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¿Cuáles son nuestros recuerdos favoritos del Yankees-Red Sox?

Otro capítulo está a punto de escribirse en la rivalidad más famosa del béisbol. Con los Boston Red Sox y los New York Yankees enfrentándose este martes en Fenway Park en el Juego de Comodines de la Liga Americana 2021, nos hizo pensar en algunos de nuestros recuerdos favoritos de esta rivalidad, ya sea una historia detrás de escenas o simplemente momentos que nos impresionaron como fanáticos y que nos cambiaron para siempre. Estas son solo algunas historias.

Buster Olney: La costra se arrancó de mis recuerdos, el tejido de la cicatriz se rompió, y supongo que debemos hablar sobre el feo y espantoso día en el que se enfrentaron los Yankees y los Red Sox el 2 de octubre de 1978. Tenía 14 años.

La granja lechera de mi familia está ubicada en Randolph Center, Vermont, un pueblo de 400 personas y 1,000 vacas, pero para que conste: no era un fanático de los Red Sox. Había leído un libro sobre Sandy Koufax cuando tenía 8 años, y no mucho después de eso, cuando jugué en las ligas menores por primera vez, era para un equipo llamado los Dodgers. Naturalmente, los Dodgers de Steve Garvey, Davey Lopes y Dusty Baker se convirtieron en mi equipo.

La peor discusión que tuve con mi increíble, amada y difunta madre fue sobre mi foto del anuario de la secundaria en mi último año, pero gané porque aparecí con una gorra de los Dodgers y un jersey de los Lakers junto a una de nuestras vacas y ella esperaba algo mejor de su descendencia.

Los Dodgers perdieron la Serie Mundial en 1974, pero cuando finalmente vencieron a los Cincinnati Reds en 1977 y llegaron a la Serie Mundial, Reggie Jackson los destruyó. Cinco jonrones en la Serie Mundial, tres en el épico Juego 6. Con el último out, lloré y me convertí en uno más de los que quieren vencer a los odiados Yankees. En 1978, los Red Sox fueron mi elección para cumplir esa consigna cuando gozaban de una ventaja amplia en el Este de la Liga Americana, hasta 14 juegos, antes de colapsar. Los Yankees los alcanzaron y pasaron en septiembre.

Los Red Sox se recuperaron justo al final de esa temporada regular, forzando el desempate de un juego, mismo que fue programado para las 2:30 de la tarde en la costa este. Por lo general, el autobús escolar me dejaba en casa a las 3:15, por lo que era posible que me perdiera algunas entradas. Le pregunté a mi mamá si podía faltar a la escuela para ver el juego. Ella estuvo de acuerdo, siempre y cuando le ayudara la primera mitad del día apilando leña.

En la parte baja de la segunda entrada, Carl Yastrzemski conectó un jonrón al jardín derecho, cerca del Pesky Pole. Era evidente que el abridor de los Yankees, Ron Guidry, tan dominante ese año, simplemente no era el mismo, tal vez estaba un poco cansado, pero solo uno o dos minutos después de que Yaz regresara al feliz banquillo de los Red Sox, escuché un grito frenético de Ed, mi padrastro.

"¡Buster!" gritó desde el establo, "¡Las vacas se salieron!".

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Nuestras vacas, unas 30, habían atravesado una cerca en la esquina noreste de nuestra propiedad, en dirección a una colina y al pasto de un vecino. Teníamos una vaca, Debbie, que tenía una cola puntiaguda, después de que su madre lo confundiera con el cordón umbilical al nacer, con una piel especialmente gruesa que la convirtió en una mutante que rompía las cercas.

No hubo debate, no hubo discusión sobre lo que iba a pasar a continuación: tendría que ir a buscar las vacas, usando un cubo de grano para atraerlas de regreso a nuestra propiedad, pero no sabía si esto me llevaría una entrada, cinco entradas o el resto del juego. Con lágrimas de ira, corrí por un sendero de vacas hacia la cima de la colina, enfurecido por la injusticia de la vida, maldiciendo a Debbie, maldiciendo a la madre de Debbie por convertir a Debbie en una monstruosa destructora de cercas y, por supuesto, maldiciendo a los Yankees.

