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La batalla de jonrones McGwire-Sosa hizo regresar a la afición a los estadios de MLB

Con la llegada de dos nuevos equipos en 1993, el béisbol de Grandes Ligas vio crecer su afición por arriba de los 14 millones de personas. MLB vivía su mejor momento desde 1987, año en que por primera vez rebasó los 50 millones de fanáticos en los estadios.

En 1992 entraron 55,870,466 personas a los 26 estadios de MLB en 2,106 partidos y con la expansión de 1993 --debutaron Miami Marlins y Colorado Rockies-- un total de 70,257,938 aficionados asistieron a 2,269 encuentros en 28 parques de pelota.

Pero poco le duro el gusto a MLB tener un aumento constante de aficionados en los estadios, cuando la huelga más costosa en la historia de los deportes estalló e hizo terminar abruptamente la temporada de 1994 e iniciar tarde la de 1995.

En 1994 --el primer año en que se jugó con tres divisiones-- se había rebasado la cifra de los 50 millones de aficionados en 1,600 juegos, cuando el 11 de agosto se jugó por última vez, pues al día siguiente las puertas de los estadios permanecieron cerradas hasta el 24 de abril de 1995.

La afición a los largo y ancho de EE.UU. castigó a jugadores y dueños de equipos al ausentarse de los estadios durante tres años --tras la huelga al no llegar a un acuerdo en el contrato colectivo de trabajo-- hasta que una batalla hizo vibrar a Estados Unidos junto con República Dominicana y la región beisbolera de América Latina.

Sí. La batalla por el récord de jonrones de una temporada entre Mark McGwire y Sammy Sosa --en parte también Ken Griffey Jr-- hizo retornar a los fanáticos a los todos los estadios en 1998, a las ciudades de San Luis y Chicago, a todo un país caribeño y al propio Estados Unidos.

Por la mayor parte de los últimos 60 años, para República Dominicana ha sido rutinario recibir buenas noticias de sus atletas, especialmente del numeroso contingente de peloteros que ha metido a las Grandes Ligas en el último medio siglo.

Pero en 1998, la nación caribeña aún no había celebrado la mayoría de sus principales hazañas atléticas.

El lanzador Pedro Martínez ya era un estelar con un premio Cy Young, pero no el hombre-espectáculo que paralizó el país cada cinco días desde 1999 hasta gran parte de la década siguiente, que agregó otros dos trofeos Cy Young a su colección y fue electo en su debut en la boleta del Salón de la Fama de Cooperstown.

En San Luis, las familias se volcaron al estadio después de los primeros 15 partidos en casa, los niños acompañados de sus padres empezaron a colmar las prácticas de bateo del equipo para ver batear a McGwire y perseguir las pelotas detrás de la barda. Los jugadores rivales llegaban temprano al estadio para "convertirse en aficionados" y apreciar de cerca los batazos de McGwire.

El dug out de los Cardinals en casa siempre se vio rodeado de niños con todo tipo de objetos en su mano para obtener la firma de McGwire.

El 12 de mayo, McGwire conectó su jonrón 14 del año y lo hizo ante una asistencia de 25,680 aficionados en Busch Stadium... después, en el resto de la temporada en casa la asistencia nunca bajó de 30 mil, a excepción de los 29,130 el 25 de agosto que entraron al juego ante los Marlins.

San Luis tuvo una asistencia de 2,634,014 aficionados en 1997 y un año después aumentó a 3,195,691 para establecer un récord de la franquicia al superar los 3,080,980 de 1989 y 3,072,122 de 1987, las cifras más altas de su historia hasta entonces.

En Chicago, los fanáticos llegaron a llamar llorón a Sosa, que se ponchaba mucho y producía poco en comparación del dinero que exigía. Pero durante la batalla, los aficionados de olvidaron de eso y coreaban "Sam-my", Sam-my" en cada partido en el Wrigley Field.

En comparación a la temporada anterior, el incremento de aficionados en Wrigley aumentó de 2,190,308 en 1997 a 2,623,194 en 1998, quedando a 30,569 de igualar su mejor marca en la historia impuesta con 2,653,763 en 1993, un año antes de la huelga.

