CARACAS -- Cercado entre una barriada popular y una zona de clase media del este de la capital, más de un centenar de niños y adolescentes entrenan a diario en un modesto campo de béisbol en busca de la vía para saltar a las Grandes Ligas y escapar de la brutal crisis que azota a Venezuela.
Las posibilidades para los chicos que acuden al centro deportivo Las Brisas de Petare no sólo son ínfimas, sino remotas. Las academias de béisbol en la nación sudamericana siguen activas, pero es muy difícil mostrar al nuevo talento. Se dan casos, según cuentan entrenadores, que un pelotero se desmaya en el diamante por la mala nutrición, síntoma del impacto que provoca la hiperinflación, la escasez de bienes y la recesión.
Un equipo de la ciudad de Maracaibo, del estado petrolero del Zulia, participa esta semana en la Serie Mundial de Pequeñas Ligas en Williamsport, Pennsylvania. Rougned Odor, de los Texas Rangers, y Ender Inciarte, de Atlanta Braves, aportaron fondos para el viaje.
Las nuevas generaciones deben soportar no solo las dificultades generadas por la peor crisis económica de la historia reciente, sino también los obstáculos logísticos que los limitan para salir a torneos internacionales y tener la oportunidad de ser vistos por cazadores de talentos, muchos de los cuales no viajan a Venezuela desde hace varios años por los problemas de seguridad que padece el país.
Hay precedentes para la ambición. Venezuela ha sido cantera de estrellas como Miguel Cabrera y Félix Hernández. Y recientemente, otro equipo infantil de Maracaibo que llegó apenas dos horas antes de su primer juego en un torneo en México acabó proclamándose campeón. El atraso obedeció a que no tenían cómo costear los boletos aéreos, que lograron a última hora gracias a donaciones de jugadores de Grandes Ligas.
"Mi sueño se cumplió", afirmó Diego Gutiérrez, un pelotero de 10 años integrante del equipo Cacique Mara que el 2 de agosto se consagró en el Campeonato Latinoamericano de Béisbol Preinfantil en México.
Gutiérrez charló telefónicamente con The Associated Press tras retornar, una semana después de la victoria, al modesto estadio San Miguel de Maracaibo, donde se inició como pelotero a los tres años de la mano de su padre Daniel Gutiérrez, actual presidente el equipo.
La victoria de los 14 jugadores conmovió a Venezuela debido a los obstáculos que tuvieron que sortear para conseguir el dinero de los pasajes, lo que desató numerosas reacciones en las redes sociales y algunos medios que se unieron a la desesperada batalla de los pequeños para viajar a México.
Las preocupaciones del equipo comenzaron a mediados de julio cuando los prometidos recursos ofrecidos por algunos Grande Ligas nunca llegaron y ninguna autoridad se ofreció colaborar con el viaje.
“Cuando nos dijeron que no podían para nosotros fue lo peor. Se nos derrumbó el barco”, afirmó Gutiérrez padre al recordar los difíciles momentos que vivieron al encontrarse casi a las puertas del torneo sin posibilidades de viajar. Pese a la adversidad, Gutiérrez decidió junto a sus pequeños y sus familiares de tomar un autobús la tarde del 25 de julio desde Maracaibo y viajar más de diez horas para llegar a la capital y seguir tocando puertas.
No fue hasta la mañana del 27 de julio, horas antes de iniciarse el campeonato, que se dio el "milagro", según reconoció el presidente del equipo, cuando el lanzador venezolano Eduardo Rodríguez, de los Boston Red Sox, que se enteró de la situación por Instagram, realizó una transferencia para adquirir la mayoría de los boletos, acción que fue secundada por su compatriota Jhoulys Chacín, de los Milwaukee Brewers, que canceló los impuestos de los pasajes.
El Ministerio del Deporte de Venezuela y la aerolínea panameña Copa también se sumaron a la iniciativa y pagaron el resto de los pasajes aéreos.
"Cuando era niño tenía muchas invitaciones para jugar en algunas competiciones, pero no tenía el dinero para ir allí, así que sé cómo se siente, por eso lo hice", contó Rodríguez a AP previo a un juego de los Medias Rojas.
Al levantar la mirada hacia la barriada pobre de Brisas de Petare se perciben a simple vista los rigores de la crisis, pero en el campo de entrenamiento el ímpetu de una población que se niega a entregarse inunda cada metro del terreno. En cualquier rincón es fácil toparse con chicos que entre mallas de bateo remendadas, viejos bates despintados y pelotas descocidas practican lanzamientos y bateos.
Entre todos hay un rasgo evidente: nadie se ve corpulento. En muchos de los casos la contextura está asociada al intenso entrenamiento, pero en otros responde a una realidad que golpea a nueve de cada diez venezolanos que es la dificultad para alimentarse, según reveló un estudio de este año de las tres principales universidades del país.
Esa situación ya está dejando secuelas entre las nuevas generaciones, y en particular entre los niños que llegan a los campos de béisbol, según reconoció a AP el entrenador Nelson Castro, quien por varias décadas ha dirigido al equipo infantil Yoguis y ha formado estrellas como el lanzador Armando Galarraga, ya retirado de las Grandes Ligas.
"Es triste reconocer que eso ha disminuido en gran cantidad la asistencia de muchachos", afirmó Castro, de 58 años, al relatar que los problemas de alimentación están generando la deserción de potenciales prospectos y el descenso en el rendimiento deportivo de los niños.
Al recordar sus tiempos de pelotero profesional en los años 90, Pedro Quero, técnico de la academia local de béisbol Dacademia, indicó que anteriormente los deportistas se alimentaban muy bien, sin importar el origen, lo que permitió que surgieran poderosos bateadores como el ex beisbolista venezolano Andrés Galarraga o Cabrera, ambos provenientes de sectores populares.
"Estamos viendo muchas comidas que no están ayudando en los nutrientes de los chamos (los jóvenes) ... los chamos no están creciendo bien, no te rinde", explicó Quero, de 41 años, y agregó que eso se ha convertido en un problema para las academias que se dedican a formar en Venezuela prospectos para las Grandes Ligas, situación que los obliga a complementar la formación deportiva con alimentos y proteínas para suplir las deficiencias.
Apoyado sobre una reja de metal de casi dos metros de alto, Juan José Escobar, un humilde comerciante de 40 años de la barriada capitalina de Petare, observa desde la distancia a su hijo de tres años que intenta esquivar unos conos mientras corre por una colina como parte de su entrenamiento.
Escobar aún sigue embriagado de la felicidad que le causó que su hijo Anthony, de 18 años, firmara hace dos años por los Minnesota Twins, y ahora su apuesta es que su hijo menor también pueda lograrlo "para salvarlo de esto que estamos viviendo".
"Eso (la contratación) para mí fue una bendición porque así como está la situación del país ya uno de repente no le puede dar ni buena educación a un hijo", acotó.
Gutiérrez afirmó que ahora tiene las esperanzas puestas en el equipo infantil, también de Cacique Mara, que a partir de esta semana compite en Williamsport.
Luego del triunfo Diego confesó que ahora tiene otro sueño: llegar a las Grandes Ligas para ser receptor o jardinero. El pequeño admitió que estaba muy agradecido por el gesto de Rodríguez, pero confesó que la mayor felicidad que sentía es “porque ya nos conoce".