Intenta que no se le escapen las lágrimas y lo consigue. Mira, cansado y superado por la derrota, cómo dos de sus compañeros no contienen el llanto. Carlos Delfino luchó tanto para poder estar ahí que no quiere que se termine. Manu Ginóbili, saludado por compañeros y rivales, y Chapu Nocioni dicen basta. Es 17 de agosto de 2016 y dos de los máximos referentes de la Generación Dorada le ponen el punto final a su carrera con el seleccionado argentino de básquetbol tras la derrota contra Estados Unidos por los cuartos de final de los Juegos Olímpicos. El Arena Carioca 1 de Río de Janeiro es el escenario del adiós. Pero no para Carlos. No puede terminar así. No se lo permite.
Cinco años y muchos tormentos después, Delfino volvió a ponerse la camiseta número 10 del seleccionado argentino. Néstor 'Che' García valoró el buen nivel que el escolta muestra en Pesaro de Italia y lo convocó para los dos primeros partidos de las Eliminatorias rumbo al Mundial de 2023. Carlos fue la figura del equipo que le ganó dos veces a Paraguay en noches consecutivas.
"Este regreso fue único e impensado. Como era una burbuja, no lograba darme cuenta de todo lo que estaba viviendo. No estuve con mi familia, los vi recién después de los dos partidos. Yo había jugado el domingo anterior en Pesaro y había tratado de no hablar de la convocatoria porque estamos últimos en la Liga italiana. Entonces, llegué un martes para entrenar, conocer a mis nuevos compañeros, aprender las jugadas y un sistema de juego diferente para salir a jugar viernes y sábado. Después de cinco años era todo nuevo para mí. Cuando me subí al avión para volver a Italia, 12 horas después del segundo partido, caí en que me estaba yendo de Argentina para volver a mi realidad cotidiana. No pude disfrutar de estar en el país. Sí lo hice adentro de la cancha y con el equipo. Este sueño tan lindo pasó rapidísimo", dice Delfino desde Italia en una entrevista exclusiva con ESPN.com.
Aquel retiro de Ginóbili y Nocioni dejó a Luis Scola como el único referente histórico del seleccionado a partir de 2017. Pero Delfino aclara que él no le había puesto punto final a su vínculo con el seleccionado: "Nunca me retiré de la Selección y nunca me voy a retirar. Soy jugador de básquetbol, esa es la manera que tengo de representar a mi país y nunca me negaría a hacerlo. Si me llamaban para un amistoso, también estaba. En este caso fue una ventana de Eliminatorias contra Paraguay en la que había que ganar por una diferencia que nos habíamos propuesto como objetivo y lo logramos. Para mí fue importantísimo que me citaran, ya que no me lo esperaba. Cuando me llamó Néstor le dije que era como un baldazo de agua fría porque si bien nunca me retiré y cada lista que salía yo estaba pendiente y pensaba que podía tener otra chance, internamente había hecho un luto porque había pasado mucho tiempo y había asimiliado que no iba a volver a estar. Yo soy competitivo y pienso que puedo ser mejor que otro. Mentalmente creo que siempre debe ser así porque si no empezás perdiendo. Esta convocatoria fue como volver a soñar. Fue estar otra vez en un lugar que ya no esperaba. Me sentí muy útil, querido y cuidado. Lo que menos quiero es estar de adorno y el día que me dé cuenta que es así, no voy a jugar más. Sentí que pude volver a ayudar a la Selección y eso fue muy lindo e importante para mí".
Delfino fue parte del equipo que ganó la medalla dorada en Atenas 2004 y la de bronce en Pekín 2008. Un jugador destacado de la histórica Generación Dorada y con 8 temporadas en la NBA. A pesar de haber tocado la gloria, la vuelta al seleccionado argentino fue una de las emociones más fuertes de su carrera. "No sé si es comparable con algo. Fue muy lindo el regreso. Lo que para algunos puede parecer poco, para otros puede significar mucho. Fue una caricia, algo que pensaba que no iba a volver a sentir. En las últimas fechas de local silbaron al equipo en Pesaro y aunque siguen coreando mi nombre yo no me despego de esa silbatina general. Haber estado en Argentina, con el aliento y el empuje del público y además con la ovación hacia mí, fue un contraste grande. Pasé por algunas situaciones personales difíciles, entonces valoro y disfruto mucho las buenas. Son momentos únicos. Después de haber vivido lo que viví, con tratamientos extremos, pruebas en las que era el conejillo de Indias y que no se sabía lo que me iba a pasar, llegó esto y es bárbaro poder disfrutarlo. Muchos sueñan con meter el tiro ganador en la final de un Mundial o de unos Juegos Olímpicos, pero son muy pocos los que tienen esa posibilidad. Hay mimos que hay que saber valorarlos y entenderlos después de las tormentas complicadas y este fue uno de esos", dice Carlos.
