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Hugo Sconochini, el capitán dorado de Argentina en Atenas 2004: "Sabíamos ganar jugando mal"

"Una parte del día estuve con el pádel, pero después estuve entrenando básquetbol. Me estoy preparando para llegar bien al 2 de noviembre, para no llegar verde. Me hice un grupito de trabajo y me entreno con un equipo de serie D. Más o menos sale algo. Quiero poder dar cuatro pasos seguidos sin caerme. El cuerpo se desacostumbra muy rápido. En el pádel das pasos mucho más cortos y cuando aprendés la línea geométrica de las bolas, después ya corrés menos. En básquetbol no podés hacer eso, no te podés esconder atrás de una línea geométrica. Y encima yo tiraba saltando, no sabés cómo estoy. Ahora por lo menos le pego al aro", dice Hugo Sconochini desde Milán en una entrevista telefónica con ESPN.com.

El capitán de la Selección Argentina que ganó la medalla dorada en Atenas 2004 recordó la gesta histórica, mientras se pone a punto para el homenaje que lo reencontrará con todos sus compañeros de aquel equipo.

Sconochini, que se había reincorporado al seleccionado argentino en 2001 tras una suspensión por un control antidóping positivo, fue designado como capitán por Rubén Magnano, rol que ejerció en el Premundial 2001, el Mundial 2002 y los Juegos Olímpicos 2004. "Ese equipo no necesitaba ningún capitán, no necesitaba una persona que pusiera reglas o que hiciera respetar cosas. Más allá de las diferencias de edades y de experiencias vividas eran chicos que sabían cómo comportarse, así que era muy fácil ser el capitán", dijo Hugo.

El vínculo entre Sconochini y Magnano había comenzado en la etapa anterior de la Selección Argentina. "Rubén era el segundo entrenador cuando nosotros fuimos al mundial de Grecia en 1998. No terminó bien esa generación, era un plantel muy egoísta, cada uno por su lado, así que no fue fácil. Cuando él agarró el cargo me dijo 'yo te quiero en el equipo, veo en vos cosas distintas'. Me convenció de esa manera para volver a jugar y para ser parte de ese seleccionado", recordó Hugo.

Y agregó otro momento en el que el entrenador tuvo que convencerlo: "Después de Indianápolis 2002 yo decidí que era mi último torneo. Él vino a Europa y me dijo que todavía no habíamos terminado el trabajo, que había que seguir y que quería que estuviera en los Juegos Olímpicos. También me llamaron todos los chicos y me dijeron que no me podía retirar así, que tenía que jugar un torneo más. Menos mal que los escuché".

Hugo Sconochini y el recorrido hacia la medalla dorada

El debut de Argentina en Atenas 2004 fue ante Serbia y Montenegro dos años después de la final del Mundial en la que Yugoslavia venció al equipo de Magnano en tiempo suplementario y tras un polémico final del tiempo regular. Los Juegos Olímpicos comenzaban, entonces, con una especie de revancha. Así lo revivió Sconochini: "Nosotros no terminamos mal el Mundial. Si antes del torneo alguien decía que seríamos subcampeones del mundo, nadie le iba a creer. El objetivo era estar entre los seis mejores, pero yo veía en ese equipo algunas cuestiones que había visto en planteles que había integrado y habían ganado cosas importantes. Esos equipos tenían características similares a las que yo vi en esa Selección Argentina. Era un equipo ganador, luchador, que le gustaban las piñas, pero sabía jugar, un equipo que jugando mal también ponía a los rivales en dificultades. Son todas las características que necesita un equipo con ambiciones. Por todo eso yo era hasta más optimista que el resto y hablaba de subir al podio".

Luego de ese preámbulo, Hugo se metió de lleno en el debut de Atenas: "Íbamos a ese primer partido de los Juegos contra Serbia y Montenegro después de muy malos resultados en la preparación. Esa especie de revancha de la final en la que pensábamos que, entre comillas, nos robaron el Mundial por la falta que me hicieron a mí o con la mano que le bajan a Chapu o la falta que le cobran a Scola en mitad de cancha cuando le robó la pelota a Divac y no era foul. Todo eso estaba ahí latente. Nosotros no llegamos con la confianza necesaria a ese partido porque no le ganábamos a nadie en la previa, más allá de que entrenábamos dos horas y media a la mañana y después estábamos muertos para jugar los amistosos".

"Contra Serbia no jugamos bien, pero ahí apareció esa cualidad de ganar sin el mejor nivel y eso es lo que pasó en un partido chivo entre dos selecciones muy buenas. A veces los detalles determinan un resultado. Y eso fue lo que pasó: el Puma Montecchia, de alguna manera iluminado, levantó la cabeza, lo vio a Manu en mitad de cancha y le dio esa pelota perfecta en el pecho, porque si se la daba un poco más a la izquierda o a la derecha yo no sé si Ginóbili la mete. El pase fue perfecto y después Manu hizo esa esa magia que él tiene", detalló Sconochini.

