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Muhammad Ali vs. Foreman: 50 años de la pelea del siglo

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La pelea del siglo: Muhammad Ali - George Foreman (2:33)

En un nuevo aniversario del combate que se realizó en Zaire, recordamos lo que fue la victoria por KO8 y el día que le cambió la carrera al nacido en Kentucky. (2:33)

Muhammad Ali y George Foreman se enfrentaron el 30 de octubre de 1974 en la Pelea del Siglo también bautizada como 'Rumble in the Jungle'.


Fue el 30 de octubre de 1974 cuando Muhammad Ali y George Foreman se enfrentaron en un ring en Zaire para la pelea bautizada como 'Rumble in the Jungle', cuyo resultado sería épico y marcaría uno de los capítulos cimeros en la carrera del legendario Ali. Hoy, 50 años más tarde, Carlos Irusta recuerda esa ocasión.

"¡No hay pelea! … ¡No hay pelea!"

Si las malas noticias corren rápido, esta se difundió como un cohete rumbo a la Luna. Si alguien trató de mantener oculta la información, fracasó totalmente.

“¡No hay pelea!”

Era para decirlo rápidamente, un desastre. La pelea más cara de la historia, el espectáculo boxístico del siglo y el choque más atractivo del mundo, estaba cancelado.

George Foreman, el campeón mundial de todos los pesos, debía enfrentar a su retador y excampeón del mundo, Muhammad Ali, en el corazón de África: Kinshasa, Zaire, ex Congo Belga. Una danza millonaria de dólares, una transmisión vía satélite para todo el mundo, un audaz promotor que quería pasar a la fama y todo un negocio enorme, tirado por la borda.

Por suerte fue una falsa alarma. Foreman, durante un entrenamiento con Bill Mcmurray, había sufrido un codazo que le produjo un corte en la ceja derecha. Ello obligaba a posponer la pelea, pero no a cancelarla. Sobre todo porque Mobutu -el tirano líder de Zaire, que se jugaba todo su prestigio en este desafío-, no iba a dejar las cosas así como así.

“Cierren las rutas, cierren los aeropuertos. De aquí no sale nadie hasta que Foreman se cure y se pueda hacer la pelea. Es una orden”, dijo (como si hiciera falta hacer la aclaración).

Y mientras comenzaron los lamentos, Muhammad Ali, que se había enterado mientras charlaba con el periodista Norman Mailer, se dio cuenta de que era un enorme golpe de suerte. Primero se tomó la cabeza, porque era el primero en querer volver a los Estados Unidos, pero luego cambió totalmente el registro.

Según Mailer, del rostro de Ali desapareció el desagrado y su expresión se convirtió en una sonrisa. Cuando aparecieron los periodistas los enfrentó con su particular estilo.

“Será esta la mejor forma de estar junto a mi gente, a mis hermanos de raza, será algo grande y enorme estos días extras, puesto que volveré a mis raíces”, dijo.

Así comenzó la cuenta descendente de lo que fue llamada “Rumble in the jungle” algo así como “Batalla en la selva”.

“Ali, Boma ye"

Y a partir de ese momento, tras inventar aquel “Ali Boma Ye” (“Ali mátalo”) se convirtió en un símbolo de la negritud y de aquellos que fueron brutalmente condenados a ser esclavos.

La fecha original fue la del 25 de septiembre y finalmente se llegó al 30 de octubre. Por primera vez un promotor afroamericano, Don King, organizaba semejante pelea, ya que cada uno cobró 5 millones de dólares -cifra históricamente récord para pesos pesados- y en la que, con el apoyo de Mobutu, se realizaría como quedó dicho en el corazón del África. De hecho, se designó un árbitro afroamericano, Zacharias Clayton, para ser el tercer hombre en el ring. Clayton había sido el primer referí negro de una pelea por campeonato mundial entre pesados, cuando se midieron Jersey Joe Walcott y Ezzard Charles el 6 de junio de 1952.

Corría el año 1974, tiempos de gran actividad y movimiento, incluyendo el tema racial.

Diez años antes, en 1964, Cassius Marcellus Clay había sacudido al mundo y al establishment cuando tras ganar la corona mundial ante Sonny Liston, decidió ignorar su nombre de esclavo y declararse públicamente musulmán. Muhammad Ali, tal su nombre elegido, no había tenido problemas tiempo atrás a exhibirse en público con Malcolm X, activista de fuerte participación social.

