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¿Qué pasó con los receptores afroamericanos?

ESPN Illustrations

El 12 de marzo la carrera de béisbol colegial de A.J. Lewis terminó abruptamente, como una vela apagada por un soplo de viento repentino y escalofriante.

Atrapado en la pandemia mundial de coronavirus, el receptor de 21 años podría haberse dirigido a Chicago. Estaba disfrutando de una temporada impresionante con la Eastern Kentucky University, lo suficiente como para ser incluido en la lista de candidatos para el Premio Nacional Buster Posey de 2020, que se le entrega al Cátcher Colegial del Año.

En cambio, el receptor de último año colegial dirigió su auto hacia el sur. Su destino: Atlanta, a 357 millas de distancia, donde espera dar un paso gigante más cerca de su objetivo de jugar un papel transformador en las Grandes Ligas. Lewis está decidido a no solo ascender a las mayores, sino también a convertirse en el primer receptor afroamericano titular de todos los días desde Charles Johnson, quien jugó por última vez hace 15 años.

Esa sequía, una perplejidad en todos los niveles del juego, "es algo que quiero cambiar", subrayó Lewis. Él tiene la intención de impulsar la orgullosa tradición de los receptores negros como Josh Gibson, Roy Campanella y Johnson.

"Esos tipos son como superhéroes para mí, porque hicieron cosas que eran imposibles", dijo Lewis desde Atlanta, donde pasó dos semanas trabajando con Nic Wilson, un exentrenador del Eastern Kentucky que ahora es instructor de bateo para los Boise Hawks, equipo de Clase A corta de los Colorado Rockies. "Esos tipos fueron lo que quiero ser. Entonces, tengo que amar verme en esta situación".

Desde el momento en que Campanella se unió a los Dodgers en 1948, un año después de la integración en grandes ligas con la incorporación de su compañero de equipo de Brooklyn, Jackie Robinson, ha habido varios receptores negros y latinos. Iván Rodríguez, de Puerto Rico, ganó 13 premios Guantes de Oro mientras construía una carrera de Salón de la Fama. Otros del Caribe y América Latina que brillaron en el gran escenario incluyen a los hermanos Molina, José, Bengie y el probable miembro de Cooperstown Yadier; Elrod Hendricks; Manny Sanguillen; y Tony Peña. También disfruta de una carrera notable el receptor canadiense Russell Martin.

Tampoco se puede negar que hubo destacados afroamericanos en el puesto.

Gibson nunca logró ingresar a las Grandes Ligas debido al color de su piel, sin embargo, está prácticamente deificado porque abundan las historias sobre sus hazañas en este, el centésimo año de la fundación de las Ligas Negras.
Campanella creó una loable carrera de Salón de la Fama en Brooklyn. Los pilares principales Elston Howard, John Roseboro y Earl Battey se combinaron para ganar siete Guantes de Oro de 1960 a 1966. Johnson ganó cuatro Guantes de Oro consecutivos de la Liga Nacional de 1995 a 1998.

Esos receptores se destacaron durante mucho tiempo como faros para los esperanzados y jóvenes cátchers negros en todo el país. Ahora esos referentes no existen. Bruce Maxwell, que es birracial, es el último receptor en registrar al menos 100 juegos en la era posterior a Johnson (119 juegos, de 2016 a 2018, con los Oakland Athletics).

¿Adonde se fueron todos? ¿Y cómo sucedió esto?

Nadie está más ansioso que Johnson por ver triunfar a un joven receptor afroamericano como Lewis. Tal vez Johnson podría dejar de tener que diseccionar este problema deslumbrante, pero ignorado en el béisbol, mientras espera finalmente entregar el testigo a alguien ... a cualquiera.

Cuando será así; Johnson ni siquiera puede arriesgarse a adivinar. Pero él podría haber presagiado la desaparición del receptor afroamericano, considerando que nunca necesitó más de una mano para contar la cantidad de receptores negros que encontró en su carrera de 12 años en las Grandes Ligas.

Una elección de primera ronda de los Marlins en 1992, Johnson dijo luego de ser subido en 1994, que en sus años en las menores nunca vio un receptor negro en un equipo contrario.

"Solo conocía a otros dos receptores negros: Terry McGriff y Lenny Webster", indicó Johnson. Webster fue su compañero de equipo brevemente en Baltimore en 1999. "Una de las pocas baterías [totalmente] negras", dijo Johnson.

McGriff, en un mundo hecho aún más pequeño por algo más que casualidad, es el primo hermano de Johnson. Los dos aprendieron a jugar la posición de receptor durante su infancia en Fort Pierce, Florida, tutoreados por hermanos, primos y más notablemente sus padres. Roy McGriff, un receptor que jugó para la Southern University, compartió habitación con un joven llamado Lou Brock. Charles Johnson Sr. jugó a la pelota en la Florida A&M University y, como su cuñado, también se asoció con un futuro miembro del Salón de la Fama, Andre Dawson.

