“Yo he visto ganar al Barça Champions y Mundiales de Clubes. Y disfrutado de partidos históricos en Stamford Bridge o el Bernabéu. Y sufrido en Mánchester, Turín o en Liverpool pero, amigo, un Mundial lo supera todo. Puede no ser una experiencia tan propia e íntima… Pero no hay nada que le iguale”.
En enero de 2010 Ignacio Ovejero convenció a su mujer y a su hermano para disfrutar de unas vacaciones “diferentes”. Un viaje de una semana a Sudáfrica para ver los octavos y los cuartos de final del Mundial. Si España caía en la fase de grupos la Federación Española les abonaba lo pagado y el seguro contratado se hacía cargo de buena parte del coste. Una aventura que, al cabo de diez años, este aficionado “radical” del Barça mantiene: “fue única”.
España acaba de ganar a Chile en Pretoria y los poco menos de 200 seguidores que la acompañan desde que empezó el Mundial preparan su viaje hacia Ciudad del Cabo, donde el equipo de Vicente del Bosque se enfrentará a la Portugal de Cristiano Ronaldo, semifinalista en el Mundial de 2006 y que tras caer ante Alemania en los cuartos de la última Eurocopa con un equipo renovado, alumbraba como un rival durísimo.
No es la afición española especialmente destacada por desplazarse en masa y, más aún en un Mundial tan lejano, en Sudáfrica se deja notar su inferioridad en las gradas. Amigos, familiares y un puñado de hinchas la han seguido en la fase de clasificación… Y unos 200 hinchas más se suman ya de cara al partido de octavos de final.
“Allí llegamos a Ciudad del Cabo, con nuestras camisetas y sumándonos a una fiesta que nos sorprendió desde el primer día. Eres un novato en esa clase de viajes y tienes cierto temor, pero desde el primer momento nos sentimos como en casa. Y si la relación con los demás españoles fue magnífica, con los aficionados de Portugal primero y Paraguay, Alemania y Holanda después también fue estupenda. Nunca pensé que me engancharía tanto esa experiencia” relata al cabo de diez años Ovejero, testigo de excepción de aquellos últimos cuatro partidos “inolvidables” del Mundial sudafricano.
“Cada partido guarda un recuerdo especial. De aquel de Portugal mantienes las quejas de Cristiano Ronaldo al final… Acababa de fichar por el Real Madrid, así que imagínate como nos lo tomamos los culés” rememora, dando cuenta que en aquella época, el seguidor de la selección no difería mucho del culé histórico en una suerte de fatalismo.
“Habíamos ganado la Eurocopa de 2008 pero con el partido contra Paraguay existía mucho miedo. Era el partido de cuartos, el que nunca superaba España en un Mundial, y quizá por eso había tanta gente que se volvió al acabarlo”.
Entre los que regresaron se contaron a su mujer, su hermano con la suya y la del otro amigo. El se quedó allí, en una decisión que provocó “una buena movida familiar”. “Acabamos de ganar a Paraguay y les suelto en plena celebración que tenemos que quedarnos, a la aventura. Me tomaron por loco y solo convencí a mi amigo Dani. Al día siguiente se volvieron los demás… Y allí nos quedamos nosotros dos, solos”.
Lo empezó a barruntar días antes, cuando David Villa remachó por dos veces para derrotar a Portugal en Ciudad del Cabo. “Allí piensas que la selección está tocada por una varita mágica, como el Barça que había ganado el sextete el año antes. La mayor parte del equipo lo forman jugadores del Barça y Villa, que acababa de fichar… ¡Menudo fichaje! Nos hizo olvidarnos de Ibra en un santiamén”.
“Estás a 11 mil kilómetros de casa viviendo una experiencia única… Hay que saborearlo, hay que estirarlo todo lo que puedas porque nadie te dice que eso pueda volver a suceder”. La determinación parecía clara…
“Te quedas en Sudáfrica sin entradas, sin hoteles, sin nada… Y sin tener un plan, todo sobre la marcha porque después de ganar a Paraguay en Johannesburgo, en pleno invierno, te tienes que preparar sin perder tiempo un viaje con coche alquilado al verano de Durban por carretera, a más de seis horas. La gente que nos veía estaba alucinada” explica Ovejero, en ese momento en plena vorágine.
“Dormimos en habitaciones alquiladas en casas particulares. Unos anfitriones maravillosos y que nos salvaron de dormir, como vimos en otros, en estaciones o aeropuertos”.
