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Veintidós años y siete anillos después, Tom Brady nos deja deseando más

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Carta abierta a Tom Brady: Gracias. Elevaste el nivel de juego en la NFL (2:55)

Una carrera de 22 temporadas en los emparrillados ha hecho del QB uno de los más exitosos en la historia de este deporte. (2:55)

Los triunfos de TB12 han malcriaron a una afición a la NFL, con expectativas irracionales para los demás quarterbacks, pero Tom Brady solo hay uno

Si hubiera que resumir en apenas un par de palabras la sensación que deja el retiro del Tom Brady, yo votaría por “extraña insuficiencia”.

Aunque el momento del adiós final se ha venido asomando desde algunas campañas, simplemente como una consecuencia natural del paso de los años, hablamos del jugador que desafió, como nadie, al Padre Tiempo.

Jugar 22 años en la NFL es todo un logro en sí mismo, pero jugar al nivel en que Brady lo hizo en la temporada pasada para los Tampa Bay Buccaneers, en su temporada Nº 22, no tiene parámetro en la historia de ningún deporte.

Nuestra memoria está repleta de casos de jugadores absolutamente increíbles que alcanzaron niveles altísimos en sus respectivas disciplinas, pero con un marcado declive al final de sus trayectorias que, casi, nos hizo agradecer el momento del adiós.

Por otro lado, también recordamos a figuras inmensas que eligieron el pináculo de sus carreras como su momento de retiro, dejándonos deseando más.

Brady combina ambas cosas: una trayectoria extraordinariamente longeva en la que, todavía, vive uno de sus picos más altos como profesional.

Si Brady se hubiera retirado hace una década, ya estaría en el Salón de la Fama. Si hubiera empezado a jugar hace una década, hubiera llegado eventualmente, de la misma manera, al Salón de la Fama. Canton, Ohio, como destino final, nunca estuvo en duda. Pero, ¿cuántos atletas de cualquier deporte pueden presumir múltiples carreras de Salón de la Fama en una vida?

La historia de Brady como el chico que llegó a la liga como el recluta N° 199 global del draft, enterrado en lo más profundo del orden de plantilla, para convertirse en el jugador más exitoso en la historia del deporte supera los límites de la NFL para convertirse en una epopeya de nuestros tiempos.

Y a partir de esas hazañas a la que nos acostumbró a lo largo de dos décadas, y lo visto en la campaña del 2021, nos deja en algún sitio entre la imposibilidad de exigirle más a un quarterback que virtualmente lo entregó todo por su deporte, querer más N° 12 lanzando pases a todo lo ancho y largo de un emparrillado, y la incertidumbre de qué es lo que viene para la NFL sin TB12. Una "extraña insuficiencia".

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3:09
¿Qué hizo tan exitoso a Tom Brady en la NFL?

El QB se va con más récords en la historia de los emparrillados. Finalizando su carrera tras 22 temporadas y 7 anillos de SB.

Del héroe al villano, al héroe de nuevo

Mi amigo y colega, Eitán Benezra, acertó cuando escribió "La mejor historia del deporte de los Estados Unidos", en referencia a Brady.

Las historias de atletas ignorados que terminan por hacerse por la fuerza de la atención de la NFL es vasta, pero ninguna se compara con la de Brady, por el desenlace.

Brady rápidamente se convirtió en uno de los consentidos de la afición de la NFL en general, siendo o no fanático de los New England Patriots. Después de todo, se trataba del chico que venía desde abajo --en el orden de plantilla-- a sustituir al entonces quarterback mejor pagado de la NFL, Drew Bledsoe, para dar una de las grandes campanadas en la historia del deporte, superando a los entonces St. Louis Rams en uno de los Super Bowls más sorpresivos de la historia. Y, ¿a quién no le gusta una historia de David contra Goliath?

