Checo Pérez fue el primer en sufrir los problemas del auto de Red Bull y era criticado en F1, ahora Max Verstappen también lo padece.
Hace un par de semanas, incluso menos, el tema en la F1 era si Sergio ‘Checo’ Pérez debía seguir en Red Bull, hoy, está claro que el problema de la escudería es el coche y eso, aunque no sea un consuelo para el mexicano, al menos lo reivindica.
Red Bull tardó mucho en reconocer que el RB20 se le iba de las manos y eso perjudicaba directamente a Checo Pérez, quien, en honor a la verdad, no ayudaba mucho con algunos errores puntuales al volante y algunos más desde su pit, donde se empeoraban las cosas.
“En realidad siento como que estoy en el mismo barco en el que he estado en las últimas ocho o 10 carreras, pero ahora, de repente, Max tiene problemas similares, y sí, hay un poco de confusión ahí, pero está claro en la data dónde está el problema”, comentó Checo, luego del catastrófico Gran Premio de Italia, donde Red Bull se vio como un equipo ordinario con un auto débil.
Es cierto que Checo Pérez no sube a un podio desde el GP de China y que desde Miami su mejor posición ha sido el sexto puesto en Zandvoort, pero el descontrol de Red Bull sobre el desarrollo del RB20 ha sido la principal causa de la gran crisis de resultados.
Checo Pérez fue el primero en somatizar ese camino equivocado que tomaron las actualizaciones, casualmente desde que Adrian Newey anunció que dejaría al equipo.
La confusión en Red Bull, claramente vino por dos vías: Checo había sufrido crisis similares en temporadas pasadas y esta podía ser, porque además coincidía en tiempos con el bajón de 2023.
A la par, Max Verstappen se mantenía fuerte. Ganó tres de cuatro Grandes Premios entre Emilia Romagna y España, pero en Austria y Gran Bretaña ya daba signos de alerta sobre el ritmo del auto.
Verstappen, quien se siente cómodo con un auto que se va de cola y está muy fijo en el eje delantero, no padecía mucho con un RB20 que a cada actualización se clavaba más de la punta, pero el desarrollo llegó a un punto que el auto era incontrolable, sin balance y que perfectamente podía ir de un absurdo subviraje a un sobreviraje salvaje.
Lo de Hungría y Bélgica se quería ver como una casualidad y el equipo no tomaba en cuenta las palabras de Max.
“El problema no es Checo, el problema es el coche”, dijo antes del receso de Verano y cuando trató de hacer valer su calidad de local en Países Bajos y terminó casi a 23 segundos del McLaren de Lando Norris, entonces sí reconocieron que los pilotos tenían razón.
Entonces, irónicamente, la credibilidad que muchos ya no le otorgaban a Checo Pérez como piloto, volvió a reestablecerse, porque en Monza los Red Bull calificaron en P7 y P8 y terminaron en P6 y P8, sin ritmo, sin alma y sin posibilidades de responderle ni al Mercedes ni al Ferrari, mucho menos al McLaren.
Con la ironía que le caracteriza, Max Verstappen dijo luego del GP en el norte de Italia que él sabía cómo salir de este atolladero había que “cambiar todo el coche” y sacó la bandera roja para alertar lo que ya es evidente desde hace semanas: a este ritmo Red Bull no sólo perderá el campeonato de Constructores, sino también el de Pilotos.
En realidad, Red Bull siempre supo que el problema no era Checo Pérez, no es su totalidad. El origen estaba en que quien se quedó a cargo del desarrollo del auto que creó Newey perdió la brújula, por ello lo defendieron y no cedieron a la presión que pedía que se le bajara de ese asiento.
Tardaron mucho en reconocer lo que veían en la telemetría y eso, al final salva el nombre el piloto mexicano, pero tal vez sea muy tarde para rescatar los títulos que creían tener en la bolsa.