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Cuando Big Papi, Pedro y Manny terminaron la Maldición del Bambino

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Así lo vivieron... Big Papi y Manny Ramírez recuerdan el histórico 2004 (2:45)

El milagroso regreso de Red Sox ante Yankees fue el preámbulo ideal para que un grupo de peloteros dominicanos cambiara la historia de Boston. (2:45)

En el Mes de la Herencia Hispana, tres grandes peloteros dominicanos rememoran su papel en aquel equipo de Red Sox que rompió La Maldición del Bambino en 2004 y desató la locura en Boston.


HACE 20 AÑOS, los Boston Red Sox ganaron la Serie Mundial de Grandes Ligas (MLB) por primera vez desde 1918. Entonces enterraron la infausta y muy célebre "Maldición del Bambino", que atormentaba al equipo, y a los fanáticos, por haber vendido a Babe Ruth a los New York Yankees en diciembre de 1919 por $100.000.

Aquella transacción hace 104 años sigue siendo -para no ser absoluto- como una de las peores/mejores de la historia del béisbol según el lado en que se mire. Para los Yankees marcó el inicio de una era de celebraciones y prosperidad que permitió a la franquicia convertirse en una de las más populares del deporte estadounidense.

Mientras que, para Boston, todo fue desasosiego. Fracaso tras fracaso. Y lo peor de todo, tuvieron que presenciar en silencio como el "enemigo" se convertía en "imperio" por un error de cálculo propio.

Pero todo lo que comienza tiene un fin. Lo que ya parecía imposible, acabó de la manera más improbable y épica. Correspondió a un grupo de latinoamericanos, liderados por tres extraordinarios peloteros dominicanos, impulsar el carro para conseguir el "campeonato imposible" de los Red Sox del 2004.

Pedro Martínez, Manny Ramírez y David Ortiz y el torpedero colombiano Orlando Cabrera fueron protagonistas principales de la histórica temporada que condujo a los Red Sox a quedarse con el campeonato de las ligas mayores por primera vez en 86 años, mientras que otros como el relevista panameño Ramiro Mendoza, el jugador de cuadro puertorriqueño César Crespo, el miamense Ricky Gutiérrez y los dominicanos Pedro Astacio, Anastacio y Sandy Martínez aportaron un granito de arena en diferentes tramos a lo largo de la campaña.

"Fue lo más grande y ser parte de eso es algo que me acompañará por siempre. Lo mejor, lo más grande", dijo Pedro Martínez, uno de los abridores estrellas de aquel equipo y que fue abordado por ESPN Digital para conocer el papel de los peloteros latinos en aquel equipo que acabó con la que entonces era la sequía de títulos más larga en el béisbol de Grandes Ligas.

"El 2004 fue uno de mis momentos más especiales como pelotero. Gané mi primera Serie Mundial y estuve en un equipo muy especial, con peloteros muy especiales", reconoció Manny Ramírez, un pelotero que fue 12 veces All Star y pegó 555 jonrones en una carrera de 19 años en MLB. Su compadre David Ortiz lo respaldó: "Fue algo que, aunque lo diseñara, no te salía así".

"Fue un proceso. Primero los Red Sox adquirieron a mi compadre Pedro, luego a Manny y después llegué yo. Creo que, por mi jocosidad, mi forma, le puse la cereza final al cóctel. Además de mi trabajo como jugador, colaboré en la química del equipo. Y no fue que lo planee, sino que se fue formando en el proceso", contó Ortiz, considerado todo un ícono en la norteña ciudad estadounidense donde una calle y un puente llevan su nombre, y fue tercero en una elección a Mayor de la ciudad pese a no postularse.

Pedro Martínez, un miembro del Salón de la Fama desde el 2015, llegó a Boston procedente de los Expos de Montreal en un cambio en noviembre de 1997, días después de haber ganado el premio Cy Young de la Liga Nacional, una distinción que posteriormente recibiría dos veces en la Liga Americana con el uniforme de los Red Sox.

Ramírez, uno de los mejores bateadores de la historia que se encuentra fuera del Salón de la Fama (en su caso, principalmente por haber violado en dos ocasiones el programa antidopaje del béisbol), fue firmado por Boston en la salvaje agencia libre del invierno del 2000.

