El 14 de enero de 2020, en un mega evento realizado en Quito, la Federación ecuatoriana de fútbol presentó a Jordi Cruyff como director técnico de la Selección para los siguientes dos años, con la Copa del Mundo de Qatar 2022 en el horizonte. Su nombre sorprendió, ya que jamás había tenido relación alguna con Sudamérica, pero al mismo tiempo entusiasmó como cabeza de una reestructuración integral. Pero el catalán ni siquiera llegó a dirigir un partido y renunció en medio de la pandemia del covid-19.
Entonces, como un bombero llegó Gustavo Alfaro, el argentino que venía de dirigir a Boca Juniors y no dudó en asumir su primer desafío en el seleccionado nacional. El 26 de agosto, aún cuando el confinamiento era casi total en América latina, fue presentado en su cargo con una conferencia de prensa virtual. "Busco un equipo que genere confianza, que con el tiempo genere sentido de pertenencia. El sueño es llegar al Mundial de Qatar", afirmó en su primera alocución como técnico de la Tri. Y lo cumplió.
"Para mí es una selección que tiene más futuro que presente, tiene una generación de jugadores jóvenes realmente increíbles. Me gustaría ser parte de ese proceso, ser parte de ese crecimiento", agregó y expuso los pilares de su ciclo. Aún falta ver cómo será la campaña mundialista, pero sin dudas el principal elogio de su tiempo en Ecuador fue su capacidad para darle rodaje a futbolistas jóvenes que ya son su columna vertebral, con Piero Hincapié, Moisés Caicedo y Gonzalo Plata como emblemas.
Alfaro debutó en la Bombonera, como un guiño del destino. Fue en la primera jornada de las Eliminatorias y a puertas cerradas. Perdió 1-0, pero mostró algunas de las virtudes que acompañaron todo el proceso: solidez, agilidad y fortaleza mental. Jugó las Eliminatorias y la Copa América 2021, en la que no ganó pero alcanzó los cuartos de final. Clasificó a Qatar 2022 una fecha antes del final, gracias a victorias clave como contra Chile y Bolivia de visitante y Uruguay y Colombia de local.
La carrera de Alfaro comenzó hace tres décadas, en Atlético Rafaela, el club de su ciudad donde tuvo un corto y silencioso paso como futbolista. Creció de forma paulatina, como la de los esforzados entrenadores del fútbol de ascenso en Argentina. Luego pasó por Patronato, Quilmes (clasificó a la Libertadores tras lograr el ascenso a primera), Belgrano, Olimpo (ascendió a primera), San Lorenzo, Arsenal (ganó la Sudamericana 2007) y Rosario Central. En 2009 tuvo su primera experiencia en el exterior, en Al Ahli.
En 2010 retornó a su país, para conducir un ciclo histórico en Arsenal, donde le guardaban un grato recuerdo por el título internacional logrado tiempo antes. Al mando del pequeño club del sur de Buenos Aires se coronó campeón de la liga e hizo una gran campaña en la Copa Libertadores. Después dirigió a Tigre, Gimnasia y Esgrima de La Plata y Huracán, donde volvió a hacer una gran campaña que lo depositó en Boca Juniors, ni más ni menos.
Llegó a uno de los gigantes del continente a comienzos de 2019, días después de la traumática final de la Libertadores perdida frente a River Plate en Madrid. El club necesitaba un cambio de estilo tras la salida de Guillermo Barros Schelotto y apostó por un DT que podía darle mayor equilibrio.
En el club azul y oro dirigió 50 partidos oficiales. Fueron 12 en la Libertadores, 28 por la Superliga, uno por la Supercopa, dos por Copa Argentina y siete de la Copa Superliga. En cuanto a los números, el balance le dio positivo: obtuvo 27 triunfos, 16 empates y tan solo 7 derrotas, lo que le dio una eficacia del 64,67 por ciento. Sin embargo, nunca terminó de convecer a los hinchas y se desgastó: "Es el momento de recuperar mi vida", dijo en su despedida.
Alfaro es un entrenador de perfil bajo, de tono pausado y con capacidad dialéctica suficiente como para dar respuestas de varios minutos en las conferencias de prensa y explayarse tanto del juego como de las cuestiones relacionadas con el manejo de grupo y el estado anímico.
Hombre de familia y creyente, amante del arte y la lectura, está etiquetado en el grupo de entrenadores que predican que "los equipos se forman de atrás hacia adelante". También ha buscado ejercer el cargo desde la docencia, por eso ha sido tan importante su presencia para potenciar jugadores jóvenes.
Siempre dejó en claro que lo que más le interesa es tener una defensa que le garantice poca llegada del rival. Y a partir de allí, salir en contragolpe. Aunque en Ecuador las múltiples variantes con las que cuenta un seleccionador le permitieron explorar otros caminos, su dibujo táctico preferido varía entre un 4-4-1-1, 4-4-2 y 4-5-1 y no suele exigirles mucha tenencia a sus mediocampistas.
Luego de la recuperación, sus equipos buscan la salida rápida por los costados o pelotazo. Generalmente usa a un centrodelantero que pueda aguantar el balón y jugar para los que llegan de frente, pero puede adaptar su ataque según las características de los delanteros con los que cuente. “Los entrenadores somos como los médicos clínicos porque tenemos que tener la capacidad que diagnosticar correctamente”, ha repetido en varias entrevistas.
Después de una larga trayectoria en clubes de diversa magnitud, la oportunidad de una selección nacional le llegó de forma repentina, a sus 58 años, en el momento justo. "Comencé a prepararme para esta oportunidad desde 2006, dejando de lado el área del entrenador y metiéndome en la cabeza de los seleccionadores durante los Mundiales, las Copas América y Confederaciones", dijo al recordar su rol de periodista y analista en diversos torneos internacionales.
La Copa del Mundo de Qatar 2022 es el desafío más grande de su vida. Ecuador llega con un plantel joven y una idea consolidada, que dio resultados en las Eliminatorias. Ahora, deberá dar un paso más para dar el golpe en el escenario más grande de todos. Alfaro se preparó toda una vida para eso.