Ringo Bonavena fue uno de los personajes más atractivos y coloridos del boxeo argentino. Legítimo hijo de los Años 60, fue el primero quien, al mejor estilo Cassius Clay, utilizó los medios de comunicación para promocionarse.
Atrevido, auto publicista nato, irreverente y pícaro, pasó por los escenarios, el cine y hasta se dio el lujo de grabar canciones. De todo eso y mucho más se ocupa “Ringo. Gloria y muerte”, del sello Star Original Promotions, que está a punto de estrenar en STAR+ Latinoamérica.
“Promoción” podría ser uno de los sinónimos de “Ringo”, este peso pesado que comenzó a boxear en el Club Atlético Huracán, en el corazón de Parque de los Patricios, emblemático barrio de Buenos Aires, barrio de tango y misterio.
De físico privilegiado, su gran problema estaba en los pies, pues tenía los arcos totalmente vencidos, lo que le impidió moverse con agilidad en el boxeo.
“Nuestra madre, doña Dominga, lo llevaba en el tranvía y en brazos al hospital cuando era chico”, recordó uno de sus hermanos, José. “Le ponían yeso para enderezarlo… ¿Y qué hacía él? ¡Jugaba al fútbol parado en los yesos!”.
Así era Bonavena, quien se hizo profesional en los Estados Unidos, porque en Argentina le habían sacado la licencia, tras morder a un rival en los Panamericanos de San Pablo, Brasil.
Blanco, de origen italiano y peso pesado, fue una combinación ideal para el mercado neoyorquino, tanto que se dice que el propio Frank Sinatra intentó comprar su contrato.
De allí regresó auto denominándose “Ringo”.
“Un día yo salía del hotel, medio encapuchado y unas chicas empezaron a gritarme”, contó. “Parece que me confundieron con Ringo el de los Beatles. Me gustó y lo adopté”.
Verdad o leyenda, Ringo siempre.
Cuando peleó con Ali le gritó “Chicken” y lo llamó “Clay”. Y en su inglés forzado hasta se animó a preguntarle por qué no había ido a la guerra.
Así era Bonavena, capaz de ir pos los estudios de televisión con una linterna, gritando: "¿Dónde está Peralta? ¿Adónde se escondió? Peralta me tiene miedo".
Peralta era Gregorio Peralta, campeón argentino pesado, un boxeador de alto prestigio en Argentina. El 4 de septiembre de 1965 y ante unos 25.000 espectadores –record absoluto en el estadio Luna Park de Buenos Aires- Bonavena le ganó por puntos a Peralta y le arrebató el campeonato argentino de los pesos pesados.
En las duchas, llorando, Ringo le dijo a su vencido "Todo lo que dije fue para vender entradas, perdóname Goyo –y luego remató la charla a lo Bonavena-. Goyo, ¿por qué no te venís mañana a mi casa a comer ravioles que hace mi vieja?"
Peralta no fue. Y nunca le perdonó a Bonavena aquella derrota, aunque un tiempo más tarde, recurrió a él para hacer una “pelea” en Montevideo, Uruguay, para recuperar dinero. Ringo lo ayudó, pero nunca tuvo agradecimiento real de ese gesto.
Así fue Ringo, el mismo que fue asesinado a los 33 años en la puerta del Mustang Ranch de Reno, Nevada, tras haber tenido una relación con Sally Conforte, esposa del mafioso Joe Conforte, dueño del burdel.
La relación fue de manager-boxeador, ya que Sally era oficialmente su manager.
Sea como sea, en la madrugada del 22 de mayo de 1976, Ringo apareció muerto de un balazo en el pecho.
Pero si esa muerte podría ser motivo de una película y de un libro, hoy tratamos de recordar a Ringo con una sonrisa.
El que grabó “Pio Pio”, con Los Shakers, un conjunto Rockero uruguayo. El que trabajó en tres películas, el que actuó en el teatro de Revistas, el que se animó a todo.
Y el que, además, lo tuvo por el suelo dos veces a Joe Frazier, el que le hizo una gran pelea a Muhammad Ali en el Madison de Nueva York, el que peleó con George Chuvalo, Floyd Patterson, Zora Folley, Jimmy Ellis…
El que lucía una remera con un gran cartel que rezaba “Las Malvinas son Argentinas”.
Ringo, el fanático del club Atlético Huracán –una tribuna lleva su nombre-, el autor de frases célebres como aquella que dice “Cuando suena la campana, hasta el banquito te sacan”.
Ringo, el muchacho de barrio que conquistó Nueva York, el atrevido, el irreverente, el de las fotos con cigarros y vasos de whisky, el mediático, el fanfarrón, el los Mercedes Benz, los Rolex Presidente y el de los almuerzos en la casa de su mamá, doña Dominga. Tanto que la señora llegó a tener su propio programa de televisión: “Los Ravioles de Doña Minga”.
Si, Ringo, el ocurrente, el eterno pícaro, el de 58 peleas ganadas, con 44 KO, 9 derrotas y un empate, el que conquistó a los fanáticos del boxeo, el que dejó entre otras frases, aquella de “La experiencia es un peine que te dan cuando te quedás pelado”.