EL SENADOR MANNY PACQUIAO se encuentra sentado en uno de los asientos traseros de una camioneta Escalade negra, propiedad del gobierno, con su pie izquierdo puesto sobre la consola central. Una pistola 9 mm reposa en el respaldo del asiento frente a él. Una camioneta de seguridad que roza con el parachoques trasero de la Escalade se encuentra llena de asistentes de Pacquiao y varios miembros de la Policía Nacional, quienes mantienen sus dedos puestos sobre los gatillos de los fusiles M16 colocados encima de sus regazos. Dos motocicletas policiales van al frente de la caravana, serpenteando a través del tráfico de Manila, con bocinas dignas de una caricatura, soltando ruegos para hacerse con un espacio que no existe. Fuera de las ventanas, los callejones y las calles laterales se llenan de personas, motocicletas y bicicletas. La ciudad se cierra alrededor de nosotros como si se cerrara un puño.
Las sesiones del Senado han entrado en receso navideño y el tráfico decembrino ha convertido un viaje de 10 minutos en la EDSA, la principal autopista de Manila, en un trayecto de una hora. Pacquiao mira por la ventana a la sucesión interminable de rostros cansados que miran desde los sucios autobuses y de autos pequeños en esta vía eternamente congestionada. No tienen idea de que el hombre más famoso de este país se encuentra detrás de las ventanas oscurecidas y el chirrido de las motocicletas. Es su cumpleaños 41 y los preparativos para la fastuosa y concurrida celebración de esta noche (un ejercicio anual de opulencia, idolatría y padrinazgo) han estado en desarrollo durante varias semanas.
El cumpleaños de Pacquiao es solo considerado medio en chiste como una fiesta nacional no oficial. Durante la última semana, le he visto ser homenajeado con cantos de "Cumpleaños Feliz" en una infinita cantidad de ocasiones en una casi infinita cantidad de lugares: una tienda de artículos deportivos ubicada en un lujoso centro comercial de Manila, su oficina del Senado, la cámara del Senado, su hogar. Precisamente, su hogar es el destino de esta fila de autos, donde le esperan dos maquillistas y dos peluqueros. Tres bolsas tamaño de lavandería, llenas de guantes de boxeo listos para ser autografiados, están ubicadas a la entrada de su residencia. Diez cajas de vino rojo están a punto de ser transportadas hacia la sala de estar para amenizar el "after party".
Dentro del auto, el teléfono de Pacquiao no para de sonar. En cada ocasión, el tema de "El Padrino" llena el ambiente de la cabina sellada. Después de varias notas, es evidente que Pacquiao no responderá a las llamadas o detendrá la música. La canción termina para volver a empezar. En cada ocasión, revisa su teléfono para ver la identidad de quién le llama y vuelve a insertarlo en el bolsillo de su pantalón. La música prosigue y para el momento cuando se hace evidente que el tema de El Padrino nos acompañará durante todo el trayecto, David Sisson, asistente de Pacquiao, me hace un gesto para que comience a formular preguntas. He estado esperando a que la música se detenga, o que respondan al teléfono; Pacquiao, aparentemente, ha estado esperando por mí.
He llegado a este país para pasar una semana observando a Pacquiao como ente político y presenciar de primera mano cómo su alianza con el actual presidente de Filipinas Rodrigo Duterte le ha convertido en el favorito para suceder a Duterte, cuando el país elija un nuevo presidente en 2022. En mayor medida, me encuentro acá para ver de primera mano cómo el hombre más popular de las Filipinas se convirtió en uno de los atletas más poderosos del mundo.
La vida de Pacquiao prácticamente tiene categoría de sagrada escritura en Filipinas. Se trata de un alegato contra los límites, una fuente de orgullo en medio de la desolación y un motivo de esperanza cuando ésta se ha perdido. Su historia es tan bien conocida, tan arraigada en las mentes del pueblo filipino, que se convirtió desde hace largo tiempo en mera mercancía.
Pacquiao es un buque dentro del cual todos, sin importar las circunstancias, pueden vertir sus visiones de un país y su gente. Se trata del primer boxeador en ganar 12 títulos en 8 categorías de peso distintas y de un hombre que apostó su reputación como el campeón de su pueblo para hacerse con una carrera política que le ha llevado a ser merecedor de la bendición de Duterte como su sucesor elegido.
¿Cómo ocurrió todo esto? ¿Cómo fue capaz aquél chico que creció en una choza rudimentaria, con pisos de tierra y techo de hojas de cocotero, quien afirma haber hecho su vida en medio de carencias inimaginables siendo fiel a los mandamientos impuestos por su madre (no robar, no pedir limosna), de convertirse en este hombre, uno de los 24 senadores de la legislatura de Filipinas, protegido por artillería pesada mientras es escoltado por toda la ciudad para llegar a una mansión de cristal y acero? Pacquiao es un símbolo de lo posible y su utilidad no tiene límites. Ricos y poderosos, pobres y desesperados: todos pueden encontrar lo que desean o necesitan en este hombre y su historia.
Es un homenaje.
Es una advertencia.
LA REPÚBLICA DE FILIPINAS es un lugar complicado y los problemas de este país no se esconden. La lamentable desesperación que se siente en muchas zonas del área metropolitana de Manila es obvia y evidente. Cerca del aeropuerto, a un lado de la EDSA, mientras las motocicletas y bicicletas dividen canales en busca del espacio más libre, el conductor me hace un gesto, indicándome que mire a un muro de 20 pies de alto que está a un lado de la vía. Tres hombres jóvenes se encuentran sentados sobre un muro, moviendo sus pies mientras sostienen una enérgica conversación, tratando de hacerse escuchar en medio del abrumador, punzante e interminable ruido producto del peor tráfico del mundo.