Fue en este ambiente rico en béisbol que los sueños de dos niños pequeños se cultivaron desde una edad temprana. Cuando Johnson, de 8 años, le dijo a su padre que quería ser receptor, Johnson Sr. llevó a su casa una máquina de pitcheo Iron Mike para rebotar contra el suelo lanzamientos para que Johnson aprendiera a bloquearlos.

"Mi papá tenía un cobertizo de madera delante del cual me ponía en cuclillas. Fallé muchas bolas. Finalmente, esas bolas hicieron un gran agujero en ese cobertizo", comentó riendo Johnson. "Después de un tiempo, mi objetivo era no dejar que la pelota atravesara ese agujero".

Ese entrenamiento y dedicación llevaron a Johnson a la Universidad de Miami, una potencia universitaria en el béisbol, y a un lugar en el equipo de Estados Unidos que ganó la medalla de oro en la competencia olímpica de exhibición en Seúl 1988. Cuando Johnson fue seleccionado por los Marlins, se convirtió en la primera selección del draft de la franquicia de expansión y una piedra angular del equipo durante años.

Terry McGriff, unos años mayor que Johnson, saldría de las Grandes Ligas después de jugar esporádicamente de 1987 a 1994. Johnson tomó el manto de la familia y ganó viajes al Juego de Estrellas, Guantes de Oro e incluso un anillo de la Serie Mundial. Hasta el día de hoy, Johnson sigue siendo miembro de la familia extendida de los Marlins, sirviendo al equipo como embajador de la comunidad. A pesar de lo emocionante que fue su carrera como jugador, Johnson siempre sintió que el receptor afroamericano seguía siendo una aberración.

"Desde 1995, solo éramos Lenny y yo [en las mayores]", dijo sobre Webster, cuya carrera abarcó una docena de temporadas y terminó en 2000. "Ahora no hay ninguno. Para mí, eso es alucinante".


LAS TEORÍAS sobre dónde ha ido el receptor afroamericano son tan abundantes como los sucesores de Johnson son pocos. Las personas que intentan mejorar el acceso al béisbol para los jóvenes de las comunidades marginadas están examinando causas más allá de los jugadores que "crecen fuera de la posición", o el acceso desigual al equipamiento necesario para ser receptor.

El hecho es que las nuevas matemáticas del juego no ayudan. Los títulos de maestría en administración de empresas que ejercen cada vez más gerentes generales en el béisbol dependen de algoritmos informáticos y medidas predictivas. Estos modelos predictivos a menudo se basan en comparaciones con jugadores anteriores similares. Pero el número de jóvenes afroamericanos simplemente no se está filtrando a través del sistema de equipos de viaje y exhibiciones para poder formular esa información.

En el día de apertura de la temporada 2019, solo el 7.7% de los jugadores de MLB eran afroamericanos, por debajo de su cenit del 18.5% en 1975.

Menos afroamericanos están jugando béisbol. Incluso menos se animan a ser receptores. Esos números decrecientes ofrecen menos datos. Menos datos equivale a más riesgo. Por lo tanto, el desarrollo del talento afroamericano ha disminuido.

Del mismo modo, los métodos de exploración y las pruebas oculares de la vieja escuela también pueden poner a los receptores afroamericanos en una desventaja única, dijo Kerrick Jackson, entrenador en jefe de béisbol de la Southern University -colegio donde históricamente asisten afroamericanos- y presidente del comité de diversidad de la Asociación Estadounidense de Entrenadores de Béisbol.

"He hablado con niños, aquellos que han estado en el límite [prospectos], que tienen pensamientos sobre el draft, y les digo, 'Asegúrense de entender que Major League Baseball se basa en la tradición y se basa en la historia'", dijo Jackson, quien era receptor hasta su segundo año en la escuela secundaria, cuando se convirtió en lanzador. A partir de ahí, en lo que restaba de secundaria y luego en la Universidad Bethune-Cookman, Jackson nunca más volvió a jugar como receptor.

"Les pregunto: '¿Cuántos receptores negros ha habido en la historia de las Grandes Ligas? Nómbrame uno'", dijo. "Ni siquiera conocen a Charles Johnson, ¿verdad? Es solo la naturaleza del negocio que ellos [los ejecutivos de béisbol] podrían mirar a un receptor negro y preguntarse: '¿Con quién lo comparamos?' Si no tienen una comparación para él, entonces él no es necesariamente alguien que ellos se sentirán cómodos drafteando. Es lamentable, pero es la naturaleza del negocio".

Además, al igual que los coordinadores ofensivos y defensivos suelen despedazar a los mariscales de campo cuando llegan a la universidad o la NFL, lo mismo le pasa a los jugadores de béisbol de cinco herramientas cuya velocidad de pies, brazos fuertes, gran alcance o repertorio dominante a menudo ofrecen gran tentación. El deseo de proteger esas herramientas, junto con las rodillas, las manos, las piernas, incluso los cráneos, puede enfrentar a los padres contra los entrenadores y a entrenadores contra prospectos de la receptoría.

