Uruguay rebasó a México en todos los escenarios competitivos: personalidad, intensidad, estrategia, potencia, ritmo, concentración, compromiso, dignidad competitiva y claro, futbol, mucho futbol.
LOS ÁNGELES -- El primer error de Jaime Lozano fue menospreciar a Uruguay. Que el técnico de la Selección Mexicana no sepa que hoy Uruguay es más que Brasil, demuestra que Jimmy y su cuerpo técnico están desactualizados. Gravísimo.
El resto, era predecible y previsible. A pesar de que Uruguay llegaba mermado en todos sentidos (viaje, jetlag, altura, vacacionando), y jugando a media marcha, aplastó misericordiosamente, compasivamente a México, porque pudieron ser más, muchos más.
Uruguay 4-0 México. Y la afición mexicana comenzó lo que será una rutina de tortura y castigo hasta el final de la Copa América para México, el 30 de junio. La tribuna se enardeció con oles, vituperios, burlas, mentadas de madre, el “fuera Jimmy”, y claro, el himno supremo de la impotencia tricolor: #ElGrito.
¿Ha tenido Jaime Lozano poco tiempo para trabajar? Sin duda. Pero es necesario insistir: la culpa no es del Jimmy sino del caos dirigencial corrupto de los últimos 18 años y en especial de los últimos 18 meses.
Uruguay rebasó a México en todos los escenarios competitivos: personalidad, intensidad, estrategia, potencia, ritmo, concentración, compromiso, dignidad competitiva y claro, futbol, mucho futbol. En términos del filósofo de Parácuaro, Juan Gabriel, a México le hizo falta lo que la Celeste tuvo de más.
Incluso, fue evidente que los charrúas ni siquiera llegaron a extremos de su explosividad atlética. Se reservaron. Lo de este miércoles por la noche fue apenas una kermés previa a la Copa América, cuando Marcelo Bielsa ya disponga de todo el plantel para consolidar su condición de favorito, al lado de Argentina y por encima de Brasil.
¿Por qué se equivocó Lozano al subestimar a Uruguay? Porque decidió usar a una selección B, guardando a los posibles mejores exponentes para encarar a Brasil. Para su fortuna, Uruguay fue demasiado piadoso.
Una muestra de ello, es la estampa del medio tiempo cuando Darwin Núñez, después de marcarle dos goles, se acercó al Tala Rangel para consolarlo, como entendiendo que fue uno de los chivos expiatorios, de las ovejas inocentonas enviadas al matadero.
Cierto: ningún jugador de la Selección Mexicana se salva. Todos a su nivel, es decir, en flagrante desventaja respecto a su adversario, y lo único rescatable es un balazo al poste por parte del Piojo Alvarado. El resto, incluyendo a Edson Álvarez, fueron burlados y vulnerados ante jugadores con despliegue de un nivel que rebasa la medianía del jugador mexicano.
Ahora, México se preparará para enfrentar a Brasil. Y mucho trabajo espera a Jaime Lozano para levantar las cenizas morales físicas y futbolísticas de su equipo.
Lozano ya no sólo necesita de creer en sus jugadores, queda claro que está al filo del abismo, en el que sus jugadores dejen de creer en él. Su tormento terminará con el último día de junio.