El contrato de Ramírez ($160 millones por ocho años) se completó un día después de que el dominico americano Alex Rodríguez firmó con los Texas Rangers un acuerdo histórico de 10 años y $252 millones. "ARod" y "Manny Being Manny" fueron los primeros jugadores de MLB con salarios de $20 millones anuales.

Mientras las adquisiciones de Martínez y Ramírez fueron movimientos ruidosos que sacudieron a toda Nueva Inglaterra, la incorporación de Ortiz pasó prácticamente por debajo del radar, cuando fue anunciada en enero del 2003.

Era comprensible, entonces. Mientras los dos primeros tenían etiqueta de futuros inmortales, el tercero era un pelotero unidimensional de 27 años que había sido despedido por los Minnesota Twins por no encontrarle un espacio en el roster activo.

Influenciada por el testimonio de Martínez, la oficina de operaciones de béisbol de los Red Sox, que dirigía el joven gerente general Theo Epstein, decidió jugar una carta, firmando a Ortiz por un año y $1.7 millones, un mes después de ser liberado por los Twins. Si vender a Ruth por cien mil dólares a los Yankees el 26 de diciembre de 1919 fue el mayor error en la historia de la franquicia de Boston, firmar a Ortiz ha sido su mayor acierto.

Con los Red Sox, Ortiz se convirtió en el legendario "Big Papi" que ayudó a ganar tres campeonatos y que, a palo limpio, labró su caminó hasta el mismísimo Salón de los Inmortales de Cooperstown en el 2022, con la etiqueta de ser el mejor bateador designado de todos los tiempos.

En su primera temporada juntos, el trío de Martínez, Ramírez y Ortiz ayudó a los Red Sox a llegar a su primera postemporada en tres años y enfrentar a los Yankees en la final de liga por segunda vez en la historia. En la primera oportunidad, en 1999, Nueva York ganó la Serie de Campeonato de la Liga Americana en cinco encuentros.

En el 2003 fue un poco diferente, pero con un final más doloroso. La serie se alargó a un séptimo y decisivo encuentro en el Yankee Stadium el jueves 16 de octubre. Martínez subió al box por Boston y el histórico Roger Clemens (un ganador de 354 juegos y siete premios Cy Young) comenzó por Nueva York.

Trox Nixon y Kevin Millar pegaron jonrones contra Clemens y "Pedro El Grande" limitó a los Yankees a dos carreras en siete entradas y Boston entró al cierre del séptimo ganando 5-2. El mánager Grady Little apostó a su mejor lanzandor dejando a Martínez para la octava entrada en lugar de apelar al bullpen, pero se excedió al no cambiarlo hasta que Nueva York empató 5-5 por doble de Derek Jeter, sencillo de Bernie Williams y dobles seguidos de Hideki Matsui y Jorge Posada.

Un jonrón del antesalista Aaron Boone contra el nudillista Tim Wakefield en el undécimo episodio catapultó a los Yankees a la sexta Serie Mundial en ocho años y a los Red Sox de regreso a casa con el corazón destrozado, algo que había ocurrido frecuentemente en la postemporada desde que vencieron a los Chicago Cubs en la Serie Mundial de 1918.

La Maldición del Bambino seguía viva. Más viva que nunca.


SIN TIEMPO PARA LAMENTARSE. La dolorosa derrota le costó el trabajo al dirigente Little, quien fue despedido una semana después del fiasco en el Bronx y sustituido por Terry Francona.

Francona venía de temporadas seguidas como coach de banca para los Texas Rangers(2002) y Oakland Athletics (2003), luego de haber estado en la oficina de operaciones de béisbol de los Cleveland Indians en el 2001. Francona había sido dirigente de los Philadelphia Phillies por cuatro años, entre 1997 y 2000.

Poco después de firmar al piloto, Boston cedió a cuatro lanzadores jóvenes para adquirir desde los Arizona Diamondbacks al estelar lanzador abridor Curt Schilling, quien fue dirigido por Francona en Filadelfia y ayudó a los D-Backs a vencer a los Yankees en la Serie Mundial del 2001.

Con Ramírez y Ortiz ya establecidos desde el año anterior como una de las mejores parejas ofensivas del juego y Schilling formando dúo con Martínez en la rotación abridora, Boston salió al ruedo buscando vengar la más reciente afrenta de los Yankees.

