El 2015 pareció ser el preámbulo de un 2016 de ensueño para la postergada división de los pesos pesados. La confluencia de varias figuras mediáticas y de alto nivel nos hacían presumir que se podría reescribir la historia de una categoría que alguna vez fue la más importante del pugilismo profesional en todo el planeta. Tyson Fury, Deontay Wilder, Antonhy Joshua, Luis Ortiz y el neozelandés Joseph Parker, irrumpieron con fuerza en un escenario sin protagonismo estelar desde la época dorada de Mike Tyson o Evander Holyfield. Sin embargo, llegamos a la mitad del año y ese protagonismo no aparece por ningún lado.
Entender las causas para que lo prometido, poco a poco, se vaya transformando en deuda, nos obliga a recapitular donde estuvo el fuego que hoy se mantiene en cenizas. El gran abanderado de ese espectacular 2015, fue el inglés Tyson Fury que no solo sorprendió al mundo tras su victoria inobjetable sobre Wladimir Klintschko, también nos liberó del soporífero reinado de casi una década del aburrido ucraniano.
Para acompañar el cambio de rumbo, se consolidó el estadounidense Deontay Wilder al coronar su impresionante racha invicta y de KOs con la obtención del título CMB de la categoría tras su victoria por puntos ante el haitiano Bermane Stiverne. A la presencia de Wilder se sumó el crecimiento del fenómeno británico Antonhy Joshua, que luego de cuatro victorias en el 2015, abrió el 2016 con un fácil KO sobre el inexpresivo Charles Martin, para apropiarse del cinturón de la FIB.
A todo ese panorama se sumó el 19 de diciembre, el espectacular TKO del cubano Luis Ortiz sobre Bryant Jennings por el título interino de la AMB y la irrupción arrolladora del neozelandés Joseph Parker, que luego de vencer por KO al australiano Kali Meehan, unificó sobre su pecho seis títulos de Eurasia, Asia, Africa y Oceanía.
Con tanta cantidad y calidad, no era descabellado imaginar un 2016 de ensueño para una categoría donde debemos retroceder casi dos décadas en la memoria para encontrar su última buena época. Sin embargo, el mes de julio avanza y esa predicción parece quedar en solo eso, una predicción, jamás en una realidad. Aunque también es cierto que las culpas de este panorama, en algunos casos, son producto del azar.
En este 2016 íbamos a ver a Deontay Wilder contra el ruso Alexander Povetkin y luego se daba como un hecho que si superaba ese desafío, debería enfrentar al ganador de la revancha Fury vs. Klintschko. La pelea contra Povetkin cayó, la revancha Fury-Klintschko se postergó y el panorama se complicó. La frase tiene rima, parece una canción, pero la canción no divierte. Luego de esos elementos del azar que conspiran contra las expectativas, aparece la polémica.
Sin rival inmediato que enfrentar, a Deontay Wilder le buscaron al eterno aspirante al título pesado, el mexicoamericano Chris Arreola. Solo la garantía de que Arreola aún mantiene algo de atractivo para un sector de la parcialidad mexicana justifica su elección. Wilder debería noquearlo temprano y luego esperar por un rival que hoy es imposible especular con su nombre.
Lo de Fury, una lesión en el tobillo izquierdo, demandará casi dos meses de recuperación lo que llevaría su pelea revancha al mes de octubre en el mejor de los casos. Ello si Wladimir Klintschko no decide realizar alguna pelea previa con algún rival a modo. Más de lo mismo.
Enfriado el atractivo de esa revancha y sin esperanzas de ver a Wilder en lo inmediato contra un rival grande, las expectativas pasaban por Joshua y Parker. Muchos imaginamos que una pelea entre ambos era de una obligación impostergable en este 2016. Joshua es campeón mundial de la FIB y Parker el primer retador en el ranking de su división pesada.
Joshua ganó el título por KO, en una pelea monótona, ante el inexpresivo Charles Martin en abril de este año y dos meses más tarde defendió esa corona ante el californiano Dominic Breazeale que le soportó apenas dos asaltos. Dos rivales de segundo nivel, para un campeón que está llegando al primer nivel, parecen ser suficientes. No obstante, aún no se puede especular con que la próxima vez que veamos a Joshua sea contra un oponente de primer nivel.
Es bueno recordar que el británico firmó un contrato exclusivo con la cadena Showtime y la elección de sus oponentes ahora pasará por más de un filtro. Deberemos, entonces, esperar a ver cuál de esos filtors pesa más: el deportivo o el comercial.
La FIB, al contrario de las otras organizaciones del boxeo profesional, suele ser bastante estricta a la hora de ordenar defensas obligatorias de sus campeones. El 21 de julio próximo Joseph Parker defiende algunos de sus títulos regionales contra el australiano de 40 años Solomón Haumono. Es de esperar que luego de esa fecha, si Parker supera el desafío, se ordene la pelea de este contra Joshua para este mismo 2016. Es una incógnita, pero mantenemos la esperanza.
La otra esperanza pasa por lo que suceda con el campeón interino de la AMB, el cubano Luis Ortiz, que el 17 de septiembre, en una de las preliminares de Canelo-Smith, enfrentará al ruso Alexander Ustinov. De ganar el cubano y de existir acuerdo entre promotoras, podría ir contra el ganador de Fury-Klintschko, aunque la AMB ya nos tiene acostumbrados a actuar contra las reglas de la lógica. En ese caso, lo que pueda suceder con su título y los campeones que lo ostentan es todo un misterio.
Por otra parte, si Fury pierde la revancha contra Klintschko, es posible que haya alguna cláusula en el contrato para una nueva pelea, lo que implica que ambos regresen al ring recién en el 2017.
El otro desafío que podría surgir sin grandes barreras que lo impidan, es el de Wilder vs. Joshua. Un combate que salvaría el año y que hasta podría merecer un PPV, sin embargo es poco probable que suceda tan temprano, no al menos en este año. La protección de imagen comercial tan común por estos tiempos, seguramente, hará que ante esa posibilidad cierta los manejadores de ambas carreras se hagan los desentendidos sin alentar el duelo. Tal vez se asocien a la frase magistral de De la Hoya cuando lo presionaron por una razón que evitara la pelea entre Golovkin y Canelo: "Esa pelea, primero hay que marinarla" dijo Oscar de la Hoya. No dudo que muchos ya se habrán apropiado de esa respuesta y tendrán listo el recurso del "adobar primero" para justificar cada desplante al reclamo de la afición.
Mi opinión sobre lo que no espera para el 2016, no es muy halagüeña. Lo reconozco. Ya transcurre la segunda aparte del año y a partir de este momento el tiempo es escaso. Es difícil que se programen grandes peleas, excepto las ya programadas. Todo lo que vaticinamos en el 2015 para los pesos pesados en el 2016, parece que fue más ruido que nueces o si lo prefieren, apenas una falsa alarma. La división que alguna vez reinó en el boxeo planetario, al final de esa "alguna vez" dejó de ser importante y para siempre. Parece.