Nota del editor: El siguiente escrito contiene declaraciones hechas por Adam LaRoche, quien se retiró de Grandes Ligas esta semana luego que los Medias Blancas de Chicago le impusieran límites al tiempo que su hijo de 14 años, Drake, pasa con el equipo.
Dada la rapidez de mi partida y el alboroto que ha causado tanto en los medios como en el camerino, me siento en la obligación de dar mi punto de vista.
En los pasados cinco años, tanto con los Nacionales como con los Medias Blancas, he recibido la oportunidad de tener a mi hijo conmigo en el camerino. Es un privilegio que valoro grandemente. Nunca lo tomé como un regalo, y siento una enorme gratitud hacia ambas organizaciones.
Aunque le indiqué claramente a ambos equipos la importancia de tener a mi hijo conmigo, también, les dejé en claro que si ocurría algún momento en el que un compañero, coach o manager se sintiera incómodo, me lo dejaran saber para atenderlo de inmediato. Yo sé que esa es su oficina y su carrera, y no sería justo para el equipo ni para nadie en el camerino que se sintieran incómodos con la situación. Afortunadamente, ese problema nunca se materialize. No voy a hablar sobre el comportamiento de mi hijo, Drake, sus modales, y la calidad de persona que él es, porque todo el mundo sabe que estoy prejuiciado en ese sentido. Todos los comentarios de mis compañeros, pasados y presentes, son suficientes para atestiguar eso. Esos comentarios de todas esas personas que han interactuado con Drake son testimonio de cómo él se comporta.
Antes de firmar con los Medias Blancas, mi primera pregunta al equipo fue sobre la posibilidad de que mi hijo fuera parte del equipo. Luego de ciertas diligencias por parte del equipo, pudimos llegar a un acuerdo. La temporada 2015 no presentó problemas en lo que se refiere a Drake. (¡Mi bateo y nuestro record son otra historia separada!)
Con todo esto en mente, llegamos a la actual situación, la que surgió cuando recientemente el vicepresidente de los Medias Blancas Ken Williams vino donde mí a decirme que debía bajar un poco el tiempo que pasaba mi hijo en el camerino. Luego, me dijo que no debía traerlo en ningún momento. Obviamente, expresé mi descontento con esta decisión de alterar el acuerdo al que habíamos llegado antes de que yo firmara con los Medias Blancas. Al hacerlo, tenía que tomar una decisión. ¿Escojo a mis compañeros y mi carrera? ¿O escojo a mi familia? La decisión era fácil, pero en ningún momento la misma fue un reflejo de cómo me siento sobre mis compañeros, mi manager, mi gerente o el dueño del equipo Jerry Reinsdorf.
La organización de los Medias Blancas está llena de gente con grandes valores y carácter sólido. Mi decisión de irme fue simplemente el resultado de un desacuerdo fundamental entre mi persona y Ken Williams.
Entiendo que mucha gente no va a entender mi decisión. Yo respeto eso, y todo lo que pido a cambio es el mismo nivel de respeto hacia mí. Yo vivo bajo ciertos valores que tienen su raíz en mi fe, y me siento agradecido de que mis padres me hayan inculcado eso. Yo trato de establecer un buen ejemplo dentro y fuera del terreno y de vivir una vida que represente esos valores. Como padres, tenemos la oportunidad de moldear y convertir a nuestros hijos en hombres y mujeres de carácter, con morales y valores que no pueden ser trastocados por el mundo que les rodea. Solo estoy seguro de una cosa: vamos a lamentar el NO pasar suficiente tiempo con nuestros hijos, no al revés.
En cada nivel de mi carrera, el juego de béisbol ha reforzado la importancia de la familia para mí. Estar al lado de mi padre cuando era entrenador. Jugar junto a mis hermanos cuando era chico y como adulto en las Grandes Ligas.
Del mismo modo, ha sido genial tener a mi hijo a mi lado para compartrir estas experiencias mientras he jugado.
En cada una de las instancias, el béisbol me ha dado algunas de los mejores recuerdos de mi vida. Probablemente este iba a ser el último año de mi carrera, y de ningún modo yo lo iba a pasar sin mi hijo.
El béisbol me ha enseñado incontables lecciones de vida. He aprendido como enfrentar retos, a superar los fracasos, a mantener mi humildad, y lo más importante, a creer que Dios está en control de todo y que yo vine al mundo para ser más que un jugador de béisbol. Estamos llamados a vivir la vida con un amor incondicional a Dios y amor por el prójimo. Estas son lecciones que yo trato de enseñar a mis hijos todos los días. Realmente me siento bendecido de haber vivido cada una de esas experiencias.
Gracias a todos los managers para los cuales jugué, a mis ex compañeros y a mis amigos a lo largo de la liga por hacer de estos 12 años un viaje extraordinario, y por darme recuerdos que nunca olvidaré -especialmente los que viví con mi hijo a mi lado.
Les dejo con el mismo consejo que le dije a mis compañeros. En la vida, todos nos enfrentamos a decisiones difíciles y tenemos que tomar decisiones. ¿Actuamos basados en las consecuencias, o actuamos por lo que sabemos y creemos que es cierto en nuestro corazón? Yo elegí hacer lo segundo.