"No es una posición glorificada", apuntó Chip Lawrence, un graduado de la Southern University que es el chequeador nacional de los San Diego Padres y un cazatalentos de 20 años. La receptoría requiere compromiso y una alta tolerancia al dolor.

"Los cátchers reciben una paliza cada vez que se atan ese equipo: las bolas de foul, las bolas contra la tierra, los doble swings de los bateadores. Debes estar hecho de una madera especial para ser un receptor", subrayó Lawrence.
Tim Anderson, el campocorto All-Star de los White Sox, lo expresó de manera más sucinta.

"Quería jugar una posición que usara mi velocidad y atleticismo. La receptoría nunca fue algo que me atrajera. Esa posición no me permitiría usar esas habilidades".

Lawrence también descartó que la escasez de receptores afroamericanos sea el resultado de un estereotipo de larga data de que los afroamericanos no son lo suficientemente "inteligentes" para desempeñar el cargo.

"No creo que la escasez de receptores afroamericanos se deba a cuestiones de intelecto. El juego ha cambiado tanto desde el nivel aficionado, pues el ejercicio de pensar y pedir los lanzamientos se ha eliminado bastante debido a que los entrenadores determinan que lanzamiento tirar y luego lo transmiten desde el banquillo al receptor", dijo Lawrence.

"La mayoría de las universidades quieren un jugador que pueda recibir y ser atlético detrás del plato, con la habilidad de batear como bono. En todo caso, estamos viendo más cátchers afroamericanos universitarios ahora de los que hemos visto en los últimos años", agregó Lawrence.

Lawrence, como Jackson, está haciendo todo lo posible para aumentar la afluencia de atletas negros en el deporte. Lawrence es la fuerza impulsora detrás de la fundación Juventud que brinda recursos y oportunidades. Su fundación presenta anualmente un showcase que coloca a jugadores no comprometidos frente a entrenadores y exploradores de colegios y universidades históricamente con afluencia de afroamericanos (HBCU). Dentro de organizaciones como esta, quizás se puedan preparar y desarrollar más prospectos afroamericanos de la receptoría.


ANTES DE DESVIARSE a Atlanta, Lewis estaba bateando .451 esta temporada, que le coloca empatado en el puesto 13 en la División 1 de la NCAA. Estaba clasificado séptimo en slugging, empatado en el puesto 25 en carreras impulsadas y porcentaje de embase y empatado en el puesto 34 en bases totales. En el lado defensivo, solo uno de sus tres errores llegó como receptor. Y capturó a tres robando.

Aun así, la cifra que siempre le recordará a Lewis su temporada 2020 es 44. Esa es la cantidad de juegos que los Colonels tuvieron que cancelar: 44 preciosas oportunidades que Lewis esperaba mejorarían sus esfuerzos para llamar la atención antes del draft amateur de MLB.

"Todo es tan incierto", dijo a mediados de marzo. "Ni siquiera sabemos si habrá un draft. Entonces, sigues trabajando. Prácticamente tienes que ser un hombre de hierro como receptor, así que es trabajo, trabajo, trabajo todos los días".

Cuando Lewis describe encontrarse con pocos receptores negros en las showcases o en el nivel universitario, su misión para poner fin a la sequía posterior a Johnson parece una aventura solitaria y quijotesca, pero no está solo.

Nick Hassan, que fuera un All-American de Rawlings High School, acaba de terminar su primer año en la Kennesaw State University. El nativo de Fayetteville, Georgia, que cumple 19 años el 30 de abril, es otro joven que intenta seguir los pasos de Johnson.

"Solo quiero participar en cada jugada", indicó Hassan. "Me gusta la responsabilidad. Me gusta cuidar a todos, mantener a mis lanzadores en forma. (...) Necesitas una característica de capitán que demuestre que puedes hacerte cargo, porque todos te están mirando o escuchando para que des instrucciones".

Del mismo modo, Ian Moller es un estudiante de secundaria muy publicitado de Dubuque, Iowa, que ha atraído una gran atención en las exhibiciones nacionales y ya se ha comprometido con la Louisiana State University.

"Al crecer, mucha gente quería cambiarme de posición, solo porque podía jugar en el jardín, como la mayoría de los afroamericanos", dijo Moller, de 17 años. "No quería cambiar. Me quedé con eso (en la receptoría) porque sabía que muchos [afroamericanos] no lo estaban haciendo, especialmente en los niveles más altos. Quería comenzar una nueva tendencia. Y, con suerte, puedo ser un nuevo estándar en la posición".

No hacerlo no es visto como una opción para Lewis, Hassan o Moller. Cada uno tiene la misión de honrar el pasado de su gente, así como asegurar oportunidades para las generaciones venideras.

"Cuando era joven, se trataba de jugar y divertirse. Sin embargo, a medida que crecía, me di cuenta de que se trata de inspirar a la gente", dijo Moller. "Tengo jóvenes niños afroamericanos que se acercan a mí y me preguntan cómo pueden participar en los equipos de béisbol. Eso es importante para mí, es enorme que las personas sepan que me interesa ayudar a los jóvenes, especialmente a los jóvenes afroamericanos".