"¿Cómo llegaron hasta ahí?", pregunto.
El chofer se ríe (solo le faltó decir: estúpido estadounidense) y me cuenta algo que no puedo ver del otro lado del muro. Se trata de un cementerio, me cuenta, y esos tres chicos subieron al muro desde el otro lado, porque viven allí. Aún confundido, espero hasta que lleguemos a la siguiente intersección, donde puedo ver que el cementerio se trata de una matriz de muros de concreto con compartimientos a cada lado, probablemente de ocho filas de alto, similar a un condominio para la vida eterna. Los espacios aún sin ocupar por ataúdes son la residencia de algunas de las familias más pobres de Manila: los vivos que esperan un desalojo por parte de los muertos.
Pasamos por el lugar y por varios escenarios similares mientras el Escalade avanza desde la sede del Senado hasta el hogar de Pacquiao. Cada vena de esta área metropolitana con más de 13 millones de habitantes está congestionada con gente, vehículos y energía plásmica. Esta es su gente, la misma que consigue fuerzas gracias a su historia, que dan un alto a sus vidas cada vez que se sube al cuadrilátero, los mismos que decidirán si él se convertirá en el próximo presidente de su país. El ascenso global de hombres fuertes populistas, como es el caso de su aliado Duterte, políticos que han utilizado la retórica de la fortaleza como arma, se basa en su supuesta capacidad de elevar y proteger a estos pueblos. Se trata de un fenómeno catalogado por Jonathan Miller en su libro "Rodrigo Duterte: Fire and Fury in the Philippines" ("Rodrigo Duterte: Fuego y furia en Filipinas") como "La Paradoja del Hombre Fuerte"). Los ciudadanos creen que se confieren poder a sí mismos eligiendo a un líder de estas características, cuando en realidad, todo lo que gana el hombre fuerte termina siendo a costillas de la población.
Sin embargo, cuando le pregunto a Pacquiao si se considera heredero del trono populista de Duterte, lo piensa por un segundo y responde: "¿Populista? No pienso en ello. Pienso en compartir mis conocimientos sobre la humanidad, mi relación con Dios, (lo que pienso) con respecto a ser justo con todos y compasionado".
La respuesta es emblemática del programa político de Pacquiao: anodino, sin ideología identificable. "El lugar donde me encuentro en estos momentos es (producto de la) voluntad de Dios", me dice, 10 minutos y tres temas del Padrino después. "Creo que es un llamado". Toma una pausa y se ríe, como preludio de un chiste: "Hacemos a este país grande de nuevo".
"Algunos dirán que su futuro político es cuestión del azar o del destino", afirma el Senador Richard Gordon, quien ha sido durante largo tiempo una poderosa presencia en la política filipina, aparte de excandidato presidencial. "Creo que él cuenta con todas las herramientas para demostrar que puede ejercer ese puesto, pero debe tener cuidado a la hora de elegir a sus amigos".
¿Es Pacquiao capaz de gobernar a un complejo país con 100 millones de habitantes? ¿Es la Presidencia algo que él desea, o más bien siente la obligación de buscar en su condición de hombre más famoso de su nación? Estas interrogantes se tornan cada vez más irrelevantes. Su llegada a la presidencia parece cosa predestinada, como si el arco de su historia así lo exigiese. Su periodo senatorial termina en 2022; por ello, o bien debe buscar la reelección en el Senado, postularse a la vicepresidencia o como candidato a sucesor de Duterte. De hecho, hay ciertas señales que nos apuntan hacia una posible ambición presidencial: obtuvo un título de pregrado en Ciencias Políticas de la Universidad Makati en diciembre pasado, mediante un programa alternativo de educación acelerada. Pacquiao sigue anhelando hacerse con un cheque de otra mega pelea más (¿Paquiao-Mayweather 2? ¿Conor McGregor?) para así cumplir con las exigencias de su costoso estilo de vida y la siempre cambiante e interminable colección de asistentes pagados.
A pesar de ello, Pacquiao tendrá 43 años cuando los filipinos acudan a las urnas para elegir a su próximo presidente; es difícil imaginarse que pueda mantenerse como un boxeador con credibilidad más allá de ese momento. Su estatus como símbolo nacional podría llevarlo fácilmente hasta la presidencia. Lo que vendría después dista mucho de ser simple. "El país es sumamente complicado", afirma Gordon. "No es sencillo salir y decir: 'Voy a ser presidente'. Tendrá que darle respuestas a la población". Más del 20% de los habitantes de Filipinas viven en condición de pobreza extrema; eso significa que más de 20 millones de personas subsisten ganando $1.90 al día, o menos. En una ocasión, la familia de Pacquiao formó parte de dicho grupo; hoy en día, cuenta con un patrimonio estimado en $200 millones. Mientras la señal de cruce se enciende y apaga de forma interminable frente a un semáforo, Pacquiao dice: "La solución a este tráfico constituye, primero, en (construir) más viaductos y rieles elevados... y disciplina". Sus cejas se mueven mientras dice esta última palabra; se trata de un gesto que utiliza con frecuencia para enfatizar un punto o expresar aprobación. "Sí. Disciplina".
