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La cáscara de Tyson, el respeto de Jake Paul

En Arlington se impuso el Padre Tiempo. A los 58, Iron Mike comprobó que los sueños no siempre su cumplen. Barros-Ramos y Taylor-Serrano le pusieron boxeo a la noche.

La escena final fue la síntesis

Cuando Jake Paul unió sus manos e hizo una reverencia ante Mike Tyson, fue decirle “Gracias por todo” en nombre suyo, pero también en el de los amantes del boxeo.

¿Hacía falta esto para comprobarlo?

A los 58 años y luego de una ajetreada vida, Iron Mike quizás haya pensado -después de todo será boxeador para siempre- de que podría lograrlo.

Aunque esa voz, que muchas veces solemos evitar, le haya susurrado: “Ya no, Mike, tu tiempo pasó hace demasiado”.

Veinte millones de razones, seguramente, le habrán aconsejado otra cosa.

No dejemos de contar a los nostálgicos soñadores que llegaron a pensar (sí, me incluyo) que podía aparecer alguna mágica y vieja ráfaga como en The Old Times, pero la magia no existe.

Luchando contra la trasmisión -cortes de imagen, de audio y otras lindezas- fuimos unos de los 180 millones de espectadores que siguieron el show, según cálculos iniciales. Y sin pagar más que el abono normal de Netflix.

Mención para la pelea en la que Katie Taylor le ganó de nuevo -y contra la opinión de la mayoría- a Amanda Serrano. Y para el empate ente Mario Barrios con Abel Ramos. Taylor retuvo sus unificados títulos super ligero y Barrios el WBC de los welters.

Lo demás fue Tyson: su impotencia, su salida al ring solo y con apenas una especia de toalla-poncho como en sus viejos tiempos, su rictus final, su irónico “Me gusta morder” cuando le hicieron notar que lo había hecho en su guante. Su dolor de ya no ser, su caminar lento en un ring enorme, para que Paul con prudencia juvenil, se mantuviera lejos, pegándole con el jab casi cuando quería. O no haciéndolo, para evitarle el ridículo y el dolor de una derrota mayor aún.

Se dio el gusto y le ganó por puntos en 8 a su ídolo.

Y no mucho más. Perdón por la auto referencia nostálgica. Lo vi en carne y hueso ganarle a Tucker, a Mc Neeley, a Norris, a Francis, a Bruno… y cuando le mordió la oreja a Holyfield. La transmitimos por América con el gran Horacio García Blanco y la producción de Andrés Raggi.

Y lo tuve cara a cara junto con mi amigo y colega Eduardo Bejuk en Buenos Aires, en la suite 911 del Intercontinental. Tenia puesta la camiseta que le había regalado Diego la noche anterior, en el Luna.

Estuvimos más de una hora. Nos pidió cigarrillos, nos habló de Mao, del Che, de Ballas, de Locche y de su admirado y querido y respetado Carlos Monzón.

Después, ya en la despedida, le quise decir que lo había visto pelear con… Me interrumpió con una sonrisa:

“Ya no hablo más mis peleas, man, el boxeo se terminó para mí”.

Fue en noviembre de 2006.

Ya ves, Mike: no aprendiste la gran enseñanza de tu amado Monzón:

Saber retirarse para no volver.

Hasta la próxima tarde lluviosa de domingo, Mike cuando te veamos en Youtube, cuando el Padre Tiempo era tu cómplice y amigo, cuando estaba tu favor.