"Cuando llegué a los Red Sox, supuestamente estaba bajo una maldición por casi 200 años -exageró Ramírez-, y la organización, poco a poco, salió a buscar las piezas necesarias para que nosotros consiguiéramos la victoria".

"Cortar esa supuesta maldición que tenía tantos años y hacer que se haga posible lo imposible. Esa era nuestra actitud comenzando la temporada. No fueron muchas las cosas que cambiaron del 2003 al 2004. Las piezas maestras ya estaban ahí. La experiencia vivida el año anterior nos llevó a cambiar el futuro", dijo Ortiz.

Los Red Sox arrancaron el año en grande, ganando 15 de 21 juegos en abril, y superaban a Nueva York por medio juego en el primer lugar de la División Este el 15 de mayo, pero luego de un mal junio (11-14) y un flojo julio (14-12), entraron a la fecha tope de cambios (31 de julio a las 4 p.m. ET) abajo por 8.5 juegos de Nueva York.

Y ese día, los Red Sox sacudieron la industria, haciendo el último cambio que terminó de moldear el equipo que ganaría el primer campeonato desde la Primera Guerra Mundial.

En un movimiento entre cuatro clubes, los Red Sox enviaron al torpedero Todos Estrellas Nomar Garciaparra y Matt Munro a los Chicago Cubs y adquirieron a Cabrera desde los Expos de Montreal y al 1B Doug Mientkiewicz desde los Minnesota Twins. Chicago mandó a Francis Beltrán, Alex González y Brendan Harris a los Expos y los Cubs cedieron al jugador de ligas menores Justin Jones a los Twins.

Garciaparra, quien fue Novato del Año en 1997 y campeón de bateo de la Liga Americana en 1999 y 2000, rechazó una oferta de extensión multianual entrando a los entrenamientos primaverales y estaba decidido a probar la agencia libre al final de la temporada. Una lesión, que lo limitó a 38 juegos en los primeros cuatro meses, facilitó la decisión de cambiarlo, pero en realidad el factor principal era su inminente entrada a la agencia libre.

Cabrera también jugaba su último año de contrato y no tenía el historial ofensivo de Garciaparra, pero era dos años más joven y uno de los mejores jugadores defensivos del juego, ya con un Guante de Oro en su expediente.

"Estaba nervioso, ansioso, siendo cambiado por Garciaparra, un ícono en Boston", dijo Cabrera recientemente. "Fue muy difícil al principio, tuve que superar muchos obstáculos, pero tuve unos compañeros que me dijeron que no me preocupara y solo jugara mi juego", agregó.

"Orlando trajo una química muy buena. Nosotros pensábamos que la partida de Garciaparra sería un hoyo difícil de llenar, pero Orlando fue la pieza perfecta. Un jugador de contacto con defensa increíble que se ajustó rápido", apuntó Ortiz.

"Cuando obtuvimos a Orlando, fue como que cambió la cultura general del equipo. Cabrera jugaba el juego para ganar", subrayó Millar. Cabrera jugó la esperada buena defensa, pero además bateó .294 con 19 dobles en 58 juegos el resto de la serie regular y .379 en la Serie de Campeonato contra los Yankees.

Otro movimiento menos relevante que más tarde probaría ser clave fue la adquisición del jardinero Dave Roberts desde Los Angeles Dodgers por el jardinero de ligas menores, Henri Stanley. Roberts, quien se había robado 33 bases en 34 intentos con Los Angeles, llegó a Boston para reforzar la defensa y el corrido en juegos cerrados al final de los partidos.

Para Roberts, el hijo de un afroamericano y una japonesa que nació en Okinawa, donde su padre cumplía con el servicio militar estadounidense, fue extraordinariamente fácil ajustarse de inmediato al gran ambiente multicultural que encontró en el camerino de los Red Sox.

"Fue un proceso. Primero los Red Sox adquirieron a mi compadre Pedro, luego a Manny y después llegué yo. Creo que, por mi jocosidad, mi forma, le puse la cereza final al cóctel. Además de mi trabajo como jugador, colaboré en la química del equipo. Y no fue que lo planee, sino que se fue formando en el proceso" David Ortiz, exjugador de Red Sox y miembro del Salón de la Fama de Cooperstown, sobre el equipo de Boston en 2004.

