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Bienvenidos a La Familia: la cultura Miami Heat como modelo de éxito

Spoelstra, Riley y Haslem, tres actores principales que llevan adelante, en la práctica, la filosofía Heat. AP

"Tiene una gran ética de trabajo. Se deja entrenar. Siempre ha sido así: no ha cambiado porque mucha gente ahora lo observa. Ha sido así todo el año" - Erik Spoelstra, acerca de Tyler Herro y sus 37 puntos.

La cultura de Miami Heat es, en primer lugar, una cultura de integridad: hacer lo que se debe hacer sin que nadie esté cerca exigiéndolo a punta de pistola. En Miami, no hay lugar para los atajos ni tampoco para los permisos. No es un barco agradable, pero sí uno que lleva a buen destino: ¿Quiéres un boleto? Adelante, pero todos tendrán que remar por igual. Quien no trabaja duro, quien no está dispuesto a dar un extra por el equipo, definitivamente no tiene lugar aquí.

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No se trata de lo que puedes hacer por tí mismo sino de lo que puedes hacer por el otro. En el Heat, la triada conformada por dueño (Micky Arison), presidente de operaciones de básquetbol (Pat Riley) y entrenador (Erik Spoelstra), funciona de manera aceitada, con discusiones como en toda casa pero sin temas de fondo que merezcan, en su esencia, ser motivo de debate.

"Te daré un ejemplo perfecto", señala David Fizdale, ex asistente de Miami Heat, a The New York Daily News. "No siempre fueron fáciles las cosas entre Spoelstra y LeBron James en su época de Miami. Pero algo sabíamos seguro: Spo no se iba a ir a ningún lado, porque tenía el soporte de Riley y Arison. Digamos que era algo como esto: 'Esta es nuestra cultura, así hacemos las cosas y todos se tienen que ajustar a eso'. Eso es lo que más respeto de franquicias como San Antonio Spurs y Miami Heat, los jugadores deben adaptarse a su cultura y nunca a la inversa".

Desde que Arison fue a buscar a Riley en 1995 para ser presidente del Heat, los mandamientos se grabaron en la piedra. Hay diferentes métodos hacia el éxito, pero el de Miami tiene que ver con una conducta profesional de escuela. Ética de trabajo nivel militar. Y cada uno de los estamentos trabaja con libertad y creatividad pero siempre respondiendo a estándares comunes entre partes. Nadie puede llegar a un campo de entrenamiento fuera de forma. El Heat tiene tests de acondicionamiento físico que deben completar, y si no lo hacen no hay excusa que valga: regresan de inmediato a su casa. Esto no es una manera de decir, es efectivamente así. El año pasado, días antes de iniciar la temporada, la directiva quitó del medio a James Johnson, como recuerda el Miami Herald, por fallar a las pruebas físicas.

"Para que impacte en el juego, tiene que tener un cierto nivel físico que no tiene", dijo Spoelstra en conferencia de prensa.

"Todo el mundo piensa 'Oh, es tan militar y tan duro'", señala Meyers Leonard a Nick Friedell de ESPN.com. "No, el Heat solo exige un nivel de profesionalismo... pero de verdad, esto es lealtad, ocuparse de los tuyos".

Definitivamente, este estilo del Heat no es para cualquiera. Hay que atravesarlo, soportarlo, y generar una coraza para poder pertenecer a "La Familia", como se le dice en la jerga NBA. Y es que esta es, también, una historia de ascendencia en la estructura de años: Mickey Arison, dueño del equipo, es hijo de Ted, dueño original que entró a la Liga en 1988. Andy Elisburg, manager general, está en la franquicia desde aquel mismo año y el coach Erick Spoelstra se sumó como coordinador de video a la franquicia justo cuando Pat Riley llegó en 1995. No solo eso: el interno de Spoelstra en aquella sala de video, Adam Simon, hoy es asistente del manager general de Miami, y Tim Donovan, el fisio estrella del equipo, llegó con Riley procedente de sus años de New York.

Los lazos no se rompen cuando la confianza es grande.

El parecido estético de Riley, ex entrenador exitoso de Lakers, Knicks y Heat, con Al Pacino en el Padrino, le ha hecho ganar el mote de "Godfather" de la NBA. Pero esto, que sueña risueño, ocurre de manera efectiva. Los códigos se mantienen a ultranza y se respetan. Quien esté en Miami agachará la cabeza ante cualquier trabajador de la franquicia y lo respetará haciendo trabajo duro, sin importar los dólares en el banco. Los jugadores son quienes ponen la cara pero todos, absolutamente todos, desde la base de la pirámide hasta la punta deben hacer lo que tienen que hacer.

Esta concepción casi de culto es la que atrajo a un talento como Jimmy Butler a ser líder dentro y fuera de la cancha. La voz más escuchada del vestuario. "Es definitivamente uno de los nuestros", dijo Riley cuando lo conoció. La historia de vida de Jimmy no habla de una infancia sencilla: su madre lo echó de casa cuando tenía 13 años y él creció prácticamente solo durmiendo en un sofá hasta sus años de universidad. Es, se podría decir, un hijo de la calle que encontró en la estructura de Miami la contención que no encontró, por ejemplo, en los Philadelphia 76ers y Minnesota Timberwolves, donde lo desecharon con la etiqueta de jugador conflictivo.

"No. 3 (Dwyane Wade) fue algo así como ‘Esta cultura encaja contigo'”, dijo Butler a la prensa el pasado 27 de septiembre de 2019. "Ha sido fantástico. Todos quieren que el otro mejore. Que sea el mejor".

