Nos encontrábamos visitando a unos familiares en una vigorosa tarde de Acción de Gracias en Cape Cod, Massachusetts en 2007 y me encontraba tratando de mantener un trozo de pastel de manzana sumamente caliente a mano cuando sonó mi teléfono, haciéndome saber que tenía un mensaje de texto por leer.
Fue escrito por Kobe Bryant.
"Hola Jackie, te deseo a ti y a tu familia un muy feliz día de Acción de Gracias", escribió.
Si bien esto fue algo sorprendente para mí, considerando que Kobe y yo no éramos precisamente amigos con contacto frecuente en redes sociales, habíamos intercambiado correos electrónicos de forma intermitente durante varios años, por distintos motivos profesionales. Este mensaje se asemejaba un poco a una rama de oliva en ofrecimiento de paz. Al inicio, Bryant emergió de su intenso caso por presunta agresión sexual con enfado y en actitud desafiante, asumiendo por completo su sombrero negro y el manto de Black Mamba; sin embargo, con el correr del tiempo, Bryant comenzó a reparar sus relaciones dentro de la comunidad del básquetbol.
Se sentía como si su saludo por Acción de Gracias justificaba una respuesta de mi parte, pero solo tenía un problema: En 2007, había comenzado a utilizar los mensajes de texto y no precisamente tenía la mejor habilidad para ello. Mi hija Aly, quien tenía 15 años en ese entonces y es una apasionada del baloncesto, felizmente se ofreció a responder por mí.
No puedo recordar precisamente lo que ella escribió; pero sí incluyó la dosis suficiente de jerga de moda en redes sociales ("u" en vez de "you", algo que no habíamos asumido aún los vejestorios como yo) para causar que Kobe respondiera de inmediato: "¡Oye, tú no escribiste esto!"
"Tienes razón", admití. "Mi hija respondió por mí".
"¡Lo sabía!", respondió en señal de victoria.
Naturalmente, yo no podía subestimar a Kobe Bryant. Era demasiado perspicaz e intuitivo. Él era el atleta profesional más inteligente con quien he llegado a toparme; curioso y exigente y astuto, competitivo, incansable e infinitamente complicado.
Aly y yo nos encontrábamos sobre la cima de Breckenridge en Colorado durante la tarde del domingo, disfrutando de un glorioso día de esquí, cuando una persona que no conozco me reconoció y se acercó hacía mí, con una mirada demasiado familiar. Las noticias horribles viajan a la velocidad del rayo, incluso cuando no tienes cobertura de telefonía móvil.
Kobe. Se había ido. En el accidente más indescriptible y horroroso posible, que también cobró las vidas de otras personas, incluyendo a su hermosa y talentosa joven hija Gianna.
Velozmente, el shock resonó en la NBA, Hollywood y todo el globo. Para quienes lo conocimos bien, era, simplemente inconcebible. Bryant fue un hombre con posibilidades sin límites, un hombre cuya repisa de trofeos incluía reconocimientos al Jugador Más Valioso, un Óscar y una novela best-seller.
Cuando conocí de la noticia, pensé inmediatamente en Michael Jordan, de quien el propio Bryant me comentó en varias ocasiones que era el jugador en quien aspiraba convertirse. Ciertamente, Bryant quedó más cerca que nadie de igualar el talento, la intensidad (y el aura) del gran His Airness. Decidí contactar a Jordan por la vía del mensaje de texto, consciente de que la noticia sería abrumadora y profundamente personal para él.
"¡¡¡Estoy devastado!!!", me respondió Jordan. "Tengo demasiadas emociones y no puedo responder. ¡¡¡No encuentro palabras para hilvanar frases!!!"
"Simplemente, comencé a llorar", agregó un Charles Barkley con los ojos repletos de llanto. "Eso es todo lo que he hecho, me puse a llorar".
Barkley había asistido a una proyección previa de la película The Gentlemen ("Los Señores de la Mafia") y dejó su celular en casa. Salió de la sala de cine e inmediatamente, sintió que algo terriblemente malo estaba ocurriendo.
"Solo siento una tristeza tremenda", expresó Barkey.
