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Roger Federer, la leyenda viva que gozó de una carrera de ensueño, en la hora del adiós

Momento duro, especial, histórico, triste, inolvidable. Quizá marque un antes y un después. Ese niño que se convirtió en leyenda dice adiós. Ese joven que a veces se enojaba y tiraba raquetas y se transformó en ejemplo, por su profesionalismo, su magia, sus éxitos y su manera de mostrarse y relacionarse, dice adiós. El gran Roger Federer, el hombre de los 20 Grand Slam, los 103 títulos y tantas otras marcas de ensueño, dice adiós. La leyenda viva que tuvo una carrera increíble, ese chico de Basilea que se hizo grande en todo sentido, dice adiós... y provoca un dolor inmenso en el mundo del deporte. Sin ninguna duda.

Y lo que más llama la atención, tras su gran carrera deportiva, de las mejores del tenis mundial, considerado por millones como el más grande, Su Majestad, es que no pueda decir adiós jugando en buen estado físico, pudiendo elegir él y no su cuerpo el momento del adiós. Es que, por su mano prodigiosa, por su tenis tan natural y un físico privilegiado, apenas sufrió un par de problemas en el profesionalismo, hasta que la rodilla derecha le dijo basta. Y llegó el duro adiós.

Desde aquel primer Grand Slam, en Wimbledon 2003, tras eliminar dos años antes en La Catedral y su césped sagrado al mismísimo Pete Sampras, se destacó por su juego fluido y sin sufrir contratiempos, frente a rivales que padecían con las superficies duras y un ritmo frenético en cada semana, en cada torneo. En aquella victoria, en el único duelo ante el estadounidense, uno de sus ídolos, brilló como muy pocos. Y ya en febrero de 2004 se coronó por primera vez en el Abierto de Australia para ser el nuevo N°1 del ranking mundial de la ATP, al desplazar al estadounidense Andy Roddick.

Ya metido en la elite, empezó a acaparar elogios de monstruos de la raqueta, que habían visto a tantos protagonistas de lujo pero no a uno tan talentoso como el suizo. Lo dijo otro estadounidense de primera línea, como John McEnroe, y ni hablar del australiano Rod Laver. Poco a poco, todos se rendían ante las jugadas, los puntazos, los títulos y las hazañas del diestro de Basilea. Y él, fiel a su estilo, sumaba proezas en las distintas canchas, en especial en césped y las duras, a la vez que empezaba a librar batallas épicas, memorables, ante rivales de diferentes estilos.

Primero apareció el español Rafael Nadal, con el que perdió más de una final en Roland Garros, donde finalmente Federer consiguió la hazaña de conquistar el Grand Slam de carrera, es decir, ganar los cuatro Major en su carrera, en su inolvidable 2009. Allí, acto seguido, al mes siguiente, superó en una definición electrizante a Roddick para obtener el 15° Grand Slam y así superar al por entonces récord histórico, que estaba en manos de Sampras.

Después arribó al tour el serbio Novak Djokovic, su otro gran adversario, de tantos cruces especiales, como los que tuvo con Nadal, por la diferencia de estilos, y también con el escocés Andy Murray, por ejemplo. Siempre buscando cambiar efectos y alturas, siendo agresivo y ofensivo, el helvético mostró y deleitó tantas veces con su propuesta muy completa. Y, en el plano físico, sólo había padecido una mononucleosis en 2008, que le cortó una extensa racha de alegrías en los Major. Pero se siguió coronando en Wimbledon, donde mantiene el récord de ocho coronas, hizo historia en el US Open (récord compartido de cinco títulos, pero los suyos fueron seguidos), en Australia y las Finales ATP, hasta que llegó su primera lesión que preocupó a todos.

Ya con ese aura de estrella a cuestas, con tanta gloria encima, debió detener su marcha en la segunda mitad de 2016 por un problema en la espalda. En el medio ya habían pasado su coronación con Stan Wawrinka en la mítica Copa Davis, en 2014, y antes el oro olímpico en dobles en Beijing 2008, más la plata en singles en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Pero ese parate, ya a los 35 años, era una señal de alarma, cuando sumaba 17 Grand Slam individuales y era récord absoluto.

Pero enero de 2017 lo vio renovado, con un revés suelto a una mano endiablado, agresivo, punzante en todas las direcciones, para gozar con una vuelta soñada. Indudablemente, increíble hasta para sus más fieles seguidores. Dejó en el camino a más de un colega de primera en el Abierto de Australia y terminó ganándole una final inolvidable a Nadal, nada menos, tras adjudicarse cinco games consecutivos en el quinto set. "Ese día jugué los 25 minutos más perfectos de mi vida, en el último set", afirmó el propio suizo. Fue su 18° Major, el primero desde Wimbledon 2012. Para la hazaña, para guardar en el baúl de los más hermosos recuerdos de su rica trayectoria.

Ese año volvió a coronarse en Wimbledon y ya en 2018 repitió en Australia, para llegar a las dos decenas de Major en sus vitrinas. Y fue esa temporada el N°1 de mayor edad de la historia, con 36 años y 10 meses... Más adelante, llegó otra lesión sufrida en un hecho familiar, esta vez en la rodilla derecha, y fue, literalmente, el principio del final. Por eso, por su facilidad para moverse, impactar y jugar, quizá nadie se imaginó que la carrera de Federer terminaría así, no pudiendo elegir él cuándo y cómo decir adiós, siendo su físico el que le pusiera un límite. Pensar que su último partido oficial lo jugó en Wimbledon 2021, hace más de un año...

Una pena, sin dudas. La Laver Cup, por equipos, será su despedida oficial, como el propio Roger lo explicó, ya sin retorno a los Grand Slam y el circuito ATP. Así, dice adiós el hombre que nunca abandonó un partido de los 1.526 que jugó. Un récord que significa mucho, incluyendo el respeto al rival de turno que tuvo enfrente, cuando ni siquiera un malestar físico lo hizo dejar un court. De esos, ganó 1.251, con 369 (récord) en Grand Slam. Así, dice adiós el diestro de Basilea, quien a los 41 años, no podrá despedirse, como varios creían factible, en Wimbledon 2023.

Federer deja un legado, un sello, por lo que jugó, generó y movilizó. Atrás quedan, también, sus seis copas (récord) en las Finales ATP (el tradicional torneo de Maestros) y sus 28 Masters 1000. Y cómo soslayar las 310 semanas como N°1 ATP. Esta marca se la quitó Djokovic, quien además llegó a 21 Grand Slam en singles, mientras que Nadal acumula 22, que alcanzó en esta temporada. Por eso, 2022 es un año particular para Federer. Así y todo, pese a que algunos de sus imponentes números dejaron de ser las marcas máximas, continúa siendo un grande, para muchos el más grande de todos.

Por eso, lo llora el deporte, que le da las gracias eternas al jugador que marcó una era. Por eso, es una pena que su físico le haya dicho basta, el limite que no quería transitar así. Se lo extrañará -de hecho, muchos ya lo están haciendo- por siempre, por su calidad tenística y humana, por ese don especial. "Los momentos en familia son los más importantes de nuestra vida", expresó hace un tiempo, no muy lejano. Y hoy, a la hora del duro adiós, sabe que ellos, su esposa, sus cuatro hijos, sus padres, su hermana y sus amigos, son el apoyo clave en un momento así. Más que nunca, a esta hora, la de decir adiós...