Agrega Ryan Yousefi del Miami New Times que Riley ama a Butler porque le recuerda a un jugador de la década del '90, época en la que los jugadores se golpeaban más, demandaban más de sus compañeros y definitivamente odiaban más a sus rivales.

"Las prácticas debían ser una guerra. Las prácticas eran más difíciles que los partidos, sin dudas", agrega Fizdale sobre su pasado en Miami.

Definitivamente, esto del Heat es una manera de hacer las cosas. Si bien Riley ha sido clave en el armado de esta versión finalista del Heat, con la llegada de Jae Crowder y Andre Iguodala como aleros experimentados, el mérito del equilibrio de poderes ha sido de Spoelstra en el banco de suplentes y de Udonis Haslem como espíritu de la cultura de franquicia entre cada una de las piezas.

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"Ponen la vara alta en términos de cómo un jugador joven debe entender el enfoque, los videos, el estudio y el trabajo, manteniendo sus fortalezas a tope, para luego ocuparse de las debilidades para convertirlas en potenciales fortalezas. Uno observa a muchachos como Udonis Haslem, con lo larga que ha sido su carrera y lo entiende. Uno ve a Pat Riley y lee su libro 'The Winner Within' y también sabe como es todo. Yo lo leí hace cinco o seis años por lo que tengo una idea bastante decente de lo que encontré luego aquí", dijo Iguodala, quien jugará sus sextas Finales NBA consecutivas, sobre la cultura Heat a Miami Herald.

A diferencia de otros entrenadores, se destaca el involucramiento severo de Spo en las prácticas: nada queda en manos cien por ciento de sus asistentes, porque la diferencia está en los detalles. En la química del esfuerzo, como vimos en las rotaciones defensivas intensas en primera línea en esa zona que arruinó los planes de los Boston Celtics en Finales de Conferencia.

"Mucha gente le dice a otros lo que quieren en lugar de lo que deben escuchar. Creemos que debemos decir lo que deben escuchar en pos de hacer a cada uno de los jugadores mejores de lo que son", señaló Haslem a SI.com. “No tengo amigos en otros equipos. Eso también es otra parte de nuestra cultura".

Dicho esto, un miembro de la familia Heat reconoce a otro miembro aún si no tiene la camiseta del equipo. Como Wade reconoció a Butler, señala Friedell en ESPN.com, fue Bam Adebayo el que reconoció a Herro en los juegos de Kentucky y convenció a Riley de draftearlo. Y fue Butler el que profundizó sobre esa idea tras practicar con el joven Herro una semana entera a las cuatro de la mañana y entender de qué estaba hecho. ¿Qué fue lo que más le gustó a Butler de Herro? Su trash-talking. Ahí se dio cuenta que tenía la personalidad necesaria para hacerse de una piel de playoffs a máxima velocidad.

¿En qué momento un tirador como Duncan Robinson, que llegó al Heat sin ser drafteado, se convierte en un especialista que lanza un 44% de tres puntos? O Kendrick Nunn, que pasó de ser un prospecto de G League a alcanzar un desarrollo prematuro de alto nivel. Desde el momento que se compra el modo de trabajo. De que se entiende que la unión hace la fuerza. Porque, a decir verdad, ¿Quién es la estrella del Heat? Yo diría la defensa. O el ataque compartido con espacios abiertos, típico de la NBA de hoy. Cada pieza encaja perfecta en el puzzle. Alguien podrá decir Butler, otro Goran Dragic -alquimista del traslado con impronta europea-, y otro Adebayo, el chico que se hizo inmenso tras crecer como niño en una casa de remolque. Quizás sea Bam, sin dudas, la pieza estelar que tiene grabada a fuego la cultura en cada acción de sacrificio que ejecuta. Que supo jugar lesionado sin quejarse ni una sola vez, porque el producto Heat de verdad, el genuino, no llora. Pero la realidad es que no se trata del yo sino del nosotros. No tiene que ver con un pensamiento aislado sino con una idea. Una forma de sentir, de jugar y también, por qué no, de vivir. Y es ahí donde radica la diferencia con cualquier otro plantel en la actualidad: nadie es más importante que Miami Heat en su conjunto.

Las Finales de la NBA comenzarán el próximo miércoles por la pantalla de ESPN. Y si los Lakers quieren consagrarse, deberán derrotar a doce perros de presa que no dejarán que nadie les quite con facilidad la comida de sus bocas. Miami, que lució como un equipo simpático al inicio de la burbuja de Orlando, ya dejó de serlo: pasó de ser Cenicienta a erigirse en una amenaza seria y un candidato digno para quedarse con el premio grande.

LeBron James, ex Heat, conoce los peligros contra los que se enfrenta. Chocará no solo contra un equipo de básquetbol elite, sino contra una cultura ultra competitiva y también, por qué no, contra la frustración de Riley y Spoelstra tras su partida en 2014 cuando le pidieron por favor quedarse para edificar una dinastía en Florida junto a Wade y Chris Bosh.

Miami volverá a jugar una definición de campeonato con el orgullo de haber competido siempre, incluso en la tormenta. No sucumbió ante la tentación del tanking o a la reconstrucción como modelos de partida hacia el éxito, algo tan común en estas tierras. El honor, en definitiva, nunca se negocia.

El momento de la verdad por fin ha llegado.

Y el mundo, expectante, se prepara para disfrutarlo.