¿Y las entradas para semifinales y la final? ¿Pagadas en la reventa a precio de oro? “Hasta en eso tuvimos suerte. Las entradas del partido contra Alemania de semifinales nos las dieron dos japoneses a precio de coste, 200 dólares. Lo de la final fue aún más rocambolesco: Estábamos en un bar, en Durban, en la playa, dando por hecho que la final la tendríamos que ver por televisión porque sería imposible conseguir entradas y se presentó en nuestra mesa un señor chileno ofreciéndonos dos entradas que le sobraban, de casualidad. ¡250 dólares! El precio oficial. No nos lo podíamos creer. Aquel señor chileno será amigo de por vida!”.
Antes de esa final, la locura. “Es que contra Portugal el gol lo marca Villa después de rechazarle el portero y contra Paraguay marca después de que su remate vaya de poste a poste… Y contra Alemania… Eso fue enorme” se ilumina este aficionado, que deja traslucir el gol de Puyol en clave culé.
“Es el mismo gol del Clásico de un año antes. Centra Xavi y Puyol sorprende de cabeza a todo el mundo. El de la tarde del 2-6 repetido en Sudáfrica… ¡De locos!”. De locos porque para entonces, para la semifinal, la sensación era de “hasta aquí hemos llegado. Como decía Lineker, el fútbol lo juegan 11 contra 11 y siempre gana Alemania. No teníamos mucha confianza y en el campo… Era bestial, quizá había 10 mil alemanes y no sé si más de mil españoles.
A LA TERCERA… ESPAÑA
Otra vez de camino, regreso de Durban a Johannesburgo para la final. Y al llegar a la capital “nos encontramos como si estuviéramos en Amsterdam. Holandeses por todos lados. Vinieron, me dijeron, unos 3 mil españoles, quizá más… Pero es que todo eran camisetas naranjas, serían más de 20 mil con unas inscripciones que decían ‘A la tercera la vencida’ recordando que habían jugado ya dos finales en 1974 y 1978”.
Si los alemanes estaban convencidos de ganar a España, los españoles, confiesa este aficionado catalán, no las tenían todas en la final. “Normalmente, se dice, para ganar una final tienes que haber perdido antes y ahí estábamos, contra el recuerdo de la Holanda de Cruyff y la que perdió contra Kempes. Y, ojo, que tenía un equipazo. Estaban Van Bronckhorst y Van Bommel, que habían jugado en el Barça, y a su lado Robben, Van Persie, Sneijder, Kuyt, Van der Vaart, un porterazo como Stekelenburg…”.
“Cuando Casillas le saca el remate a Robben es cuando me veo campeón. Ahí me viene a la cabeza las paradas de Valdés a Henry en la final de la Champions de París y a Cristiano en Roma, los penalties que paró Iker a De Rossi y Di Natale en la Eurocopa… Estábamos destinados a ganar” se ilumina en su recuerdo.
“Siempre estará el gol de Koeman en Wembley y el de Belletti en París. El de Bakero en Kaiserslautern… Muchos… y el de Iniesta en Johannesburgo. Estar ahí, viéndolo en directo, con ese frío que ni notas de los nervios, viendo como le llega el balón de Cesc y empezando a gritar el gol en cuanto chuta Andrés. Amigo, aquello hay que vivirlo”.
En Barcelona, cuatro meses después de “disfrutar” el carnaval de New Orleans y sufriendo por un Barça que, como tantos otros culés, sospecha “al final, triste, de una era”, Ignacio Ovejero mantiene fresco ese recuerdo de Sudáfrica, en una ilusión que no pudo repetir ni en sus viajes a Brasil y Rusia, “quizá porque en 2014 y 2018 la ilusión que veías alrededor de la selección no era la misma. Son momentos determinados y únicos”.
Por eso lo proclama con un orgullo único. “Yo estuve allí”. En un Mundial que permanecerá fijo en la retina.
LA FICHA DEL PARTIDO
España: Casillas, Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila, Busquets, Xabi Alonso (Marchena 90’), Xavi, Iniesta, Fernando Torres (Llorente 58’) y Villa (Pedro 88’).
Portugal: Eduardo, Bruno Alves, Carvalho, Ricardo Costa, Fabio Coentrao, Pepe (Pedro Mendes 72’), Raul Meireles, Tiago, Cristiano Ronaldo, Simao (Liedson 72’) y Hugo Almeida (Danny 58’).
Árbitro: Héctor Baldassi (Argentina). Amonestó a Xavi Alonso y Tiago. Expulsó a Ricardo Costa (89’).
Gol: 1-0, minuto 63 Villa.
Campo: Green Point, 62.955 espectadores.