Foreman, a su vez, cargaba con el peso de haberse paseado por un ring con una banderita norteamericana, cuando ganó la medalla dorada de los Juegos de México 1968. En tiempos de “Las Panteras Negras” cuando el saludo de los deportistas afroamericanos era con el puño derecho alzado dentro de un guante negro, le costó el desprecio de sus seguidores.

Foreman, que pasaba sus ratos libres jugando al balero, se disculpó de una manera cristalina: “Cuando gané la medalla alcé la bandera de mi país”.

Los caminos de ambos se fueron acercando hasta cruzarse,

Para el momento en que se encontraron en el ring, el 30 de octubre de 1974, George Foreman tenía 25 años. Había sido medalla dorada en los Juegos de México 1968 y como profesional, sumaba 40 peleas, todas ganadas, con 37 nocauts. Se había consagrado campeón el 22 de enero de 1973, con una brutal paliza a Joe Frazier en Kingston, Jamaica. Sería la tercera defensa de sus coronas WBA y WBC.

Por esta pelea ante Ali, arrancó como claro favorito por 7 a 1 (el porcentaje más bajo en la carrera de Ali) e iba a recibir la suma récord de 5 millones de dólares, la misma que su desafiante.

Ali, a los 32, había sido campeón olímpico en Roma (1960) y conquistado la corona mundial de los pesados ante Sonny Liston (1964). Por negarse a ir a la Guerra de Vietnam perdió dos años de su vida deportiva. Le sacaron todo luego de su triunfo por nocaut técnico ante Zora Folley el 23 de marzo de 1967. Y pudo volver a pelear como profesional el 26 de octubre de 1970, cuando noqueó en 3 a Jerry Quarry.

Tenía 44 combates con 31 nocauts y dos derrotas, ante Joe Frazier y Ken Norton.

Ya no era el bailarín de otrora, aunque él seguía sosteniendo aquello de “Bailar como una mariposa y pica como una avispa”.

Para decirlo de una vez: nadie creía que podía ganarle a un campeón sólido, brutal y en su mejor momento como George Foreman, a quien Ali definía como “Una momia”, mientras avanzaba con los brazos adelantados y daba torpe pasos como un lento robot, para regocijo de periodistas y allegados.

Cuando se produjo el compás de espera, mientras Foreman se recluyó en su hotel de cinco estrellas junto al aire acondicionado, Ali ganó la calle. “Es la primera vez en mi vida que veo a mi gente, la gente negra, en todos lados: en los taxis, en las calles, en los ómnibus, aquí somos todos negros, y esto me otorga una fuerza mayor que nunca”.

En pocas palabras: Ali se convirtió en el héroe de su raza que buscaba la gloria.

Vía satélite

Hace cincuenta años, las comunicaciones no eran como ahora y el mundo mucho menos. Unos mil periodistas quedaron atrapados en Zaire. Uno de ellos, una estrella del calibre de Hunter Thompson, terminó borracho sin poder asistir a la pelea. Otro, George Limpton, escribió grandes piezas literarias, pero el campeón en fallo unánime fue Norman Mailer, quien convirtió la cobertura en un libro que permanece como un clásico: “The Fight”.

Se decía que la llegada del Hombre a la Luna (1969) había sido vista por unos 600 millones de personas. La pelea entre Ali y Foreman fue vista, se llegó a afirmar, por mil millones. Y eso que en los Estados Unidos no hubo televisión abierta, sino circuitos cerrados en teatros y cines a unos 20 dólares la entrada con comentarios de Joe Frazier y Jim Brown, estrella del fútbol y actor de cine.

El promotor estadounidense Don King debió asociarse a Hemdale Leisure Corporation y Video Techniques para conseguir diez millones de dólares para cada boxeador.

Finalmente llegó el momento de la pelea, en el estadio 20 de Mayo con capacidad para 62,000 espectadores. Mobutu -único dueño de un circuito cerrado de televisión- prefirió seguir la pelea en su residencia.

El misterioso caso de las sogas

El día de la pelea, Angelo Dundee, el técnico de Ali, fue con el publicista John Goodman a revisitar el ring, que era enorme, de 24 pies, montado con sogas de 20 piezas. El ring estaba desnivelado y las cuerdas totalmente flojas.

