodríguez agotó todos los recursos para volver a Europa, descartando la mano que le tendió Botafogo de Brasil. Entre la desesperación por un mercado que lo ignoró y a punto de seguir condenado en una liga amateur, Grecia lo trajo de vuelta. Olympiacos lo fichó sobre la hora.
Es un rescate con lista de obligaciones sin excusas. El colombiano se suma a un plantel que ya tiene un mes de trabajo con el técnico Carlos Corberán, en el que hay competencia con jugadores más frescos y con pasado de campeones...
Sin el abrazo paternal de otros entrenadores, deberá cumplir con las exigencias tácticas de un DT audaz con credo de presión alta y solidaridad colectivo. Es uno más de un plantel que devuelve con entrega la devoción de una hinchada festiva e impaciente.
Tendrá doble competencia con la UEFA Europa League. Un premio extra para demostrar que a los 31 años está para retomar el nivel que se espera en su regreso a los torneos continentales.
Más maduro, con el orgullo lastimado y hambre de recuperar prestigio, tiene todo para volver a brillar<. Qatar fue una lección dura. Depende de él. De su fútbol y compromiso.