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Como un equipo de sóftbol de Uvalde ayuda a sanar, a un año de la masacre escolar

Callie Sánchez (a la izq.) mira jugar a Gina Gatto mientras Aleah Ruiz la abraza durante un partido de sóftbol. El equipo viajero Uvalde Explosion fue fundado luego de que varios amigos y maestros fueron asesinados en la masacre del año pasado. Verónica G. Cárdenas for ESPN

Texto por Maya A. Jones -- Fotografías por Verónica G. Cárdenas


Callie Sánchez empezó a practicar sóftbol cuando tenía 10 años y no tardó en enamorarse de la posición de receptor. No hay mejor sensación que la de atrapar a un corredor cuando intenta robarse una base. Callie, que en la actualidad tiene 11 años, juega para el Uvalde Explosion, un equipo viajero de sóftbol creado para dar a las jóvenes jugadoras un canal para procesar el duelo tras perder amigos cercanos, compañeros de equipo y maestros en la masacre producida el año pasado en la Escuela Primaria Robb.

Callie conoció a una de sus amigas más cercanas, Makeena Lee Elrod, jugando sóftbol. Aprendieron juntas este deporte, eran inseparables en las prácticas y pasaban horas hablando por teléfono e intercambiando mensajes de texto. César, padre de Callie y entrenador del equipo, dice que Makeena siempre protegía a su hija. Cada vez que César le hacía críticas constructivas en las prácticas, recuerda cómo Makeena la defendía: "Está bien. Eres mi All-Star".

En mayo pasado, Callie había vuelto a casa tras ir a la escuela y se dio cuenta de que mencionaban a Uvalde en prácticamente todos los canales de televisión. Poco después, sus padres le dieron la terrible noticia del tiroteo y que Makeena fue una de sus víctimas.

"Cuando le dije adiós", afirma Callie, "no sabía que sería la última vez que hablaría con ella".

ESPN pasó los últimos seis meses siguiendo los pasos de este equipo, con la aspiración de entender lo que significa intentar salir adelante después de la tragedia. A continuación, una serie de momentos con el equipo mientras honran a sus seres queridos en varios torneos de sóftbol por todo Texas.


César, junto a Juan Gómez, tenían varios meses planificando la creación de su equipo viajero. Conocían muchas niñas que querían jugar todo el año y padres dispuestos a colaborar. Decidieron que el equipo jugaría dos torneos por mes, entre seis y diez partidos por competencia.

"Sólo espero que las chicas que están con nosotros mejoren y mejoren cada año", afirma César. "Nuestros niños lo necesitarán por muchos, muchos años".


Maddison "Maddie" Galván, que asistió a la Primaria Robb, es la única jugadora que sigue usando un lazo con los nombres de las víctimas en cada encuentro. Maddie se tornó callada y reservada tras la masacre; sin embargo, el sóftbol le ha ayudado a recuperar su confianza y extrovertida personalidad.

"Es muy querida y une a todo el mundo", indica la madre de Maddie, Jessica Galván. "Es una líder. [Maddie y sus amigos] son un grupo de sobrevivientes. Superan las cosas. Y sus amigas han lidiado con sus traumas propios. Así que se han encontrado unas a otras y se han ayudado a crecer".


Callie utiliza cada juego de sóftbol para mejorar sus destrezas y fortaleza mental. Cuando es muy dura consigo misma, se libera rápidamente de esos pensamientos y se recuerda a sí misma que debe seguir esforzándose. Que todo estará bien.

También estudia a sus rivales para así poder mejorar, bien sea con el madero o tras el plato. Si deja pasar bolas detrás del home o se poncha, está pensando: "Está bien. Mejorarás en el próximo inning".


El umpire June Ybarra creó una ofrenda para el Día de los Muertos en una funeraria de Uvalde. June requirió de casi una semana para completar su homenaje, con fotografías de estudiantes, residentes de Uvalde y sus familiares.

"Lo creé para recordar a los seres queridos que servimos durante ese año y mantener viva su memoria. Rendir homenaje a sus vidas", indica June. "La mayoría eran amigos y familiares. Es importante honrarles y recordarles en ese día".


Jessica, madre de Maddie, reparte gel brillante a las jóvenes peloteras antes de cada partido. Esa rutina se ha convertido en una tradición para las niñas. Estrechan lazos en estos momentos, ayudándoles a acercarlas mucho más.

"Parecen hermanas jugando sóftbol juntas", indica Callie. "Nos cuidamos. Ninguna será mala con las demás. Tenemos una relación muy estrecha, especialmente [con] todas las chicas nuevas. Tenemos algunas chicas nuevas en la liga y las tratamos como si estuvieran en el equipo desde siempre".


Cuando César no entrena ni cumple con su trabajo en una empresa local de camiones, hace de DJ en eventos por toda la ciudad. César empezó a trabajar como DJ para ganar ingresos extras cuando su esposa Amanda quedó encinta, pero ahora es una de las formas en las que se desestresa.