Sin embargo, traer de regreso a las vacas me tomó menos de una hora, y empece a ver el juego en la sexta entrada, justo a tiempo para que Boston agregara una carrera y tomara una ventaja de 2-0, pero en la parte superior de la séptima entrada, Bucky Dent fue inmortalizado con el bat que había tomado prestado de Mickey Rivers. Dent levantó la pelota hacia la izquierda y, mirando a Yastrzemski dobló su cuerpo con incredulidad cuando vio que la pelota caía en la red que estaba colocada en la parte superior del 'Monstruo Verde' en esos días.

Podías escuchar los gritos de alegría de los jugadores de los Yankees sobre el silencio atónito de una base de fanáticos de seis estados. Y así nació el famoso pesar de Nueva Inglaterra, "Bucky F---ing Dent".

En la octava entrada, Reggie Jackson, sí, él de nuevo, conectó un cuadrangular. Los Red Sox perdían 5-4 de cara a la parte baja de la novena, que estaría llena de momentos que, en esos días, parecían distinguir a las dos franquicias. Cuando Jerry Remy conecto un sencillo al jardín derecho con un corredor en primera, el jardinero derecho de los Yankees, Lou Piniella, cegado brevemente por el sol, extendió su guante y atrapó la pelota en un rebote. ¿Suerte? ¿Inteligencia? ¿Ambas? Rick Burleson, de Boston, frenó de golpe cuando pasaba por la segunda base, el conservadurismo clásico para un equipo de Boston que se basaba en los cuadrangulares y Burleson quedaría varado en tercera cuando Yaz bateó un elevado a tercera para terminar el juego.

Recuerdo haber hecho las tareas del granero en silencio esa noche, temiendo lo que parecía inevitable. Habiendo sobrevivido al partido de playoffs con los Red Sox, los Yankees vencieron a los Kansas City Royals en la Serie de Campeonato de la Liga Americana, y luego se enfrentaron a los Dodgers en la Serie Mundial, por segundo año consecutivo.

Los Dodgers ganaron los dos primeros juegos de la Serie Mundial de 1978 -el Juego 2 terminó cuando Bob Welch retiró con una recta a Reggie Jackson- y yo dupliqué mis apuestas con Donnie Russell y los otros fanáticos de los Yankees en Randolph Union High School. Pero los Yankees regresarían, con Reggie jugando un papel fundamental: su cadera se atravesó en la trayectoria de un lanzamiento y debieron sentenciarlo por interferencia, pero los umpires fallaron esa decisión. Los Yankees ganaron los Juegos 3, 4 y 5. En el Juego 6, Reggie conectó un jonrón frente a Welch y lloré amargamente. Reggie y los Yankees me hicieron llorar mucho. En 1998, The New York Times me asignó para cubrir a los Mulos de Manhattan. Una década antes, el ávido fanático de los Dodgers en mí desapareció cuando comencé a cubrir el béisbol profesional, una rápida transición que me sorprendió. Después de eso, busqué buenas historias y que le pasaran cosas buenas a la gente buena.

En ese primer entrenamiento de primavera en el campamento de los Yankees, vi a Reggie de pie junto a una jaula de bateo, me acerqué y entablé una conversación, probablemente sobre el joven Derek Jeter. Todo muy profesional. Sin embargo, mientras Reggie y yo hablábamos, varios pensamientos pasaban por un rincón de mi cerebro. No puedo creer que esté hablando con Reggie Jackson. No puedo creer lo mucho que este hombre torturó mi adolescencia. Dios mío, solía despreciarlo.

Reggie fue grandioso, genial, hablando sobre el deporte que amaba. El deporte que amamos. Incluso cuando nos rompe el corazón.

