<
>

Lorenzo Mauldin llegó a los Jets tras una vida violenta e inestable

Lorenzo Mauldin participó en su primera práctica con los Jets una semana después del draft. AP Images

FLORHAM PARK -- Lorenzo Mauldin recuerda las peleas, tantas peleas. La mayoría de ellas ocurrieron cuando tenía 14 y 15 años de edad, provocadas por niños crueles que se burlaban de su apariencia.

Solía utilizar la misma ropa por días, pantalones rasgados y zapatos pegados con cinta adhesiva. Pasó toda su infancia en casas de adopción, mudándose más de una decena de ocasiones con todas sus posesiones empacadas en un morral de marca.

¿Gucci?

No, era Hefty (marca desechable).

Mauldin no era capaz de trasladarse a las tiendas locales para llenar su confiable bolsa de basura con ropa nueva, lo cual lo volvió un objeto de burlas. Los demás niños se reían de él y de su hermano menor, y la ira comenzó rápido.

Les contestaba cada burla con un puñetazo.

"Fui un niño con problemas", compartió la semana pasada. "Acumulé mucha ira. Mucha gente nos molestaba porque éramos distintos. Esa era la única forma en que podía liberar el estrés. Estaba enojado con el mundo".

Era entendible. El mundo fue despiadado con él.

Mauldin, un apoyador intenso y versátil en Louisville, fue reclutado por los New York Jets en la tercera ronda. Tiene un nuevo hogar y un nuevo trabajo, uno que le pagará más de un millón de dólares en el primer año. Podría ver minutos de juego esta temporada en algunos paquetes defensivos.

Aquellos cercanos a él dicen que su historia es digna de un guion cinematográfico, y quizá tengan razón. Trasciende al fútbol americano.

Hijo de una madre alcohólica y traficante de drogas, quien estuvo encarcelada por la mayor parte de los últimos 16 años, y de un padre que no veía mucho porque él también entraba y salía de prisión, Mauldin fue ingresado al sistema de adopción de Atlanta, al igual que sus cuatro hermanos.

Nunca pasó mucho tiempo en un solo lugar, rebotando de casas grupales a familias adoptivas individuales, en una odisea que comenzó desde que tenía 2 años. No puede recordar exactamente el número de casas en las que vivió; perdió la cuenta después de las 12, más o menos. Nunca tuvo vida familiar, sin raíces ni sentido de estabilidad.

"Simplemente trataba de sobrevivir, encontrar dinero y comida", relató Mauldin. "Se convirtió en un estilo de vida. No pensábamos mucho en el exterior, sólo sabíamos que así era como vivíamos".

Por supuesto que no es una vida digna.

Algunos padres adoptivos eran fríos y desconsiderados, embolsándose el cheque mensual de 400 dólares en vez de comprarle ropa a Mauldin y a su hermano Taiwan. Los chicos hallaron la forma de ganar su propio dinero, sacando la basura de los vecinos y realizando mandados a la tienda de abarrotes.

Su madre, Akima Lauderdale, trataba de ayudar. Pero ella vendía cocaína, de acuerdo con Mauldin, y desaparecía durante períodos largos. En 1999, cuando Lorenzo tenía 7 años, Akima fue condenada por homicidio imprudencial voluntario y sentenciada a 20 años.

Lauderdale salió de forma prematura, pero su libertad fue fugaz. En el 2006, la arrestaron por agresión agravada y volvió a la cárcel. Actualmente está en prisión por un cargo distinto, pero ella y Mauldin hablan casi todos los días y, sí, ella pudo ver el draft en la televisión.

De 1994 al 2005, Mauldin vivió en seis casas adoptivas distintas.

"La razón por la cual cambiaba tanto era porque mi hermano y yo peleábamos mucho y la gente no podía lidiar con ello", aseguró. "Eso hacen los hermanos, pelean. Algunas personas no podían con eso, otras sí.

"Otros abusaban de su autoridad y se quedaban nuestro dinero", continuó. "Nuestros trabajadores sociales veían eso y nos movían de casa en casa, o no nos gustaba el hogar o nos sentíamos desatendidos o maltratados".

Cuando Mauldin tenía 13 años, fue asignado a Monique Gooden. A diferencia de muchos otros, ella sí se interesó genuinamente por él y Taiwan. Gooden se convirtió en uno de los mayores impulsores de Mauldin, pero resultó tenso en ese entonces. Tenía apenas 26 años y los dos muchachos convirtieron su sala en un cuadrilátero de la lucha libre, peleando todo el tiempo.

Se le rompió el corazón, pero ella contactó a los Servicios Familiares, quienes separaron a los chicos.

"Tenía la mecha muy corta", dijo Goodin sobre Mauldin, quien regresó a vivir en casa de ella por otros meses. "Si alguien le decía algo, estallaba, de cero a 100 en tres segundos".

La violencia continuó a lo largo del camino, lo cual mandó a Mauldin a la correccional juvenil en más de una ocasión. En retrospectiva, él lo llama el punto de inflexión en su vida.

