MIAMI -- Como sucede en todo deporte, las estandartes del presente sólo tienen que agradecerle a aquellas que allanaron el camino, cuando el mismo estaba empedrado.
El tenis femenino no es la excepción.
Billy Jean King tuvo la mayor influencia en el circuito que hoy conocemos como el WTA Tour.
No quedan dudas de que fue una gran jugadora que cosechó 39 Grand Slams, pero más que nada fue una embajadora de justicia social que peleó y, a sus 78 años, sigue peleando por la igualdad en los deportes femeninos.
Fue ella quién formó la Asociación de Tenis Femenino (WTA, por sus siglas en inglés) en 1973, y sin ella, la equidad en los deportes hoy no existiría.
Un ícono social que nunca será igualado.
Si hablamos de logros exclusivamente deportivos, Margaret Court sigue en la cima con 24 títulos de Grand Slam en singles, pero a pesar de ello --quizás por no ser tan contemporánea o tal vez porque sobre gustos no hay nada escrito--, no suele ser mencionada a la hora de hablar de la mejor jugadora de todos los tiempos.
El nombre propio que sí se menciona constantemente es el de Martina Navratilova.
What a thrill and a privilege to hit a few balls with @Martina.
— Billie Jean King (@BillieJeanKing) March 16, 2022
The years have passed, but the friendship and memories remain. pic.twitter.com/UJp7TD4DSZ
Su físico y su estilo de juego fueron revolucionarios. Nadie había tenido su atletismo y su poder antes que ella, y en cada oportunidad que tenía, atacaba la red y mostraba su asombrosa volea.
En 1983, Navratilova jugó 87 partidos y perdió uno solo. Se consagró campeona de singles en Wimbledon en nueve ocasiones y en total, registró 59 títulos de Grand Slam si combinamos todas las disciplinas.
Y quizás lo más increíble es que ella compartió época con Chris Evert, otra abanderada del deporte.
Evert ganó el 90% de los partidos de singles que jugó, lo cual me sigue volando la cabeza, y llegó al menos a semifinales en 52 de los 56 Grand Slams en los cuales participó.
Ganó 18 Grand Slams en singles, y a diferencia de Navratilova, ella se sentía más cómoda desde el fondo de la cancha. Tenía una mano legendaria y rara vez cometía un error no forzado.
Adelantamos el reloj, y nos topamos con la alemana Steffi Graf, que al día de hoy puedo afirmar que tenía el mejor movimiento de pies dentro de una cancha que he visto en mi vida.
Su forehand era un martillo y en 1988 se convirtió en la primera de la historia en ganar el Golden Slam, es decir los cuatro grandes (22 en total en singles) y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos en el mismo año, Seúl 1988.
Pasamos la estafeta de Steffi a Serena Williams, porque la estadounidense también ha revolucionado el deporte, y de hecho hasta la ha trascendido.
Serena fue número uno del mundo durante 319 semanas y acumuló 23 títulos de Grand Slam en singles. Su portento físico no ha tenido equivalentes hasta el momento y ha superado barreras de racismo para meterse en la conversación de "Mejor Jugadora de la Historia".
Pero gustos aparte, no hay dudas de que el tenis femenino ha tenido un sinfín de estandartes que nos colocan en el lugar "privilegiado" que está el circuito hoy. Uso comillas porque todavía queda trabajo por hacer.
Cada estrella brilló por luz propia y marcó una época, aunque hoy la realidad parece ser distinta.
Margaret Court y Billy Jean King dominaron los 60 y los 70. Martina Navratilova y Chris Evert los 70 y los 80. Steffi Graf, Monica Seles y Martina Hingis los 90. Desde entonces ha sido todo de Serena Williams.
Al menos hasta hace un par de años atrás.
Desde que las lesiones y la edad le empezaron a jugar una mala pasada a Serena, no ha habido necesariamente una estrella que haya dominado la escena.
En un momento dado, se pensaba que sería Naomi Osaka, aunque ella misma ha admitido que se enfocará en su salud mental y jugará menos torneos de aquí en adelante.
Tal vez sea Ashleigh Barty, que si bien ha batallado con algunas lesiones, es claramente la mejor jugadora del mundo hoy cuando logra estar en cancha.
Si bien es cierto que durante un tiempo la número 1 del mundo cambiaba demasiado frecuentemente, y a la vez una jugadora distinta parecía alzar un trofeo semana tras semana, yo no creo que sea algo malo para el circuito.
Disfruto de la paridad y la competitividad.
Y más que nada me gusta que hoy las mujeres que juegan el circuito disfrutan de una realidad mucho más justa gracias a que sus antecesoras hicieron el trabajo más difícil en épocas de extrema injusticia.
Billy Jean, Margaret, Martina, Chris, Steffi, Serena.
A ustedes simplemente nos queda darles las gracias eternas.