Tras un paso con altibajos por la fase de grupos y un triunfo muy complicado contra Grecia en cuartos de final, llegó otro duelo histórico: frente a Estados unidos en semifinales, dos años después de que Argentina fuera el primer equipo en vencer a un conjunto formado íntegramente por jugadores de la NBA. "Antes de nuestro triunfo en 2002, los equipos llevaban la máquina de fotos para tener el recuerdo de haber enfrentado con sus ídolos, era algo increíble. Todos pensábamos que eran inalcanzables, que nunca íbamos a poder jugar como ellos. La historia cambió cuando la NBA abrió sus puertas a los extranjeros. Todos esos jugadores fueron creciendo y mejorando en lo técnico, táctico y físico. Cuando esos jugadores empezaron a competir con sus selecciones nacionales la situación cambió. Eso, sumado al hecho de que se juega con distintas reglas, como la de los tres segundos en ataque y en defensa que para ellos no es fácil de asimilar, les complica el panorama. Ellos están acostumbrados a jugar todo el tiempo uno contra uno y otro factor a tener en cuenta es la diferencia de tiempo, ya que no es lo mismo jugar 48 minutos que 40. En esos ocho minutos hay muchas posesiones, entonces ellos no le dan tanto valor a cada posesión del balón. Por eso la NBA es linda para ver hasta cierto punto, después se vuelve medio circo. Todo eso hizo que de alguna manera nosotros los pudiéramos sorprender y el responsable fue Rubén Magnano, que planteó el partido con mucha seriedad. Desde esa charla, cuando el dado fue tirado en la mesa, el equipo no se paró más"

"En 2004 la situación no cambió porque todo nacía de Rubén. Nosotros ya habíamos hecho que el monstruo sangrara. Antes no había dado pautas de que podía sufrir y desde 2002 nosotros le hicimos ver al mundo que Estados Unidos podía ser herido. Los hicimos ver más humanos. Y esta segunda vez ellos ya sabían a quién tenían enfrente: un equipo que ya les había hecho daño. Y nosotros sabíamos que les habíamos ganado, quiere decir que pensar en jugarles a la par no era tan descabellado", analizó Hugo.

En esa segunda victoria trascendental sobre Estados Unidos, Sconochini se lució con una asistencia de faja en el segundo cuarto para sellar un contraataque modelo. El capitán explicó por qué le dio ese pase de fantasía a Montecchia: "Yo tenía una lesión en el hombro derecho, me costaba levantar ese brazo, estaba intratable y cualquiera que me lo tocaba lo mordía. Me costaba tirar y hasta pasar la pelota. Entonces, me la acomodé para la mano izquierda y pensé que para Richard Jefferson, que era el único defensor, el pase a la izquierda a Herrmann era muy legible, entonces amagué a pasársela a Walter y cuando Jefferson se movió me salió naturalmente tirar la faja para el Puma, al que registré con la vista periférica y después él, sin poner la bola en el piso, terminó la acción con una flotadora, una lágrima para arriba buenísima. Nosotros sabíamos jugar bien, nos divertíamos jugando al básquetbol. Ese día funcionamos como un mecanismo perfecto. Cada uno sabía lo que tenía que hacer en la cancha, adónde se tenía que mover y hasta dónde podía probar cosas. Era fácil jugar con este equipo".

La final fue menos sencilla que lo que indica el resultado (84-69). Sin embargo, Argentina, una vez que impuso sus condiciones, supo que se consagraría. A diferencia de Indianápolis 2002, el equipo de Atenas 2004 no tuvo tanto brillo, pero subió a lo más alto del podio. "Desde 2002 yo veía a un equipo que sabía jugar al básquetbol, capaz de ganar jugando mal y eso es lo que nos pasó en 2004. En 2002 nos conocían menos, entonces fue más fácil jugar bonito, sorprendimos un poco a todos. Ya en 2004 estábamos en el radar de todos, así que era más difícil jugar lindo y jugar fácil. Ahí sobresalió una característica importante que tiene un equipo ganador. En todos los equipos donde gané cosas importantes fue clave saber jugar mal y ganar porque hay veces en las que es el rival el que prepara el partido de alguna manera, te traba y no te deja jugar con tus mejores armas", analizó Sconochini.

El capitán Hugo tenía tanta confianza en la Selección Argentina que antes de viajar a los Juegos Olímpicos había comprado una caja de habanos en el aeropuerto. Lo pensó para un posible festejo. No se equivocó. "Veía cosas muy lindas en este equipo. Pensé que podíamos conseguir algo importantísimo, no sabía que nos quedaríamos con la medalla dorada, pero tenía mucha confianza. Entonces, compré los puros sabiendo que tendríamos motivos para festejar y los llevé a Atenas. Eran unos puros cubanos buenísimos que venían en caja de madera, de una calidad impresionante. Lo peor de todo es que como me tocó el control antidóping yo no pude fumar".

El 2 de noviembre, en el reencuentro de todos los integrantes del plantel, será una buena oportunidad para que el capitán disfrute de un festejo puro.