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Sam Alipour | ESPN The Magazine 5y

Yasiel Puig: una tarde de familia, risas, groserías y apuestas con la estrella de los Reds

Bulliciosas celebraciones, charla basura en son de broma y gritos, muchos gritos: el santuario interno de Yasiel Puig, el oráculo de la felicidad que saca la lengua y gusta besar a los entrenadores, es exactamente lo que ustedes esperan ver.

2:30 p.m.: Entramos a la Casa Puig

En las afueras de una casa al estilo español en Avondale, Arizona, a un lanzamiento en corte de distancia del complejo de entrenamientos primaverales de los Cincinnati Reds, toco el timbre, lo cual comienza una serie de gritos a voz en cuello adentro. Se abre la puerta del frente. Se trata de Yasiel Puig.

“Oye, ¿qué estás haciendo aquí?”, me pregunta.

Pues bien, le digo, estoy aquí para la fiesta Puig, un agasajo casi diario organizado por uno de los personajes más coloridos del béisbol. Se suponía que la cotizada adquisición de los Reds en temporada baja me recibiría en Los Ángeles a principios de año antes que un canje junto a sus compañeros de Los Angeles Dodgers Matt Kemp, Alex Wood y Kyle Farmer lo despachara a Cincinnati. ¿Se acuerda? “Oh, claro, pasa”, me dice Puig. “Estoy acribillando a mi primo jugando FIFA ahorita mismo”.

2:45 p.m.: Orientación para novatos

¡Dios mío! Estoy en la sala de estar al lado de Farmer, personaje regular en la Casa Puig, quien nos resume de esta forma el circo de tres pistas que se desarrolla a nuestro alrededor: “Nunca sabes quién va a aparecer”.

Entre los presentes hoy: Maritza, madre de Puig; Andrea, su novia; sus hijos, Danny, de 2 años y Damián de un año; Ramón, primo de Puig; Tim Bravo, cuya cabeza brillante ha usado muchos sombreros, incluyendo el de director de asimilación cultural de los Dodgers o simplemente “profesor” como lo llama Yasiel; y Turner Ward, el coach de bateo previamente con los Dodgers y ahora con los Reds y “amigo de besos” de Puig. Ambos son conocidos por sus besos en el dugout en son de celebración después de los jonrones de Puig.

“La vida es mejor con amigos y familiares”, dice Puig, de 28 años.

Farmer agrega que su vida es mejor con la presencia de Puig. “Fue mi parte favorita del canje. Él aportó el espíritu que tenía en los Dodgers, con respecto a…” Hombre, apenas puedo escuchar a Farmer, con los gritos incesantes de Puig interfiriendo.

“Siempre está gritando”, confirma Farmer. Puig explica: “Soy el mismo chico… me gusta gritar en los partidos y me gusta gritar en mi casa”.

Las reuniones de Puig cuentan con dos ingredientes principales: 1) juegos, que van del Jenga al frisbee en el jardín y 2) charla basura a todo volumen por parte del anfitrión, quien gusta demostrar continuamente ese ímpetu que ha sido evidente desde su asombroso debut con los Dodgers en 2013, tras el escalofriante escape de su Cuba natal.

Puig dice lo siguiente sobre Ramón: “No le gusta ducharse, qué asco”. Sobre Bravo: “Es el primer tipo feo que conocí en Estados Unidos”. Y sobre mí: “Pareces un niño, ¿sabías eso?”.

Quizás esa sea la razón por la cual el pequeño Danny me acorrala en busca de que juegue con él, en un ritual que incluye chocar sus camiones de juguete sobre la alfombra. Danny aún no habla ni inglés ni español. “Habla ‘Minion’”, dice Puig, “como en su película favorita”.

En mayor parte, Danny grita en Minion. “Está loco, igual que yo”, dice su papi, cuyas funciones tienen límites.

“Nunca cambio pañales”, nos dice. “Demasiado pis, demasiado número 2. Ni siquiera me gusta limpiarme yo, pero me tengo que limpiar si quiero andar por ahí, ¿tú me entiendes?”.