Esta es su historia: la disciplina que le ayudó a elevarse por encima de las circunstancias más nefastas para convertirse en este hombre, dentro de este auto, con su grupo de escoltas, en dirección a esa casa resplandeciente. Y vean: podría ser la historia de todos. En mi tercer día en Manila, la idea de que los filipinos pueden superar la pobreza (y al tráfico) por sí mismos gracias a la disciplina comienza a sentirse como si fuese un eslogan político digno de una pegatina. Las políticas de Duterte (limpiar las calles, declarar la guerra a los carteles de la droga, narcotraficantes y consumidores de estupefacientes) fueron descritas por el propio Pacquiao como pruebas de que Dios "ungió" a Duterte para impartir disciplina sobre un país que había perdido su alma, como si la carencia de oportunidades que conduce a la desesperación y al abuso de estupefacientes fuese una falla moral y no de una sociedad.
"Cada vez que (Pacquiao) sube al cuadrilátero, la nación entera se une", expresa el profesor Severo Madrona Jr., decano de la escuela de Derecho de la City University of Pasay y fiscal de la ciudad de Pasay, que forma parte del área metropolitana de Manila. "Pero, si éste comienza con sus arengas políticas (y religiosas), allí se verán las divisiones".
UN POLÍTICO QUE hace filas con Duterte hace filas con la guerra antidrogas de Duterte. Se trata de la columna vertebral de la política filipina y dentro del país (y particularmente, dentro del séquito de Pacquiao) se cree que ninguna persona que reside fuera del archipiélago será capaz de comprender en su totalidad la extensión del problema. Los forasteros no pueden obsesionarse con la gran cantidad de puertos y vías marítimas que sirven para descargar shabu (término regional para denominar a las metanfetaminas) que existen en un país conformado por más de 7.000 islas. Casi todas las personas con quienes me topé durante una semana en el área metropolitana de Manila profesaron sentirse afectados por el flagelo de la droga. Un policía aeroportuario recordó la cantidad de estupefacientes que él y sus colegas habían confiscado en el transcurso de apenas dos semanas (15 kilogramos de shabu esta semana, 8 kilos la anterior) y afirmó que el problema era tan perjudicial para él y su familia, que ha llamado a la policía para que intervengan en el complejo residencial donde vive por temor a represalias en contra de sus hijos. "Y soy oficial de policía", dice.
La eficacia de la guerra contra las drogas ha sido puesta en tela de juicio. La vicepresidente Leni Robredo, líder de la oposición a Duterte y quien fue por breve tiempo jefa de un comité antidroga, anunció en enero pasado que las políticas de Duterte no habían redundado en una reducción en las cifras de tráfico de estupefacientes. (La vicepresidencia en Filipinas es un cargo elegido de forma independiente). Robredo estimó que apenas se ha interceptado 1% de la oferta local de estupefacientes durante la presidencia de Duterte. Se ha generado un debate significativo con respecto a la cantidad de ejecuciones extrajudiciales producidas en Filipinas desde los inicios de la guerra antidrogas de Duterte. Aproximadamente hace un año, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos estimó que se habían producido más de 27.000 fallecimientos.
"Todo esto es injusto con el presidente", responde Pacquiao cuando le menciono sobre las ejecuciones extrajudiciales. Todo es demasiado obvio para él y termina adoptando el tono de voz de alguien que ha explicado lo mismo en mil ocasiones y está dispuesto a hacerlo solo una vez más. "Esta es la realidad: es injusto que el presidente sea criticado por otras personas y otros países. No está haciendo todo eso de lo cual le acusan... las ejecuciones extrajudiciales".
Por supuesto que Duterte se ha ufanado de haber dado de baja a narcotraficantes con sus propias manos. Durante una reunión con líderes empresariales sostenida en Manila en 2016, Duterte dijo, según el diario The Manila Times: "En Davao, solía hacerlo personalmente... solo para demostrarles a los muchachos que, si yo podía hacerlo, ellos también". Afirma haber salido en motocicleta "buscando una confrontación para poder matar". Cuando se le confrontó con este hecho, Pacquiao desestimó la retórica de Duterte, respondiendo: "Duterte es muy inteligente y por ello, es bueno en el uso de la sicología. Habla en tono de advertencia. Ese es su estilo".
Si se trata de una mera táctica sicológica, cuesta negar que está funcionando. Duterte (apodado "Duterte Harry", un juego de palabras con el célebre personaje "Harry el Sucio" de las películas de Clint Eastwood), tuvo un índice de aprobación del 87%, en un sondeo conducido en diciembre pasado por Pulse Asia Research Inc. (Mientras Duterte fue alcalde de Davao City, sus cifras favorables eran aún más dignas de Vladimir Putin, lo cual llevó a muchos de sus críticos a creer que fueron producto del temor a expresar disenso). Escuchar el apoyo a las implacables políticas de Duterte por parte de los ciudadanos filipinos puede llegar a ser desconcertante. Un periodista en Manila que ha cubierto a Pacquiao me dijo: "Las personas que están siendo asesinadas son aquellas que merecen ser asesinadas". Le pregunto entonces: ¿Qué hay del debido proceso y el potencial de ver a policías o vigilantes callejeros matar a sus enemigos y justificar sus actos afirmando que la víctima formaba parte del narcotráfico? El periodista se limita a encoger sus hombros.
"La gente le adora", afirma Pacquiao con respecto a Duterte, "porque, en realidad, él no está incurriendo en todos esos abusos. De hecho, más de 1.000 policías han sido cesanteados del servicio. Duterte les dijo: 'No abusen, porque no lo toleraré'. No abusen de su poder... eso fue lo que dijo. Si estás cumpliendo con tu deber y poniendo tu vida en peligro, ¿por qué permitirles que te maten? Tú los matas a ellos".