A eso, hay que sumarle que le tocó medirse, por la mayor parte de su carrera, a Peyton Manning, el chico del linaje de NFL, hijo de un ex pasador de la NFL reclutado en la primera ronda, y elegido primero global en el Draft 1999, en la misma posición en la que su hermano Eli Manning fuera elegido unos años más tarde. Brady se llevó la mayor parte de las victorias en enfrentamientos directos, aunque las estadísticas siempre fueron para Peyton Manning, en el inicio de una de las mayores y mejores rivalidades individuales que se pueden concebir en un deporte de conjunto.

Después, Brady comenzó a apilar números, también, y los roles se revirtieron. Pasó de ser el chico que deseaban ver ganar, al hombre que deseaban ver perder. ¿Por qué? Dos motivos principales: en primer lugar, los escándalos en que se vio envuelto New England, primero con 'Spygate' y después 'Deflategate' pudieron en tela de juicio para la abrumante mayoría la legitimidad de lo ganado previamente, y segundo; nadie quiere ver ganar a los mismos, por siempre.

Bill Belichick paso a adquirir la personificación de tirano, líder de un 'Imperio del Mal', con Brady como la clara mano derecha de un ente al que había que derrocar, fuera como fuera. Así, las masas celebraron como propios los dos triunfos de Eli Manning y los New York Giants en los Super Bowls, particularmente, aquel en que impidieron una temporada perfecta a los Patriots.

Luego, hubo un retorno al lado de la luz, si bien, fue breve. Brady ganó tres títulos más con los Pats, dejando cero dudas acerca de que su lugar en la historia como el quarterback más exitoso en la historia de la NFL, pero abandonó la nave de New England, eligiendo sumarse a la tripulación de unos Buccaneers liderados por un head coach mucho más carismático en Bruce Arians.

Allí, en Tampa Bay, fue donde la gente realmente comenzó dimensionar el mérito que tiene, en sí mismo, la longevidad de la carrera de Brady. En un desenlace a su primera campaña con los Buccaneers, el viejo pistolero de los emparrillados evita ser batido en un tiroteo por el nuevo chico de la cuadra, y quien muchos han apuntado como su heredero, Patrick Mahomes, con la victoria de los Bucs sobre los Kansas City Chiefs en el Super Bowl LV.

La adicción a ganar

Después del séptimo anillo de Super Bowl para Brady, y una celebración en el desfile de embarcaciones donde apareció la versión más suelta y relajada del quarterback que se hubiera conocido al momento, empezaron de nuevo las preguntas: ¿Hasta dónde? ¿Cuántos años más? ¿Cuántos títulos más?

Los Bucs hicieron magia financiera bajo los parámetros de su tope salarial para regresar a la nueva temporada con el equipo campeón intacto, y a diferencia del año previo, Tampa Bay estaba firmemente colocado entre los favoritos a repetir el título.

Brady ofreció una de sus mejores temporadas como profesional, liderando a la liga en la mayoría de los rubros estadísticos a la edad de 44 años. ¿Cómo?

Incluso, después de caer ante Los Angeles Rams, pese a un dramático intento de remontada liderado por Brady, esa necesidad de competir, ese fuego por ganar, parecía indicar que Brady le daría un intento más hacia el octavo anillo de Super Bowl. Su brazo y su juego como quarterback no mostraron declive alguno, y esa adicción al triunfo --que por momentos raya en la toxicidad-- eran evidentes.

Quizás, muchos de nosotros sobrevaloramos lo que significó para Brady el triunfo. Después de todo, si hubiese sido como lo imaginamos, no hubiéramos amanecido este martes con la noticia de su adiós. Quizás, él siempre tuvo control sobre su adicción, y no al revés.

¿Qué separa a Brady del resto?

Es sencillo de intuir, pero imposible de cuantificar. No existe una medida objetiva para medir el tamaño del corazón, y cómo es que una persona puede elevar al resto. La confianza y seguridad que transmitió a sus compañeros a lo largo de 22 años, se traducían en una mentalidad que pocos logran replicar: "Nunca está perdido un juego".

