Los ecos de "¡Vamos, Andy!" resonaron en el Arthur Ashe Stadium una última vez, marcando el fin de una era dorada para el tenis estadounidense. Andy Roddick, uno de los tenistas más queridos de su generación, jugó por última vez aquel 5 de septiembre de 2012 al caer la cuarta ronda del US Open ante el argentino Juan Martín del Potro.
Fue 6-7 (1), 7-6 (4), 6-2, 6-4 para el tandilense, en un partido que había sido postergado por lluvia la noche anterior y que regresó en esa jornada con triunfo para el ganador del título en Nueva York tres años antes. Sin embargo, el gran protagonista de la jornada era el nacido en Omaha, Nebraska.
La decisión de colgar la raqueta no fue fácil para Roddick, quien siempre sintió una conexión especial con el US Open. El torneo neoyorquino fue su escenario de gloria, donde conquistó su único Grand Slam en 2003. Sin embargo, las lesiones recurrentes, la presión de mantener el nivel más alto y el desgaste físico y mental de una larga carrera fueron minando su pasión por el juego.
El 30 de agosto de ese año, el día que cumplió 30, Roddick anunciaba que en Flushing Meadows era su despedida en el circuito profesional. Dejaba un legado imborrable, con su potente servicio, su juego agresivo y un carisma que lo convirtieron en uno de los tenistas más populares de su generación.
Además de su victoria en el US Open, Roddick alcanzó otras cuatro finales de Grand Slam, tres en Wimbledon y otra en el US Open, todas ante Roger Federer. Su palmarés incluye 32 títulos ATP y un breve paso por el número uno del ranking mundial. A pesar de no haber podido igualar los éxitos de sus predecesores estadounidenses, su país aún extraña la presencia de un tenista de élite entre los primeros puestos de la clasificación: fue top ten durante nueve temporadas seguidas.
Por entonces explicó que la decisión de retirarse había sido muy difícil, pero que sentía que era el momento adecuado para poner fin a su carrera. Sin embargo, su esposa Brooklyn Decker dio detalles de lo que atravesaba al calificarlo como "un hombre que estaba sufriendo" en sus dos últimos años en el Tour. "No era tan feliz jugando, se volvió mucho menos paciente con sus lesiones. Estaba irritable”, remarcó.
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