Pacquiao es un obseso del ajedrez. Juega a diario y frecuentemente, lo hace hasta altas horas de la noche. Se sienta con calma, sobre una silla grande detrás de un escritorio grande, analizando el tablero como si le hablase. Su oponente (frecuentemente se trata de Tom Falgui, su abogado personal, conocido en estos círculos solo como el Abogado Tom), se sienta del otro lado, rodeado por hombres con varias ocupaciones que preferirían verle perder ante su jefe. Mientras Pacquiao cruza el tráfico de Manila y habla sobre Duterte, quien ha sido su amigo durante 15 años, además de ser el hombre a quien dio crédito en una ocasión como organizador de una de sus primeras peleas, comienzo a preguntarme si estas respuestas son la consecuencia de ver la vida a través de la visión de las piezas moviéndose en un tablero de ajedrez. Incluso, si Pacquiao estuviese en desacuerdo con sus políticas, la popularidad y poder férreo de Duterte causa que hasta el disenso más tímido termine convirtiéndose en suicidio político.
"Ciertamente, Pacquiao no se trata del primero en negar que ocurren ejecuciones extrajudiciales", afirma Carlos Conde, investigador de la ONG Human Rights Watch especializado en la situación de Filipinas. "No se trata siquiera de una mera negación... es la disposición de engañar a la gente. No creo que se encuentre tan mal informado con respecto a lo que sucede. Está haciendo su parte para desestimar las críticas con respecto a la guerra antidrogas. Negar lo ocurrido constituye una ofensa para mí, en mi condición de abogado".
"Una vez más, eso te indica la dirección que tendrá cuando se convierta en presidente. Estos temas permanecerán en la palestra mucho después que Duterte haya dejado el poder".
La devoción de Pacquiao por las políticas autoritarias de Duterte parece entrar en conflicto con su imagen como boxeador humilde y filántropo benevolente, pero no existe casi nada dentro de su historial como legislador que demuestre que Pacquiao le haya dado prioridad a los pobres o desfavorecidos. Su retórica sobre los derechos de la comunidad LGBTQ es desconcertante: en una ocasión, dijo que los homosexuales eran "peores que los animales" antes de pedir disculpas en público ("Simplemente digo la verdad expresada en la Biblia") y su dependencia en sus opiniones fundamentalistas religiosas como guía para tomar decisiones políticas es vista como problemática por parte de la comunidad en pro de la defensa de los derechos humanos.
Las palabras de un periodista filipino que ha documentado la guerra antidrogas en algunos de los barrios más modestos de Manila no dejan de resonar en mi mente. "Con su trayectoria, Pacquiao podría ser la voz de las masas", me dijo. "Ansío ver el día cuando él se levante y diga: 'Dejen de matar a los pobres'".
EN UNA MAÑANA SABATINA de diciembre, se regó el rumor que Pacquiao tenía planeado ubicarse sobre la acera de su casa y entregar dinero a los pobres de Manila. La fila comenzó a formarse antes del amanecer, empezando frente a la residencia y serpenteando calle por calle, mansión por mansión, hasta extenderse más allá de las puertas de seguridad del complejo residencial, más allá del vecindario. La fila creció y creció hasta que parecía imposible que un hombre acaudalado (ni siquiera este hombre acaudalado) poseyera la generosidad y paciencia necesarias para abarcar hasta la fila hasta el final.
Pacquiao salió de la casa a mitad de la mañana, rodeado de algunos de sus empleados, los de mayor confianza (y que inspiran mayor temor), quienes sostenían una bolsa llena de fajos de dinero en efectivo. Sean Gibbons, gerente de MP Promotions, se puso a un lado, grabando un video del acontecimiento en su teléfono.
El grupo de personas en condición de pobreza escuchó las reglas del evento: La fila era demasiado larga para tomar fotografías, estrechar manos o sostener una conversación. La idea era acercarse a ellos, tomar un billete de 1.000 pesos (equivalente aproximadamente a $20) y salir. La procesión se mantuvo en orden (los pobres de Manila están acostumbrados a las humillaciones de las largas esperas), pero muchos de los beneficiados aprovecharon la oportunidad de hacer reverencias mientras aceptaban su dinero, como si se acercaran al altar para recibir la Sagrada Comunión. Para Pacquiao, esta masiva fila de humanidad era un rito de penitencia, una forma de compensar por su éxito increíble y compartirlo, como si los milagros que hace sobre el cuadrilátero con sus manos también les pertenecieran a todos.
Al final del día, más de 5,500 personas se habían parado frente a la acera de la residencia de Pacquiao. Eventualmente, la fila había comenzado a disminuir. Luego de pasar tres horas entregando billetes a quienes viven como él llegó a vivir en una ocasión, la fila se había esfumado, junto a $110,000 de su propio peculio.
MIENTRAS EL TRÁFICO se detiene por completo y los oficiales motorizados dejan de sonar sus silbatos de forma incesante, Sisson saca su teléfono para mostrar videos tomados por drones de un desarrollo habitacional para los pobres construido sobre una propiedad de Pacquiao en Mindanao, cerca de la ciudad donde creció, General Santos City. El sobrevuelo nos muestra una extensa área de terreno, sobre la cual se construyeron hileras de casas nuevas, 150 en total, con el océano a la distancia. Con tantas personas en condición de pobreza, ¿cómo puede elegir? Pacquiao me dice que él visita zonas de invasores por toda la ciudad y saca a esas personas de la miseria. "Les digo: 'Vas a tener un nuevo hogar'", afirma. "Muy bien, ¿eh?" Saltan las cejas. Sisson indica que existen planes de construir 300 hogares adicionales en un terreno propiedad de Pacquiao ubicado en Cavite, una provincia situada a las afueras del área metropolitana de Manila.