A veces, se cree que destacar los intangibles, cuando se trata de describir a un jugador, equivale a hacer menos sus aptitudes físicas. No nos equivoquemos. Brady se va como uno de los quarterbacks más precisos en la historia de la liga, y uno de los pasadores con la mejor habilidad para procesar información rápidamente. Se trata de un trabajador incansable que nunca renunció a ese desgastado lema de "mejorar todos los días", incluso si esos días se extendieron a lo largo de 22 temporadas. Sin cualidades físicas sobresalientes --más allá de que no fueron evidentes desde el primer momento--, Brady no logra lo que es. Estudioso como pocos y enamorado del proceso, Brady aprovechó como nadie el rédito de las horas extras.

Brady no es el primero que logra una combinación tan exacta entre lo tangible e intangible, entre las cualidades que se pueden medir físicamente y las que no. Sin embargo, nadie llevó ese matrimonio de aptitudes tan alto como TB12.

¿Qué nos queda en la era post-TB12?

Hace cuestión de días, se discutió hasta el cansancio la posibilidad de que la rivalidad Patrick Mahomes-Josh Allen fuera la nueva versión de lo que ofrecieron Tom Brady y Peyton Manning. En cuestión de días, ambos pasadores estarán mirando desde el sillón de sus respectivas casas el Super Bowl LVI, con otro pasador que ha sido frecuentemente comparado a Brady, Joe Burrow, representando a la AFC.

Más allá de los récords y los números y las estadísticas, Brady deja a su paso a una afición al fútbol americano completamente malcriada. Sí, una afición completamente malcriada.

Hay un antes y un después de Brady, en el después, escuchamos frases como "X no sirve porque no gana en playoffs", "A X se le encoje el brazo en momentos grandes", "Nunca van a ganar nada importante con X".

Ganar un Super Bowl es terriblemente complicado. Brady hizo de eso una costumbre. Lo hizo ver fácil. Medir al resto de los quarterbacks de la NFL con respecto a los anillos de Brady no sirve, no importa si jugaron antes o después que él.

Se pensaba que superar la marca de cuatro triunfos en Super Bowls de Terry Bradshaw y Joe Montana era casi imposible, y Brady casi duplicó esa cifra. Ahora, menospreciamos un triunfo para figuras como Brett Favre, Aaron Rodgers y Drew Brees. Warren Moon, Jim Kelly y Dan Marino están en el Salón de la Fama, sin anillos. Hoy, debatimos si deben cortar a quarterbacks por perder partidos --junto con el resto de sus equipos, porque sigue siendo deporte en conjunto-- en postemporada, como si ignoráramos el hecho de que, cada año, solamente un equipo termina satisfecho, mientras que otros 31 quedan con el amargo sabor de la desilusión.

Apenas hace unos días, Ben Roethlisberger --un dos veces ganador del Super Bowl que, también, tiene su lugar asegurado en Canton-- anunció su retiro. Como en el caso de Brady, no hay nada qué reprochar a la carrera profesional de 'Big Ben', un ícono que trascendió a los Pittsburgh Steelers. No obstante, si lo ponemos lado a lado, se queda a años luz de Brady en términos de la inmensidad del legado, y eso parece injusto para Roethlisberger, o para quien sea.

Los triunfos de Brady dispararon irracionalmente nuestras expectativas para los demás, o dicho de otro modo, si Brady hubiera ganado menos, no se nos haría tan poca cosa el anillo solitario de X o Y quarterback.

Brady, solamente hay uno, y la frialdad de esa realidad será la lección más difícil de entender cada domingo que encendamos el televisor y no encontremos a TB12, haciendo que lo extraordinario luciera sencillo. Veintidós años y siete anillos después, parece extrañamente insuficiente lo que nos brindó Brady, y aunque no lo queramos admitir ahora, lo vamos a extrañar.