“Nos pusimos a trabajar en los tirantes, para que quedaran firmes”, recuerda Goodman. “Angelo tenía miedo que su boxeador, con semejante peso sin sogas estiradas, fuera a parar al ringside, sobre todo porque el ring estaba muy alto. En eso aparecieron Sadler y Moore, los hombres de Foreman. Cuando les pedimos ayuda, no lo hicieron. Seguimos trabajando nosotros solos”.

Esas cuerdas, flojas, se convirtieron en parte de la pelea y de la leyenda…

Foreman cometió el error de hablar de una próxima pelea con el inglés Joe Bugner, como si lo de Ali fuera un trámite. Jamás dudó ni de su potencia o de su victoria. Como todo noqueador, sentía que cuando metiera su mano, Ali no podría aguantarlo.

Cuando empezó la pelea, Ali trató de llevar a cabo una estrategia lógica; bailar alrededor de Foreman y desgastarlo. Solo que cuando quedó atrapado en un rincón notó que George lanzaba mazazos abiertos y que, con una guardia cerrada y mucho aguante, era neutralizable.

Empezaron a pasar los asaltos. Dundee se desesperaba porque Ali se quedaba demasiado tiempo esperando en las sogas -que, flojas, le permitían hamacarse y amortiguar golpes-, y lanzando golpes por la línea interna.

-Yo sé lo que hago, déjenme a mí -era la respuesta de Muhammad a su esquina en los momentos de descanso.

Ali había estado entrenando a la medianoche madrugada de cada día, adaptando su ciclo físico al horario de la pelea. Agregó además toda la sicología aprendida en los rings, gritándole a Foreman, desafiándolo.

- ¿Eso es todo lo que tenés, George? ¡No me dolió nada! ¡Dale, pegá más fuerte!

“En ese momento, verlo contra las sogas nos parecía una locura”, contó su médico cubano, el doctor Ferdie Pacheco. “No entendíamos lo que estaba haciendo. Angelo empezó a rogarle que noqueara, y la única respuesta de Ali nos desconcertó a todos cuando dijo que todavía no era el momento, que ahora quería jugar. Y cuando en el quinto round Foreman, ya cansado, empezó a caminar lento,pareció que Ali estaba bailando por la diferencia de velocidades. Cuando estaban cerca, lo tomaba con los brazos, lo empujaba hacia abajo, le hablaba desafiante y George, forcejeando para salir de esa maraña, comenzó a desgastarse más por ese esfuerzo que por la pelea golpe a golpe. Sí, Ali tenía razón”.

El “Rope a Dope” fue la estrategia de Ali que ya quedó como un clásico: engañar al rival utilizando las sogas para descansar y contragolpear, usando esa postura como un “cebo para tontos” y sacando ventaja del esfuerzo ajeno. Si, parece fácil, pero no olvidar que quien lo puso en práctica y tuvo que aguantar los mazazos a los flancos de Foreman fue Muhammad Ali…

No había ningún plan B en el rincón de Foreman. El gran Archie Moore, que había sido rival de Ali, estaba desesperado. Ali, allá por el séptimo, viendo sus expresiones, tuvo tiempo de mirarlo y gritar: “Tranquilo, viejo, esto se terminó”.

Y cuando llegó al descanso del séptimo, Ali tuvo que calmar también a su esquina “Ahora me estoy cansando yo así que lo voy a noquear”.

En el octavo, como un toro enceguecido, cansado, confundido y ya sin otro recurso que tomar todo el oxígeno posible para sobrevivir, Foreman avanzó más por instinto que convicción. Demasiada ventaja para estar frente a Ali, que de pronto apretó el botón final. Mandó a fondo varias veces el uno-dos a la cabeza y remató con una derecha. Como un torero, Ali pivoteó sobre su rival que cayó sobre la lona con una pirueta trágica, definitiva final.

Se levantó a los nueve, pero era inútil. Clayton proclamó el nocaut y la victoria de Ali.

Hasta ese momento, los tres jurados lo tenían arriba con 68-66, 70-67 y 69-66.

Con los brazos elevados al cielo, Ali supo contra todos los pronósticos, volvía a ser el Rey del Mundo, el campeón de los pesos completos. Elevó los brazos y mientras un público electrizado festejaba su victoria, el propio cielo respondió.

Comenzó a llover y las gotas cayeron para refrescar al cuerpo y bañar el alma de Ali en su noche de gloria.