De pronto tomó el micrófono de nuestro colega Bernardo Osuna y cantó “American Pie”, motivando a gran parte del público a cantar con él.
Sonriente, distendido, feliz, anunció que “El Rey ha vuelto a su trono” y efectivamente, el Rey volvió. Porque Tyson Fury, “The Gipsy King” venció con facilidad a Deontay Wilder para arrebatarle la corona de los pesos pesados del Consejo y sacarle el invicto 43 peleas (42 ganadas, un empate justamente con Fury, en diciembre de 2018). El norteamericano iba por la 11va defensa de su corona a lo largo de cinco años de reinado y, en el caso de vencer, hubiera superado a Ali, a quien igualó con 10 retenciones exitosas.
Son números, estadísticas. Lo cierto es que tras un primer asalto expectante, en el que Fury metió un par de derechas a fondo, la pelea fue para el retador y ahora flamante campeón.
¿Qué ocurrió? Es difícil explicarlo, en una pelea que en los antecedentes era absolutamente pareja en opiniones de expertos y aficionados incluyendo las apuestas, que se quiera o no, son una muy buena marca de tendencias. Algo quedó en claro y es que Wilder no tuvo plan “B” y que Fury, a su vez, subió al ring con la convicción y las herramientas necesarias para ganar la pelea, llevando el ataque y no dejando armar a su peligroso rival.
Repasemos: antes de la pelea, la opinión generalizada era Wilder con las mayores posibilidades de noquear, Fury de ganar por puntos.
La derecha de Deontay Wilder aparecía como su mayor carta de triunfo, recordando su último triunfo ante el cubano “King Kong” Ortiz, quien iba arriba en las tarjetas hasta que, con un directo de derecha, el norteamericano lo mandó con “Un boleto gratis al País de los Sueños”, como suele decir Renato Bermúdez, relator de ESPN KNOCK OUT.
A su vez, nadie dejaba de remarcar que, a pesar de haber sufrido dos caídas en la primera pelea, Tyson Fury no solamente se levantó, sino que llegó a un empate que, de no mediar las caídas, hubiera sido triunfo por puntos.
Pero esto es boxeo. El hubiera no existe. En esta segunda edición, el ring tuvo solamente un dueño y ese dueño fue Tyson Fury que ahora suma 30 victorias con 21 antes del límite, y un empate. Invicto.
Cuando la pelea fue detenida por el rincón de Wilder –en donde se encontraban Jay Deas y Mark Breland-, corría un minuto y 39 segundos del séptimo asalto. Voló la reclamada toalla desde el rincón y entonces el árbitro, Kenny Bayless detuvo las acciones.
Cuando decimos la “reclamada toalla” es porque ya desde hacía al menos dos asaltos, Fury castigaba a voluntad a un hombre que solamente podía ofrecer sangre y coraje, pero que carecía de estrategia y hasta de convicción. De hecho, Fury iba arriba en las tarjetas oficiales por 58-53 en una y 59-52 en las dos restantes.
A partir del tercer asalto, Wilder empezó a sangrar del oído izquierdo, producto de un golpe. Una lesión seguramente peligrosa, no solamente porque puede afectar al tímpano, sino porque además altera totalmente el equilibrio. De hecho, ya Wilder –que en ese asalto sufrió una caída con cuenta- anduvo deambulando por el ring, cayendo sin que mediaran golpes efectivos.
No sería justo para el ganador afirmar que esa lesión provocó el desastre, porque es una parte del boxeo. Sí se puede afirmar que aún antes de ese momento, Fury venía dominando con facilidad, ya que cada vez que lanzaba la derecha larga, conectaba.
Wilder, a su vez, con muy poco trabajo de jab, lanzó su famosa y destructora derecha, pero no conectó en ningún momento con precisión: no olvidar que Fury es un excelente visteador.
Y con esa lesión, con la sangre fluyendo, la pelea a partir del cuarto asalto estuvo toda para Fury quien cuando llegaban a la corta distancia también ponía lo suyo. Amarres, echarle el cuerpo encima utilizando su mayor quilaje (Fury registró 123,831 kilogramos y Wilder, 104,78) golpes cortos… Wilder por momentos acudía únicamente a tomarse de Fury, quien lucía suelto y seguro de lo que estaba haciendo.
Volvió a tirarlo Fury a Wilder en el octavo round, cuando ya era patente el desenlace. El referí Bayless procedió luego a descontarle un punto a Fury quien, a esa altura de la pelea, era el dueño absoluto del ring. Ni el descuento ayudó a Wilder ni perjudicó a Fury: solamente fue un punto en contra para el árbitro, porque ya a esa altura la pelea estaba en camino de definición. En boxeo el amarre y el empujón no están prohibidos, porque como suele decirse “el que agarra no pega” y en casi todas los casos, era Wilder quien se tomaba del rival, producto del castigo que venía recibiendo.
El sexto fue totalmente para “The Gipsy King”, quien hasta se permitió un gesto, lindante con lo obsceno, de burlarse de su rival sacando la lengua, tal vez para hacer verdad aquello de que iba a probar su sangre.
Cada regreso de Wilder a su esquina era una caminata lenta, casi errática. ¿Hacía falta que sonara la campana llamando al séptimo asalto?
Los campeones eligen cómo perder y Wilder, a quien nadie le podrá reprochar falta de orgullo profesional, salió casi desesperadamente –aunque ya sin recursos- a meter su famosa derecha. Inútil y vano esfuerzo, porque Fury lo castigó a voluntad. Daba la impresión de que todo el estadio clamaba por piedad ante semejante castigo hasta que llegó la toalla desde su rincón.
Según CompuBox, el ahora campeón conectó 82 golpes de los 267 que lanzó, mientras que Wilder pudo pegar 34 de 141.
Festejó Fury, elogió al coraje de su rival, alabó a Jesucristo, se abrazó a su mujer y seguramente recordó la pesadilla de droga que lo llevó, incluso, a pensar en el suicidio.
De ser casi un “caso perdido” llegó a este presente, de campeón mundial.
La pelea fue transmitida a toda Latinoamérica por ESPN KNOCK OUT, con los relatos y comentarios al borde del ring del MGM de Renato Bermúdez, Salvador “Chava” Rodríguez y Fernando Barbosa, juez oficial del Consejo Mundial de Boxeo. Y este lunes 24, en ESPN KNOCK OUT The Show, se revivirán los mejores momentos, los temas más polémicos y por supuesto, todo lo que se viene en el mundo del boxeo.
Cada uno ganó una cifra asegurada de 25 millones de dólares y hay una cláusula de revancha. ¿Se justificará una tercera pelea? Eso lo sabrán los promotores, que son quienes dominan estos temas (el inglés Frank Warren asociado al norteamericano Bob Arum demostraron que el Diablo no solamente sabe por Diablo) pero ahora habrá que pensar en la recuperación de Wilder luego de semejante castigo.
Noche dramática y con un claro ganador, que le puso sonrisas a la gente tras su victoria. Es que tan distendido como subió al ring en un trono y luciendo su corona de rey, Tyson Fury ha vuelto a lo más alto y con toda justicia.
Sí, el Rey ha vuelto a su trono.