"No creo que su generosidad sea solo teatro", indica Conde. "Pienso que es la expresión más pura de la apreciación que tiene por sus orígenes. Muchos filipinos que se convierten en ricos y famosos también hacen obras similares, pero él las hace con más frecuencia que muchos". Conde cuenta la historia de Rolando Navarrete, excampeón de los pesos súper pluma del CMB, quien también es oriundo de la ciudad conocida coloquialmente como GenSan. En una ocasión, Navarrete fue conocido por similares actos de generosidad durante la década de 1980, pero sus problemas personales y legales (fue condenado a prisión por violación en Hawái) lo dejaron en condición de indigencia. Actualmente, Navarrete es una de las personas que hacen fila para beneficiarse de la generosidad de Pacquiao. "La ironía es demasiado fuerte", expresa Conde.
Sin embargo, cuando se le pidió a Krista Gem Mercado, jefa de personal de Pacquiao, que diera algún ejemplo de legislación impulsada por su jefe que ayudaría a los pobres, cita el desdén que siente el Senador por la burocracia como la razón por la cual prefiere utilizar sus propios recursos. "Creo que la ventaja que tengo es Jesús", me dice Pacquiao. "Cuando cuentas con Dios en tu vida, no estás aferrado a cosas materiales en este mundo". Sin embargo, aún hay legislación por aprobar, afirma Mercado, quien imprime un ejemplar de un proyecto de ley propuesto por Pacquiao, titulado "Ley que Impone la Pena de Muerte y el Incremento de Penalidades sobre Ciertos Delitos Atroces en los cuales se implica la Fabricación y Tráfico de Drogas Peligrosas". Quizás debido a que percibió mi confusión, ella me dice: "Fue creada para los grandes carteles, no para los consumidores o los pequeños traficantes". La compasión de esta ley radica en su objetivo específico. Los consumidores de droga no serán condenados a muerte.
Filipinas suspendió la pena de muerte en 2006; a pesar de ello, Duterte ha hecho de la restitución de este castigo para los narcotraficantes una de sus principales promesas con el objetivo de imponer el orden. Pacquiao ha defendido la pena capital basándose en la Biblia. "Dios permite a los Gobiernos utilizar la pena capital", expresó a los periodistas en 2017. "Hasta Jesucristo fue sentenciado a muerte porque el gobierno impuso la norma en aquel entonces".
En Filipinas, tal como Miller establece en su biografía de Duterte, se considera que las libertades civiles son reservadas para aquellos que pueden costearlas. Se podría decir lo mismo de la cobertura mediática positiva. Los críticos de Pacquiao denuncian la falta de escrutinio sobre Pacquiao con respecto a opiniones políticas; con la excepción de pocos medios, particularmente la página Web filipina The Rappler, especializada en noticias, gran parte de la cobertura mediática a la cual está acostumbrada Pacquiao no solo es favorable, sino que raya en lo servil. Su fama le confiere un privilegio sumamente valioso: los medios económicos suficientes para comprar el aislamiento. Durante varios años, Pacquiao ha costeado pasajes aéreos y hospedaje para un grupo de periodistas y fotógrafos de la prensa filipina para cubrir sus peleas en Las Vegas y alrededor del mundo. Dos fuentes que forman parte de su grupo me comentaron que Pacquiao adquirió 2,400 boletos para su combate más reciente, en el cual se impuso a Keith Thurman en julio pasado, para sus amigos, familiares y algunos acompañantes.
Mientras partíamos de una ceremonia de inauguración encabezada por Pacquiao y escenificada en una tienda de artículos deportivos Anta dentro de un exclusivo centro comercial, un redactor de un periódico de Manila compró varias prendas de ropa y sin disimular, las cargó a una tarjeta de crédito pagada por MP Promotions. "Las cosas son distintas aquí", me dijo. Algunos empleados de Pacquiao hacían bromas, refiriéndose a la temporada navideña como "Temporada de los sobres", los mismos que distribuyen entre muchos periodistas locales que le hacen cobertura.
"La gente está dispuesta a hacerse la vista gorda porque se trata de un boxeador tan fabuloso, quien nos ha sorprendido y entretenido durante décadas", afirma Conde. "Los filipinos se olvidan de sus problemas cuando él tiene una pelea y eso me enloquece. Ojalá utilice todo eso para hacer el bien cuando sea presidente, pero tal y como veo las cosas hoy en día, no creo que eso llegue a suceder. Es una lástima, porque este país necesita de héroes de la talla de Manny Pacquiao, pero su incursión en la política le ha convertido en un villano. Nos despertaremos un día y veremos a un Manny Pacquiao que dejó de ser ese Manny Pacquiao de antaño: atascado en su incompetencia y los apoyos políticos asumidos por él".
Pacquiao es el campeón del pueblo, pero ¿es acaso el pueblo su campeón? "Se trata de algo compasivo, porque hay que darles una advertencia", afirma Pacquiao con respecto a sus justificaciones a la política antidrogas. "Primera advertencia, segunda advertencia, tercera advertencia... tienes que asumir las consecuencias. Todos estamos sujetos a la autoridad gobernante. Esa es la razón por la cual existe un gobierno. Nos sometemos a la autoridad del gobierno".
Duterte creció rodeado de privilegios en la misma provincia donde se crio Pacquiao lavando platos en las carinderias (puestos de comida callejera) a cambio de alimentos. El uso de drogas de Pacquiao siendo joven forma parte de su leyenda, un preludio a su despertar como peleador disciplinado cuya carrera ha destruido todas las leyes de la probabilidad.