"Wow, todos son chicos diferentes, grandes competidores, jugadores de béisbol muy conocidos, ciertamente orgullosos de su herencia dominicana, y amigos para toda la vida", dijo Roberts acerca de los tres grandes dominicanos de Boston.

"Realmente disfruté mi tiempo con ellos", recordó Roberts, quien en octubre fue el protagonista de uno de los momentos más importantes de la temporada, y de la historia, de Boston.


YANKEES (101-61) CONQUISTÓ el banderín divisional por sexto año seguido, mientras que Boston (98-64) avanzó como comodín por segunda temporada al hilo. En la primera ronda de los playoffs, los Red Sox barrieron 3-0 a Los Angeles Angels y los Yankees eliminaron en cuatro juegos a los Twins, sentando la base de una tercera Serie de Campeonato en cinco años entre los grandes rivales del béisbol.

Los Bombarderos del Bronx hicieron honor a su sobrenombre y bombardearon a Schilling con seis carreras en tres entradas para ganar 10-7 el juego 1 ante 56,135 aficionados en el Yankee Stadium. En el segundo encuentro, Martínez logró una salida de calidad, pero los Yankees ganaron 3-1 frente a 56,136 para ponerse arriba 2-0.

El juego tres, en el Fenway Park, fue una paliza 19-8 con 22 hits para los Mulos de Manhattan, que comenzaron a vender boletos para la Serie Mundial. Después de todo, nunca en la historia de Grandes Ligas un equipo había regresado de estar abajo 0-3 para ganar una serie de postemporada.

En todas las ligas profesionales de Estados Unidos, solamente dos veces, ambas en la liga de hockey sobre hielo (NHL), un equipo había conseguido regresar de estar abajo 0-3 en una serie de playoffs. Los Toronto Maple Leafs lo hicieron ante los Detroit Red Wings en la final de la Copa Stanley de 1942 y los New York Islanders frente a los Pittsburgh Penguins en los cuartos de final de 1975.

"Nosotros teníamos una buena dinámica, éramos muy unidos. Yo podía cometer un error, a Pedro le podían pegar un jonrón, pero nosotros siempre estábamos para apoyarnos el uno al otro. Cuando estuvimos abajo 0-3, sabíamos que no había mañana, pero nuestra mentalidad siguió igual y nos propusimos hacer las cosas pequeñas y jugar como si fuera la serie regular", contó Ramírez.

Pero una cosa es planear y otra muy distinta es ejecutar.

El cuarto choque, el domingo 17 de octubre, entró al cierre de la novena entrada con Nueva York a tres outs del pase al clásico de otoño con el gran cerrador panameño Mariano Rivera en el montículo. Millar recibió boleto abriendo la entrada y, de inmediato, fue sustituido por el veloz Roberts.

Todos sabían que Roberts intentaría robarse la intermedia, con el fino 3B Bill Mueller en el plato. Mueller (.326.1) había ganado el campeonato de bateo a Ramírez (.325.6) el último día de la temporada anterior.

Roberts se robó la base y luego Mueller lo impulsó con un sencillo al medio, provocando un ruidoso festejo en Fenway Park. Una celebración que alcanzó el nivel de histeria colectiva cuando Ortiz bateó un jonrón contra el relevista Paul Quantrill en el cierre de la entrada número 12 para dirigir a Boston a su primera victoria del playoff.

"Ahí aplica la frase de que el juego no se acaba hasta que no termina. En el béisbol no se puede predecir nada", recordó Ortiz, quien bateó .387 con tres jonrones y 11 empujadas para ser elegido Jugador Más Valioso de la serie. "Cuando estás contra la pared, que no tienes a donde correr, solo te queda pelear".

"Big Papi" bateó un sencillo contra el mexicano Esteban Loaiza para empujar a Johnny Damon con la carrera ganadora en el cierre del inning 14 en el juego 5; Schilling (lanzando con una media mojada de sangre debido a una lesión de tobillo que sufrió en el juego 1) logró siete entradas de una carrera para ganar el sexto encuentro y empatar la serie.

Ortiz y Damon pegaron jonrones y se combinaron para empujar ocho carreras en una aplastante victoria 10-3 en el séptimo y decisivo en Yankee Stadium para completar el milagroso regreso.

