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El gran poder de Brittney Griner

Ahora la tendrán que escuchar, a ella y a las decenas de deportistas de alto perfil que se decidan a iniciar un golpe definitivo en contra de las diferencias salariales.

Nada será igual para Brittney Griner después de haber pasado 294 días presa en Rusia, no lo será ni su vida personal ni su vida pública, primero porque nadie le regresará los diez meses de relación que perdió con su familia y segundo porque se ha convertido en el máximo símbolo de libertad para las mujeres atletas en Estados Unidos.

Un sector de la sociedad que ha vivido al margen de las millonarias ganancias que produce la industria, obligando a sus mejores representantes a buscar ingresos adicionales del otro lado del mundo, como es el caso de la dos veces campeona olímpica, que felizmente ha regresado a su casa gracias al intercambio de prisioneros que se consumó esta semana.

Sus seres queridos lograron mantener su nombre en la agenda nacional durante todo el año, así como poner sus iniciales “BG” y su número 6 en cada cancha de la NBA, lo que significó una altísima presión sobre la Casa Blanca y los dueños de los equipos de la Liga, quienes también son dueños de la WNBA y los principales responsables de que todo esto sucediera en primer lugar.

Ahora la tendrán que escuchar, a ella y a las decenas de deportistas de alto perfil que se decidan a iniciar un golpe definitivo en contra de las diferencias salariales que existen en comparación con los hombres en el país más rico del mundo, cuya sociedad no puede permitir que sus mujeres reciban un trato desigual en ningún rubro de la vida cotidiana.

El mejor contrato en la WNBA la temporada pasada fue de $221,450 dólares para la súper estrella Diana Taurasi -cinco veces campeona olímpica para Estados Unidos- lo cual representa exactamente el 21 por ciento del contrato mínimo para un novato de la NBA… Es decir, un insulto para lo que aportan una y otro dentro de la cancha.

¿Esto se justifica por el hecho de que la WNBA produce menos ingresos que la NBA? Por su puesto que no, la apuesta de desarrollar una liga femenil es de los dueños de los equipos y de los anunciantes que decidan entrar al negocio, no de las jugadoras, quienes prestan sus servicios con el mismo profesionalismo que hacen los varones, pero cobrando una quinta parte en el mejor de los casos.

Es como si el mayor fabricante de zapatos del mundo le pagara menos a sus empleadas porque el calzado de mujer no genera los mismos ingresos que el de hombre, no tiene sentido, las jugadoras de la WNBA son empleadas de exactamente las mismas personas que LeBron James o Steph Curry y se dedican exactamente a lo mismo que ellos.

Ahí radica el gran poder de Brittney Griner, el gran poder de su historia, que deber ser la causa de la mejores deportistas del país, exigir en cada plataforma que haya una repartición más justo, al menos más decente del enorme pastel, para que ni una más se vea obligada a asumir los riesgos de prestar sus servicios un tanto a ciegas.