Paula Badosa estaba viviendo un segundo set de esos que una tenista anhela después de perder el primero. El marco del Arthur Ashe expectante por un tercer set que se avecinaba y el derrumbe total.
El 5-1. Los cuatro puntos que la separaban de equilibrar el marcador y llevar el desenlace del enfrentamiento a la tercera y definitiva manga. Pero entre la mejoría de su rival y la desconexión de la española, la situación cambió radicalmente.
¿El llanto? Una simple demostración de lo que le pasaba por el cuerpo, por la piel, por el alma. Pelota en mano, 5-6 0-30 y con el saque se preguntó a sí misma: ¿Por qué?
Su banco la aplaudía, le daba ánimo. Solo fue estirar la agonía un minuto más. No corrió el drop en el match point al que evidentemente llegaba. Navarro ganó seis juegos seguidos y echó por tierra sus esperanzas. Salió disparada al saludo en la red. Sus primeras semis de Grand Slam estaban en el bolsillo.
Badosa se atascó con 35 errores no forzados (15 de Navarro) pero tiene que sentirse realizada. Su último mes fue un renacer en su carrera profesional. Título del WTA 500 de Washington (su primer torneo desde enero de 2022), las semifinales del WTA 1000 de Cincinnati y los cuartos en Flushing Meadows con los que igualó su mejor Major (cuartos en Roland Garros 2021).
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