Ortiz bateó de 32-12 (.387), Cabrera de 29-11 (.379) con dos dobles y cinco impulsadas y Ramírez de 30-9 (.300) con cinco boletos. Martínez laboró 13.0 innings en dos salidas y Mendoza permitió una carrera en dos entradas en dos apariciones.

La venganza contra los Yankees se había consumado y Boston retornaba a la Serie Mundial por primera vez desde 1986, cuando dejó escapar ventajas 2-0 y 3-2 ante los New York Mets.

Tambaleaba la Maldición.


EN LA FINAL DE FINALES, Ortiz bateó de 13-4 con jonrón, cuatro impulsadas y tres anotadas, pero el premio de Jugador Más Valioso de la serie lo obtuvo Ramírez, quien se fue de 17-7 con jonrón y cuatro empujadas para que Boston barriera 4-0 a los St. Louis Cardinals.

Martínez lanzó siete innings en blanco y se anotó el triunfo en el juego 3 en el Busch Stadium, mientras que Cabrera se fue de 17-4 con tres boletos, tres anotadas y tres impulsadas.

"Fue un absoluto trabajo de equipo. Todos hicieron un rol que resultó importante. Algunos se destacaron más que otros, pero todos en el roster contribuyeron", rememoró Martínez.

"Cuando le ganamos a los Yankees la estima subió tan alto como si esa fuera la real Serie Mundial", apuntó Ramírez, quien recordó el recibimiento que dieron los bostonianos a los Red Sox la madrugada en que regresaron de San Luis con el trofeo de Grandes Ligas. "Nos tomó tres horas llegar a la casa, había como cinco millones de personas esperándonos en las calles. La ciudad estaba de fiesta. Fue algo increíble, inolvidable".

"EUFORIA, ALEGRÍA O LOCURA, llámenlo como quieran. Después de 86 años, Red Sox Nation obtuvo la liberación. En South Boston, los fuegos artificiales iluminaron el cielo mientras los juerguistas se derramaban en las calles en medio de una cacofonía de bocinas de autos. En Jamaica Plain, los hombres adultos cayeron de rodillas.

[...] Fue una catarsis colectiva, millones de personas cautivadas por nueve hombres que jugaban a un juego de niños: desde el South End hasta el North End, Provincetown hasta los Berkshires, Connecticut hasta Maine y todos los puestos de avanzada remotos de Nueva Inglaterra", así reseñaba The Boston Globe en la nota principal de la edición de la victoria que salió a la luz el 28 de octubre de 2004.

En otro de los textos del Globe, firmado por Thomas Farragher, rezaba "Nueva Inglaterra bailó bajo una luna enrojecida por el eclipse esta mañana temprano, brindando por un campeonato de béisbol cuyo carácter elusivo desde la Primera Guerra Mundial se había convertido en una insignia regional de futilidad, usada por cuatro generaciones.

"He visto al hombre caminar sobre la luna. He visto al transbordador espacial desintegrarse en el cielo. He visto una gran tragedia", dijo David Kruh de Reading, quien escribió el musical teatral La maldición del Bambino, sobre las tribulaciones de los Medias Rojas. "Y ahora, tenemos este momento de alegría pura... Esta experiencia nunca volverá a suceder". Y Nueva Inglaterra, donde el béisbol es el rey, nunca volverá a ser la misma.

Papi, Pedro, Manny y el resto del equipo fueron los "culpables" de ese estado de éxtasis.


MENOS DE UN MES DESPUÉS del desfile de los Red Sox por el centro de Boston, Martínez se marchó a los Mets y Cabrera a Los Angeles Angels en la agencia libre, Ramírez fue parte del campeonato del 2007 antes de ser canjeado a los Dodgers en el 2008 y Ortiz permaneció con el club hasta su retiro en el 2016 y fue el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial del 2013.

Martínez y Ortiz, quienes son asistentes especiales de la directiva de Boston, y Cabrera y Ramírez participaron, el 10 de abril, en la celebración del 20 aniversario del campeonato del 2004, que además fue una ceremonia de recordación a la vida de Wakefield, quien falleció en octubre debido a un cáncer cerebral.

"(Aquel grupo) Somos una familia y lo seremos por siempre", concluyó Ortiz.