Elena Rybakina (N°23 del ranking), última campeona en Wimbledon, nació y creció en Moscú, Rusia. A lo largo de su infancia se formó como gimnasta y patinadora sobre hielo, dos de las disciplinas más populares en su país de origen. Sin embargo, los juicios sobre su estatura la hicieron renunciar al sueño inicial para encaminarse en un nuevo reto: convertirse en tenista profesional.
"Mi papá me introdujo en el tenis a los seis años. Antes, hacía gimnasia y patinaje sobre hielo con mi hermana. Pero debido a mi estatura (1.84 m) dijeron que no podía ser profesional. Así que nos separamos. Una sería profesional y otra lo haría sólo por diversión", recordaba Lena en una entrevista con la WTA.
"Entonces, mi padre sugirió que intentara con el tenis porque él ama ese deporte. Intentó competir cuando tenía 20 años. Así fueron mis inicios en el tenis".
Y lo que en dos disciplinas se había convertido en una desventaja, terminó transformándose en una gran ventaja para su desarrollo como tenista. En sus épocas como juvenil llegó a posicionarse como la N°3 del mundo, ganó seis títulos -incluyendo el Campeonato Internacional de Italia perteneciente a la máxima categoría- y sumó semifinales en Roland Garros y en el Australian Open.
Justamente en sus años como junior, Rybakina tomó dimensión real sobre las posibilidades de convertirse en profesional. "No jugaba bien cuando estaba en la academia. Perdía en las primeras rondas y mis amigas hacían semifinales y finales. Pero cuando comencé a competir en los torneos juniors, especialmente en la clasificación de un ITF de Grado 3, avancé y gané el torneo. Después de eso sentí confianza para arrancar a competir más. Así terminé el año como la N°3 del mundo".
Pese a los excelentes resultados deportivos, su padre insistió a Elena para que estudie una carrera universitaria. Entonces, frente a las dificultades económicas que atravesaba la familia, apareció la oferta de la Federación de Tenis de Kazajistán. "Ellos creyeron en mí cuando no era tan buena", recuerda quien en 2018 oficializó su cambio de ciudadanía para comenzar a competir en torneos internacionales en representación del país asiático.
Un año después, Rybakina se estrenó como campeona en el circuito femenino ganando el WTA 250 de Bucarest ante la local Patricia Maria Tig. En 2020 llegó el despunte como una de las grandes promesas de la gira. A principios de la temporada firmó su segunda consagración en Hobart ante la china Shuai Zhang y continuó cosechando finales en Shenzhen, San Petersburgo y Dubai. Un ascenso maratónico que vería un límite en el momento en el que el Tour se vio frenado debido a la pandemia.
Desde que se retomó la actividad, la kazaja de categoría 1999 sólo había pisado dos nuevas finales: Estrasburgo 2020 y Adelaida 2022. A inicios de este año, gracias a ese temprano resultado cayendo frente a la N°1 del mundo, Ashleigh Barty, en la disputa por el título, se quedó a las puertas del Top 10 por primera vez en su carrera, ubicándose como la N°12 del ranking.
Pero eso fue sólo la chispa que la preparó para lo que vendría en la segunda mitad del 2022. Establecida en el puesto N°23 del mundo, se encaminó en Wimbledon con victorias sobre Coco Vandeweghe (7-6 (2), 7-5), Bianca Andreescu (6-4, 7-6 (5)), Zheng Qinwen (7-6 (4), 7-5), Petra Martic (7-5, 6-3), Ajla Tomljanovic (4-6, 6-2, 6-3) y Simona Halep (6-3, 6-3). En la definición, contra los favoritismos que daban como vencedora a Ons Jabeur (N°2 del listado), Lena neutralizó los nervios y firmó la victoria más importante de sus años como profesional por 3-6, 6-2 y 6-2 para convertirse en la primera tenista kazaja en ganar un título de Grand Slam de forma individual.