"Él creció dentro de esas comunidades en donde muchas personas mueren a consecuencia de la guerra contra las drogas", afirma Conde. "Le quitamos el boxeo que le dio una esperanza de vida y probablemente sería uno de los fallecidos hoy en día. A su favor tenemos que él pudo salir de ese dilema utilizando su talento boxístico, pero hay millones de otros jóvenes filipinos que no cuentan con el mismo privilegio. Esa es la razón por la cual la guerra antidrogas es una política tan horrenda. Resta la posibilidad de que surja una vida como la de Manny".
SU HISTORIA ES una en un millón, o 10 millones, o cualquier número celestial que salte a la mente. Su misma existencia demuestra lo absurdo que es, y a pesar de que él es considerado el mejor símbolo de lo que puede ser logrado con dedicación, ética de trabajo y creencia en uno mismo; en realidad, la historia de Pacquiao constituye más que un hecho atípico. Es algo casi imposible.
Durante las dos sesiones finales del periodo 2019 del Senado, quedó en evidencia que Pacquiao es tratado con la mayor reverencia en todas partes, con la excepción de la cámara legislativa. "Siempre se producen los 'oh' y 'ah'", afirma Gordon, "pero hay que asegurarse de presionar los botones apropiados y también de comunicar las ideas con precisión". El primer proyecto de ley presentado por Pacquiao como senador, que ordenaba la creación de la Comisión de Boxeo y Deportes de Combate de Filipinas, requirió más de dos años para su aprobación y provocó que el líder de la minoría del Senado denunciara a Pacquiao por haber infringido normas del proceso y elementos "básicos" de la legislación. El legislativo filipino, inspirado en el sistema bicameral que rige en Estados Unidos, representa todo un monumento a la filiación política y el patronazgo (la hija de Ferdinand Marcos es una prominente senadora); y Pacquiao es relativamente un recién llegado, luego de haber cumplido dos ciclos como miembro del Congreso. Por esa misma razón, no sorprende que el rival más fuerte de Pacquiao podría ser Sara Duterte, hija de Rodrigo. Es ampliamente considerada como la única persona cuya candidatura podría arrebatar el patrocinio de su padre (por ende, la presidencia) a Pacquiao.
A pesar de su relativa inexperiencia, Pacquiao se encuentra en el proceso de construir su propia familia política dinástica. Sus hermanos Bobby y Ruel son congresistas. Su esposa Jinkee es ex vicegobernadora de la provincia de Sarangani. Su coentrenador Buboy Fernández es vicealcalde de Polangui. Cuesta no ver las similitudes a medida que Pacquiao hace la transición gradual del boxeo al mundo político. Los mismos que le acompañaron en su éxito pugilístico también le siguen en su paso a la política.
"Mucha gente cree que él no toma este empleo con seriedad porque está practicando boxeo simultáneamente", expresa Mercado, jefa de personal de Pacquiao. "Pero, de hecho, solo se dedica a su boxeo durante los recesos programados. Cuando nos encontramos en plena sesión, él está dentro de su oficina. No falta a ningún compromiso de trabajo".
Ciertamente, Pacquiao pauta sus compromisos boxísticos durante los recesos del Senado; su combate más reciente, la victoria sobre Thurman, se llevó a cabo dos días antes del reinicio de sesiones legislativas. Pacquiao no asistió a la fecha inicial, pero viajó de regreso a Manila después de la pelea con el fin de reportarse a sus actividades como senador. A pesar de ello, su récord cuenta una historia muy diferente. En 2019, Pacquiao tuvo el peor registro de asistencia entre los 24 senadores del país, con 12 ausencias en un total de 61 sesiones.
Luego de enterarse que yo asistiría a las sesiones del Senado, un socio de negocios muy cercano a Pacquiao me apartó a un lado, mientras el púgil jugaba al ajedrez. Consciente de que la objetividad es un bien escaso dentro de un ecosistema en el cual Pacquiao es denominado El Campeón o El Senador, me preguntó, entre susurros: "Dime: ¿Tiene credibilidad? ¿Es respetado?"
No existe una respuesta sencilla a esas interrogantes. Le pregunté a Madrona, el fiscal de la ciudad de Pasay, quien me respondió: "Depende de la clase socioeconómica. Para las clases A y B (los acaudalados y educados), Pacquiao no tiene credibilidad ni genera respeto. Sin embargo, para las clases C, D, E... es todo un líder popular".
Los dos días finales de la sesión legislativa fueron dominados por las deliberaciones con respecto a un proyecto de ley que pecharía con impuestos el consumo de diversos productos dañinos a la salud, como el tabaco. El proyecto de ley era coauspiciado por Pacquiao y la Senadora Pia Cayetano. Durante gran parte del debate, Pacquiao permaneció en su asiento, apartado de la contienda, mientras que Cayetano y su equipo luchaban con el cálculo de números y respondían las preguntas hechas por senadores escépticos. Cayetano se encontraba detrás del podio, respondiendo a distintas interrogantes durante casi 10 horas. Su equipo se esforzaba en tratar de descifrar las implicaciones presupuestarias de los cambios propuestos al proyecto de ley, mientras Pacquiao permanecía detrás de su escritorio, como mero espectador. Cuando el presidente del Senado anunció la creación de la "Enmienda Pacquiao", se escucharon los murmullos del séquito de Pacquiao, que presenciaba la sesión ubicado en las tribunas de espectadores. "Aquí viene el senador", dijo uno de ellos, sentado al borde de su asiento mientras Pacquiao se puso frente al micrófono para leer una enmienda de tres oraciones, que prohibiría la venta de cigarrillos a los no fumadores. Después de una votación sobre la enmienda que terminó en empate, el presidente del Senado Tito Sotto emitió el voto decisivo, a favor de la enmienda propuesta por Pacquiao, a pesar de expresar su desacuerdo con ella. Terminó la sesión de la noche levantando su martillo, gesticulando hacia Pacquiao e indicando en su voz estertórea que se encontraban a minutos de celebrar el cumpleaños de "nuestro campeón".