La espina reciente que le quedó a Delfino fue no haber sido convocado para los Juegos Olímpicos de Tokio tras haber completado una buena temporada en la Liga italiana. "Por mi expectativa y por lo que tenía entendido, pensé que podía llegar a estar en la convocatoria para Tokio. Llegué a completar información sobre el covid, sabía dónde iba a ser toda la preparación y cómo estaba la situación, pero después mi nombre no estuvo en la lista. Me estaba entrenando en Pesaro y la gente me preguntaba para qué lo estaba haciendo. De hecho, me ofrecieron dos años de contrato porque vieron que estaba recontra entrenado en vacaciones. Yo lo hacía porque tenía mucha expectativa de estar en esa lista, pero no fue así. Hago lo que puedo controlar, siempre hice lo mismo. Sobre lo que no puedo decidir, tengo que ir de la mano de esas decisiones de otros. Pensé que podía estar porque me habían pedido el pasaporte, me preguntaron cómo estaba de lesiones y de salud y eso me hizo creer que había una posibilidad".
Delfino había pasado por seis operaciones en tres años para llegar a aquellos Juegos de Río 2016. El 1 de mayo de 2013 había jugado su último partido en la NBA. Dos noches antes y tras una volcada espectacular en la cara de Kevin Durant, Carlos sintió que algo se había roto en el pie derecho. Tuvo que salir y apenas podía caminar. Intentó en el partido siguiente de la serie de playoffs entre Houston Rockets y Oklahoma City Thunder, pero el dolor era muy fuerte y apenas pudo disputar un puñado de minutos. La rotura del hueso escafoide del pie derecho fue el final de un ciclo y el comienzo de un calvario. Hasta que conoció a Sandro Giannini, el ortopedista italiano que le salvó la carrera, a Delfino en cada operación le injertaban huesos en el pie derecho. Giannini hizo lo contrario, quitó todo lo que le habían agregado y limpió la zona. Le devolvió la posibilidad de caminar sin dolor, luego de correr y finalmente de volver a ser un deportista profesional.
Pero hubo otra persona fundamental en su regreso, su abuela Teddy. "Mentalmente, en un momento me retiré. Mi abuela, en una de las últimas charlas que tuve con ella, me motivó a volver a jugar y a darme otra oportunidad. Ella, cuando prácticamente ya no reconocía a nadie, me reconoció y me vio gordo, dejado y me hizo dar cuenta que todavía era joven. Me incentivó a que caminara y me moviera para volver a jugar. Unos minutos después de esa conversación ya no me reconocía más y a los pocos días falleció. Entonces, me quedó muy marcada esa charla y me motivó a luchar de nuevo. En ese momento no podía mirar básquetbol, ni seguirlo, ni leer. La manera en que a mí me gusta vivirlo es adentro de la cancha y lo pude recuperar. Desde que volví a jugar, siempre me fui sintiendo un poco mejor. Desde mi séptima operación, que fue con Giannini después de los Juegos Olímpicos de 2016, siempre fui ganando tiempo. Primero fui a jugar a Boca con una pierna muy disminuida en musculatura, después estuve algunas semanas en Baskonia, más adelante unos meses en Torino, luego Bologna y llegó el año pasado en el que pude completar toda una temporada y me sentí muy bien. Me permito hacer cada vez más cosas y, lo más importante, me divierto jugando al básquetbol. Disfruto del vestuario y hasta de perder porque estoy compitiendo", dice Carlos.
Los únicos partidos oficiales que Delfino había jugado como local con el seleccionado argentino habían sido los del Preolímpico de Mar del Plata en 2011. En aquel torneo, los focos y las mayores ovaciones se las llevaban Ginóbili, Scola y Nocioni. En un equipo repleto de estrellas, Carlos era uno más. En el par de encuentros frente a Paraguay en estas Eliminatorias mundialistas, Delfino fue el receptor de todas las ovaciones, el motivo principal por el que el los hinchas pagaron la entrada. "Siempre fui un agradecido del público. En la etapa anterior, si bien no era el foco de atención, me sentía muy respetado, más allá de quién estuviese en el equipo porque la idea de lo colectivo era lo más importante. Ahora fue más romántico porque era una vuelta, porque hace mucho tiempo que no estaba. La gente que me mandó mensajes durante estos cinco años y en estos días me hace sentir muy contenido, apreciado y apoyado por todo lo que me pasó, por lo que la peleé y la remé. Más allá de este regreso, siempre me sentí querido. Es divino sentir el coro de tu apellido y es un mimo que no tiene precio. Cada mensaje que me mandan desde distintas partes del país me hace sentir muy bien y me ayuda un montón. Ese apoyo es como el gas que mantiene encendida la llama. Muchos me dicen que soy un ejemplo por seguir adelante a pesar de todo lo que me ha pasado, pero muchas veces yo obtengo más energía de los demás que la que yo puedo dar. Es un ida y vuelta que va más allá de las ovaciones de estos dos partidos en Buenos Aires. Me ayuda que me alienten los que me vieron sufrir y trabajar, pero también los que no me conocen. Ese apoyo es impagable", explica Delfino.
