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Kevin Ramírez, de barrendero a la final del Grand Prix del CMB

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Kevin Ramírez pide oportunidad titular en peso crucero (0:40)

El argentino Kevin Ramírez comparte lo que hace cuando no boxea y espera tener un chance titular en el futuro. (0:40)

Kevin Ramírez chocará este sábado en Riad contra el bosnio Ahmed Krnjic en la final de los pesos pesados del Grand Prix del CMB


El argentino Kevin Ramírez (11-0-2, 4KOs) ya se había dado por vencido. Quería colgar los guantes. Tenía seis meses sin pelear y pensaba que era tiempo para dedicarse a sus otros trabajos porque el dinero escaseaba. Cuando no boxeaba, trabajaba como chofer de Uber, barrendero de la ciudad y, en ocasiones, vendedor en el mercado local de Avellaneda. No obstante, su esposa y hermano Víctor Ramírez (excampeón mundial) lo animaron a que continuara entrenando.

Una semana después recibió la oferta para entrar al Grand Prix de boxeo del CMB, pero tenía que hacer un sacrificio más: enfrentar a oponentes de peso pesado siendo un peso crucero. Tomó el reto y, cuatro combates más tarde, llegó a la final, donde se enfrentará este 20 de diciembre en Riad al bosnio Ahmed Krnjic (7-0, 4KOs), quien le concederá cerca de 70 libras de ventaja en la báscula.

“La verdad es que yo entré en este campeonato y arriesgué. No me tenía fe de pasar la primera ronda, pero el promotor nos dio la oportunidad y no dudé en tomarla. No la estaba pasando bien, pero ahora ya cumplí uno de mis sueños: comprarme mi casa propia. Hoy me siento capaz de cualquier cosa”, confiesa Ramírez de 26 años. “Con un buen trabajo e inteligencia, todo se puede lograr”. Y pronostica un triunfo por la vía de los puntos.

Aunque Ramírez está enfocado en la victoria sobre Krnjic, tampoco sería el final si no lo consigue, más bien sería un nuevo comienzo porque una vez finalizado el evento volverá a peso crucero, en donde sueña con tener una oportunidad titular con cualquier campeón. “Espero tener esa chance en un futuro”, reitera Ramírez, admirador de Fernando “El Puma” Martínez, excampeón mundial supermosca.

El originario de Avellaneda no siente presión, sabe que todo a partir de acá es ganancia y se frota las manos imaginándose cómo le podría cambiar aún más la vida si recibe la recompensa de 200,000 dólares.