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Firpo-Dempsey, un siglo después: El campeón salvaje de los años salvajes

“Go west, young man, go west”, la frase - adjudicada al periodista Horace Greely-, era algo más que un consejo. Era un desafío. Significaba la salida hacia una nueva vida, un nuevo horizonte y también, ¿por qué no? de nuevas aventuras.

William Harrison Dempsey tenía sangre irlandesa y cherokee en las venas. Había nacido el 24 de junio de 1895 en Manassa, Colorado. Sus padres eran de firmes convicciones religiosas. Tenía dos hermanos boxeadores, que usaban el nombre “Jack” en honor a Jack “Non pareil” Dempsey, un tremendo peso mediano. Cuando era casi un chico, la familia se mudó desde Virginia Occidental al Oeste, tierra de aventuras y oportunidades. Wyatt Earp, el célebre sheriff que había jugado su vida junto a “Doc” Holliday, todavía vivía. El Viejo Oeste iba languideciendo a principios del Siglo XX, pero mantenía el clima de la ley del más fuerte. Dempsey trabajó de minero, recolector de fruta y herrero y comenzó a mostrar su fortaleza en peleas de “Saloons”. Medía 1,85 y no rehuía a nadie. Había completado el secundario como pudo.

Para el año 1914, hizo una pelea de amateur y luego se metió a pelear como profesional en Salt Lake City: el 2 de noviembre despachó a Young Hancock y comenzó una carrera que lo fue llevando nada más ni nada menos que al campeonato mundial de todos los pesos. Ya para entonces él también había adoptado el “Jack” como nombre de guerra, al igual que sus hermanos, ya retirados.

En 1917, empezaba a crecer su fama, a pesar de un nocaut en contra sufrido ante Jim “Fireman” Flynn. Fue entonces cuando el Destino barajó las cartas y le ofreció una mano ganadora: se encontró con Jack Kearns, el manager que terminó llevándolo al campeonato mundial. Como para demostrar de sobra lo que valía, el boxeador enhebró 14 victorias por nocaut en el primer round.

Tal vez fue por entonces donde nació el apodo de “El Matador de Manassa”. Era tan espectacular y salvaje como atrevido, y eso le significó ser favorito del público, que comenzó a verlo como el nuevo campeón. Fue en el 4 de julio de 1919, cuando en Toledo, Ohio, tuvo la oportunidad de enfrentar al gigante Jess Willard, de 2 metros, que venía de ganarle en sospechoso final al gran Jack Johnson bajo el ardiente sol de la Habana, Cuba.

Se cuenta que con tal de poder regresar a los Estados Unidos y superar su obligado exilio, Jack Johnson –a quien no le perdonaron entre otras cosas ser afro americano, estar casado con una mujer blanca y ser arrogante y presumido, y también muy talentoso-, se dejó vencer por Willard. Lo cierto es que Jack logró su chance, y aunque se esperaban 35.000 espectadores, asistieron 19.500 dejando una recaudación de 452.224 dólares de los cuales 100.000 fueron para Willard y 27.500 para Jack.

Promovida por Tex Rickard, que de paso también actuó de jurado, la pelea fue una masacre. Willard fue derribado siete veces en el primer asalto. Era tanta la gritería que el árbitro Ollie Pecord detuvo la pelea después de la campana –en realidad tuvieron que utilizar un silbato- y cuando Dempsey ya se volvía a los vestuarios le dijeron que la pelea continuaba.

Dicen que Willard terminó con costillas rotas y el cuerpo lleno de moretones, producto de semejante paliza, que termino recién en el tercer round, cuando el árbitro -¡Por fin!- decidió detenerla.

Con el tiempo, Kearns dijo que habían usado un vendaje “especial” para Dempsey, lo que justificaba semejante daño, pero también habló Willard, diciendo que no habia sido para tanto.

Dempsey, “El campeón salvaje de los años salvajes” tenía bien ganado el rótulo de un peleador lanzado a todo o nada por el espectáculo, girando la cintura y tirando golpes como martillazos, sin piedad alguna.

Dos años después, el 2 de julio de 1921, se midió con el francés Georges Carpentier, campeón mundial medio pesado. Fue el enfrentamiento entre el héroe de guerra (Carpentier) y el villano que no había participado (Dempsey). Sea como sea, todo valía para montar el gran show. Incluyendo que nadie mencionaba en voz alta al afro americano Harry Wills, “La Pantera Negra”, que aunque merecía una chance, nunca la tuvo. O que “El hombre de la Orquídea”, Carpentier, dio casi diez kilos menos que el campeón. Tanto fue así, que Dempsey contó en sus memorias que el único temor del promotor Tex Rickard fue que la pelea se terminara demasiado pronto…

Fue la primera vez que se transmitió una pelea por radio, señal de la importancia que tuvo para la época.

El francés cayó finalmente en el cuarto round, tras haber dejado groggy al campeón en la segunda vuelta.. El estadio de Boyle´s Thirty Acres, fue construido en 9 semanas para albergar 91.613 lugres que dejaron una recaudación record de 1.789.238 dólares. ¡Si, se había batido la barrera del millón de dólares!

Dempsey se llevó 300.000, Carpentier 200.000 y ambos cobraron además un 25% de los derechos cinematográficos. En una pelea complementaria peleo y ganó Gene Tunney, que venía subiendo. Pero ahora iba ganándose un lugar como retador un argentino, Luis Angel Firpo.

Y cuando por fin se estableció fecha y lugar para el combate, el mundo del boxeo empezó a palpitar la que iba a ser, al menos eso parecía, una muy buena pelea.

Se equivocaron todos, porque ambos generaron algo más que eso: fue uno de los más tremendos choques pugilísticos de todos los tiempos en Nueva York.

El “Matador de Manassa” y “El Toro salvaje de las Pampas” se encaminaban a meterse ambos, a golpe limpio, en el gran libro de la historia del boxeo. Firpo, en aquellos tiempos, ya era una figura. Y de él escribiremos en la próxima entrega.

En nuestra próxima entrega seguiremos palpitando todo lo que rodeó a aquella pelea, que fue denominada “La Pelea del Siglo”...