DOMINGO 7 DE ABRIL DEL 2019. Tres mujeres hacían historia en el evento principal de WrestleMania 35, completando la primera lucha femenina en ser cabeza de cartel del programa de lucha libre más grande, uno de los eventos mediáticos más importantes año tras año. Fue un momento histórico que sentó pautas y derrumbó puertas que previamente parecían imposible de tumbar en un deporte (o entretenimiento) históricamente dominado por hombres y empapado de testosterona.
Para una de esas mujeres -el escenario, el momento, la apuesta- todo probablemente le pareció muy similar. No fue la primera vez que rompía barreras y se daba a distinguir entre sus compañeros masculinos más vanagloriados. De hecho, para Ronda Rousey fue quizás más la realización de haber cumplido una misión, un sentimiento de déjà vu, confirmando su estatus como el nombre más grande en los deportes de combate femeninos.
Rumbo al tercer aniversario de esa lucha, y más de cinco años después de su última pelea de MMA, Rousey sigue siendo esa persona, esa presencia mediática capaz de obtener las primeras planas con su juego completo de habilidades: presencia, actitud, lucha, sonrisa, carisma, intensidad ... ese 'it factor' que separa a los luchadores que encontraron éxito en el octágono de los luchadores cuyo éxito trascendió el octágono.
Rousey, quien cumple 35 años este 1 de febrero, compartió aquella noche de abril en el MetLife Stadium con Becky Lynch y Charlotte Flair, coronando una historia de poco más un año luego de debutar con la compañía en el Royal Rumble del año anterior (y tras coquetear con la promotora por un tiempo, incluyendo una aparición en 2015 en un segmento de WM 31 con Dwayne 'The Rock' Johnson). La lucha de triple amenaza fue la última vez que vimos a Rousey en el ring a tiempo completo, cansada de la gira ardua que es trabajar full-time en la WWE. La experiencia, según ella misma, tuvo altas y bajas, pero el resultado fue el mismo: elevar la lucha femenina. ¿Déjà vu?