3:15 p.m.: Hora de jugar

Luego de que Puig pide pizza y sushi a domicilio (“Mi nombre es Yasiel. Que tengas buen día, mi amigo. Que Dios bendiga a Estados Unidos”), es la hora de jugar. En primer lugar: Watch Ya Mouth (“Cuida tu boca”), un juego en el cual tapas tu boca con un aparato y debes recitar una frase que tus compañeros deben descifrar. Nos reímos como hienas cuando intenta decir frases tales como “very fresh berries” (“frutas del bosque muy frescas” en inglés) con la boca llena de plástico.

Puig dice que su estilo de diversión con censura para mayores de 12 años fue creado intencionalmente: “Si jugamos aquí, no necesitamos ir al casino o a discotecas y beber”, afirma. Por el contrario, al chico que celebró el título de la División Oeste de la Liga Nacional en 2018 no con una sino tres cervezas en mano ni siquiera le gusta la cerveza. “No sabe bien… y pierdo mis abdominales de chocolatina”, dice. “Sólo ingiero agua y whisky”.

Sus amigos ríen a carcajadas. “¿Cómo juntas agua y whisky?”, pregunta Bravo. “Porque con el whisky, necesitas beber agua”, explica Puig. “¡Hay que hidratarse, hombre!”.

3:30 p.m.: El evento estelar

“¿Quieres perder, amigo mío?”, pregunta Puig mientras nos sentamos frente a la mesa de comedor para su juego favorito: póquer. Normalmente, hay que apostar un mínimo de $100, pero no tengo sus mismas destrezas, nervios de acero o capacidad económica, por ello, “yo te hago entrar”, dice Yasiel.

Todas mis fichas se evaporan (no es broma) en tres minutos. Sucede que Yasiel Puig es el Yasiel Puig del póquer: lo apuesta todo, a plena intensidad, todo el tiempo.

“Apuesto sin mirar (a las cartas) y aún así, sigo ganando”, dice Yasiel. “Soy el mejor”.

Y yo, el peor; no obstante, recibo consuelo espiritual cuando Puig, amado en Los Ángeles por su obra filantrópica, me dice que los montos apostados terminan siendo donados a su fundación Wild Horse, que busca aportar ayuda a niños en situación de necesidad. “Donas 100 dólares y vas a ayudar a un montón de niños”, nos dice. “Mientras ayudo a más gente, me sentiré mejor dentro de mí y en el terreno de juego”.

La partida sigue sin mí y Puig es el mismo maniático que gusta de sacar lenguas y amante de lanzar su bate que conocemos. “Las cosas que hago en el terreno (sacar la lengua, lamer el bate), veo que a la gente le encanta”, dice. “Sale de mi corazón… Nuestro deporte (es) divertido. Y no lo apreciamos bien”.

Puig dice que, hasta ahora, el “Caballo Salvaje” ha sido alentado a correr libre con los Reds, lo cual le hace sentir confiado que puede cambiar los destinos de una franquicia que viene de sufrir cuatro temporadas consecutivas con al menos 90 derrotas. “Vamos por el campeonato de división”, me dice. “Estuve durante seis años consecutivos con los Dodgers, y este no será mi primer año fuera de los playoffs”.

Después de hacer apariciones consecutivas y una fuerte postemporada 2018 en la cual disparó largos jonrones en el Juego 7 de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional y el Juego 4 de la Serie Mundial, Puig sugiere estar listo incluso para asumir un rol de liderazgo en Cincinnati, el cual siente que no se le ofreció en Los Ángeles. “Esta temporada, vamos a ver quién es el líder, quien aporta buena energía al juego”, afirma. “Algunos de mis antiguos entrenadores y compañeros dicen que hablo muy fuerte, pero ese alto volumen te llevó a los playoffs durante seis años. Ahora puedo llevar a mi nuevo equipo a los playoffs hablando fuerte, dando buenas energías. Veremos quién termina quedándose en casa en septiembre o seguirá adelante en octubre”.

Es la primera de varias ocasiones en las cuales Puig defenderá su estilo de juego, mientras insinúa haberse sentido inhibido y poco apreciado por su club anterior. “Los Dodgers pueden intentar sin Puig presente y ver qué ocurre”, prosigue. “¿Irán los Dodgers a los playoffs? Si no es así…” Hace un gesto de intentar una llamada telefónica y murmulla: “Oh, ¡necesito que Puig regrese!”.

4:20 p.m.: Hora de comer

Ding, dong. Llegan los domicilios.

“¿Quieres entrar, amigo?”, pregunta Puig.

“No, está bien”, afirma el despachador, apartándose del espectáculo.