"Vaya que te odio"

Tim Kurkjian: Cuando Aaron Boone y yo estábamos trabajando juntos en Monday Night Baseball para ESPN hace muchos años, hice el Ice Bucket Challenge, luego desafié a 'Boonie'. Le quedaban 24 horas para que le echaran un balde de agua helada en la cabeza. Estábamos de gira en Boston. Fue al bar del hotel hacia el mediodía y le preguntó al joven cantinero si estaría dispuesto a echarle un balde de agua helada en la cabeza.

"Claro que sí", dijo el joven cantinero. "Soy un fanático de los Red Sox. Tú eres Aaron Boone. Te odio".

La premonición

Howard Bryant: Mi recuerdo favorito de Red Sox y Yankees: Juego 7 de la Serie de Campeonato de la Liga Americana en el 2003. Willie Randolph está preparándose para el juego. Él era el segunda base titular de los del Bronx en 1978 cuando borraron un déficit de 14 juegos y vencieron a los de Massachusetts en un juego clásico de playoff que se llevó a cabo en Fenway Park. "¿Tú qué crees?", le pregunté. "Este equipo de los Red Sox es de verdad".

"Sí, lo son", me respondió Willie. "¿Sabes qué? Inclusive son un poco mejor que nosotros... pero he estado el tiempo suficiente aquí para saber que, cada vez que debemos vencerlos, lo hacemos. Hoy no será diferente".

Los Red Sox atacan a Roger Clemens y lo sacan temprano del juego. Van ganando 4-0, después 5-2. Tienen a Pedro Martínez en el montículo. Finalmente está pasando, pero los Yankees ganan en 11 innings gracias al cuadrangular de Aaron Boone.

Ya muy noche, cuando el camión de los visitantes se ha ido, George Steinbrenner, con lente oscuro, celebra y dice "¡ganamos de nuevo!".

Un poco antes, con lágrimas en los ojos, Theo Epstein dijo "ellos ganaron. Bien por ellos. El próximo año nos toca ganar a nosotros". La reacción de todos los que estábamos ahí fue la misma: sí, seguro.

La ruptura del corazón y el júbilo

Joon Lee: Me tocó crecer en Boston en la década del 2000 y claro que recuerdo la mezcla de tristeza y vacío que dejó el cuadrangular de Aaron Boone en 2003, pero tampoco podía esperar para ver lo que ocurrió el año siguiente con los Red Sox. Vencieron a los Yankees en 2004 y me tocó ver su triunfo en la Serie Mundial en una pequeña televisión en la cocina de la familia. El día del desfile, las clases se cancelaron en toda la ciudad para que pudiéramos ver al equipo celebrar en los botes tradicionales de Boston.

Sin la ruptura de corazón que sufrí en 2003 y después el júblio del 2004, estoy seguro que hoy día no estaría sentado en mi computadora escribiendo estas palabras de cara a la cobertura del Juego de Comodínes del 2021 entre estos dos equipos que encendieron la chispa de mi pasión por los deportes.

El caballo de la policía

Matt Marrone: Nací en el Bronx, así que ser aficionado de los Yankees estaba en mi sangre, pero no era la persona típica por muchas cosas: solía usar un guante del modelo Jim Rice en las Pequeñas Ligas, amaba ir a Fenway Park y era un gran aficionado de Wade Boggs. Cuando 'Chicken Man' dejó Boston para firmar con los Yankees como agente libre, estaba extático. No sólo mi equipo favorito acababa de sumar a una estrella de los Red Sox --una gran tradición que comenzó con ya saben quién-- sino que estábamos hablando de un pelotero que yo había seguido pese a estar en el equipo rival.

Cuatro años más adelante, estaba con mi papá en el viejo Yankee Stadium, gritando con toda mi fuerza. Estaba en primer año de la universidad y acababa de ver en vivo por primera vez como mi equipo ganaba la Serie Mundial. Además de eso, ¡Wade Boggs agarró un caballo de la policía para cabalgar por el estadio! El estadio temblaba. Finalmente, Boggs se bajó del caballo, se paró en home y saludó a los fanáticos con su gorra de los Yankees. Estaba muy emocionado por el futuro Salón de la Fama pero mucho más por el hecho que ya no estaba en Boston.