Ya en la conferencia de prensa de su presentación, Néstor García había mencionado a Carlos Delfino como alguien a tener en cuenta para formar parte del seleccionado argentino. No estaba claro si el 'Che' se refería a lo inmediato o veía al escolta santafesino como un posible miembro de su cuerpo técnico en un futuro cercano. Lo cierto es que García lo convocó y Delfino volvió a vestirse de celeste y blanco. "Néstor es muy querible, es único por todo lo que mueve dentro de un grupo. Es un líder, pero al mismo tiempo es uno más. Habla y les llega distinto a los jugadores. Hay entrenadores que son más lejanos, otros que siguen una línea diferente y Néstor es un entrenador de los jugadores. A mi edad, él me llegó mucho porque ya veo el juego desde otro punto de vista. Que me haya tenido en cuenta y haya confiado en mí, es algo por lo que le estaré siempre agradecido. A pesar de que nunca habíamos compartido un equipo con el vínculo de entrenador y jugador, más allá de que fue asistente en el Preolímpico de Mar del Plata en 2011, siempre tuvimos una relación muy amena. Él se ganó esta chance en la Selección argentina después de haber tenido que defender muchas banderas distintas a la de su país", dice Carlos.
Uno de los asistentes del 'Che' en la Selección es Leonardo Gutiérrez, el máximo ganador de la historia de la Liga Nacional como jugador, subcampeón del mundo en 2002, doble medallista olímpico en 2004 y 2008 y actual entrenador de Olímpico de La Banda. "Con Leo vivimos muchas cosas juntos, fuimos compañeros de habitación en algunos torneos. Ahora nos tocó compartir desde otro lugar y nos reímos un poco de eso, pero siempre respetando los roles que ocupamos. Leo viene trabajando muy bien, se merece el lugar que ocupa y le puede dar mucho a la Selección por todo lo que representa para el básquetbol argentino y por la carrera que tuvo. A pesar de estar dando sus primeros pasos como entrenador, se ganó el respeto de todos", asegura Delfino.
A diferencia de otras etapas, en este regreso Delfino fue el jugador más veterano del plantel y elegido por Néstor García como capitán. Sin embargo, para Carlos nada cambió: "Hasta estas dos últimas temporadas en Italia, nunca había sido capitán de un equipo. Ahora me tocó también en la Selección. A cualquier lado que voy acá en Pesaro, me dicen 'Il Capitano'. Es un rol que no sé cómo explicar. Mi manera de comportarme dentro de un grupo es la misma que sin tener esa responsabilidad. Me moví igual ahora que era el más grande del equipo como en los Juegos Olímpicos de 2004 que era el más chico. La única diferencia es que ahora soy más vocal y veo otros detalles que en otra época no veía. Con la experiencia ganás atributos de personalidad y de grupo al mismo tiempo que perdés cualidades físicas. Más allá de la palabra capitán, este es un deporte de conjunto y siempre traté que el equipo estuviera por delante de las individualidades. Considero a todos mis compañeros iguales, respeto a los utileros y a los entrenadores desde cualquier rol".
Los excompañeros de Delfino en el seleccionado argentino ya están todos retirados. La conexión que tuvieron adentro de la cancha se mantuvo en el tiempo. "Varios me mandaron mensajes y me apoyaron. Cada una de esas muestras de aliento me empuja a que siga jugando y a que me siga divirtiendo. Ellos saben todo lo que dejé de lado y lo que me sacrifiqué para hacer lo que me gusta. Estoy agradecido de que se hayan tomado la molestia y el tiempo para escribirme porque son personas muy especiales", cuenta Carlos.
La próxima Copa del Mundo se disputará en 2023 en Japón, Filipinas e Indonesia. Los Juegos Olímpicos, un año después en París. La vuelta a la Selección le abrió una nueva puerta a Delfino, pero el escolta no pone su horizonte tan lejos: "Seguiré jugando hasta donde me dé, hasta que sienta que físicamente puedo ayudar. El año pasado tuve 30 minutos de promedio por partido con 38 años. Este año, nuevamente estoy promediando 30 minutos. No me pierdo ningún entrenamiento. Soy muy apasionado y nunca supe jugar al básquetbol de otra manera. Cada vez que la Selección me necesite pienso estar disponible. Y cuando ya no esté, alentaré sin ningún tipo de remordimiento como lo hice siempre. Con 39 años no puedo estar pensando en un ciclo olímpico como lo hice en otra época o como lo pueden hacer jugadores más jóvenes. Me planteo plazos cortos y hoy mi cabeza está en la Liga italiana, que es competitiva. Soy el capitán de mi equipo y estoy comprometido con la situación".
Así como no lloró en Río de Janeiro con el fin de una etapa, tampoco lo hizo en Buenos Aires con el inicio de otra. Al menos no en público. Para Carlos Delfino, la alegría y el compromiso por la camiseta de Argentina estuvieron siempre.