El decimonoveno aniversario del mayor ataque terrorista de todos los tiempos llega en medio de una de las peores pandemias de la historia moderna.
En ambos casos, Estados Unidos como víctima principal. En ambos casos, el deporte, con el béisbol como uno de los principales protagonistas, jugando un extraordinario rol y actuando como calmante para el dolor provocado por la tragedia.
Casi al mismo tiempo (minutos más, minutos menos; horas más, horas menos) que Los Angeles Lakers derrotaban a los Houston Rockets para tomar ventaja 3-1 en su serie de segunda ronda en los playoffs de la NBA, los Kansas City Chiefs iniciaban la defensa de su trofeo del Super Bowl doblegando a los Houston Texans en el inicio de la NFL, Mike Trout y Manny Machado pegaban jonrones para encaminar a sus clubes en la MLB, los Seattle Sounders goleaban 7-1 a San Jose Earthquakes en la MLS, Dallas Stars vencía en tiempo extra a Vegas Golden Knight en las semifinales de la NHL y la reina del tenis, Serena Williams, caía derrotada en las semifinales del US Open, el reloj marcaba el inicio del 11 de septiembre del 2020.
Una fecha que forma parte de la historia moderna de Estados Unidos. Y del mundo.
La mañana de ese día del 2001, el grupo terrorista Al-Qaeda realizó cuatro ataques simultáneos, secuestrando vuelos comerciales que desvió hacia instalaciones claves en Nueva York, Washington y Pennsylvania.
En la Gran Manzana, los terroristas utilizaron dos aviones cargados de pasajeros para derribar las Torres Gemelas de 110 pisos en el distrito comercial. Otra nave fue desviada hacia el Departamento de Defensa (El Pentágono) en Washington, mientras que la cuarta, que probablemente tenía como objetivo otra instalación importante, cayó cerca de Pittsburgh después que los pasajeros lucharon con los terroristas.
El balance final (e inexacto) fue de casi tres mil muertos (incluyendo más de 400 miembros de la policía, bomberos y paramédicos), sobre los 25,000 heridos y por encima de 10 mil millones de dólares en pérdidas. Se calcula en alrededor de medio millón el número de neoyorquinos que hoy padece un trastorno de estrés postraumático como resultado del 11 de septiembre.
Pero una vez el país pasó de lamerse las heridas a enfocarse en el futuro, fue el deporte que ayudó a encauzar esa energía. Los estadios deportivos, especialmente los del béisbol de Grandes Ligas, cuya temporada regular se encontraba en su punto de ebullición cuando ocurrieron los ataques, rindieron homenaje a las víctimas y los héroes, mandaron un mensaje de unidad y fortaleza y reforzaron la moral del pueblo.
La imagen del presidente George W. Bush haciendo el lanzamiento ceremonial de la primera bola en el Yankee Stadium antes del tercer partido de la Serie Mundial entre los Arizona Diamondbacks y los New York Yankees el 30 de octubre básicamente dejó saber al mundo y, más importante, a los culpables de los viles y cobardes ataques: Estamos bien. Estaremos bien. No tenemos miedo.
En el Museo Nacional del 11 de Septiembre, que está localizado en el lugar del World Trade Center en el bajo Manhattan de Nueva York, realizan una exhibición especial llamada "Temporada de Regreso: Los deportes después del 11 de septiembre", para explorar cómo el deporte ayudó al país a unirse e iniciar la recuperación después de los agravios.
Y casi dos décadas después nos encontramos en una situación diferente, pero que igual amenaza nuestra tradicional forma de vida. Y nuevamente el deporte cumple con su rol de bálsamo sanador.
Los playoffs de la NBA y NHL, la temporada recortada de la MLB, los calendarios de la MLS y la NFL, los torneos de tenis y golf, las carreras de la triple corona del hipismo, las carteleras de boxeo y artes marciales mixtas, entre otros, se celebran en medio de extremas medidas de seguridad y salubridad para limitar potenciales contagios de coronavirus, una peste que ha matado a más de 910 mil personas en el planeta, incluyendo más de 192 mil en la unión americana, en lo que va de año.
Una pandemia que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, ya ha contagiado a más de 28 millones de personas y rápidamente escala en el ranking de las peores pestes que ha enfrentado la raza humana en muchas décadas.
Ciertamente, el terrible Covid-19 ha trastocado la forma de vivir y comportarse de casi todos los seres humanos, condenándolos al encierro y al aislamiento.
Afortunadamente, ese recogimiento forzado es aliviado por el deporte, que como lo hizo después de los ataques del 11 de septiembre y en muchos otros capítulos trágicos de la historia estadounidense, funge como ungüento sanador.
Es una bendición estar en casa y tener en televisión al mismo tiempo a LeBron James, uno de los mejores atletas de todos los tiempos, uniendo esfuerzos con el gigante Anthony Davis para tratar de llevar a los Lakers a su primera final en una década; al joven mariscal de campo de los Chiefs, Patrick Mahomes, en su primer juego desde que firmó un contrato de $500 millones de dólares; a Serena Williams, probablemente la mejor tenista de la historia; a Trout, el mejor pelotero de la actualidad, y los dominicanos Manny Machado y Fernando Tatis Jr., de los renovados San Diego Padres, entre muchos otros.
Pero también están las ligas extranjeras, de fútbol y otros deportes, incluyendo la tremenda temporada que logró armar la Fórmula Uno en medio de la pandemia.
Sin ninguna duda, el deporte hace que el mal momento sea más llevadero.