HORAS ANTES, durante esa mañana, Lourdes y Michael Mesa partieron de su hogar en Cavite y se enrumbaron en un viaje de cuatro horas de duración en transporte público, pasando por el infernal tráfico de Manila. Su intención era visitar el Senado de Filipinas, en Pasay City, con destino a la oficina de Pacquiao, ubicada en el quinto piso del edificio y su meta era tener una audiencia con el campeón.
Allí fue cuando comenzaron a esperar y a mantener esperanzas. Michael es un masajista ciego de 29 años, con un ukulele en una mano y un bastón blanco en el otro. Lourdes, su madre, le ayuda a pasar por el lobby de la oficina, donde un sofá representa el único asiento convencional. Llegaron a las 11 a.m., aproximadamente tres horas antes del inicio de la sesión del Senado y dos antes del arribo de Pacquiao, con una meta: que Michael pudiera interpretar "O Come, All Ye Faithful" para Pacquiao.
Lourdes ocupa un lado del sofá. Michael se sienta sobre el brazo del mueble más cercano a ella. Otras personas (un joven demacrado que viste una especie de faja, una mujer adulto mayor que sostiene una fotografía de un hombre anciano, un hombre sin piernas que usa una silla de ruedas motorizada, con una carpeta sobre su regazo) llenan el pasillo o se sientan sobre el piso. Por todo el salón, se esparcen los cantores y se ubican a la entrada de las oficinas de los senadores; en su mayoría, son niños de escuela, aunque también se encuentra un grupo de monjas cuyas voces suenan con tanta pureza que podrían ser, de hecho, el mismo coro celestial.
"Todos los días, la gente llega hasta acá", afirma Mercado, jefa de personal de Pacquiao. "Él quería profesionalizarlo, pero realmente todo tiene que ver con el corazón que tiene por los pobres. Siempre dice que él proviene de allí, sabe lo que se siente al no tener techo sobre la cabeza ni alimentos para comer, por eso, él puede identificarse con ellos".
Dentro de la oficina, dos jóvenes que ganaron la medalla de oro en voleibol en los Juegos SEA están a la espera de un encuentro con Pacquiao. John Riel Casimero, el campeón de los pesos gallo de la OMB que pelea bajo la tutela de Manny Pacquiao Promotions, le espera. El rumor es que Casimero, quien defendió su título hace tres semanas en Inglaterra, está esperando un cheque con un bono que solo Pacquiao puede aprobar y entregar. Casimero y su hermano se sientan, desplomados, dentro del área de personal de la oficina de Pacquiao. Se encuentran sentados bajo uno de los múltiples afiches en los cuales se puede leer: "Marcos 3::24-25: Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Si una familia se divide, no puede subsistir".
Pacquiao, vestido con un estilizado traje gris, se encuentra detrás de su escritorio dentro de su oficina privada, rodeado por ocho asistentes, quienes repasan los conteos de votos para la ley de impuestos sobre productos dañinos para la salud. Todos están conscientes de que la noche será larga. Lourdes y Michael están en el lobby cuando Paquiao utiliza la salida de su oficina privada para bajar por las escaleras y asistir a las deliberaciones. Permanecen allí, cinco horas después, durante un receso. "Si los ve", expresa Mercado, la jefa de personal del Senador, "les dará lo que ellos necesitan". Las deliberaciones son largas y tediosas; en un momento, se mencionó la historia de Adán y la manzana prohibida, relacionándola con el vapeo. Y a las 11 p.m., 12 horas después de su llegada al edificio del Senado, 16 horas después del inicio de su viaje, Michael y Lourdes siguen de pie, a las afueras de la cámara del Senado. El ukulele de Michael se mantiene debajo de su brazo izquierdo. "¿Está casi listo?", pregunta Lourdes, refiriéndose a Pacquiao.
Más de una hora después, luego que el presidente del Senado rompió el empate en la votación, la sesión llega a su fin y la cámara del Senado se vacía, como si fuera una cañería. Pacquiao se dirige a una salida privada que le conduce a una escalinata, con rumbo a un estacionamiento del Senado. Casimero no recibió su cheque; los jugadores de voleibol no pudieron estrechar la mano del campeón. Michael y Lourdes aún se encuentran en algún rincón del edificio. Su búsqueda ya alcanza 17 horas. Pacquiao se monta dentro de la Escalade ya en marcha, dos policías motorizados le escoltan, la camioneta de seguridad detrás de ellos. Pacquiao se marcha, sin siquiera saber que ellos estuvieron allí.
EL AMBIENTE DENTRO de la Escalade se anima mucho más. Hemos dejado atrás la EDSA. Pasamos por el Club de Polo de Manila y llegamos al barrio donde reside Pacquiao y las motocicletas giran como si fueran jets de combate. La conversación cambia de tema: luego de analizar la exitosa votación de la ley impositiva, se habla con respecto a la fiesta de cumpleaños que se celebrará en cuestión de horas.
El tema de la fiesta, para sorpresa de nadie, es "El Padrino". Manny llega al gran salón del Hotel Makati Shangri-La, vestido de esmoquin negro, con un pequeño sombrero Fedora negro sobre su cabeza. Se proyectan varias citas de la película ("Entre hombres razonables, siempre se podían resolver problemas de negocios") sobre gigantescas pizarras electrónicas ubicadas en la parte delantera del salón.
