Los ecos de la emocionante batalla que protagonizaron Deontay Wilder y Tyson Fury, tomaron una proporción poco esperada en lo previo. El combate que tuvo por escenario el Staples Center de Los Ángeles California, donde el estadounidense defendía su cetro CMB, tuvo todos los ingredientes del gran espectáculo boxístico y la polémica sobre su resultado llenó todo el domingo en las redes sociales.
Fue un muy bien definido choque de estilos, entre dos hombres que han hecho de su mayor virtud la clave exclusiva de todas sus victorias. Wilder, el implacable poder en la pegada, y Fury, la fascinante destreza técnica. Algo sorprendente en el británico debido a su tamaño físico y que la maneja con la destreza del mejor de los esgrimistas.
El combate tuvo lo mejor de los dos mundos, pasajes brillantes en el territorio técnico-estratégico del británico y desenlaces contundentes en la tierra violenta y agresiva de Wilder. Dos veces fue a la lona Fury, la primera en el noveno episodio y la segunda en el decimosegundo asalto. Esta última luego de una secuencia aterradora que empezó con una derecha violenta y fue rematada con un izquierdazo que le dobló el cuello al gigante inglés.
Fueron dos caídas que, para muchos, justificaron el empate, en medio de una total división de miradas sobre el resultado del combate. Las redes sociales fueron el palco donde los fanáticos desgranaron sus reacciones tras conocer los resultados en las tarjetas.
¿Debió ganar Tyson Fury? ¿Debió ganar Deontay Wilder? ¿Fue justo el empate? Por esa línea caminan las discrepancias. Encontrar una respuesta satisfactoria que a todos agrade es imposible, como imposible será que alguna vez los amantes del boxeo técnico encuentren un punto de equilibrio en sus apreciaciones con los amantes del boxeo agresivo. Aunque, esta vez, hay un cambio sutil en ese choque de estilos.
TÉCNICA VS. AGRESIVIDAD
La exhibición de destreza técnica de Tyson Fury colma cualquier expectativa. Que, con esas largas piernas, con esos largos dos metros seis centímetros de estatura, logre transitar el ring de la manera que lo hace, simplemente es una proeza fascinante. También fascinan sus quiebres defensivos, cambios de dirección, velocidad para soltar golpes largos combinados y el control del cuadrilátero.
Asalto tras asalto el británico llenaba los ojos de la platea con su personalidad, con el lenguaje gestual y esa teatralidad calculada al final de cada round de levantar los brazos en símbolo triunfal. Si sumamos su imagen antisistema, su vida novelesca y ese cartel de antihéroe que se sobrepone a todo para vencer, de antemano sabemos que tiene la simpatía y amor incondicional de gran parte de la fanaticada. “Querían verlo ganar”. Más que eso, “querían ver perder a Deontay Wilder”.
Esos factores condicionan, sin duda, cualquier apreciación y son la razón de tanta crítica y polémica en las redes sociales entre quienes no aceptan el resultado y señalan simplemente “que se consumó un robo contra el británico”. Otra vez, la técnica superior es mal medida frente a la agresividad inferior, seguramente dirán muchos de sus fanáticos.
Sin embargo, esta vez, hay un punto de equilibrio que se hace necesario considerar a la hora de otorgarle el crédito a Deontay Wilder: en el Staples Center, no hubo una lucha de técnica vs. agresividad, en realidad lo que hubo fue una batalla de “técnica vs. agresividad-técnica”.
En ese escenario, la gran figura fue Wilder, que debió ganar por KO si el juez Jack Reiss hubiera realizado el conteo de forma correcta, dentro del tiempo real y no bajo esa excesiva protección a un Tyson Fury que demoró más de la cuenta en ponerse de pie después de la segunda caída en el 12do. asalto.
Aún obviando ese detalle, que no desmerece a Fury, la pelea fue pareja y nos dejó una confrontación espectacular de planes de batalla. Algo que necesariamente debe ser tomado en cuenta a la hora de medir los méritos de uno y de otro.
FURY DOMINÓ, PERO NO PUSO EN DIFICULTADES A WILDER
Deontay Wilder entró al combate totalmente concentrado, enfocado en su rival, evitando caer en sus maniobras de distracción y apegado a un plan donde demostró mucho respeto por el oponente. Wilder asumió sus limitaciones técnicas, asumió la superioridad en ese terreno de Fury, como también el buen uso que le daría a sus largos brazos y a los desplazamientos inteligentes por el ring.
El estadounidense se adaptó a ese boxeo y creó un plan básico cuyo único cometido sería noquear o lograr lo que logró: enviar a la lona a su rival. Fue una estrategia ofensiva cumplida de forma quirúrgica y acertada. Wilder puso presión en los momentos adecuados, arriesgó en los momentos adecuados y colocó sus mejores golpes en los momentos adecuados. De ello nacieron esas dos caídas de Fury.
Por momentos comandó las acciones ofensivas y obligó a su rival al puro repliegue, cuando volvió a su zona de confort, para esperar agazapado, nunca se vio en dificultades. Tyson Fury dominaba la escena, pero no inquietaba a su rival, no lograba lastimarlo, no lograba obligarlo a salir de su plan y solo sumaba golpes y combinaciones que le disputaban el predominio a Wilder en las tarjetas. Pero no lastimaban ni causaban riesgos, que conste.
Cuando Fury dominaba el asalto, Wilder apuraba en los segundos finales y siempre cerraba esos episodios colocando los mejores trallazos. Lo de Wilder fue táctico y tan estratégico como el plan de Fury. El resto es como cada uno lo mida en su apreciación personal, algo que también les corresponde a los jueces y en ese aspecto, la misma división que muestran las redes sociales, también mostraron los encargados de impartir justicia.
Alejandro Rochin 115-111, Robert Tapper 112-114 y Phil Edwards 113-113 fueron las puntuaciones finales. En mi conteo personal les di seis asaltos a cada uno, lo que, tomando en cuenta las caídas de Fury, sería un 114-112 a favor del estadounidense.
Excepto el noveno y el último asalto, todos los episodios fueron muy disputados y difíciles de calificar ya que, desde sus planes y el acierto de sus posturas tácticas, los dos desarrollaron un gran trabajo. La forma en que uno premia el trabajo de cada uno, establece el criterio que nos permite definir quien ganó cada asalto. En ese escenario, nadie ve la pelea igual que nadie.
El empate, en cierta forma, hace mucha justicia con esa división de apreciaciones y lo más importante, deja la puerta abierta para una revancha que todos desean, empezando por los protagonistas. Si tomamos en cuenta que una vez más una cartelera de PPV, tuvo un mal programa de respaldo debido a los rivales elegidos para las figuras de primer nivel, Tyson Fury y Deontay Wilder lograron superar las expectativas y le dieron un baño de esperanza al futuro de la división superior.
Si tomamos en cuenta que Anthony Joshua es el tercero en discordia en ese atractivo triunvirato en el top de los pesos pesados, es posible imaginar un gran 2019 para esta categoría.