El miembro del Salón de la Fama Jerry West negoció en el draft de 1996 para hacerse con los servicios de un Bryant aún adolescente, despachando al pívot establecido y altamente respetado Vlade Divac a los Charlotte Hornets a cambio de los derechos deportivos del joven fenómeno del baloncesto, quien se hizo elegible al draft justo después de haber egresado de la secundaria. Fue un movimiento audaz que literalmente alteró el panorama de la historia de la NBA.
Fue West quien guió a un joven Bryant para que éste sorteara las dificultades dentro de un clima de la NBA que era frecuentemente hostil para un joven talento dotado de condiciones, pero lleno de ímpetu. Posteriormente, Bryant le daría méritos a West como el primero de muchos mentores que le ayudaron a forjar su carrera hasta convertirse en un ícono inolvidable de la historia de la NBA.
"No he podido afrontar todo esto", indicó un West, con una innegable angustia en su tono de voz. "Primero, tienes la sensación de shock, después sientes un pesar horrible y luego comienzas a rememorar todos los momentos que compartí con él. Increíble. Simplemente increíble".
"Siento que he perdido un hijo".
Bryant mantuvo alto perfil dentro del mundo del básquetbol después de su retiro, analizando a los jugadores de la NBA de hoy para ESPN+ en Estados Unidos, para un segmento denominado Detail y asistiendo a los partidos de los Lakers, en muchas ocasiones acompañado de una de sus atesoradas hijas. Sin embargo, según comenta Barkley, Bryant hizo un esfuerzo consciente de mantener cierta distancia.
"No creo que nadie haya conocido bien a Kobe... no les voy a mentir al respecto", afirmó Barkley. "Cada vez que le veía, él era cortés, se acercaba a saludar, pero poco después seguía su rumbo".
Quizás, esa actitud se debe a los propios deseos de Bryant. Desde esa época en la cual Kobe era un niño de 8 años que competía contra jugadores tres años mayores que él, Bryant no se sentía satisfecho con solo ganar... Él arrollaba en busca del dominio total. Atacaba el juego con una ferocidad que era admirable y en ocasiones, inquietante para sus colegas. Al igual que su ídolo Jordan, quien llegó a hacerse célebre por haber dejado a su compañero Steve Kerr deshecho en lágrimas, Bryant en una ocasión hizo caer a su colega Sasha Vujacic con un codazo en plena práctica, haciendo que el escolta esloveno rompiera a llorar.
"Nunca pude entender", me dijo Bryant en una ocasión, "por qué ganar no era lo más importante para todos. Entonces, ¿por qué estás aquí?"
Mientras jugaba, a veces Kobe se sentaba a mi lado durante la gira anual del equipo de Los Angeles Lakers a Boston. Almorzábamos juntos en el comedor del hotel Four Seasons y analizábamos las complicadas relaciones de Kobe con Shaquille O'Neal, Phil Jackson y Dwight Howard, entre otros.
En su temporada final en la NBA, Kobe accedió a acompañarme una vez más en el Four Seasons, en esta ocasión para reflexionar sobre una carrera la cual, según dijo el propio Bryant, fue construida gracias a los consejos y asesoría de increíbles influencias que tuvo a su lado; desde el legendario Bill Russell, pasando por Julius "Dr. J" Erving hasta Michael Jordan.
Muchos de esos mentores compartieron su duelo y consternación durante la jornada del domingo, evocando una vida meteórica que llegó a su fin demasiado pronto. Uno de ellos, Bill Russell, quien conversó con Kobe después que Bryant devorase el libro Second Wind, autoría de Russell, publicó en Twitter: "¡(Mi esposa) Jeannine y yo nos encontramos totalmente impactados luego de conocer de la pérdida de una de mis personas favoritas y una de las mejores mentalidades de baloncesto en la historia de este deporte! Nuestros corazones y oraciones van dirigidas a Vanessa (esposa de Bryant) y sus hijas. @kobebryant, tú fuiste mi mayor aficionado, pero yo fui el tuyo".
Redacté mi última correspondencia dirigida a Kobe hace apenas un par de semanas. Me encontraba trabajando en una historia con respecto a una jugada legendaria que Jackson armó para él, cuando el legendario entrenador laboraba con los Lakers y le pedí que compartiera algunos recuerdos relativos a la forma en la cual se desarrolló dicha jugada.
"No puedo en este momento", me respondió Kobe en un mensaje de texto. "Mis hijas me mantienen ocupados. Vuelve a escribirme en un par de semanas".
Si sólo pudiera.