"Esa fue una situación que me cambió la vida, pelear", afirmó. "Después de todo eso, sólo me dije a mí mismo, 'no puedes seguir este camino. Tu madre y padre están haciendo lo mismo y no puedes seguir sus pasos. Tienes que hallar otra cosa que hacer".

Lo hizo. Encontró el fútbol americano".

"Podría sonar trillado", dijo Gooden, "pero el fútbol americano lo salvó".

Fue un matrimonio perfecto porque Mauldin era grande y atlético, y fue capaz de canalizar su agresividad sobre el campo. Atrajo reclutas colegiales, eventualmente haciendo un acuerdo verbal para asistir a South Carolina.

"Toda mi ira se fue al fútbol americano", relató. "Podía liberar todo ese odio y salir del campo y estar relajado. Usé el fútbol americano como un mediador".

Ya que nada fue sencillo para Mauldin, fue forzado a cambiar sus planes colegiales cuando, en el día de firmas, descubrió que South Carolina ya no tenía una beca para él.

Imagínense: Estás listo para ponerte la gorra de los Gamecocks y posar para las cámaras, únicamente para descubrir que ya no te quieren. South Carolina reclutó en exceso y necesitaba emparejar su lista de compromisos, así que comenzó con Mauldin porque él todavía no calificaba académicamente. Fue devastador. Sintió que tenía 13 años otra vez, rechazado por otra familia.

Allí apareció Bart Hester, quien fue presentado a Lorenzo por un conocido en común. Ellos formaron un lazo que todavía existe. Hester trazó el camino para que Mauldin asistiera a Louisville, utilizando un contacto: su vecino, el coach de Georgia Tech, Paul Johnson, para presentarlo con el coach Charlie Strong. Mauldin calificó y se dirigió a Louisville junto con la bolsa de basura.

"Resistente es una palabra que uso para describir a Lorenzo", dijo Hester, ejecutivo de salud pública en el área de Atlanta. "Era optimista sin razones para serlo. Mucha gente hubiese caído en la desesperación, aventando sus manos y diciendo, 'ésta es la vida que me tocó'. Él tiene un espíritu único. Él dijo, 'no voy a donde la gravedad trata de jalarme'".

Mauldin jugó cuatro años en Louisville, inició 31 partidos y fue elegido All-ACC como senior, pero tuvo un ajuste complicado al principio. Debido a su origen turbulento, le costó trabajo confiar en la gente.

Quizás avergonzado, no quería que nadie conociera su historial. Un día fue llevado en ambulancia tras lesionarse la rodilla en un entrenamiento. Chris Morgan, el capellán del equipo, le dijo a Mauldin que debía notificar a un miembro de la familia a su nombre.

Mauldin le dijo que no había nadie a quien llamar.

Para el final de su carrera en Louisville, ya había muchas personas. Feliz y confiado en su ambiente, Mauldin derribó las barreras emocionales, revelando su personalidad verdadera. Era popular en el campus, una historia de éxito que generó mucho ruido en los medios.

Se graduó en tres años y medio con un título en comunicaciones y, por supuesto, Hester y Gooden presenciaron la ceremonia. Previamente, fueron sus acompañantes en el Senior Day, junto al entrenador asistente Clint Hurtt. Para la graduación, Gooden dijo que "me dieron escalofríos y cayeron algunas lágrimas" mientras Mauldin caminaba sobre el escenario.

Para Mauldin, era la emoción de su vida.

"Se sintió como un Super Bowl", expresó. "Un Super Bowl académico".

Comieron alas de pollos y jugaron mímica en la segunda noche del draft de la NFL, pasando el tiempo en lo que nombraban a Mauldin. Más de 25 personas se reunieron en la casa de su novia en Lexington, Kentucky, para celebrar la ocasión.

Mauldin recibió la llamada de los Jets en un cuarto silencioso. De hecho, le hablaron dos veces, no contestó a la primera. Los Jets llamaron momentos después. Él reconoció el código 973 del área en su teléfono, lo cual le sugirió lo que estaba a punto de suceder.

Todos comenzaron a gritar y Mauldin estaba tan abrumado por la emoción que por poco se desmaya. Amigos le pusieron una silla, sólo en caso que colapsara. Nadie quería sujetar al chico de 6'4" y 260 libras.

"Ese muchacho enorme estaba cerca de desmayarse", dijo Gooden, riéndose por el recuerdo.

Hubo lágrimas, risas y abrazos. Lorenzo ofreció un discurso y, naturalmente, se le cortó la voz antes de terminar. El pequeño niño sin vida familiar y tanta ira se había marchado; aquí había un nombre de 22 años, en paz, rodeado de amor.

Unos días después, Mauldin se paró en el vestuario de los Jets y lo cuestionaron sobre esas peleas pasadas con los chicos crueles que se reían de sus zapatos viejos y ropa sucia.

Hizo una pausa.

"Véanme ahora, es lo único que puedo decir", concluyó. "Véanme ahora".