"Estoy bendecido por tener [este trabajo]. Es liberador. Estás libre. La música es clave para mí", afirma César. "He estado rodeado de música toda mi vida. Para mí, es otra válvula de escape. Aporta otro nivel de tranquilidad".


Cuatro de las víctimas (Eliahna Cruz Torres, Makenna Elrod, Tess Marie Mata y Alexandria Aniyah "Lexi" Rubio) jugaban sóftbol en los equipos de Pequeñas Ligas de Uvalde. La ciudad alberga una comunidad muy estrecha. Gran parte de las jugadoras y entrenadores tenían una amistad cercana con las víctimas.

César afirma que Elianna era una pelotera talentosa y que tenía planes de reclutar para jugar con el Explosion.

"[Reúno] estos equipos viajeros porque soy un gran partidario del poder del deporte", indica César. "Creo mucho en mantener activos a los niños, hacerles participar... Ojalá esto les sirva de escape".


El barbero local y entrenador Steve Mena trabaja tan cerca de la Primaria Robb que pudo escuchar los disparos el día de la masacre. Corrió a la escuela cuando se dio cuenta de lo que pasaba y esperó hasta que su hija Sierra abandonara el recinto educativo.

Steve vivió 40 minutos de agonía hasta que se enteró de que su hijo Stevie estaba bien y en casa.

Mena cree que la comunidad nunca logrará superar del todo los eventos traumáticos que vivieron, pero insiste en la importancia de tener un canal de escape. "Creo que fue la mejor idea", indica Steve. "A nadie le gusta hablar de ello, pero muchas de nuestras niñas tenían problemas en casa con las cosas más pequeñas".


El Explosion cobra $40 por la inscripción. Esto ayuda a cubrir los gastos de viaje a los torneos, arbitraje, cenas grupales, implementos deportivos y camisetas. La organización, administrada por los padres, tiene equipos para niñas con edades comprendidas entre 10 y 14 años.

"Aportamos nuestro dinero y aportamos tiempo", expresa Jesse Galván, padre de Maddie. "Convocamos los partidos y cosas así. A fin de cuentas, todos son nuestros amigos y es pura diversión. Crea un gran ambiente familiar".


A inicios de temporada, Sierra Mena no quería practicar sóftbol. Creía estar fuera de forma luego de tomarse unos meses de receso durante la suspensión de los deportes en Uvalde. Ahora, es lo que más ansía hacer.

Su padre Steve afirma no haberse dado cuenta de su calidad como pelotera: "Ahora pregunta: 'Oye, ¿cuándo es la práctica? ¿Tenemos práctica hoy? ¿Podemos batear?'"


Docenas de padres le pidieron a César que comenzara la temporada de sóftbol viajero, para así darle a las jóvenes una distracción muy necesaria. Cuando las niñas empezaron a jugar, fue evidentemente la decisión correcta. Se unieron y cuando una jugadora se sentía mal, el resto estaba allí para consolarla.

"No quieres atascarte en tu pesar, porque eso no está bien. No es sano", afirma Steve. "Así fue como lidiamos con [la masacre]. Cada uno lo afronta de forma distinta".


Gabriela Jiménez creó un monumento improvisado dedicado a sus amigos fallecidos. Suele hablar con sus familiares sobre la tragedia; sin embargo, su madre indica que ella lloró por primera vez durante una conversación postpartido en diciembre pasado.

"Nunca creíamos que sucedería algo así, pero sucedió", expresa Callie. "No hay tanta gente mala en esta comunidad. Todos nos preocupamos por los demás. Queremos que todos sepan que también estamos aquí para ellos. Solo queremos unirlos y hacer que la comunidad esté más unida".


Un año después del trágico suceso, el alcalde de Uvalde Don McLaughlin cree que la ciudad se mueve lentamente en una dirección positiva.

"Al pueblo le va bien", expresa McLaughlin. "Quiero decir, esto es algo que nunca vamos a olvidar. Forma parte de nosotros, pero no permitiremos que nos defina. Nunca olvidaremos a estos niños y a los maestros, pero Uvalde se levantará y mostrará los aspectos positivos de la comunidad que perdimos y nos uniremos en torno a esas familias y nos uniremos entre todos".


Al inicio, Callie se sentía nerviosa por la idea de jugar para su padre. Pero ahora aprecia hacerlo e indica que le ha hecho mejor jugadora. Callie aprecia los dos aspectos de su padre: entrenador competitivo sobre el terreno y bromista en casa.

"Disfruto cada momento", dice César. "Sobre el terreno, es una relación totalmente distinta. Soy un papá competitivo. He podido conocer a mi hija de forma distinta y mostrarle cómo lidiar con la presión. Estoy conociéndola en el ámbito deportivo. Ella es una luchadora y yo, exigente. La vida está llena de presiones. Enseñamos lecciones de vida".