Al igual que en San Luis, en Chicago las prácticas de bateo se llenaron de aficionados y los jugadores rivales se hacían presentes. En el dug out todo mundo buscaba el autógrafo de Sosa.

El incremento de afición en 1998 en todos los parques de Grandes Ligas respecto a la temporada de 1995 --al regresar de la huelga--, fue de 20 millones de personas, y comparado a la campaña anterior de 1997, se incrementó casi en 7.5 millones.

En los estadios de la Liga Nacional, en 1995 entraron 25,110,248 aficionados, aumentando a 30,379,288 en 1996, a 31,885,368 en 1997 y 38,426,784 en 1998.

En ese verano del 98, se celebró el Mundial de Fútbol en Francia y McGwire, Sosa e incluso Griffey Jr no pararon de dar jonrones. El dominicano fue el mejor con 15 vuelacercas conectados entre el 10 de junio y el 12 de julio, seguido por 12 de Griffey y 11 de McGwire.

En el arranque de Mundial, el 10 de junio, McGwire disparó su vuelacercas 30 de la temporada, en Chicago, pero en la casa de los Chicago White Sox, el mismo día en que Brasil ganó 2-1 a Escocia en el juego inaugural y más tarde Marruecos y Noruega empataron 2-2.

El día de la Final, en que Francia se coronó ante su afición goleando 3-0 a Brasil, McGwire disparó par de cuadrangulares contra Houston Astros para llegar a 40 en el año.

Sosa disparó tres jonrones el 15 de junio --ese día Estados Unidos perdió 2-0 ante Alemania--, el 19 dio dos --mismo día que España igualó 0-0 contra Paraguay-- y el 20 agregó otros dos más --día en que México igualó 2-2 con Bélgica.

Hasta entonces, Santo Domingo, la capital dominicana, no había organizado los Juegos Panamericanos (2003), el vallista Félix Sánchez no había ganado sus dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos (2004 y 2012) y tampoco existía el Clásico Mundial de Béisbol, que una estelar tropa de jugadores quisqueyanos ganó en el 2013.

Sí, el pitcher Juan Marichal ya había sido electo al Salón de la Fama (1983), el boxeador Pedro Julio Nolasco había cosechado la primera presea olímpica de la isla (bronce en Los Ángeles 1984), el jardinero George Bell había sido galardonado con el premio Jugador Más Valioso de la Liga Americana (1987), el primero de 10 que han recibido los beisbolistas dominicanos, peloteros quisqueyanos, entre otras hazañas.

Pero la batalla de jonrones entre McGwire y Sosa en el verano de 1998 fue un acontecimiento a un nivel superior. Primero, porque fue la más fascinante guerra de batazos largos de la historia de Grandes Ligas y segundo, y más importante que lo anterior, porque en la misma estaba metido uno de los jugadores dominicanos más carismáticos de todos los tiempos.

San Luis vivió días históricos el 7 y 8 de septiembre cuando McGwire igualó y rompió el récord de jonrones de Roger Maris al pegar el 61 y 62 ante 100,517 aficionados en el par de días enfrentando a Cubs y Sosa, y que incluyó a su padre celebrando su cumpleaños 61 cuando empató la marca.

La última serie de la temporada fue de fiesta total en San Luis, con fuegos artificiales incluidos, pues en tres días disparó cinco cuadrangulares para terminar con 70. El 25 de septiembre terminó empatado con Sosa con 66 jonrones, al dar uno menos de una hora después de que el dominicano llegó primero a la cifra.

Al día siguiente, McGwire pegó dos jonrones para llegar a 68 y en el día final del rol regular sumó otros dos para los 70. Sosa ya no dio ninguno, ni en el juego extra de desempate con San Francisco Giants por el boleto de comodín de la Liga Nacional.

La batalla había terminado, McGwire se quedó con el récord de jonrones y Sosa tuvo de consuelo con sus Cubs el boleto de comodín de la Nacional.

Sin embargo, en 1999, la batalla tuvo secuela y McGwire terminó con 65 jonrones contra 63 de Sosa y la asistencia en las Mayores se mantuvo arriba de los 70 mil aficionados en los 28 parques de pelota.