Las caras de incredulidad eran inocultables. Los aplausos de los jugadores aún en el medio de la cancha como respuesta al aliento del público en el Polideportivo Islas Malvinas de Mar del Plata cerraban la escena menos deseada. Argentina acababa de perder 79-75 ante República Dominicana en la última fecha de las ventanas clasificatorias para la Copa del Mundo y con ese resultado, más los triunfos de Brasil, Puerto Rico y México, se quedaba sin Mundial luego de nueve participaciones seguidas. La última ausencia había sido en Colombia 1982.
Facundo Campazzo con los ojos rojos después de haber soltado lágrimas de bronca. Gabriel Deck con la decepción a cuestas tras un partido en el que mostró, una vez más, que tiene un nivel superlativo. Nicolás Laprovittola casi sin poder hablar y con la frustración marcada en el rostro después de un extenso viaje, al igual que Tortu, para decir presente en el juego decisivo. Patricio Garino con la tristeza de la oportunidad perdida en su ciudad. Carlos Delfino con ilusión de jugar un último gran torneo con la Selección absolutamente destrozada. Así iban saliendo del estadio los basquetbolistas argentinos. Caminaban con lo que les quedaba de energía. Contrariados por el choque contra una situación inesperada.
“Prefiero estar con mis hermanos acá en los momentos malos que estar en otro lado. Para nosotros es un honor y un privilegio jugar en la Selección Argentina”, dijo Campazzo apenas terminado el encuentro. Ese sentido de pertenencia y compromiso de los jugadores argentinos es la llama que puede volver a encender el fuego del último subcampeón del mundo. Es el aprendizaje que consiguieron de sus experiencias anteriores. Es lo que construirá un futuro que en lo inmediato no tendrá actividad en torneos de primer nivel y que el próximo gran compromiso será un preclasificatorio continental en agosto que le permita conseguir un lugar en uno de los torneos preolímpicos para París 2024.
“Hay que seguir. Estar en la Selección es lo más lindo que hay, es lo único para nosotros. Ahora hay que seguir trabajando de la misma manera. Cuando las cosas van bien, necesitamos del compromiso y cuando van mal también. Queremos seguir estando juntos, mirar para adelante y que pase rápido este año en el que habrá una página en blanco en el libro de nuestra historia”, agregó Facu, capitán argentino. La última ausencia de Argentina en unos Juegos Olímpicos fue en Sídney 2000. Luego, cinco presencias consecutivas, con una medalla de oro y una de bronce en el palmarés. El objetivo, entonces, será no romper esa racha.
Pablo Prigioni asumió el cargo de entrenador principal en una situación turbulenta tras la salida de Néstor García justo antes de la Americup. El Che dejó el equipo con récord de seis victorias y dos caídas. Argentina fue campeón del torneo continental en septiembre y cinco meses después se quedó sin Mundial. La sorpresa fue máxima y el actual entrenador, que estuvo al frente en cuatro de los doce partidos de la clasificación, con dos triunfos y dos derrotas, se hizo cargo del paso en falso. “Asumo toda la responsabilidad. Ahora, a masticar este sabor amargo. Como Selección Argentina no estar en un Mundial es un golpe muy duro. Va a doler mucho verlo por televisión”, enfatizó Prigioni.
La desilusión para el básquetbol argentino es gigante. La recuperación para volver al primer plano internacional debe ser aún más grande. No solo los jugadores y el staff técnico deben estar a la altura de las circunstancias, también los dirigentes.