El ingreso de Sosa a la inmortalidad con el equipo de Chicago ocurre en momentos en que se cuestionan las cláusulas de moralidad que los votantes toman en cuenta al momento de valorar una carrera para el Salón de la Fama.
Sammy Sosa es, finalmente, un inmortal de la historia de Chicago Cubs. Luego de dos décadas de uno de los divorcios deportivos más significativos en la historia, una de las figuras más recordadas e importantes de los Cubs ha pasado a ocupar su merecido lugar en la inmortalidad.
Para muchos, esto ha sido una clara señal de que Sosa, quien no pudo entrar al Salón de la Fama de Cooperstown durante sus 10 años en la boleta de votaciones, tiene una oportunidad real de ingresar mediante el comité de veteranos de la Era Contemporánea del béisbol, a finales de diciembre de este año. La realidad, suele ser un poco más compleja, y nada asegura que esta decisión de que Sosa pasara a ser parte del Salón de la Fama de los Cubs, ayudará a su caso mientras persigue la inmortalidad del béisbol.
Lo que la entrada de Sosa al prestigioso Salón de la Fama de los Cubs, el cual en cerca de 150 años de historia del equipo solo tiene 90 miembros, simboliza es un mensaje sobre hacia dónde debe ir el béisbol con sus figuras históricas. Es un mensaje dirigido a Cooperstown y sus votantes, el cual, por desgracia y al igual que MLB, ha realizado una cacería de brujas en contra de algunas de las más brillantes estrellas de la llamada Era de los Esteroides, por sus vínculos con el uso de sustancias para mejorar el rendimiento, durante una época donde la práctica, aunque inmoral, no estaba prohibida por las reglas de MLB del momento.
No estamos haciendo apología sobre el uso de sustancias y la desobediencia a las reglas del juego, lo que apuntamos es al hecho de que por mal que algo pudiese verse, si no iba contra las reglas, tomarlo en cuenta a la hora de decidir si alguien merece entrar o no al Salón de la Fama, es difícil de defender, especialmente cuando la principal misión de la institución es preservar y celebrar la historia del deporte.
La entrada de Sosa al Salón de la Fama de los Cubs es otro paso que han dado los equipos para reconciliarse con su historia y “perdonar” a sus figuras. Mark McGwire, otro sindicado como usuario de esteroides (quien posteriormente admitió su uso), tiene años trabajando con los St. Louis Cardinals, uno de los equipos con los que más éxito tuvo. Barry Bonds, la cara inmerecida de la Era de los Esteroides, trabaja desde hace tiempo con San Francisco Giants, ninguno de los dos ha entrado a Cooperstown, pero su reincorporación a sus equipos habla de la valoración histórica que tienen dentro del juego.
Sosa, quien por la mayor parte de dos décadas fue considerado como el enemigo público número uno de los Cubs, está de regreso también, lo que debe llevar a pensar a los votantes de Cooperstown y a los miembros de los comités de las diferentes eras, que las cosas deben analizarse en su justo contexto. El impacto de los jugadores en la historia es tan válido como la moralidad o falta de esta en sus decisiones mientras estuvieron activos. Los Cubs solamente son el último equipo en reconocer eso y enviar el mensaje. ¿Lo recibirán en Cooperstown? Es la pregunta que esperamos sea respondida.