Hay un bar abierto, aparte de una lujosa cena con siete platos, incluyendo salmón tártaro frio, lomo de res con foie gras y crema de champiñones al estilo capuchino. La entrada del salón ha sido transformada en un extravagante altar en homenaje a Pacquiao; una fuente llena de pétalos de rosa con un fondo con letras de neón de 2 pies de altura que forman el nombre "MANNY". Uno de los socios empresariales de Pacquiao estimó que solo el gasto en flores superó los $50,000.
Hay una mesa entera dedicada a embajadores internacionales, incluyendo el representante diplomático de Estados Unidos en Filipinas. Numerosos senadores o bien asistieron o pasaron rápidamente por el lugar con el fin de rendir sus respetos. Ronald Dela Rosa, uno de los más cercanos confidentes de Pacquiao en el Senado, se encuentra presente. Apodado "Bato" ("Roca"), Dela Rosa fue jefe policial en Davao City durante la implementación de la guerra antidrogas y se convirtió en jefe de la Policía Nacional Filipina después de la elección de Duterte. (Aproximadamente un mes después de la celebración del agasajo, Estados Unidos revocó la visa de Dela Rosa como parte de una serie de severas medidas en contra de violadores de los derechos humanos). Todo lo que tiene que ver con Dela Rosa es cónsono con su imagen: su alopecia, un cuerpo con las dimensiones de un naipe. Para muchos filipinos, su crueldad es la personificación de la autoridad de Duterte.
El propio Duterte es invitado regular a las fiestas de cumpleaños de Pacquiao; no obstante, en esta ocasión decidió quedarse en Mindanao, luego que un terremoto con magnitud 6.9 impactase durante una visita de fin de semana a su terruño de Davao City. Hace dos años, en pleno agasajo del cumpleaños 39 de Pacquiao, Duterte se levantó frente a una multitud casi idéntica a la actual para ungir a Pacquiao como su elegido sucesor.
Se encuentra pautada la actuación de siete intérpretes musicales, incluyendo una orquesta filarmónica y un cantante de música cristiana que hizo su versión de "Jesús lo Pagó Todo", una canción que incluye los versos "El pecado había dejado una mancha color carmesí/Él la lavó hasta dejarla blanca como la nieve". Dos maestros de ceremonias dialogan como si fueran pareja de una comedia situacional. Casi todos los medios de comunicación de Manila tienen representantes en el evento. Un reportero televisivo conduce una entrevista frente a la cámara con Dionesia, madre de Pacquiao. El periodista terminó la conversación diciendo: "El regalo más grande es tu hijo Manny".
El momento principal de la noche (y el momento principal de todas las fiestas de cumpleaños de Pacquiao) es la rifa que pone punto final al evento. En ella, se eligen varios boletos, se leen los números favorecidos y los ganadores son agraciados con dinero en efectivo (en cantidades que oscilan entre $2,000 y $5,000 para cada premiado) o un auto nuevo. Tres días antes, Pacquiao se paró sobre su acera entregando $20 por persona a los más pobres entre los pobres y aquí está, dentro de un opulento salón de baile, decorado según sus deseos, entregando dinero a algunas de las personas más acaudaladas del país. El hombre más rico de Filipinas, el multimillonario potentado de los bienes raíces Manny Villar, hombre comúnmente denominado como oligarca, se sienta sobre la mesa principal, con varios fajos de efectivo frente a él. Pacquiao procede a sortear dos autos nuevos. Una de las ganadoras es Lorelei Pacquiao, esposa de Bobby, hermano de Manny.
Se pronuncian discursos. Demasiados discursos. Se proyecta un video en homenaje a Jinkee, esposa de Manny, quien interpretó una canción dedicada a su esposo. Una vez terminada la canción, Manny agradeció a todos por su asistencia, diciendo: "Espero que este sea apenas el comienzo de mis logros en la vida. He conseguido muchas cosas, solo con mi imaginación".
Uno de los discursos finales es pronunciado por el congresista Enrico Pineda, ex representante de Pacquiao y socio de negocios de vieja data. "Todo lo que tengo y todo lo que he hecho te lo debo a ti", afirma Pineda, con su voz entrecortada. Mira en dirección a Pacquiao y se da un momento para retomar la compostura. Los asistentes al salón se mantienen inquietos: la capacidad de atención para discursos como estos parece haberse agotado y las lágrimas de Pineda se tornan incómodas. Sosteniendo el micrófono con la mano izquierda, Pineda pone su mano diestra sobre el corazón y dice: "Cuando llegue 2022, estaremos allí para ti". Mientras Pineda vuelve a colocar la mano sobre su corazón y Pacquiao asiente en gesto de aprecio, comienzan a escucharse los aplausos, lentamente, hasta colmar el edificio. Ese número (2022) y sus múltiples implicaciones sirven de impulso para los asistentes. Comienzan a apartarse las sillas de las mesas. La mitad de los presentes aplaude de pie.
Nada de lo anteriormente descrito pudo haber sorprendido a Pacquiao. La adulación constante es uno de los hilos con los cuales se teje la tela de su vida diaria; a pesar de ello, aún mantiene la capacidad de mostrarse sorprendido. Es uno de sus múltiples dones. Se sienta y sonríe, en medio del abrazo familiar de su gente, sus cejas saltando por debajo de su sombrero Fedora, al mejor estilo gánster, asintiendo con su cabeza, mientras los aplausos de los fieles presentes (aduladores y verdaderos creyentes por igual) llenan el salón. Mira a su alrededor, la intensidad de su concentración contrasta con su sonrisa y es imposible no imaginarse que él solo puede ver cómo las piezas se mueven sobre un tablero de ajedrez. Las posibilidades no tienen límites, cada una de ellas conlleva su propio grado de riesgo y recompensa. No da ninguna pista que pueda delatar sus pensamientos.