DOHA (Enviado especial) -- Apareció la Selección Argentina que vinimos a ver a la Copa del Mundo de Qatar 2022. En el tercer partido y en todo su esplendor. Justo en el momento más complejo, el equipo recuperó todas sus virtudes y las elevó en una verdadera situación límite, con el coraje y la jeraquía que se necesitan para atravesar los obstáculos que la propia presión suele colocar.
Después de la sufrida victoria sobre México quedó la sensación de que el seleccionado nacional se había liberado. Que la derrota increíble frente a Arabia Saudita había quedado por fin atrás y que los goles de Lionel Messi y Enzo Fernández habían abierto una nueva historia. Este miércoles en el estadio 974 esas sensaciones fueron confirmadas por el juego colectivo e individual.
Todo fluyó mucho más. El juego interior con Alexis Mac Allister y su movilidad entre líneas y con Enzo Fernández y su capacidad para tocar siempre hacia adelante desde su rol de volante central. La bandas, con una gran tarea de Nahuel Molina y el siempre cumplidor Marcos Acuña. El ataque, con un Julián Álvarez incansable que se asoció muy bien con Messi, mucho más de punta que en otros partidos. Y la defensa, en la que Nicolás Otamendi se bancó con fiereza los pocos intentos ofensivos del rival.
La tarea de Rodrigo De Paul merece un reconocimiento particular. El número 7, hombre clave para la idea de Lionel Scaloni, fue el que más sufrió el comienzo del Mundial. Impreciso y tan inseguro como nunca antes en su carrera internacional, fue el símbolo de los problemas del equipo. Sin embargo, en el segundo tiempo frente al Tri mejoró y en este partido sí estuvo muy cerca de ser el emblema que necesitaba la Albiceleste. Cuando él está bien, todo es más fácil.
Y desde esa liberación de las ataduras mentales lógicas de un Mundial, se construyó un partido perfecto. La actuación de Argentina contra Polonia fue impecable de principio a fin. Por diversas razones. La primera y obvia es el resultado: el 2-0 le dio el primer puesto del grupo C y la posibilidad de jugar contra Australia en octavos de final, un rival de menor calidad que Francia.
La segunda fue el juego colectivo. Contra un rival contra el que por características iba a tener la pelota la mayor parte del tiempo, utilizó esa posesión para tomar cada vez más confianza. Todos la tocaron, la entretuvieron, se reencontraron. Y desde esa tenencia positiva, generó una gran cantidad de ocasiones contra una defensa muy cerrada que no pudo contra la movilidad de los mediocampistas y los delanteros.
Por otro lado, Scaloni consiguió que las variantes funcionaran a la perfección. Si ante México fue la noche de Fernández, ante Polonia fue la Alexis Mac Allister. Y no solo por el gol, sino por su inteligencia táctica para moverse, por su calidad para asociarse y su picardía para saber cuándo patearle a un arquero que se hacía cada vez más grande. Además, el propio Enzo respondió como volante central y Molina se destacó en la derecha.
Julián Álvarez también ingresó en este partido y con una definición de crack liquidó el resultado. Su aporte fue clave para abrir una defensa cerrada. Se complementó muy bien con Messi y cuando tuvo el arco de frente no perdonó. Una noticia gratísima para el ataque nacional.
La última razón por la que este fue un partido perfecto es mucho más abstracta, pero muy poderosa. Con este triunfo, y sobre todo con este altísimo nivel, Argentina da un golpe de autoridad en el Mundial. Ahora, todos sus potenciales rivales volverán a ver a este equipo como el potente enemigo capaz de todo. Ahora sí, Argentina empezó a jugar la Copa del Mundo.