A la hora de almorzar, según afirma Andrea, “el Yasiel que ves en el exterior es el mismo de casa. Sumamente carismático, extrovertido, divertido”. Eso está bien, pero le advierto que no estoy buscando nada malo. No coloca la ropa en el cesto. Le gusta soltar gases frente a otras personas. Mira telenovelas…” ¿Cómo así? “Es la única manera que tengo de llorar… telenovelas y mis programas favoritos”, afirma Puig antes de confesar que, de hecho, llora frecuentemente… como fue el caso hace un par de días viendo la película “Rudy” y prácticamente todas las veces que mira “America’s Got Talent”. “Participó una dama, era la única sobreviviente de un avión que se estrelló”, dice. “Actuó tan bien, llegó a la final. Eso me hizo llorar”.

5:00 p.m.: Tiempo en soledad

Los visitantes de Puig abundan. La mayoría de ellos, de todos modos. “¿Todavía estás aquí?”, me dice en tono de broma. Nos sentamos en su mesa de billar y charlamos.

“Cuando mis agentes me dijeron que me canjeaban, (estaba) emocionado, mi familia (estaba) emocionada”, dice Puig antes de admitir frustración después de años de rumores. "Si me va a cambiar, dígmelo: no comiences a hablar en los medios. Cámbiame. Mier… . Así es el trabajo. Ese es tu trabajo. Tú estás hablando durante los últimos tres o cuatro años (sobre un cambio). Deja de hablar, y haz lo tuyo”.

Seguro que parece que Puig estaba listo para pasar de los Dodgers, le digo. "Sí", responde. "Lo único que extraño es la ciudad y todos los amigos y grandes fanáticos. (Los Reds) me darán la oportunidad de hacer lo que me encanta: divertirme con el juego y brindar pasión y energía a mis nuevos compañeros de equipo, la ciudad y los fanáticos. Esa es la razón por la que dejé a mi familia en Cuba para venir a Estados Unidos. Esa es la razón por la que el cambio no es demasiado difícil para mi corazón”.

Cuando le pregunto a Puig sobre las quejas sobre él, que van desde la tardanza hasta su juego excesivamente agresivo, que pudieron haber generado el cambio, él dice:  “Ahora soy un poco mayor”. Sin embargo, él promete que su actuación en vivo continuará en Cincy, donde tiene un contrato de un año, y aconseja a sus compañeros de equipo que continúen: "Lo mío (no debería) molestarte”, dice. “Pero no puedo jugar pasivamente. No soy yo”.

No puedo evitar maravillarme con el dominio de inglés de Puig. Él dice que habría rechazado una entrevista de este tipo hace unos años, cuando su inglés estaba a la par con mi versión de su lengua materna. Pero en estos días, el lenguaje es un bache de velocidad más que una barrera para Puig, y ahora está enrachado ...

Puig en su primera visita a los Rojos en enero: “Hace mucho frío:  2 (grados) bajo cero pero, hey, todavía disfruto de la ciudad, amo al equipo, amo a todos mis compañeros de equipo. Y (rojo) es mi color favorito -para la ropa, para tus labios, para mi auto-. Me encanta el rojo”.

Sobre su incapacidad para alcanzar su potencial en Chavez Ravine y la posibilidad de acumular su primera temporada de 30 jonrones en el Great American Ball Park, un terreno favorable para el bateador: “No has visto mi mejor momento. No vengo de  un estadio amistoso para los bateadores, pero bateé un poco. No sé cuántos jonrones y dobles voy a tener, pero sé que va a ser mejor que el año pasado”.

Y en las tres fechas marcó un círculo en su calendario: “Día de impuestos, 15, 16 y 17 de abril (cuando los Reds visitan a los Dodgers). Vamos a tener muchos momentos emocionantes en Los Ángeles. Espero que esté lleno: 60,000 personas me vieron jugar, mi primera vez de vuelta, dando amor a los fanáticos. No puedo esperar ese momento”.

5:30 p.m.: Descanso de la séptima entrada

Tres horas después de mi salida de novato sobre el césped de Puig, me quedé sin gasolina. “Gracias a Dios”, bromea. Pero ya está acumulando fichas en preparación para el juego de póker de esta noche. Cuando les digo adiós, él se detiene. “Oye, págame $100”, dice Puig. “Vamos, es para caridad”.  

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